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Pero no tanto...

Pero no tanto...
Mamá nos sorprende cada día con una nueva expresión que nos hace reír. Siempre tuvo "alma de payasa", disfrutó como nadie, de hacer reír a los demás. Hoy (diciembre de 2020), no es fácil reconocerla por su físico. Siempre fue regordeta, pero no tanto, diría mamá, y hoy de regordeta no tiene nada. Sí la reconocemos por esa sonrisa que nos brinda cuando tiene ganas. Y también cuando dice cosas con picardía, aunque últimamente esto no es frecuente. Ahora agarró como una muletilla la frase: "Pero no tanto".
- Abu, ¿está rico el helado? - le pregunta Lile.
- ¡Muy rico! - responde rápidamente, aunque enseguida agrega: Pero no tanto...
- Mami, ¿estás cómoda? - le pregunto.
- Ahora sí, pero no tanto...
    Lile y yo morimos de risa, ya que a todo le agrega su muletilla más un movimiento de ojos como para que no nos quede ninguna duda. Y lo usa tantas veces que hasta a nosotros se nos pegó y lo usamos mucho, y cada vez que lo decimos, volvemos a reír. Creo que es una de las tantas maneras que tenemos de sentir que mamá participa de nuestras reuniones en la cocina (espacio de charlas familiares adoptado desde hace años, donde las risas son lo común, y las lágrimas salen más libres que en otro lugar. Algunos en sillas, otros sentados en la mesada, la mayoría parados, pero con la felicidad reflejada en el rostro, por estar juntos).
- ¡Lpm! ¡Me quedé sin cigarrillos! - le digo a Lile.
- Yo tengo, tía.
    Y ahí recordé...
- ¡ Pero si yo tengo los 51 (una marca pedorra), para devolverle a Maryón!
- ¿Esa porquería vas a fumar?
- Mirá que no son tan feos. Probalo.
    Lile prueba ( cosa mal hecha en época del Covid, pero estamos en la misma burbuja...).
- No me gustan - dice convencida.
- Y además, valen sesenta pesos - agrego.
- ¿Sesenta pesos? Te diré que son feos, pero no tanto.
    Y ahí largamos la risa con ganas.
Luego, hablando de los controles médicos, José nos cuenta que él se controla todos los años.
- Yo soy desprolijo en mi vida (¡vaya novedad!), por eso me controlo. Y los análisis me dan bastante bien, ¡pero no tanto! (Risas otra vez, porque nos damos cuenta de que lo usamos espontáneamente).
    Hasta María, la señora que vive con mamá, se ha contagiado. Hizo un guisito y cuando fuimos a almorzar nos advirtió que le había quedado picante, cosa que a nosotros nos encanta. Nos sentamos a almorzar y la felicitamos, pues estaba delicioso.
- Yo le copié la receta a José, porque él cocina muy rico - dice María. Y la verdad es que está picante, pero no tanto.
    Sé que el "pero no tanto" de mamá (así como el "eee" de papá), ya forma parte de nuestro léxico familiar, ¡y me gusta! ¡Vaya si me gusta!



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