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Capítulo 2: Un encanto

Estaba Laura vestida con un leotardo, un leotardo negro que le hacía resaltar su silueta, su cuerpo realmente era magnifico, mejor del que tenía hace 4 años. A pesar de que mi novia estaba a mi lado, por dentro estaba babeando. Sus pechos redondos y firmes, sus piernas blancas tonificadas, sus curvas, su cabello lacio negro muy bien cuidado y su rostro demasiado fino, con unos pómulos bien definidos, no era necesario que usara maquillaje para verse hermosa.

—Alejandro, Karla, ¿qué hacen aquí? —preguntó Laura con gran alegría.

—Vinimos a ver tu presentación —respondió mi amor.

—Vaya sorpresa que me acaban de dar —dijo sonriente.

Hablamos por unos minutos más, queríamos que fuera una sorpresa que viniéramos aquí, ya que antes nos había invitado a varias de sus presentaciones, pero por cosas del trabajo no habíamos tenido la oportunidad.

Laura siguió preparándose ya que se tendría que vestir de manera constante. Karla y yo fuimos a donde estaban los diseñadores y algunos periodistas y tomamos asiento en la segunda fila.

—Me pregunto cuál será el tema de apertura... —empezó mi novia.

Me fue contando sobre los diseñadores y marcas de ropa que estaban presentes, algo que yo no entendía, por lo que solo me limité a asentir y sonreír. Era demasiado hermoso ver su emoción y sonrisa por contarme cosas que le fascinaban, era muy fan de su hermosa sonrisa.

Después de unos minutos las luces se empezaron a apagar y algunas de bajar de intensidad. El escenario se iluminaba con una luz central y una serie de luces en el piso del escenario limitaban el borde de este. Modelo a modelo empezó a salir con varios vestidos, algunos casuales para la temporada y otros más exóticos para mi gusto. También salió varias veces Laura con varios vestidos, y en un par de ocasiones nos encontramos con la mirada, aunque era muy profesional ya que se concentraba en lo que hacía y modelaba todas las prendas que se ponía.

Karla en reiteradas ocasiones me estuvo dando datos sobre la situación, de que diseñador era tal vestido, como fue la técnica del peinado, el maquillaje, y todo ese tipo de cosas. Algunas cosas yo sí entendía, pero otras no tanto, por lo que sonreí y asentí, casi sin aportar nada a la conversación, pero me conformaba por verla feliz y alegre.

Pasó el tiempo y la pasarela de modas terminó, debía de admitir que mi parte favorita fueron los trajes de baño, ya que estábamos en verano. Nos levantamos de los asientos color negro y nos dirigimos de nuevo tras bastidores. Encontramos a Laura bebiendo una copa de champagne con sus compañeras de profesión, y antes de que pudiéramos llamar su atención ella ya se había percatado de nuestra presencia.

—Dios, les juro que estaba super nerviosa —dijo Laura.

—Tranquila, lo hiciste bien. —respondió mi amor.

—No sé cómo me dio tiempo para ponerme tantos vestidos.

—Yo tampoco, perdí la cuenta cuando ibas en 8 —sonreí.

Hablamos de varias cosas más, sobre vestidos y belleza femenina, hasta que Laura nos dio una copa de champagne y celebramos.

—Por nuestra amiga, la mejor modelo de la ciudad —Karla levantó su copa.

—Por tu gran reconocimiento en tu carrera —hice la misma acción.

—Para que en un futuro se casen —Laura completó el trio.

Todos reímos un poco, juntamos nuestras copas en un tintineo y las bebimos de una el licor. Dejamos las copas en una mesa cercana.

—¿No vienes con nosotros? —preguntó Karla.

—No, me quedaré a celebrar con las chicas, hablamos mañana.

Nos despedimos de Laura en un efusivo abrazo, la felicitamos por su carrera que iba de más a mejor y salimos del lugar sin demora. Pedimos nuestro auto y en pocos minutos nos lo entregaron. Entramos.

—Es increíble como en esta ciudad puede ser muy interesante —dijo.

—Lo sé, en Milán la moda está a flor de piel.

Encendí el auto y conduje hasta nuestro departamento. La ciudad era muy brillante y bastante grande. Milán era reconocida como una de las capitales de la moda, además que un centro del arte culinario y de arquitectura en Italia, como la iglesia de Santa Maria delle Grazie, el Duomo o el Castillo Sforzesco. Realmente aun no me podría creer que estuviéramos viviendo en aquí, una ciudad muy hermosa y que mejor que estando con mi pareja, la persona que tanto amaba.

Llegamos hasta nuestro departamento y estacioné el coche. Me quedé inmóvil por unos minutos pensando en que es lo que estaría pensando Karla en estos momentos.

—¿Sabes?, no pudimos terminar lo que empezamos en la escuela —dijo con mirada lasciva.

—¿Ah?, ¿sí?, ¿qué te gustaría hacer? —dije en el mismo tono.

—Besar tu cuello y bajar por todo tu cuerpo, quitarte la ropa hasta que estés completamente desnudo y clavar mis uñas en tu espalda cuando estés encima de mí.

Esas palabras enchinaron los vellos de mi piel, en ese momento ella se acercó a mí quitando el cinturón de seguridad y comenzó a besarme, me besaba de forma apasionada e intensa, como si quisiera tener algo fuera de mí. Metió sus manos entre los botones de mi camisa mientras aun la tenía puesta, yo estaba moviendo mis manos por su cuello para profundizar el beso y empezaba a bajar por su espalda. Y aunque amaba esta situación, recordé en donde estábamos.

—Espera —la alejé un poco.

—¿Qué sucede? —preguntó confundida.

—Vamos casa, no quiero ir a la cárcel por indecencia pública.

Ambos reímos un poco, Karla salió del auto al igual que yo lo hice, llegó hasta donde estaba y me jaló de la corbata para besarla, besarla con profundidad hasta que empezamos a subir lentamente por las escaleras para llegar a la puerta de entrada. Aunque disfrutaba este regocijo de emociones y excitación, un sonido interrumpió nuestro acto.

—Oh, lo sentimos, Dana, no te vimos —dije apenado.

—No os preocupéis, ya estoy acostumbrada —contestó sin ánimos.

Dana es una mujer de mi edad, es nuestra vecina, de cabello castaño y ondulado, menor estatura que yo y con piel un poco bronceada, es española. Era una persona muy reservada, no hablaba mucho y en ocasiones la veíamos muy deprimida, aunque no sabíamos la razón. Ambos estuvimos apenados, ella estaba enfrente nuestro y traía una caja para entrar a su casa.

—¿Esa caja para qué es, Dana? —preguntó Karla.

—Tengo unas cosas que arreglar en casa, estoy remodelando.

—Oh, que genial, apuesto a que te quedará muy bien.

—Gracias. Me despido, tengo cosas que hacer, os deseo suerte.

Nos despedimos de ella y esperamos impacientes hasta que entró a casa. Cuando eso pasó, Karla me jaló de la corbata otra vez para besarla, yo la tomé por las caderas para hacer su cuerpo más cercano a mí. Caminamos el camino restante hasta la entrada, ella como pudo abrió la puerta y entramos antes de que yo la cerrara por completo.

Dejó su bolso y mi traje tirado a lado de la puerta y la cargué tomándola por la cintura, sus brazos envolvieron mi cuello y sus piernas envolvieron mi cadera. La cargué subiendo la escalera mientras me besaba con intensidad, sentía todo su amor y pasión en ese momento, sabía que quería tener más de mí, y yo lo deseaba con toda mi alma. A pesar que conocía todo su cuerpo a la perfección, nunca me cansaría de tocarlo y ni mucho menos dejar disfrutar de él.

Llegamos hasta la habitación, entramos y la recosté sobre nuestra cama. Amaba tocar su piel, dulce piel canela me recordaba la primera ocasión que pude tenerla, hacerla mía. Recuerdos llegaron a mi mente y eso me excitaba aún mejor, no había mejor espectáculo que tener a la mujer que amo conmigo.

Nos besamos con pasión y deseo, aunque debía de admitir que la habitación estaba un poco desordenada, pasábamos más tiempo aquí teniendo relaciones que platicando o dormir. Ambos éramos muy pervertidos y llegábamos a ser muy activos sexualmente uno con el otro.

Cada prenda de nuestro cuerpo se deshizo de nosotros, llegamos a un punto en el que no había tela entre nuestras siluetas, éramos solo piel con piel, nada más que nuestros deseos carnales se apoderaron de nosotros y la libido estaba a su máxima expresión.

Era una situación difícil de explicar, pero que era muy placentero. El sudor era una parte más de la situación y la excitación era el punto clave.

Pasó el tiempo, terminamos cansados, mi espalda terminó con varios arañazos, pero eso solo significaba que había hecho bien mi trabajo. Estábamos agitados y jadeábamos.

—Que genial fue eso —dijo recostada sobre mi pecho.

—Lo sé, fue muy genial, aunque aún me duele un poco la espalda por tus arañazos.

—Lo siento, es que estaba muy excitada.

—Tranquila, sabía que estaba haciendo un buen trabajo —alcé las cejas.

—¿Y cómo sabias eso?

—Eso lo sabía al escucharte gemir.

Karla se ruborizó, jaló la cobija hasta su rostro, se tapó con ella y metió su cabeza en mi cuello. Eso me dio mucha ternura.

—Mi amor —la abracé—, yo te amo y amo hacerlo contigo.

Nos quedamos juntos abrazos por un tiempo, hasta que el celular de Karla sonó, estaba en el bolso que había dejado cerca de la entrada, por lo que no dejaría de sonar si ella no contestaba.

Se levantó de la cama, tomó unas sandalias y una cobija para taparse con ella, algo que me pareció un poco confuso.

—Amor, ya te he visto cientos de veces desnuda, no tienes por qué taparte.

—Es que no quiero enfermarme —sonrió.

Sonreí también del mismo modo y me quedé en cama mientras ella salía de la habitación para contestar.

Pasó el tiempo, más del que esperaba, no había sabido noticias de ella, por lo que primero la llamé, pero no respondió, no se escuchaba sonido alguno, por lo que decidí ponerme una bata y bajar para saber qué era lo que pasaba.

Karla estaba parada de espaldas, con el celular en la mano, diciendo algo en voz baja, algo que no pude escuchar.

—Amor, ¿estás bien? —pregunté preocupado.

Karla dio la media vuelta lentamente, y con la mirada más fría e inexpresiva que jamás haya visto, dijo:

—Sí, estoy bien.

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