¿Dónde estás...?
24/11/2020
La veo ahí...
Sé que está ahí pero no la encuentro.
Duerme tranquila y yo estoy en otra cama, a unos tres metros de distancia, y la observo.
A veces se despierta por segundos y dice:
- ¡Adriana! ¿Dónde estás?
- ¡Estoy aquí mi amor! - le contesto, a la vez que salto de esta cama alta. ¡Ni yo me sabía tan ágil! Aprovecho para ofrecerle agua, yogurt o compota de manzanas, pero me dice que no y vuelve a quedar dormida.
Vuelvo a buscarla pero solo veo a la gordita picarona que sesteaba todos los días, en aquel verano de mis diez añitos. Casi al instante mi rostro se ilumina con una sonrisa amplia que nadie ve. Es una sonrisa solo para mí y la disfruto a solas.
Cientos de imágenes se agolpan en mi mente, y casi como en un acto de magia, ya no son imágenes ni recuerdos sino que estoy allí, a la hora de la siesta, inventando qué hacer. Mamá y abuela Maruja, se acostaban (papá trabajaba afuera), y mi tía Martha, mis hermanos y yo, siempre inventábamos cómo hacer para no aburrirnos.
Recuerdo un día que entre Martha y yo maquillamos a abuela y la peinamos con cerquillo y una moña grande en la cabeza, conseguimos una cartera, de Martha, seguramente, y allá se fue abuela al dormitorio de mamá.
- ¡Carmita! ¡Carmita!
- ¿Qué pasa? - preguntó mamá, sin darse vuelta.
- ¡Yo me voy!
Me río con ganas cuando "veo" girar a mamá y la cara de sorpresa que puso al ver a la abuela "pronta" para salir.
- ¿A dónde? - preguntó
Claro que nadie pudo contestar de la risa que nos había atacado.
Otra de las cosas que hacíamos era "robarles" algunas monedas a las dormilonas para hacernos un "banquete siestero". Como mis hermanos no se animaban, era yo la encargada de ir al "boliche" de la esquina a comprar galletitas y algún refresco. El comercio era atendido por un matrimonio mayor, por lo menos yo los veía muy viejos, y entre ellos se trataban cariñosamente de "Torola y Torolo". Recuerdo la calentura que se agarraba Torola, cuando yo le decía al señor:
- ¡Dele Torolito! ¡Apure Torolito! ¡Mire que si mamá se despierta nos da una paliza! - y Torolito se apuraba lo más que podía.
La verdad es que mamá no se despertaba, a no ser cuando nos sentía revolver el bargueño donde tenía escondidos los turrones que sobraban en Navidad y Fin de Año. Nos volvimos expertos en robar turrones y quitar el envoltorio sin hacer ruido, y cuando mamá iba a buscarlos y no los encontraba, terminaba riendo de nuestra habilidad.
¡Eran lindas esas siestas que pasábamos despiertos! Hoy disfruto de aquella risa cantarina de mamá y también de sus rezongos en voz aguda y brazos en jarra. Siempre fue mucho bla, bla, bla. Nosotros la teníamos calada. Cuando nos agarraba con la chancleta de goma en la mano, hacíamos como que llorábamos y la gordita nos largaba satisfecha.
Hoy está acá, conmigo... O quizás sea yo la que está con ella.
Ella me ve y me sonríe, mas yo la miro, le sonrío, pero no logro encontrarla...
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