Ha pasado más de un mes desde la última vez que estuvo aquí. Dime, Park Jimin, ¿cuándo será la próxima vez que pueda volver a admirar tu sonrisa? ¿O acaso tendré que resignarme a permanecer con el recuerdo en mente de aquel triste momento para toda mi vida?

Levanto mi mirada de inmediato cuando percibo el típico tintineo de las campanas de la puerta. Al parecer, he logrado llamarlo con mi pensamiento.

A unos pocos metros de la entrada se encuentra parado aquel chico de ojos soñadores, pero mirada perdida. El mismo chico que ha permanecido presente en mis pensamientos durante las últimas semanas.

El ambiente que nos rodea es un tanto tenso, pero a pesar de eso, ninguno se atreve a apartar la mirada de los ojos del otro. Le hago un asentimiento de cabeza en un intento de saludo para dejar la incomodidad de lado, pero me arrepiento a notar que causé todo el efecto contrario al verlo apartar la mirada con vergüenza.

— Yo... — Empieza a hablar casi como un susurro y hago todo lo posible para lograr escucharlo. — Lamento mucho lo que sucedió la última vez.

Sonrió ante sus palabras mientras le digo tranquilamente que no ha pasado nada, estoy por preguntarle por su pedido cuando él me interrumpe para volver a hablar.

— ¡No me digas que no fue nada! — Se queja mientras cubre su rostro entre sus manos. — Siendo sincero, no recuerdo mucho de lo que hice, pero estoy seguro de que fue lo suficientemente malo como para sentirme avergonzado.

— Supongo que debiste tener tus motivos. — Me encojo de hombros mientras recuerdo la escena. — Parecía que los tenías.

— Pero eso no era excusa para agredir la tienda. — Su tono de voz finalmente agarró fuerza. — ¡Mucho menos para tratarte de esa manera!

Inevitablemente, se me escapa una risa por su desesperación. Él mi mira sin poder comprender la causa de mi risa, por lo que se resigna a observarme detalladamente mientras intenta descifrar el motivo de esta.

— Ya te dije que no fue nada. — Repito en un intento de calmar sus nervios. — ¿Llevarás camelias rojas está vez? ¿O te decidirás por el ramo que siempre te preparo?

— Yo... — Tartamudeó un poco para luego aclararse la garganta. — Me recomendaron que me olvidara de las camelias por un tiempo, pero siendo sincero, aún no me siento listo para llevar otro tipo de flores.

Lo miro sin entender, sin embargo, decido que lo mejor es no decir nada. ¿Por qué razón alguien le recomendaría olvidarse de unas flores? Lo miro a la espera de que prosiga con su palabra.

— Esta vez he venido con la única intención de pedirte disculpas. — Da unos pasos hacia el frente hasta que lo único que nos separa es el mostrador. — Pero soy consciente de que no será fácil de obtener, por lo que te invito a una salida de amigos para demostrarte que soy diferente a la última impresión que pude darte de mi persona.

— Está bien. — Acepto sin pensarlo. — ¿Pero no te parece raro invitar a salir a una persona sin tan siquiera conocer su nombre?

Abrió su boca con asombró al caer en cuenta de dicho detalle, provocándome por una vez más una risa.

— Lo siento tanto. — Su rostro se volvió completamente rojo, tal cómo sus flores favoritas. — Me acostumbré tanto a tu imagen de la chica de la floristería que olvidé preguntarlo. — Nuevamente cubrió su rostro. — ¡Incluso tú conoces mi nombre, pero yo todo este tiempo he permanecido sin saber el tuyo!

— No te preocupes por ello. — Contesto con tranquilidad. — Mi nombre está relacionado con el significado del amor.

— ¿Sarang? — Trata de adivinar.

— Cerca, pero no. — Digo ante su falla. — Me llamo Aera, Oh Aera.

Al escuchar mi nombre me dedicó una hermosa sonrisa, de la cual supe que debía escapar si no quería salir lastimada.

Sin embargo, permanecí a su lado sólo para poder apreciarla sin importar el costo.