Chào các bạn! Vì nhiều lý do từ nay Truyen2U chính thức đổi tên là Truyen247.Pro. Mong các bạn tiếp tục ủng hộ truy cập tên miền mới này nhé! Mãi yêu... ♥

Capítulo 5: La realidad

No, eso no es cierto, eso no podía ser verdad, ella no se podía haber ido, no podía haberme abandonado, no después desde que esta mañana me había dicho que no me dejaría, que estaría conmigo por y para siempre.

Dejé aquella carta sobre la mesa y comencé a buscar por toda la casa, la comencé a buscar de forma desesperada, subía y bajaba, abría y cerraba puertas, decía su nombre con desespero para encontrar algunas noticias de ella, aunque fueran las más mínimas, pero el retumbe de mis pasos y el sonido de mi voz era lo único que se oía. En la casa solo había un cuerpo, el mío, sus cosas no estaban, como su ropa. Bajé a la sala y la llamé, la llamé por teléfono como si mi vida dependiera de ella, pero no había respuesta alguna.

Salí por la puerta principal intentando averiguar alguna pista sobre su paradero, virando hacia todos lados me encontré con Dana, mi vecina. Me preguntaba si había visto algo que me ayudase a encontrarla.

—Dana, ¿has visto a Karla?

—Sí, claro, la he visto salir esta mañana.

—¿Qué fue lo que viste? —pregunté con ansia.

—Ella salió de casa con maletas, saludó de beso a un hombre y después se fue con él, al parecer es de dinero, ya que traía consigo un auto deportivo.

—Eso es imposible —dije atónito.

—Nada es imposible. Las mujeres somos buenas para fingir cuando ya no amamos a un hombre, simplemente nos rendimos y nos vamos sin decir nada.

—No, ella no es así.

—Las personas cambian, Alejandro.

En ese momento ella entró a casa, cargando una caja diferente a la del día anterior. Me quedé pasmado, atónito, no sabía que hacer o que decir. ¿Y si Dana tenía razón?, ¿y si Karla ya no me amaba como yo creía?, ¿y si me dejó por otro hombre? Todas esas preguntas revoloteaban mi cabeza, por lo que detuve mi búsqueda y entré de nuevo a casa.

Me quedé sentado en la sala por horas, pensando y pensando a más no poder, reflexionando lo que había de pasar y buscar un patrón de comportamiento. Si lo de que Dana decía era cierto, debió de aparecer actitudes diferentes a mí, pero no encontré nada sólido para comprobarlo. Quizás ella se equivocada o yo era muy estúpido como para darme cuenta de lo que pasaba.

Pasó el tiempo y tuve que irme a dormir, eso fue lo más doloroso de todo. Aún estaba en shock, aun no me creía lo que estaba pasando, y mi cama, tan llena de recuerdos, ahora se encontraba sola, ningún alma estaba sobre ella. Esa noche fue la peor noche que había pasado, nunca me había sentido tan solo y triste en mi vida. Cada pensamiento era sobre ella, en como la recordaba y las cosas que hacíamos, intentando saber que era lo que había hecho mal para que ella se fuera, averiguar qué era lo que había errado para que ella volara de mis brazos.

No pude dormir aquella noche, por lo que me levanté más cansado que nunca. Tenía ojeras, algo malo para mi imagen, y aunque quería que me tragara la tierra para no vivir nunca, tenía que ir a la escuela, a cumplir con mi trabajo, algo que no podía dejar a un lado.

Me arreglé, me aseé y fui directo hacia la escuela. No había comido, no tenía hambre por lo que había sucedido.

Llegué a la escuela y fui directo al aula, en donde daría la misma clase que de toda la semana, algo que ya me aburría, y ahora más que ignoraría.

—Buenos días, profesor —dijo mi alumna muy alegre.

Asentí con la cabeza y caminé hasta mi escritorio sin decir nada. Intentaba estar lo más neutro posible, para evitar que se me notase la carga emocional que traía.

—Hoy haremos pescado y ensalada, algo nutritivo.

— ¿Eso incluye comer su camarón, profesor?

Ignoré aquella pregunta y continué dándole todas las indicaciones a la chica, para que hiciera su platillo sin nada más que preocupase.

Me la pasé el tiempo de clase sentado, mirando hacia la nada, pensado en lo que había pasado, e intentar digerir lo que sucedió la noche anterior.

Escuché un pequeño grito que me egresó de mi trance y vi a Camila que se estaba mojando accidentalmente. Fui a socorrerla y cerrar el paso del agua. La miré y estaba empapada, bastante, su uniforme de chef se veía mojado y era terrible.

Le pasé una toalla para que se secara el cabello y un trapo para limpiar la barra. Ella se quitó el uniforme y poco a poco también la camisa que traía, una camisa que le llegaba al ombligo.

—¿Qué haces? —pregunté confundido.

—Quitándome la ropa mojada, eso es malo para salud.

Continuó quitándosela hasta que quedó solo con el brasier, se podía ver perfectamente su cuerpo de la cintura para arriba, algo que, sinceramente, ya no me sorprendía.

—Quédate aquí, iré por otro uniforme —dije firme.

Salí de inmediato del salón para ir al almacén y encontrar alguno de su talla, para que se la pusiera y no tuviera la excusa de estar desnuda por esa razón.

En el camino de regreso, ya con el uniforme en mano, me encontré con Alexander y Augusto quienes platicaban plácidamente, pero cuando notaron mi presencia, se preocuparon y se acercaron a paso veloz.

—¿Pasa algo, Alejandro? —preguntó el italiano.

—¿Por qué la pregunta? —contesté.

—Porque Karla no ha venido a trabajar 2 días, ¿le ocurre algo?

No me quedó más remedio que decirles la verdad, decirles lo que había ocurrido, y aproveché la oportunidad para desahogarme, para decirles todo lo que sentía y encontrar un consuelo, algo que me hiciera sentir mejor y no sentirme tan miserable.

Me dieron palabras de aliento y apoyo, haciéndome saber que no estaba solo y que contaba con ellos para lo que sea. Eso me reconfortaba, ya que podía contar con dos amigos muy sinceros, algo que siempre se agradece.

Regresé a mi salón, en donde esperaba que no estuviera Camila desnuda esperándome con una cereza en la boca. Por fortuna no fue así. Por lo que notaba se había vuelto a poner su camisa y ya había acabado la práctica. No entendía porque, si ella era muy buena haciendo platillos, había reprobado como para necesitar estas clases extras.

—Me gustaría probar eso que huele delicioso.

—Profesor, sabe que esta camisa se abre fácil —guiñó un ojo.

Reí un poco y negué con la cabeza. Le entregué el uniforme a mi alumna y probé el platillo, sabía muy bien y un punto de cocción perfecto, ahora solo haría la ensalada, lo más fácil de todo.

Cuando cortaba cualquier tipo de verduras y raíces para hacer lo que le pedí, se le cayó una papa al suelo, la recogió lentamente dándome un perfecto panorama de su trasero, era increíble cómo no se sentía tan incomoda con una falda tan corta.

—Profesor, ¿es cierto eso que algunas comidas levantan la libido?

—No lo sé, ¿por qué lo preguntas?

—Porque podríamos probar usted y yo, y ver qué pasa.

Ignoré aquel comentario y prosiguió con su práctica. Al cabo de un poco tiempo, ella terminó y cuando lo probé puse su calificación del día, que por supuesto era aprobatoria.

Guardé todas mis cosas, acomodé mi sitio de trabajó y justo cuando estaba a punto de salir, mi alumna llamó mi atención, otra vez.

—Profesor, ¿cree que sería la indicada para cumplir sus fantasías sexuales?, porque me encantaría hacerlo.

Sonreí, me despedí de ella y salí del aula sin más. Regresaría a casa solo como el transcurso de este día, pero pude notar, en la entrada, que Laura estaba esperando junto a su auto, un lindo auto blanco, por cierto.

—Laura, ¿qué haces aquí? —pregunté curioso.

—Se supone que hoy saldría con Karla, pero no me responde desde hace un par de días.

—¿Me llevarías a casa?, te lo explico en el camino.

Ella accedió a mi humilde petición. Hoy no había conducido ya que me sentía demasiado distraído como para hacerlo.

En el camino de regreso a casa, le conté todo lo que había pasado, todo lo que había ocurrido, la manera y la forma en cómo me sentía.

Mi corazón estaba destrozado, destrozado en millones de pedazos, me sentía sin vida, me sentía frío y solo, como si me faltara algo importante en mi vida, y así era, me faltaba mi amor. Sentía un inmenso hueco en el pecho, el corazón ya no estaba, y todo se volvía nubloso cuando hablaba de lo sucedido.

—Lo siento mucho, Alejandro. No entiendo porque Karla hizo demasiada idiotez.

—No sé cuál fue la razón por la que se fue, pero nada es lo mismo sin ella.

—Te entiendo perfectamente.

—Ahora lo que quiero es desaparecer, que me trague la tierra.

Sinceramente eso era lo que quería, desaparecer de este mundo y no saber nada más de él. La extrañaba demasiado.

—Oye, se ocurrió una locura —dijo emocionada.

—¿Cuál?

—Fuguémonos juntos. 

Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro