Capítulo 8: Un nuevo viaje
Suspiré profundamente, me armé de valor y salí de casa, salí de aquel lugar que me traía malos recuerdos y que me hacía tanto daño al corazón. Cerré la puerta detrás de mí y solo yo, mi alma y un par de valijas éramos conscientes de la aventura que seguiría, una aventura que podría recobrar parte de ese sentimiento de estar vivo y quizás, y solo quizás, recuperar fe en la felicidad.
—¿Estás bien, Ale? —preguntó preocupada.
—Estaré bien —forcé una sonrisa.
Fuimos hacía su auto que estaba esperando a que entráramos en él. Puse mis valijas en el maletero, en donde ella ya tenía las suyas allí y ambos entramos en el auto. Ella en el volante y yo en el copiloto.
—¿Alguna vez conociste Marsella? —preguntó emocionada.
—No, es la primera vez que voy.
—De acuerdo, entonces te fascinará lo que verás.
Continuamos hablando de cosas varias mientras ella conducía hacia el aeropuerto. Debía de admirar su valor por tratar de hacer sentir mejor a una persona depresiva como yo.
Llegamos hasta el aeropuerto Enrico Forlanini, ella tenía los boletos de avión, algo que yo había pagado previamente y después de la típica revisión exhaustiva para corroborar que no eras un terrorista, entramos en el avión. Dejamos el equipaje que podíamos llevar en el lugar correspondiente y nos acomodamos en nuestros asientos.
—¿Te dan miedo los aviones? —preguntó divertida.
—No, ¿y a ti? —sonreí.
—No, para nada, he volado miles de veces.
Continuamos hablando hasta que el avión despegó. Iba a hacer un vuelo de pocas horas, así que llegaríamos a Marsella por la tarde. Me preguntaba si nos daría tiempo de conocer la ciudad ese día o sería hasta el siguiente amanecer.
Hablamos todo el trayecto, sobre su vida y la mía. Realmente era interesante saber su pasado, ya que nunca había tenido la oportunidad de conocer más sobre ella.
—Tengo una pregunta —comencé.
—¿Cuál?
—¿Cómo es que tú, una chica bella y con muchos pretendientes, no tiene novio?
—No he querido tener novio desde hace mucho tiempo.
—¿Y Ángel fue...?
—Ángel solo lo quería para una aventura, nada más. No he querido nada serio desde aquel fatal día.
—Puedes contarme —le agarré la mano—, sabes que puedes confiar en mí.
Realmente su rostro parecía decaído, como si su corazón aun tuviera cicatrices de su pasado. Eso me intrigaba y si se sentía así era porque aún le dolía. Si podía ayudar, en lo que sea, lo haría.
—Cuando cumplí la mayoría de edad, conocí a un chico, iba en la misma carrera que yo. Era interesante, carismático, tenía carácter, liderazgo y era muy guapo. Me enamoré de él perdidamente.
—¿Cuál es la parte mala de esta historia? —pregunté confundido.
—Un día hice algo mal que le costó la vida a un par de personas, y cuando le echaron la culpa a alguien más, en lugar de hacerme responsable de mis actos, solo me quedé callada.
—Pero, ¿él lo supo?
—Él confiaba en mí, más que a nadie y le fallé, desde ese día nunca le volví a mirar a los ojos. Me comporté distante y lo alejé de mi vida, prefería que me odiara a que se decepcionara de mí. Él nunca lo supo, ese fue el precio que tuve que pagar por mi error, perderlo.
Eso me había dolido incluso a mí. Realmente se veía deshecha, triste, angustiada. Sus temores se relucieron y podía ver cuanto dolor sentía. De cierta forma me alegraba que me lo hubiera contado, así podría comprenderla mejor y entender como era ahora. Podía ser un indicativo que sabiendo que el dolor de perder a alguien es intenso, siempre ayudaría a los demás, para que no sintieran lo que ella.
Llegamos hasta el aeropuerto de Marsella Provenza, tenía que decir que era un lugar muy hermoso y atractivo visualmente. Salimos de la aeronave ya con nuestras valijas en mano y caminamos rumbo a una terminal, algo que se me hizo extraño, y cuando llegamos, había un auto esperando por nosotros. El señor que estaba allí le entregó las llaves y le agradeció su preferencia.
—¿Por qué no me dijiste que rentarías un auto?
—Quería que fuera sorpresa —guiñó.
Entramos al auto, que debía de admitir que era lindo y ella empezó a conducir rumbo a su casa en la playa, que estaría un poco alejado de aquí.
—¿Por qué eres modelo? —pregunté curioso.
—Porque así aprovecho mis aptitudes.
—¿Te refieres a tu cuerpo?
—Mi cuerpo y mi carisma. Muchos creen que la carrera de modelaje es solo tener un cuerpo bonito y pararse frente a una cámara, pero no es así, hay que tener pasión, carácter y mucho sacrificio, la belleza duele. No cualquiera llega tan lejos como yo he llegado.
En ciertas partes sabía lo que estaba diciendo, ya que Karla en varias ocasiones me comentaba lo difícil que fue su carrera, algo que yo, en lo personal, creí que era más fácil, pero me había equivocado.
Condujo hasta cerca de la playa, en donde había una casa rodeada de un jardín inmenso. La casa era de color blanco, las paredes parecían como si estuvieran hechas algún tipo de material resistente y ligero, como también había grandes cristales que podrían servir como paredes, con una gran vista al mar. Sinceramente había más calor que del que hacía en Milán,
Salimos del auto, fuimos por nuestras valijas y podíamos sentir una ligera brisa veraniega que recorría todo el paisaje. Lau se adelantó para mostrarme el camino, y llegamos hasta una puerta del mismo color que las paredes, aunque con un diferente material del que estaba hecho. Abrió la puerta y se dejó ver, en su gran magnificencia, la preciosidad de su hogar. Una pantalla gigante juntos con unos sofás, sillones y varios estantes además de una mesa de cristal en el centro adornaba la cada. El piso era azulejo blanco. Entraba mucha luz por el lugar, algo que sinceramente daba un gusto visual.
—Es increíble tu casa —dije embobado.
—Gracias, todo esto me ha costado años de esfuerzo y dedicación.
Ella cerró la puerta principal y dejó su maleta en la sala para guiarme a la cocina. Cuando llegamos a ese lugar, sentí una descarga de energía, era increíble, tenía más herramientas y más cosas para preparar alimentos y comidas que las que tenía en casa. Confirmado, no me disgustaría vivir aquí.
—¿Te gusta? —dijo sonriente.
—Claro, me encanta, aquí podría preparar cosas inimaginables.
—Eso me alegra. Ahora cámbiate para jugar tenis.
—¿Tienes una cancha de tenis? —pregunté curioso.
—Tengo más cosas de las que se pueden ver.
—¿Qué secretos escondes, Laura?
—Más de los que te imaginas. Creo que en tu habitación hay ropa deportiva, cámbiate y nos vemos afuera. Por cierto, tu habitación es la primera que está a la izquierda, subiendo por las escaleras.
En ese momento ella tomó su valija y subió hacía su habitación, yo hice lo mismo tomando las mías y subiendo las escaleras de cristal con barandales de metal en forma de cilindro.
Entré a mi habitación y era increíble. Una cama matrimonial con sábanas blancas, una mesa de cristal con un mantel bordado a mano, una televisión de pantalla plana enfrente de la cama, además de un armario blanco a la derecha de la cama. Una puerta a lado de la mesa en donde se encontraba el baño y a la izquierda de la cama se encontraba un balcón de cristal que daba hacía el jardín trasero, en donde estaba la cancha de tenis junto a un par de piscinas en forma ovaladas unidas por un pasillo de agua.
Fui al armario y tomé la ropa deportiva como Laura había predicho, me cambié de atuendo y salí al balcón en donde ya estaba esperándome.
Salí del cuarto y bajé por las escaleras, viré hacia la derecha y conduje un pasillo hasta el patio trasero. Laura estaba vestida con una blusa rosa pálido junto con una falda color crema. Tenía que admitir que se veía muy bien, un gran atributo de ella, con cualquier prenda ella lo sabía lucir a la perfección.
—Se me hace increíble que tengas una piscina a lado de una cancha de tenis —dije divertido.
—Este lugar es más grande de lo que crees, ¿estás listo para que te destroce? —contestó en el mismo tono.
—Más que listo.
Me acerqué a la cancha y ella me lanzó la raqueta, por suerte mis reflejos estaban intactos, por lo que no tuve ningún problema en agarrarla.
—Si eres tan bueno en el basquetbol como mi hermana, entonces el tenis se te será fácil.
Y así empezamos a jugar. Realmente jugaba bien, intenté seguirle el paso, pero era cierto que no había practicado en mucho tiempo, por lo que no me encontraba en la mejor forma para hacerle frente a sus embates.
Partida tras partida jugamos mientras el sol se ocultaba, indicativo que tendríamos que parar. Todo iba bien, hasta que, de un momento a otro, algo que no esperaba sucedió.
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