V creció en una familia grande, siendo la menor de cuatro hermanos. Pero desde el principio, su existencia fue negada.

Su padre solía decir con frialdad:
"Todo lo que nazca de mi corral es mío, aun si no es mío."

Su madre, "S", lloraba en silencio. Sabía que su esposo no quería a V, pero no podía hacer nada más que soportarlo. V, en su inocencia, solo quería amor.

Desde pequeña, buscaba la compañía de su hermana del medio, "K". Pero K era distante, siempre enojada, y cuando V insistía en jugar con ella, K se quejaba con su padre. Él no dudaba en golpear a V por molestar a su hermana. A veces, la dejaba sangrando de las rodillas. Su madre solo lloraba.

A pesar de todo, V seguía sonriendo. Tenía el corazón de una niña feliz, pero nadie parecía quererlo. Sus hermanos la despreciaban. Su padre la golpeaba. Su madre se sumergía en su tristeza.

La única que le brindaba un poco de cuidado era su niñera. Antes, otra mujer la había maltratado, dándole comida en mal estado, lo que hizo que V desarrollara problemas de estómago. Pero ni eso apagaba su luz.

Los años pasaron, y a los 9, la vida de V cambió.

Su madre, harta de los abusos, tomó una decisión: se fue de la casa y se llevó solo a V. Dejó atrás a sus otros hijos y a su esposo, el hombre que le había arrebatado tantas lágrimas.

Pero esa decisión trajo consecuencias. Los hermanos de V crecieron con rencor hacia su madre. La llamaban "traidora" y "egoísta". Su padre alimentó su odio.

Mientras tanto, la madre de V trabajaba sin descanso como maestra, tratando de darle una vida mejor. Pero la felicidad seguía esquiva.

A los 10 años, V sufrió un ataque epiléptico. Fue un punto de quiebre. Su fortaleza comenzó a fracturarse. En la escuela, sufría bullying. En la iglesia, las niñas de la danza la molestaban. No importaba a dónde fuera, siempre parecía ser la extraña, la no deseada.

La niña que había soportado tanto comenzó a romperse.

Un día, su hermana mayor llegó y su bebé, "S". Su padre la había corrido de la casa. Poco después, "K" también apareció en la puerta de su madre.

Solo faltaba "R". Él no vino. Él nunca vendría.

El odio que su padre sembró en él era demasiado grande.