Carmita, mi mamá
Capítulo 1
Mamá, María del Carmen,Carmita (así se reconoce ella), nació el 14 de noviembre de 1932, en Florida, en una casa grande (la que después se convirtió en la Fábrica de Caramelos Zabala), ayudada por una partera. En ese entonces, Florida era una ciudad en crecimiento y mamá creció con el barrio. Hace 87 años que vive en el mismo barrio de La Diagonal, siendo hoy la vecina de más edad allí. Me cuenta que cuando ella era chiquita, las casas eran grandes, con muchas habitaciones y enormes patios. En el barrio se veían muchos terrenos baldíos y muy cerca de allí corría el arroyo Tomás González, de aguas cristalinas y bello parque para pasear. Era común que los circos, las calesitas y los gitanos se instalaran en ese parque natural, proporcionando al barrio un alegre colorido. A medida que la ciudad crecía iban desapareciendo los terrenos baldíos y muchos fueron comprados por los mismos vecinos del barrio. La idea de los más jóvenes era independizarse pero sin alejarse demasiado de la familia. Como descendientes de italianos, habían "mamado" el concepto de que la familia es lo primero. Casi podría decirse que el tan moderno slogan "Juntos pero separados" al que nos obligó la pandemia, ya lo aplicaban en los inicios del siglo XX, aunque por motivos diferentes.
En la casa donde nació mamá y vivió hasta los doce años, vivían además, los abuelos y los tíos solteros, que eran un montón, cinco hombres y tres mujeres.
En un dormitorio dormían los abuelos, en otro, los cuatro varones mayores ( el Ñato, el Tito, Ernesto y el Toto), en otro dormían Ángela y Vicenta, en un tercero lo hacían la Chalía, el Oscar (que era el hermano menor) y la Blanca (una prima de mamá, que era huérfana de madre) y que compartía la cama con la Chalía.
Mamá dormía con sus padres (mi abuela Maruja y mi abuelo Timoteo) y su hermano mayor, Jorge.
Si bien era una habitación de grandes dimensiones, mamá dice que por las noches sentía ruidos raros que provenían de la cama de sus padres. Además también escuchaba a su madre decir por lo bajo: "Dejate de joder".
La casa tenía un gran terreno donde había una hermosa quinta, un gallinero y un buen horno de barro para hacer pan casero.
El abuelo Juan y la abuela Carmen se encargaban de la quinta. Él salía todos los días a vender verduras (esa era la entrada para la familia) pero jamás volvía con plata, porque fiaba. Era italiano cerrado y analfabeto, pero tenía bien claro sus cuentas: Fulano le debía"tré rachita", Mengano le debía " chinco rachita". Todos le pagaban; eran gente de palabra. Nunca les faltó nada y además, a medida que sus hijos varones empezaron a trabajar, los ayudaron.
El Tito tenía un comercio muy bien puesto, Ernesto trabajaba en una barraca, Oscar fue zapatero y el Toto trabajó en una empresa.
Siendo muy jóvenes, el Toto y Oscar se asociaron y pusieron un bar grande (El Bar, cree mamá que así se llamaba), frente a lo de La Coca, un prostíbulo muy nombrado y conocido en la ciudad.
Mamá recuerda ir con su padre hasta el bar y escucharlo saludar: "Buenos días, Coca". Mi abuelo era muy educado, era El Maestro, así, con mayúscula. Pero según mamá era muy pícaro. Pero esto ya fue más adelante.
Sigo con la casa grande.
¡El patio de adelante era hermoso! Tenía muchas plantas donde se destacaba un gran jazmín que perfumaba todo su entorno en la primavera. Allí se hacían las fiestas de casamiento y se bailaba toda la noche. En ese patio fue donde mamá aprendió a bailar. La comida y la bebida eran abundantes. Lo curioso era que pasaban por familias de invitados al comedor, a servirse. Una vez satisfecha, salían y entraba otra familia.
Todo lo que era masa, se compraba, las carnes las hacía mi bisabuela Carmen en el horno de barro.
En un extremo del patio estaba el excusado al que iban también, unas amigas vecinas. No existía la ducha. ¡Casi nadie se duchaba!
¡El tío Ñato, sí!!! Se había armado un cuartito, en el galpón, con bolsas de arpillera y se había hecho una ducha casera. Él sí se bañaba todos los días, con agua fría. Mi abuelo Timoteo se iba a bañar a la Plaza de Deportes. Pero lo hacía de vez en cuando.
La abuela Carmen cocinaba para su familia y mi abuela Maruja para la suya.
Al mediodía comían separados pero para la cena se juntaban todos. Mamá recuerda con risas, los coscorrones que ella y su prima Blanca (la huérfana), recibían, por reírse sin parar durante la cena.
Otra cosa con la que nos reímos mucho fue al recordar que Oscar le decía a su madre: " ¡Vieja! ¡No me hizo papa fita!!! ¡Yo quiero papa fita, cane fita y pan fancé!!!"
Mamá le hacía burla y chocando sus manos le gritaba: "¡Papa fita! ¡Cane fita!¡Pan fancé!
Y allá salía el Oscar corriéndola. Un día la alcanzó y, según cuenta mamá: "Me dio un voleo por el culo que me mandó al medio de la calle!"
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