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Catorce

Me bajo del auto con rapidez cuando él me indica hacerlo, mi curiosidad es mayor que la vergüenza que me provoca escucharlo reír ante mi entusiasmo, ¡¿pero de qué otra forma podría reaccionar?! Sin lugar a duda, no desaprovecharé la oportunidad de conocer más sobre Park Jimin.

Me ordeno volver a mi estado habitual cuando caigo en cuenta del lugar en el que estamos, evitando confesar que en realidad soy desconocedora de dicho lugar.

¡¿Acaso posee los recursos necesarios para darse el gusto de vivir con tantos lujos?! ¡¿Entonces por qué insiste en trabajar en un lugar tan mediocre?!

Necesito respuestas más claras que las anteriormente dadas.

— ¿Te encuentras nerviosa? — Pregunta Jimin cuando es consciente de mi desconcierto. — Si gustas podríamos dejarlo para otra ocasión.

Me apresuro a negar en su dirección, asegurándome de hacerle entender que no hay problema alguno.

— ¿Nerviosa, dices? — Suelto en un bufido, a pesar de saber que mis manos se encuentran bajo el efecto de un temblor. — Deberías pensar eso de ti mismo, llevamos meses encontrándonos y lo único que sé de ti con exactitud es tu nombre.

— ¿Cómo estás tan segura de que mi verdadero nombre es Park Jimin?

Su pregunta me hace dudar por un segundo, pero recupero mi posición cuando noto una ligera sonrisa subir por las comisuras de sus labios.

— ¿Cuándo llegará el día en el que dejes de tomarme como objetivo de burla? — Me quejo al golpear ligeramente su hombro, lo cual él me corresponde con una ceja arqueada.

— ¿Y dejar de sonreír esta vez para siempre? — Pregunta socarronamente. — ¡Eres tan fácil de engañar!

— Está bien, soy consciente de ello. — No me queda de otra más que aceptarlo. — Pero te pido por favor que no juegues con mis sentimientos.

— Sabes que sería incapaz de hacerlo, mucho menos de romper ese cálido corazón que guardas dentro tu pecho.

Sin darme cuenta, hemos empezado a caminar a través del pequeño pasillo que teníamos frente a nosotros, acortando el camino hasta llegar la puerta de la enorme vivienda ubicada en este lado de ciudad, donde solo suele habitar la alta sociedad.

Cuando nos encontramos frente a la puerta principal, luego de haber atravesado el primer umbral y haberme quedado embobada bajo los encantos del etéreo jardín que nos rodea, finalmente nos detenemos cuando él procede a colocar el código de acceso.

Mi respiración se entrecorta cuando de un momento a otro vuelvo mi mirada hasta su lugar y lo encuentro apoyado ligeramente sobre la pared, sin apartar ni un solo segundo su mirada de mi persona.

— Eres consciente del hecho de que por el momento me abstendré de responder preguntas que puedan afectarme emocionalmente, ¿cierto?

— Nunca me atrevería a preguntarte algo que pudiese afectarte de tal manera.

— No esperaba menos de ti. — No puedo evitar contagiarme de su sonrisa. — Entonces empecemos resolviendo dudas sencillas.

— Me encantaría saber cómo es que puedes darte el lujo de vivir en tal lugar.

— En su mayoría se debe a mi trabajo. — Responde vagamente. — Te lo explicaré detalladamente una vez que estemos dentro.

Finalmente empuja la puerta principal, abriéndonos así paso completo al interior de su vivienda.

— Querida Aera, seas bienvenida al lugar al que suelo llamar hogar.

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