Trece
Me encamino hacia el auto de mi amigo luego de haber salido de la tienda y haberme asegurado de cerrar la puerta correctamente. Toco suavemente la ventana del lado del conductor en una manera de avisarle que ya estoy lista, provocándome una sonrisa cuando este me responde al hacer sonar el claxon. Sin más, abro la puerta del lado contrario y me ubico en el asiento del copiloto.
Desde que nos volvimos cercanos, se ha creado una costumbre entre nosotros en la que él me lleva a casa después del trabajo, aprovechando algunas veces para regalarnos una merecida escapada a la ciudad para así olvidarnos de la soledad de este pueblo.
— Park Jimin. — El dueño de dicho nombre voltea hacia mí con interés. — Permíteme el privilegio de conocer más de ti.
— Léeme como si fuese un libro abierto y alivia cada una de las dudas que merodean por esa pequeña cabeza tuya.
Contengo mi respiración antes de soltar la pregunta que he retenido en mi garganta desde hace unas horas atrás. — ¿Quién eres?
Mis palabras lo toman por sorpresa y la expresión de desconcierto se expande por todo su rostro de forma inmediata, trago duro en espera de su respuesta mientras me arrepiento de haber sido tan directa.
— ¿A qué intentas referirte? ¿Acaso has perdido la memoria de forma parcial? — Pregunta notoriamente perplejo. — Como tú lo has dicho, soy Park Jimin.
— Mis eternas disculpas por no haber sido específica. — Pronuncio con timidez en su dirección.
— No tienes por qué disculparte, entendí perfectamente lo que quisiste expresar.
Jimin suelta una sonora carcajada que provoca que un ligero tono rojizo se apodere de mis mejillas. Sin lograr pensarlo mucho, suelto un manotazo en su dirección en busca de venganza por burlarse de mí cada vez que tiene la oportunidad, él me mira con asombro al notar lo que he hecho. Para mi desgracia, en lugar de hacerlo reflexionar, mi inesperada acción se convierte en otro motivo a la lista para hacerlo reír, haciendo que esta ahora resuene con mayor fuerza por todo el interior del auto.
Para cuando su risa se detiene y mi sonrojo desaparece, ambos nos encontramos recostados sobre nuestros asientos correspondientes, admirando el escaso paisaje nocturno que nos ofrece el vidrio frontal.
Me sobresalto al momento en el que el chico a mi lado se levanta repentinamente y me mira a los ojos por unos cuantos segundos, que a mi parecer resulta ser una eternidad.
— ¿Quieres saber más de mí? — Sus palabras son una afirmación disfrazada de pregunta.
— Más que un querer, es una necesidad.
Sé que mis palabras podrían utilizarse tal y como un arma de doble filo, recordando la confesión dada del día en el que fuimos a Haeundae. Él me observa como si tratase de encontrar motivo oculto bajo mi oración, arqueando una ceja como si esperase que en algún momento extendiese mi respuesta.
Cuando finalmente se encuentra seguro de mi afirmación, extiende su mano hacia la mía mientras su dedo meñique se encuentra alzado.
— Te mostraré quién es Park Jimin solo si tú me muestras quién es Oh Aera.
— Acepto la condición si eso nos beneficia a ambos.
No pierdo más el tiempo y me apresuro en entrelazar mi meñique con el suyo, haciendo que al mismo tiempo nuestras miradas vuelvan a conectarse y una sonrisa compartida se dibuje sobre nuestros labios.
— ¿Tienes el resto del día libre? — Pregunta a pesar de saber la respuesta, asiento rápidamente en la espera de la continuidad de sus palabras. — Entonces permíteme invitarte a un lugar.
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