Dieciocho
— ¿Por cuánto tiempo más pensabas engañarme de tal manera?
Me quedo perpleja a la vez que intento procesar la información, pero me resulta imposible concentrarme cuando su mirada se mantiene pendiente a cada uno de mis movimientos.
Me encuentro en la casa de la propietaria de la floristería, quien ha querido notificarme algo de suma importancia y me ha hecho venir a su vivienda aún cuando el sol y la luna no han intercambiado lugares por completo.
— ¿No piensas responder?
— Discúlpenme, ¿podría decirme qué es lo ocurre? — Logro formular después de unos segundos. — Creo que hay un malentendido...
Mi jefa chasquea su lengua de inmediato y me otorga una mirada incrédula. — ¿Hablas en serio? Te di un empleo cuando todavía eras una inexperta en el mundo de la floricultura, ¿y así es como me devuelves el favor?
— Realmente no sé de qué está hablando, señora Hong. —Me siento diminuta bajo su mirada. — No entiendo a que se está refiriendo...
— Vienes cada fin de mes a entregarme las ganancias mensuales y te marchas luego de haber recibido tu paga, ¿no es así?
Asiento de inmediato — Me alegra que sepas reconocerlo, de lo contrario tendría que haber recurrido a mi abogado.
— ¿Abogado? — Repito en un hilo de voz. — ¿Podría decirme a dónde intenta llegar con esto?
— El dinero que guardo en mi caja fuerte ha estado desapareciendo desde hace un tiempo atrás. — Abro mis ojos con asombro al escucharla. — En esta guardo cada ingreso proveniente de mi negocio, ¿quién más habría de robarlo de no haber sido tú? Pequeña rata sin hogar... — Trago duro ante su intento de humillación. — Tendré piedad de ti y no llamaré a la policía si me prometes que trabajarás sin sueldo hasta que me devuelvas cada uno de los centavos perdidos.
Soy consciente de que lo que estoy a punto de decir podría empeorar la situación, pero tampoco puedo permitir que me trate de tal manera y que al final se salga con tu suya.
— Lamento informarle que usted se encuentra levantando falsos hacia mi persona, señora Hong. — Dejo escapar un ligero suspiro. — ¿Por qué no mejor le pregunta a su esposo? Ese que cada fin de semana roba su tarjeta para ir al prostíbulo.
La palma de su mano se impacta con fuerza contra mi rostro, cuando levanto la mirada me encuentro con unos ojos envueltos en lágrimas y furia.
— ¡¿Quién te crees que eres para hablar de ese tema?!
— Solo dije la verdad, ¿no es así? — Respondo con sorna.
— Estás despedida, Aera. — Me señala hasta la puerta y yo me encamino hacia la salida. — Tienes hasta el final del día parar sacar tus cosas de la floristería.
Me despido de ella con una sonrisa para luego cerrar la puerta detrás de mí, una vez fuera de la casa, permito que mis lágrimas caigan de mis ojos cual cascada mientras un fuerte dolor hace presencia en mi cabeza a causa de la preocupación.
Sin poder organizar mi mente en lo absoluto, recurro a tomar mi teléfono y marcar al número que desde hace un tiempo atrás he grabado en mi memoria.
— ¡¿Qué pasa, Aera?! — Pregunta alarmado al escuchar mi llanto.
— Jimin... — Logro pronunciar entre sollozos. — Me he quedado sin empleo, ¿qué voy a hacer?
— Primero dime dónde estás para ir por ti. — Responde en un suspiro. — Me dirás lo que ha sucedido y luego encontraremos una solución.
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