Día a día...
29/10/2020
- ¡Hola, mi amor! - así me recibió la gordita. ¿Hiciste bien el viaje? - Cree que llego de Durazno.
- ¡Holaaa! ¿Cómo estás, gordita? ¡Viajé precioso!
Y ahí nos quedamos pues fue una mañana de muchos controles.
Es una viejita muy compradora por lo que las enfermeras le siguen la corriente y ella se divierte mucho.
Una de ellas le dice:
- Anoche estabas fatal. Me despertaste a todo el piso cuando llamabas a María.
- ¡Y sí! Porque José Luis me trajo todo y ella tenía que hacer el guiso - dijo convencida.
- ¿Y cómo quedó ese guisito - preguntó la chica.
- ¡Exquisito! María cocina muy bien (es una atorrante porque muchas veces me dice que María no sabe cocinar).
En ese momento empieza a hacer señas para la cama de al lado, secretea y se ríe. No le entendemos pero no le preguntamos nada, es muy capaz de decir en voz alta cualquier cosa. Nos reímos con ella y queda contenta. Salgo cinco minutos a hablar con Daniel, mi primo, y cuando voy entrando siento los gritos, llamándome.
- ¿Qué pasa, mamá?
- Nada. Quería saber dónde estabas.
Traen el almuerzo y decide "levantarse". Entre tres la levantamos, comió poco y nada, y quiso acostarse. Jajajaja. ¡Nos tiene en jaque! Una vez acostada le habla a la "vecina", que está separada por una cortina.
- ¿Cómo estás, vecina? ¿Estás mejor?
La señora no contesta, creo que duerme y así le digo a mamá. Levanta las cejas y abre grande los ojos. Insiste elevando la voz:
- ¡Vecina! ¡Hola!
- Está descansando - le digo bajito.
- Creo que el muchacho, el hijo, se enojó. Y bueno, yo quería saber si María venía o no a hacer el guiso. Por mí que se vaya a cagar. Ahora se fue. ¡Un loco! ¡Estúpido! - me dice bajito.
- Pero vos tenés que dejar descansar a todos, mamá.
- Pero si ya había sol, estaba todo clarito. No pueden venir tan tarde. (Eso que me cuenta fue en la madrugada, a eso de la una). Y sigue, ahora más bajito.
Ella estaba enojada. No está contenta porque no puede cagar. ( Me hace reír y le hago señas para que se calle. Abre los ojos, como diciendo que no la entendía a la señora).
Cada uno tiene que estar contento de cómo es - prosigue. Yo estoy contenta de cómo soy - me dice y me mira, esperando una respuesta.
- Claro, mamá. Eso está muy bien. ¡Hay que quererse!
- Pero ella no está contenta - y señala con el mentón hacia la otra paciente.
- Bueno, mami. Cada uno es como es.
- Sí. Pero ella no está contenta porque le duele y no puede cagar - insiste otra vez. (Muero de risa, no solo por lo que dice, sino por la cara que pone). Yo estoy contenta, yo soy así, como soy, y estoy muy conforme.
- Vos tenés un lindo carácter, sos alegre y pícara. ¿Cómo no vas a estar conforme? Pero cuando te enojás, ¡sos brava y pico!
- ¡Yo no me enojo nunca!
Jajajaja. ¡Si se enojará! (Acabo de leer lo que escribí y vuelvo a morir de risa. No hay duda alguna de que se llega a una edad en la que los filtros no existen.)
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