Capítulo 24: Persecución
Los segundos dejaron de contarse, cada cosa que podía pasar dejó de suceder en ese instante. Tenía un miedo inmenso de morir que me tenía completamente paralizado.
Fiorella inmediatamente le disparo al hombre que me tenía de rehén quien murió enseguida a causa de la bala.
Me desplomé al suelo por la impresión de casi morir, teniendo una bala que estuvo a un par de centímetros de impactarme.
—No hay tiempo para estar en shock —dijo Fiorella levantándome del suelo—. ¿A dónde se fueron?
Por unos segundos me quedé callado mientras movía la cabeza para concentrarme y recordar lo que había pasado.
—Al segundo piso —dije señalando las escaleras.
—De acuerdo, acompáñame.
En ese momento me tomó del brazo y me arrastró a acompañarla mientras subíamos las escaleras. Todavía la balacera continuaba, por lo que teníamos que tener mucho cuidado.
Mientras subíamos, un hombre con un arma empezó a dispararnos desde el piso de arriba. Fiorella me alejó y replegó el ataque matándolo. Era increíble cuanta sangre podía derramarse en ese lugar.
Volvió a tomarme del brazo para terminar de subir las escaleras. En el segundo piso había una cantidad extraordinaria de floreros deshechos y completamente rotos. Que desperdicio de porcelana.
En la planta superior había una serie de puertas, tantas como mi vista pudo alcanzar. Lo más seguro es que habrían de entrar en alguna.
Buscamos una por una, cada puerta daba a una habitación. Contenían muchos muebles finos y de buena calidad, podía ser la envidia de cualquier coleccionista.
Hasta la tercera habitación en la que entramos contenía información relevante. Había una escalera que daba al techo, con una abertura evidentemente abierta. Era señal que había subido a la azotea.
—Odio las escotillas —escuché decir a Fiorella entre dientes.
Caminamos hasta ella, tomé la escalera con fuerza para estabilizarla y que Fiorella pudiera subir. Así lo hizo y después de unos segundos se escucharon 3 disparos, uno seguido del otro.
—Listo, despejado —dijo satisfecha.
Eso fue bastante extraño, pero cuando ella terminó de subir para llegar al techo yo recorrí ese mismo camino.
En el techo había un par de hombres tirados, estaban muertos con impactos de bala en el pecho. Fiorella los revisó para tomar de esos cadáveres cartuchos para su arma. Cuando terminó de inspeccionarlos se escuchó un choqué intenso de la entrada de todo el terreno. Un automóvil blindado de color gris, parecido a un Jeep, había penetrado en la pared de policías uniformados y amenazaban con escaparse. Debía de suponer que eran Virgilio y sus acompañantes, entre ellos Karla.
—Alejandro, ven aquí, debo decirte algo —dijo viéndome seriamente.
Estaba en el borde de la casa, creí que debía de ser algo de gravedad como para hablarme en ese tono, solo que no recordaba que ella era buena manipulando gente.
—¿Que sucede? —pregunté preocupado.
En ese momento que me acerqué a ella me lanzó desde lo alto de la azotea para caer hasta el suelo del jardín. 7 metros de caída libre separaban de la azotea hasta el suelo. Pero también Fiorella era lista, ya que terminé cayendo sobre un gran montículo de hojas que cubrían una basta cantidad de cajas, aquello amortiguó mi caída.
Cuando Fiorella llegó hasta mí de la misma manera en la que había bajado, me enfadé con ella, porque me dolía la cadera del golpe.
—Eres una idiota —le enseñé el dedo de en medio—, ¿no pudimos utilizar las escaleras?
—No hay tiempo —dijo levantándose.
Ella empezó a correr rumbo a un auto de la policía que estaba estacionado, a un lado de la casa. Ya había pocos disparos que se escuchasen, al parecer lo peor del tiroteo había pasado, pero aún quedaban algunos remanentes de aquella batalla que debía de ser neutralizados.
Corrí detrás de ella hasta que llegamos a un auto blindado de la policía, un auto bastante parecido con el que me habían transportado.
—Tú conduces —dijo agitada.
Me lanzó las llaves del auto, por lo que las tomé, abrí la puerta, me senté en el asiento del conductor y tomé el volante.
La adrenalina que recorría mi cuerpo era una sensación increíble, nunca me había sentido así de fuerte y poderoso.
Empecé a conducir lo más rápido que el auto podía, pasando por todo el jardín, en donde estaba el agente Maurizio arrestando a alguien.
—Alcánzame si puedes —dijo Fiorella al agente en tono de burla.
Yo seguía conduciendo hasta la salida de todo el terreno. Confirmaba mi teoría de que la casa estaba en suelo alto, ya que teníamos que bajar una inclinación para a posteriori tomar una carretera principal.
—Los veo, sujétate bien —dije de una.
Vi aquel auto que debíamos de seguir. No dejaría que se escapara, por lo que pisé a fondo y aceleré lo más rápido que esta cosa podía.
Era una sensación increíble, ver a los objetos desaparecer en un segundo y entender que en cualquier error podía morir era fascinante.
Fiorella se puso su cinturón de seguridad y apretó un botón en el panel de controles. Fruncí el ceño, pero continué con la conducción.
—¿Qué haces? —pregunté confundido.
—Encendiendo la sirena, nos ayudará a llegar más rápido.
Y eso era cierto, con la sirena encendida, dando a notar que éramos la policía, las personas se hacían a un lado para dejarnos pasar.
Conducimos hasta llegar a una autopista. Este sería el lugar perfecto para mostrar la fuerza del motor. Conducimos a gran velocidad, llevando al límite estos autos.
De pronto se escuchó un disparo, y después otros detrás de ese. Camila nos estaba disparando, una forma disuadirnos y que desistiéramos, pero estaban muy equivocados, no haríamos tal barbaridad.
Fiorella tomó la radio de contacto que estaba en el panel de funciones y empezó a pedir ayuda, así los detendríamos con mayor facilidad.
Ella comenzó a contraatacar disparándoles de igual manera, así ganaríamos tiempo hasta que los refuerzos llegaran. Me preguntaba por un segundo lo que sentiría Karla en estos momentos.
A lo lejos se visualizaba una hilera de pinchos, al igual que una barricada, objetos que serían obstáculos para su continuo avance. Pero como si fuera un cuchillo cortando mantequilla, la camioneta penetró lo que se suponía que debería de impedir su transcurso. Los pinchos no le ocasionaron ningún daño, al contrario, simplemente los movió a un lado, al igual que las barricadas. En serio esto iba a ser muy difícil de concluir.
No desaceleré en ningún momento, crucé el lugar donde se suponía que tendrían que detenerse y mantuve la trayectoria. Realmente nada me impediría terminar con esto, nada me detendría.
En un punto de la autopista, el auto tomó una desviación para tomar una carretera secundaria, algo que me extrañó demasiado.
—¿A dónde crees que se dirigen? —pregunté intrigado.
—No lo sé...
Eso era raro, no tenía ningún sentido. Porque arriesgarse a ser atrapados con más facilidad en un lugar más cerrado, además que sería ilógico ir a alguna casa de seguridad con personas persiguiéndolo.
—... al puerto, se dirigen al puerto —dijo puntal.
—¿Por qué irían al puerto? Es como un callejón sin salida.
—Es la mejor opción si quieres huir de Italia. Podemos bloquear los caminos, pero no el mar Mediterráneo.
De acuerdo, eso tenía sentido. Podría irse en algún barco o algo así sin ser detectado hasta África, algo que lograría que fuera imposible localizarle.
En ese momento Fiorella tomó la bocina de la radio para comunicarse, suponía que sería para pedir ayuda.
—Maurizio, necesito que envíes apoyo al puerto.
—Lo haré en un momento, los hombres de Virgilio están cerrando las carreteras y haciendo grandes disturbios por toda la ciudad para hacerle ganar tiempo.
El ruido de fondo era tan grande que se escuchaba como si estuviera en una balacera, lo cual era preocupante.
Condujimos siguiéndolos atentamente hasta que llegamos al puerto. Era un puerto grande, no era un puerto turista, en donde podrías encontrar yates lujosos, sino que era un puerto comercial, en donde podías encontrar barcos mercantiles gigantes y contenedores inmensos para transportar grandes toneladas de cosas.
Bajamos del auto y caminamos lentamente, siguiéndolos y evitando que nos detectaran. Mi pulso estaba a mil por hora. ¿Este sería el fin de todo?
—Bien, Alejandro, este será el plan: Yo lo distraeré mientras tú intentas rescatar a Karla.
Ese plan era demasiado simple. ¿Cómo es que podría hacerse? Realmente no lo sabía, aunque a veces lo único que podíamos hacer era esperar lo mejor.
Dimos la vuelta en una esquina de una pila de contenedores hasta que encontramos a Karla siendo amenazada a punta de pistola por parte de Camila. Ambas estaban en una pequeña explanada y alrededor había un amontonamiento de conteiner.
—Bien, profesor, esto es ahora o nunca —dijo enfurecida.
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