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Una tarde de charla...

17/10/2020
- Ayer fui al sanatorio a cuidar a una mujer. Me parece que era familiar, porque si no yo no hubiera ido - me dijo mamá.
- ¿Y quién te llevó? - le pregunté.
- Papá me llevó.
- ¿Pero no fuiste vos la que se sintió mal?
- No, no. Alguien avisó algo y papá, tu papá, Augusto, me llevó.
Olga fue conmigo. Se ve que era algún familiar de los Ferrari. Pero Olga se fue sin despedirse. Capaz que fue la loca de la Rayito a buscarla.
Después vinieron unos enfermeros y me hicieron algunas cosas y me pincharon el dedo.
- Pero entonces te sentiste mal, mamá.
- Yo no. Para mí que fue tu padre que habló. Él me veía mal pero yo estaba lo más bien.
Y me dejaron a dormir en el sanatorio.
Yo le dije a la doctora que no quería dormir ahí porque el colchón era muy duro y me dolía el culo. Además,  le dije que me bañaron y me hicieron cagar de frío, tenían una ventana abierta y no me traían nada para taparme.
La reunión fue en el sanatorio. Éramos un montón. Charlamos nomás, porque nos conocíamos todos.
- ¿Y por qué se reunieron en el sanatorio? ¿Quién estaba enfermo?
- No, nadie estaba enfermo. Nos reunimos a charlar, nada más.
Pero cuando íbamos a dormir, había muchas lamparillas prendidas. Yo pedí que apagaran la luz. Apagaron algunas nomás. Igual quedó claro.
- ¿Y dónde durmieron, mami?
- En el sanatorio. El hombre de al lado durmió precioso. Ni roncó. Yo tenía miedo de roncar. (Se ríe).
- Así que dormiste en el sanatorio.
- No. Yo dormí en mi cama. Me levanté solita y después la ambulancia me trajo a mí primero. Ellos tuvieron que esperar. (Se ríe porque dice que ellos pidieron primero la ambulancia y ella les ganó).
- Ahora estás en tu casa y super contenta.
- Ahora sí. Y yo digo que hoy no vamos nada al sanatorio. ¡Mirá cómo llueve!
- No, no. ¡No vamos nada! Nos quedamos quietitas acá.
- Yo digo.
S. O. S. No es fácil ir de un lado a otro pero debo reconocer que nos mantiene en un diálogo fluido, que fluctúa entre lo imaginario y lo incoherente.
   Un poco más temprano me regaló un par de zapatos.
- Te podrías llevar unos zapatos que cuando me robaron los míos, me dejaron. Fijate. Son unos llenos de agujeritos.
- ¡Ah! ¿ Los que usaste en el cumple de las mellis?
- ¡No! ¡Esos me los llevaron! Andá. Traelos.
   Allá voy y traigo los zapatos que se había comprado para el cumpleaños.
- ¿Estos, mami?
- No. Esos son míos. Otros con agujeritos.
   Vuelvo al dormitorio y me pongo uno de los zapatos que le había mostrado.
- ¿Serán estos?
- ¡Sí! Esos son. Te quedan lo más bien. Llevátelos.
- ¡Me encantan! ¡Gracias! (Le doy unos cuantos besos)
- Yo no sé de quién serán. Los dejaron acá y yo no los quiero.
- ¿Y no me llevarán presa?
   Se ríe. Nos reímos. Ha sido una linda tarde.
No recuerda nada de lo sucedido ayer. Estuvo en un coma hipoglucémico. Pero hoy está divina, ¡gracias a Dios! Boleadita sí, pero contenta. Y eso es lo que importa...

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