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Capítulo 11: Respeto

Eso no me lo esperaba, no me lo esperaba para nada, lo que dijo me hizo pensar sobre lo que realmente sentía. Sí, tenía razón, aun amaba a Karla, tenía toda la razón del mundo y eso fue lo que más me sorprendió de mí.

—Camila —sonreí de oreja a oreja.

—¿Sí, profesor? —sonrió de la misma forma.

—Llegas tarde —guiñé un ojo.

Inmediatamente me levanté y la tiré de la cama, para que dejara de estar encima de mí. Acomodé mi ropa desarreglada y la miré fijo de manera molesta.

—Camila, entiende de una vez por todas, yo no te amo y eso nunca cambiará. Te pido de favor que te vayas.

—No, no puedo hacer eso.

Me molesté en demasía, por lo que la tomé del brazo y la llevé hasta la sala, y aunque ella estuvo renegando todo el camino, se podría decir que la llevé a la fuerza.

—Camila, esto es allanamiento de morada, si no te vas llamaré a la policía.

—Usted no haría eso, no sería tan malo —dijo entristecida.

—¿Quieres probarme? —tomé mi teléfono.

—Es muy noche, no me dejaría en la calle a esta hora —hizo un puchero.

Eso en el fondo me destrozó, no aguantaba ver a una mujer haciendo un puchero, ese era mi talón de Aquiles. Sacudí mis pensamientos y me mantuve firme, no podía permitir que me manipulara ni mucho menos que creyera que podía sacar algo de mí. Quería que se fuera, no solo porque no sentía lo mismo, sino porque era peligroso tenerla cerca, eso era más que evidente.

—Eso no me importa, tú te vas —afirmé.

La tomé de nuevo del brazo y la llevé casi a rastras hasta la entrada principal de todo el predio, en el camino llamé a un taxi para que la llevara al aeropuerto. Esperamos al vehículo sin decir nada y cuando llegó, intentó que la dejara quedarse.

—Profesor, por favor, se lo ruego, no me eche de aquí.

—Lo siento, eso debiste de pensarlo antes de allanar la casa —sentencié.

Ella se fue de mi lado sufriendo mi carácter con ella, estaba empezando a llorar y sollozar, y eso me dolía, admito que había sido duro con ella, bastante de hecho, y me había pasado en la forma de reprenderla, pero me convencía que era lo mejor para todos.

Regresé a casa solo irme a la cama a dormir. Ya era tarde y en serio necesitaba descansar. A pesar que hoy no había sido un día muy movido, mi cuerpo aun resentía las horas que me faltaban por dormir acumuladas en la semana.

Llegué a mi cama, me puse el pijama, me metí entre las sabanas y justo cuando iba a dormirme, mi celular sonó, lo tomé y vi el mensaje que me llegó.

"Ale, te deseó una linda noche, sueña bonito y nunca olvides que te quiero mucho, descansa."

—Laura.

Ese mensaje me sacó una sonrisa, una sonrisa autentica. Hacía tiempo que un simple mensaje de no más de 20 palabras me hacía ver como un tonto frente a una pantalla.

Le devolví el mensaje aún con más emoción, apagué todo que pudiera interrumpir mi velada y a continuación me dormí plácidamente.

Llegó la mañana siguiente, desperté pensando que sería un día esperando el regreso de Laura, pero cuando abrí los ojos estaba ella entrando con una mesita de desayuno. Algo que hizo palpitar demasiado mi corazón.

—Buenos días, dormilón —dijo alegre.

—Buenos días —sonreí—, no noté cuando llegaste.

—Tranquilo, es normal. Te preparé el desayuno.

Se acercó a la cama, se sentó en ella y me entregó la mesita. Había preparado un desayuno dinámico, bastante balanceado y muy bien preparado, algo que en serio me sorprendió y me alegró mucho.

—Gracias, en serio gracias —sonreí.

En esa mesita traía dos platos con la misma cantidad de alimento, por lo que supuse que desayunaría conmigo en la cama, y no me había equivocado. Ella se puso a mi lado y ambos comimos, algo que en serio me hizo sentir con vida.

—¿Cómo dormiste? —preguntó curiosa.

—Dormí bien, ¿y tú cómo dormiste?

—Bien, aunque no soñé nada.

—Yo tampoco soñé nada —mentí.

La verdad es que sí recordaba que es lo que había soñado, algo relacionado con ella, pero simplemente no le tomé mucha importancia.

—Tengo una idea para hacer hoy —dijo emocionada.

—¿Y cuál es tu magnifica idea?

—Ir a la playa, eso sería muy genial.

La verdad me gustaba mucho la idea, hace tiempo no había ido y creí que sería un muy buen detalle para el día de hoy, por lo que acepté con gusto.

Terminamos de desayunar y salimos de la cama. Yo me fui a cambiar para ponerme algo más decente mientras que ella hizo lo mismo en su cuarto.

Terminé y salí hasta la sala, donde ella ya llevaba en un pequeño compartimiento con demás ropa, supuse que era su traje de baño, lo mismo que había hecho yo.

Salimos de casa rumbo a la playa, subimos al auto y condujo no más de 10 minutos hasta llegar a Plage du Prado, especialmente a la playa de l'Huveaune. Llegamos hasta donde la arena empezaba y esa sensación era increíble, ver el mar en su máximo esplendor, las olas chocando y la gente disfrutando de la brisa y la genialidad del lugar.

Yo me puse mi traje de baño, que solo era un bóxer corto, yo sabía que no tenía el mejor cuerpo masculino de todos, pero al menos no me quejaba, ser alto, piel un poco bronceada y que se me notaran los músculos no estaba tan mal. Lo que sí se llevó completamente mi atención fue Laura, ella estaba en su traje de baño que era un bikini de color azul cielo, que le quedaba perfectamente bien, pudiendo ver parte de su cuerpo y el disfrute visual que se podía tener.

—Te ves muy bien —dije sonriendo.

—Gracias, tú también te ves muy bien, guapo de hecho. Oye, ¿podrías ponerme bloqueador en la espalda?

—Claro —dije con gusto.

Inmediatamente ella al notar mi aceptación, se dio la media vuelta para acostarse boca abajo sobre la fina arena y desamarrarse el sostén que le cubría sus pechos.

—¿Qué haces? —pregunté confuso.

—No podrás ponerlo bien si tengo amarrado esto.

Eso era cierto, tenía toda la razón. Coloqué mis manos sobre su espalda y comencé a untarle el bloqueador contra los rayos UV. Esto no era nada pervertido, solo un hombre poniendo una sustancia en la espalda de una chica, aunque claro, estaba el hecho del pensamiento que no tenía puesto su sostén y en cualquier momento podía ver sus pechos, pero eso quedaba en segundo plano.

—Listo, ahora, te toca —dije cuando terminé.

Ella aceptó, se puso correctamente su sostén y tomó el bloqueador para ponérmelo en la espalda mientras yo estaba sentado. Sentir su tacto fue algo indescriptible, ya que no lo había sentido de esa manera, y lo hacía de manera lenta y detallada como si estuviera disfrutando de la situación.

Sus manos recorrían mi espalda, para posteriormente dar la vuelta a mi torso para llegar a mi pecho, en donde se quedaba viendo fijamente lo que hacía, sin perder la gran concentración que tenía.

—¿Lo estás disfrutando? —dije bromeando.

Ella sonrió divertida, ya que lo había tomado a broma, como yo también lo había hecho. Terminamos aquel acto para posteriormente jugar en la playa, yo la enterraba o intentábamos hacer un castillo. También nos adentramos en el mar para sentir las delicias que este nos ofrecía. Eso fue uno de las mejores sensaciones de todas, a decir verdad, una que no tenía desde hace tiempo.

Cuando nos dio hambre nos dirigimos a un restaurante de mariscos, nos sentamos en una barra y pedimos un par de bebidas para el calor del lugar. Laura estaba a mi derecha, nos entregaron nuestras bebidas y un hombre de piel blanca y cabello rubio se acercó a ella.

—Hola, preciosa, ¿cómo estás?

Laura solo lo ignoró, hizo una mueca de desagrado y le dio la espalda, realmente no le interesaba hablar con él.

—Oye, no te pongas así, solo quiero invitarte algo —insistió.

—No me hables, por favor —respondió.

—Vamos, yo sé que quieres conocerme.

Ella se empezaba a irritar más y más, algo que en serio a mí me molestaba bastante y que, por supuesto, no iba a permitir, por lo que me levanté y me puse a lado de Lau.

—¿Se te ofrece algo? —pregunté serio.

—¿Tú quién eres? —preguntó confuso.

—¿Acaso me ves con una carta de presentación?, no estés molestando.

—¿Y qué harás? —me miró fijo.

—No es gran cosa, solo te golpearé si no te vas.

El hombre sabía que se metería en problemas y por la gente que lo veía sabía que estaba haciendo las cosas mal, muy mal de hecho, y antes de que esto pasara él se fue.

—Gracias —dijo Laura.

—No es nada, te ayudaré y protegeré de lo que sea, incluyendo a los idiotas.

Ella sonrió de manera alegre, agradeciendo el gesto que había hecho por ella, algo que me alegraba en el corazón y en el alma.

Terminamos de comer y después de un par de horas más en la playa y antes de que se enfriase por la falta de sol, regresamos a casa para poder asearnos y estar en mejor forma, para quitarnos la arena que se nos había quedado pegada al cuerpo por la humedad.

Fui a mi cuarto a bañarme, ya que me sentía sudado por el calor de la playa. Terminé, me puse algo ligero y sencillo y bajé hasta el comedor, tenía hambre por lo que pensé en hacer algo de cenar, pero vaya mi impresión que tuve al llegar, ya que estaba Laura preparando la cena, a pesar que me había dicho que no era buena para la cocina.

—¿Qué preparas? —pregunté curioso.

—Una receta que encontré por internet.

—¿De quién?

—Un hombre que viaja por todo el mundo probando y aprendiendo.

Vi la página de donde lo había sacado y resultó que era de Vladimir, el chico que conocía desde hace años y que fue mi amigo mientras estudiaba conmigo, lo cual fue gracioso y curioso al mismo tiempo.

—¿Sabes?, yo conozco a ese hombre desde hace años.

—¿En serio? —preguntó incrédula.

—Sí, estudiaba conmigo, desde hace 4 años, fue mi compañero de clase.

Le fui contando anécdotas que nosotros juntos para posteriormente terminar de preparar la cena y sentarnos. La cena fue tierna ya que había varios platillos que olían delicioso, al igual que unas velas que adornaban el lugar y música ligera de fondo. Hacía tiempo que no había tenido una cena así, de tranquila y especial, al menos yo lo sentía así, y todo iba de bueno a mejor, ya que nunca me podría aburrir lo que sucedía, ni mucho menos de lo que hacíamos.

—Te tengo una sorpresa —dijo sonriente.

—¿Cuál es esa sorpresa? —pregunté curioso.

—Compré tu vino favorito en el mundo.

Eso era completamente cierto, era un Château Mouton Rothschild, y lo mejor era que lo probaría desde el país en donde se hizo. Ambos tomamos una copa y bebimos plácidamente, algo que mi boca y mi cuerpo disfrutó demasiado, una sensación increíble.

Aunque, después de eso, quizás no sería tan bueno, ya que el vino es mi debilidad, la mayor de todo el mundo, y después de unas copas más, sentía un impulso por besarla.

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