Una infancia feliz
Capítulo 2 -
La siesta era sagrada para los tíos solteros, invierno y verano. Una vez que almorzaban se tiraban sobre la cama para descansar un ratito, ya que madrugaban. Perooo, la más chiquita de la casa, Carmita, mi mamá, iba a acostarse con cada uno de sus tíos, a romperles los cocos. Después que ellos se iban a trabajar, la mandaban a dormir.
Mamá cuenta que sus tíos jamás le faltaron el respeto, siempre la trataron como la niña que era, jugaban y también la peleaban. Hace referencia a esos valores que hoy parecen no existir en nuestra sociedad, pues es raro el día que en las noticias no hablen de niños abusados por algún familiar.
Su abuelo Juan también madrugaba mucho. No sesteaba porque a las cinco de la tarde cenaba y ya se acostaba. En alguna ocasión, tal vez alguna noche fresca de verano, el abuelo se acostaba más tarde y mamá recuerda con cariño, que él la sentaba en su falda, y moviendo sus piernas arriba, abajo, le cantaba: "Chica milé, chica milé... chica milé..." Así durante un buen rato, sin cambiar la letra. ¡A ella le encantaba!
Una tarde de sol, cuando la familia estaba reunida en la cocina, entró la tía Ángela con su novio y dieron la noticia de que pensaban casarse en poco tiempo. Y ahí mismo empezaron los preparativos para la fiesta.
Ahora mismo me dice mamá, que cuando Ángela y Zoilo "hacían novio", nadie los cuidaba, pero que todas eran tan buenitas que no hacían la porquería. Mmm... Yo le dije que seguramente la hacían y ella no se enteraba.
Ahora, el Quintín y la Chalía iban al muere ya que mamá era su paleta. Les recitaba todos los poemas que sabía y luego estiraba la mano, pidiendo su propina. Quintín le daba monedas con tal de que se fuera pero mamá tenía un buen repertorio y pasaba la tarde con ellos. Así que sacamos la conclusión de que Chalía llegó virgen al matrimonio, gracias a mamá.
Cuando el padre de las novias se despertaba por las noches y aún estaban haciendo novio, le gritaba a su esposa: "¡Vieca! ¿Todavía está ese putrito? (Léase podrido). Y ahí mismo salían"volando" los muchachos.
Mamá no sabe nada del noviazgo de sus padres... ¡Una lástima!
Mi abuelo Timoteo era Maestro. Casi podríamos decir (y sin casi), que era el único culto de la familia. El tío menor de mamá aprendió a leer con él, después de grande. La familia Alexandre era bochinchera y alegre; les gustaba bailar y siempre estaban listos para la joda. Mi abuelo era el polo opuesto. Mamá lo recuerda muy serio, siempre leyendo y escribiendo. Le gustaba la Historia y escribió cuatro libros sobre Florida. Si bien mamá dice que era bien feo, las fotografías lo muestran como un hombre elegante y buen mozo. Mamá tiene hermosos recuerdos de él y yo también. Hoy me contaba que en su nueva casa, se mudaron cuando mamá tenía doce años, había un sillón mecedor y que abuelo se sentaba en él, con abuela en su falda, y se mecían los dos. Nos reíamos diciendo que el sillón era fuerte, pues abuela estaba muy bien entrada en pulpas.
Otra cosa que tiene siempre muy presente es que a abuelo le encantaba salir en carnaval, sentarse a tomar algo sin alcohol en el Café del Centro y disfrutar del desfile y de la gente (creo que salí a él), pero a abuela no le gustaba exponerse de esa manera. Así era que él se emperifolaba y salía solo, mientras abuela con sus hermanas y mamá, cargaban sillas y se sentaban en la vereda. Mi tío Jorge salía por su lado pues ya era mocito.
Mamá salió muy buena lectora, una pena que ahora no quiera leer, y tenía la oportunidad en su propia casa pues abuelo tenía una biblioteca excelente. Muchos Maestros de Florida contaron con ella para estudiar. Y yo misma, no solo me deleité trepándome en un altillo, donde abuelo tenía los libros de esparcimiento, a "devorar" novelas maravillosas, sino que también estudié, para Magisterio, de los Anales que abuelo tenía. Recuerdo muy bien cuando Mariela y yo subíamos a la azotea y estudiábamos, mientras tomábamos sol; dábamos los exámenes bien doraditas.
Otro recuerdo lindo que tiene mamá es que a ella le encantaba pintarse las uñas cuando era chiquita. Usaba los esmaltes de las tías más coquetas. Cuando abuelo llegaba del trabajo, ella iba y le mostraba las manos. Abuelo le decía: "¡M'hijita, eso no me gusta!", y allá iba ella a sacarse la pintura, raspando con la tijera, pues no tenían acetona. Cuando iba con las uñas ya limpias, abuelo la abrazaba, contento. Y uno de los "paseos" a donde la llevaba y ella disfrutaba muchísimo, era a la Biblioteca. Y cada vez que llegaba un circo a la ciudad, que generalmente se instalaba en el parque, a orillas del arroyo Tomás González, allí mismo, en el barrio, a tres manzanas de la casa, abuelo la llevaba. Él también disfrutaba muchísimo del espectáculo.
En esa zona también se instalaban los gitanos pero al abuelo no le gustaban. Junto a sus recuerdos también afloran los míos, y cuando me habla de los gitanos recuerdo que Maryón y yo nos escapábamos para ir a ver los gitanos, que por mucho tiempo acamparon en esa zona, mi barrio, y les ayudábamos a acarrear colchones para que nos leyeran las manos, gratis. Tendríamos entre diez y doce años.
No tenían auto, así que a todos lados iban caminando o en taxi, si era demasiado lejos.
A Montevideo iban en tren. Visitaban parientes y por supuesto que no regresaban sin pasar por el London París, a buscar todo aquello que habían elegido por el catálogo que recibían mes a mes. Abuelo ganaba bien pues fue en la época en que el sueldo de un Maestro se equiparaba al de un legislador.
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