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Capítulo 20: Razón

Eso había sido muy confuso. ¿Estaba soñando o era real lo que había dicho? No me lo esperaba. Es curiosa la situación, ya que la misma persona que secuestró a Karla, es la misma que mató a los padres de Fiorella, pero ¿por qué?

—Lo sé, justo esa razón te envié a América, para que no tuvieras que regresar a esa terrible situación, lo hice para protegerte.

—Ya no quiero ocultarme, quiero enfrentarlo y que pague todas las cosas malas que ha hecho.

—Siempre has sido muy testaruda desde que eras niña, tus padres estarían muy orgullosos de ti.

Ladee la cabeza intentando encontrar algún sentido a todo lo que estaban diciendo. Quizás era mejor evitar interpretar y solo hacer lo que me podrían pedir.

—¿Cómo te llamas? —preguntó el señor viéndome.

—Alejandro Castilla, señor —dije asintiendo.

—¿Qué es lo que sucede?, ¿cuál es la situación?

—Karla, una amiga mía, fue secuestrada, no sabía nada de ella desde un mes hasta que hace un par de días mandó mensajes de que estaba secuestrada.

—De acuerdo. ¿Qué traes para mí?, ¿cuáles son tus pruebas?

Las pocas pruebas que le mostré solo eran un video y unos mensajes. El hombre de cargo alto lo revisó de manera exhaustiva y después de unos breves momentos de silencio habló.

—En el video se muestra un homicidio en primer grado. Por lo que eso es un agraviante de prioridad alta. ¿Te has contactado con ella?, ¿sabe que estás aquí? —preguntó con intriga.

—No, no lo sabe. Ni siquiera sabe que he visto lo que me ha mandado.

—Está bien, eso es bueno. No creo que le hayan dejado tener un celular, lo más seguro es que no sepan que estás en contacto con ella.

Eso me confundió. ¿Cómo iba a ser bueno que Karla no supiera que íbamos en su rescate?, preferí perder esa idea en mi mente y concentrarme en lo que sucedía.

—¿Qué es lo que saben de Virgilio? —pregunté seriamente.

El hombre se paró de su escritorio, se dirigió a unos gabinetes que estaban cerca suyo, abrió la primera repisa y de él sacó una carpeta azul. La aventó al escritorio para que lo pudiera leer.

—Ahí está lo que pides —dijo seco.

Miré seriamente al Jefe de policía, quien apartó la mirada inmediatamente. Tomé la carpeta que estaba delgada, lo abrí y solo contenía un miserable papel. Lo leí con detenimiento y no me podía creer lo que estaba escrito. ¿Cómo era posible que algo así podía estar escrito en algo tan importante?

"Nombre: Desconocido, Seudónimo: Virgilio
Edad: Desconocida
Ubicación: Desconocida
Cargos: Sin pruebas..."

De esa manera estaba escrito ese ridículo documento. Estaba demasiado vacío como para ser de alguien tan importante.

—Esto debe de ser una broma —dije molesto.

—Eso es todo lo que tenemos en el expediente. Se le ha culpado por narcotráfico, homicidios, secuestros y cientos de delitos más, pero se ha cubierto tan bien las espaldas que no hemos encontrado ni una prueba que lo incrimine. Es como el Alcapone del siglo XXI.

Eso había sido bastante frustrante. Tan bueno era Virgilio que nunca jamás habían tenido información sobre él. Eso era perturbador.

—Espera a que Karla te contacte de nuevo. Ahí intentaremos hablar con ella y averiguaremos su paradero. Por lo mientras mantente cerca y en contacto. Te enviaré a un par de hombres para ayudarme con esta investigación.

—Gracias, tío —dijo tibiamente.

El hombre en jefe la fulminó con la mirada y después se dio la media vuelta para ignorarla. Era evidente que no estaba nada de acuerdo con que su sobrina estuviera de regreso en una zona que podía ser peligrosa.

Le di todas las gracias que podía darle al señor y ambos salimos de la oficina. Realmente me sentía bastante satisfecho. Aunque no habíamos avanzado gran cosa con respecto antes de la llegada aquí, me alegraba saber que tenía ayuda para encontrarla.

Llegamos hasta la sala de espera, en donde estaban Laura y Ángel sentados, pero con dos asientos vacíos entre ellos. Realmente no habían podido alijar sus diferencias.

—¿Cómo les fue? —preguntó Ángel curioso.

Ambos se levantaron de sus respectivos asientos y se acercaron a nosotros a gran velocidad. Me impresionaba su interés.

—En lo que cabe bien, el jefe de la policía nos ayudará con el caso —respondí.

—¿Les dio alguna indicación? —preguntó mi amor.

—Ninguna en específico, solo que estuviéramos cerca y en contacto.

En ese momento un par de hombres llegaron a nosotros. Estaban bien vestidos, con traje galante. Uno era alto, piel blanca y un cabello oscuro hecho chinos. El otro era de una estatura un poco más baja, del mismo color de piel y el cabello era un castaño, más joven que el primero.

—Señores —el hombre alto enseñó su placa para después volverla a ocultar—, soy el agente Maurizio y mi compañero es el agente Alessio. Somos de fuerzas especiales y los encargados de su caso.

—De acuerdo, yo soy Alejandro Castilla —me presenté.

—Y yo soy... —quiso presentarse Fiorella, pero fue interrumpida.

—Sabemos quién eres, el jefe nos ha contado de ti —dijo el agente Maurizio.

Todo cada vez se ponía más intenso y más serio. Esto era totalmente nuevo para mí y era difícil describir mis sentimientos.

—Ya que nos hemos presentado, ¿podríamos ir a comer?, muero de hambre —comenzó Ángel para intentar liberar la tensión.

—Conozco un lugar que sé que les fascinará —secundó Fio—. Claro, siempre y cuando los agentes estén de acuerdo.

—Por nosotros no hay problema, tenemos la indicación que estaremos en todo momento cerca de ustedes, por si llegase el caso que Karla se comunicase —sentenció el agente Maurizio.

Cuando caminábamos hacia la salida del edificio me di cuenta que el agente Alessio no había hablado hasta ahora. Traía consigo un maletín, no sabía cuál era su función, pero el agente no lo soltaba ni un segundo, supuse que sería algo muy importante.

Salimos de las oficinas centrales y nos dirigimos rumbo al estacionamiento. Eso era raro, no habíamos pactado algo parecido. Llegamos hasta una camioneta negra, último modelo y aparentemente potente.

—Utilizaremos el transporte oficial —dijo el agente Maurizio.

Y antes de que alguien pudiera decir una palabra más, subió al asiento del copiloto mientras que su compañero al de conductor. No nos quedó otro remedio que subir a los asientos traseros. Al parecer la camioneta era aprueba de balas debido al espesor de sus puertas.

Fiorella le dio la dirección indicada el conductor y en pocos minutos llegamos al restaurante elegido. La parte buena de estar en un auto como ese era que los demás conductores se apartaban ligeramente creyendo que les pasaría algo si no lo hiciesen.

Llegamos y nos sentamos los cuatro en una mesa, mientras que el par de agentes se sentó en una mesa muy cercana. Realmente tomaban literal lo de estar cerca.

Pedimos platillos típicos del lugar y unas bebidas bastante ligeras. Todo debía de estar en control y con mucha serenidad.

—Fiorella, ¿te puedo hacer una pregunta? —dije con cierta timidez.

—Claro, dime —respondió segura.

—Cuando estábamos en esa oficina escuché la conversación que tenían y no pude dejar de preguntarme ¿a qué se referían?

Los demás nos vieron con mucha confusión ya que no entendían a qué me refería, por lo que su explicación debía de ser larga.

—El Jefe de la policía es mi tío —comenzó—, mis padres eran policías de fuerzas especiales, estaban trabajando en un caso importante para poder atrapar a Virgilio en sus trabajos sucios. Virgilio mandó un grupo para matarlos y finalmente lo consiguió. Yo esa noche había peleado con mis padres y salí al cine, cuando regresé a casa había policías y una ambulancia para indicarme que mis padres habían sido asesinados...

Todo quedó en silencio y el tiempo se pausó en ese momento. Era bastante increíble lo que estaba diciendo. Realmente lamentaba mucho su dolor. Nadie se merece tener un pasado así.

—...atraparon a uno de los matones y cuando estuvo a punto de darnos alguna información útil para encontrar a Virgilio, de nuevo él lo mató. Ahí mi tío se dio cuenta que lo mejor para protegerme era enviándome a América. No se imaginan cuantas ganas tengo de encontrarlo para asesinarlo con mis propias manos. Por su culpa perdí todo lo que amaba.

Esa historia era sin duda la más impactante y tráumate que había escuchado en mi vida. Lamentaba tanto sus pérdidas y ahora entendía con claridad porque quería ayudarme. Lo hacía más por venganza personal que por apoyo a un amigo, pero todo eso a mí me bastaba para saber que nunca se rendiría para encontrar a Karla.

Terminamos de comer con más pena que gloria y regresamos al hotel, en donde esperaríamos pacientemente a tener más noticias sobre Karla.

Mientras íbamos en el camino, me dio por curiosidad saber qué era lo que tenía el maletín que le agente Alessio no soltaba,

—¿Qué es lo que contiene ese maletín? —pregunté curioso.

—Es una computadora, nos ayudará a encontrar la ubicación de cualquier llamada que se realice, así, si Karla se pone en contacto, podemos encontrarla —contestó el agente Maurizio.

Llegamos al hotel, en donde entramos en una habitación para esperar pacientemente el contacto de Karla. Creí que todo se haría aburrido y que la preocupación demencial ganaría a la serenidad, pero por fortuna no fue así.

Mi celular sonó con el timbre de mensaje. Eso era muy bueno, Karla se había vuelto a comunicar conmigo, lo cual era buena señal que pronto la localizaríamos.

—Conecta tu celular aquí —dijo el agente Maurizio.

Hice lo que me pidió. Abrió el maletín pudiendo ver una pantalla, un teclado, una paleta touch (el equivalente al mouse) y una serie de conectores. Enchufé mi celular en la ranura correspondiente y de inmediato se proyectó la imagen en la pantalla de la habitación. Así todos podíamos leer el mensaje.

"Alejandro, no sé si lees mis mensajes, pero si es así, responde pronto, no sé hasta cuando podré soportar esta pesadilla. Descubrí que me encuentro en Nápoles. No quiero hacer una locura, por favor responde."

—Karla.

—Bien, preparen sus cosas, iremos a Nápoles —dijo firmemente el agente Maurizio.

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