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Nuestra pequeña travesura

No puedo conciliar el sueño por más que la familia de la señora Aneity me lo insista. Estoy asustada por Atem a pesar de que mi corazón está quebrado en un millón de pedazos. Quiero olvidarlo, pero también quiero protegerlo aunque no recuerde mucho de nosotros dos, ¿Quién es el realidad?, ¿Qué soy yo para él?, pero sobre todo ¿Por qué me mintió diciéndome que me amaba?
Cierro los ojos obligándome a tratar de recordar más sobre el faraón de Egipto, pero no recuerdo nada. Se que me protegió y que yo le salve la vida al darle parte de la mía, pero ¿Qué más ha pasado entre nosotros? ¿Cómo es que me enamore de él?
Comienzo a llorar a causa de la desesperación que siento al no poder recordar nada de nada, aunque la verdad, llorar no me devolverá la memoria. Me limpio las lágrimas con la mano, para después de ello mirar por la ventana las estrellas que iluminan el cielo nocturno.

-¡Oh, Ra! Te lo imploro devuleveme un poco de mi pasado, o por lo menos algún recuerdo que me aclare este amor que siento por mi rey -dije levantando mi oración a los cielos esperando tener respuesta.

Estoy desesperada, ya no se como calmar la implacable tormenta en la cual se encuentra mi corazón. Cierro mi ojos para traer a mi memoria un nuevo recuerdo de mi infancia, que apesar de la belleza que hay en el no aclara mis preguntas.

...RECUERDO...

Estoy con el príncipe en la biblioteca real apunto de quedarme profundamente dormida, mientras que él está bastante entretenido leyendo un pergamino sobre los dioses de Egipto. Estamos completamente solos ya que el maestro Aknadin fue al salón del trono por ordenes del faraón, pero apesar de su ausencia esto es aburrido.

-Príncipe... Príncipe... -digo bastante insistente mientras lo pateó ligeramente por debajo de la mesa para que me preste atención.

-¿Qué necesitas Mana? -responde sin dejar de leer ese pergamino que no logró entender.

-Estoy aburrida, además no entiendo el pergamino que me dejó leer el maestro Aknadin -digo frunciendo el seño mientras hago un ligero puchero.

-Pero si es bastante claro Mana, además, a ti te gusta mucho este tipo de lectura -dice mientras deja su pergamino en la mesa para mirarme a los ojos.

-No es cierto, además, para ti es fácil decir que es bastante claro porque eres el heredero de Egipto, pero para mí es una pesadilla todo esto de los ojitos hipnóticos de Hathor, del poder del conocimiento de Thot, sin olvidar mencionar que ni idea del poder que tenga tu padre cuando tome su lugar con los dioses -respondo un poco molesta mientras cruzó mis brazos y hago muecas de enfado, que de alguna forma le causan una sonrisa ligera al príncipe.

-Esta bien Mana, si tu lo dices entonces es verdad, aunque para serte sincero se que tu sabes mas sobre el tema de los dioses que yo, pero en fin. Así que dime, que quieres que hagamos.

-Vaya, no creí que llegaría tan lejos -digo mientras me tocó ligeramente la cabeza.

-Muy bien, como a ti no se te ocurre nada que te parece si... Jugamos a cambiarle las cabezas a las estatuas del templo y del palacio -dice con una mirada pícara y entusiasta.

-No me imagino la cabeza de Horus en el cuerpo de un león, pero creo que esto podría ser divertido -digo alegremente mientras trato de imaginar la cabeza de halcón de Horus en el cuerpo de un gran león.

-Excelente, entonces pongamos la reglas del juego, te parece.

-De acuerdo, así que propongo que la primer regla sea que gana el que más cabezas cambie.

-La segunda regla será que tendremos una hora para modificar todas las estatuas que haya en el palacio y el templo.

-¡¡Excelente!! Así que iniciemos.

Comenzamos a cambiar la cabeza de todas las estatuas del palacio, del templo e incluso de los jardines ya que ambos estábamos dispuestos a ganar. Corría por el palacio cambiando de lugar todo a su paso, sin embargo no era tan rápida como Atem.
Concluyo la hora, para entonces todo a nuestro alrededor estaba completamente fuera de lugar. El ganador había sido el príncipe Atem, gracias a que cambio la cabeza de Ra por la de su hija.

-Muy bien Mana, al parecer gane -dice mientras trata de recuperar el aliento.

-No se vale, si no hubieras cambiado las cabezas de la familia de Ra hubiera ganado, pero bueno, reconozco mi derrota.

Estábamos agitados a causa del esfuerzo hecho por el juego, sin olvidar mencionar que también estábamos burlandonos de algunas figuras que parecían monstruos. Había llegado la hora de arreglar todo el desorden que habíamos hecho para que no nos regañaran, aunque lamentablemente esa hora jamás llego, ya que los sacerdotes acabaron su reunión antes de lo previsto.

-¡¡Por los dioses!! ¿Quién a hecho tal blasfemia? -dijo Shada al observar el desorden creado por nuestro pequeño juego.

Estábamos asustados, no sabíamos que hacer ante tan vergonzosa situación, así que sin que los presentes notarán nuestra presencia huimos del lugar para escapar del posible castigo.
Corrimos lo más rápido que nos permitían nuestras piernas hasta que fuimos detenidos por Mahad, quien tenía pocos días de ser guardián del anillo milenario.

-¿Qué sucede?, ¿por qué corren? -pregunto Mahad mientras miraba nuestra expresión de temor.

-Lo que sucede esque... -dijo Atem un tanto titubeante sin concluir la frase, ya que todos en el palacio estaban buscandonos con desesperación.

-¡¡Atem y Mana!! -gritó bastante enfadado el maestro Shada por los pasillos del palacio.

Al escuchar a Shada cerca nos hizo querer huir del lugar lo más rápido posible, sin embargo era imposible ya que Mahad no nos dejaba pasar.

-¿Qué hicieron ahora? -pregunto Mahad mientras nos miraba con seriedad y molestia.

-¡¡Escondemos!! -dijimos el príncipe y yo al mismo tiempo al ver como Shada se acercaba al lugar en donde nos encontrábamos.

Tomamos la gran capa de Mahad para cubrirnos con ella, mientras que aquel hechicero solo se sonrojaba al estar siendo invadido por nostros.
El maestro Shada fijo su mira hacia Mahad una vez que llego al lugar, por lo que claramente noto que estábamos escondidos bajo la vestimenta de mi maestro.

-Atem y Mana, salgan de ahí inmediatamente -dijo Shada con severidad mientras miraba el increíble bulto que formabamos en la parte baja de Mahad.

Atem y yo nos miramos con temor ya que sabíamos cuales eran las consecuencias por nuestros actos, así que sin abandonar por completo la capa que nos protegía saludamos a Shada.

-Hola maestro Shada.... ¿Qué se le ofrece? -preguntó un tanto nerviosa mientras muestro solo mi cabeza atravez de la capa.

-Saben perfectamente bien que se me ofrece -dice molesto mientras observa fijamente al príncipe.

-¿Le dirán a mi padre sobre lo sucedido? -pregunto el príncipe un tanto nervioso sin abandonar "nuestro lugar seguro"

-Si alteza, su padre tiene que saber esto, pero no se preocupe, su castigo no será tan severo como el de la señorita Mana -respondió Shada mientras me miraba seriamente, ya que imagina que yo incite al príncipe a cambiar las cabezas de las estatuas.

-¡¡¡¿Qué?!!! No.. Eso es injusto, además la idea de cambiar las cabezas de las estatuas fue mía, ella solo... Pues me siguió el juego -dijo Atem mientras valientemente se paraba frente a Shada para aceptar su responsabilidad.

-Príncipe, aunque usted me diga lo contrario estoy seguro que la idea fue de Mana, por lo tanto, tiene que aceptar el castigo que le impongan los sacerdotes del templo, mientras usted habla con su padre sobre el tema -dice mientras me toma de la muñeca para llevarme a los sacerdotes, los cuales están molestos y avergonzados con los dioses por nuestra pequeña travesura.

Llegamos al templo de Ra, el cual es un completo caos gracias a Atem y a mí. Me sientan en una silla para proceder a regañarme por mis actos.

-Mana, los que hicieron el día de hoy es blasfemia, lo sabias -dice el sumo sacerdote mientras me señala con su dedo índice la estatua de Ra con la cabeza de Hathor en su forma animal.

-No lo sabía maestro, la verdad esque lo hicimos sin pensar en las repercusiones que tendría nuestro pequeño juego -digo en voz baja ya que me siento intimidada por todos los ojos que me miran acusatoriamente.

-Mana, tu castigo es bastante simple, pero también doloroso. Dejaras de estudiar para ser sacerdotisa y hechicera de la élite.

Estaba impactada, no podía defenderme, es más, no podía expresarme a causa del inmenso dolor que me causaba el castigo que estaba recibiendo. Comienzo a llorar mientras que con mis manos me cubro el rostro, hasta que de la nada,  Atem aparece valientemente tratando de defenderme.

-Castiguenme a mí en su lugar -dice con fuerza mientras entra al templo de Ra.

-Su alteza, la única forma en la que usted puede tomar el lugar de la señorita Mana es recibiendo veinte latigazos, tomando en cuenta que sea cierto que fue idea suya tal blasfemia -dijo el sumo sacerdote mientras lo miraba fijamente para descubrír la verdad atravez de sus ojos, los cuales declaraban su culpabilidad.

-Yo, el príncipe Atem hijo del faraón Aknamkanon, me declaró culpable y totalmente responsable por los daños causado en el templo y el palacio.

-De acuerdo, así que por favor descubrase la espalda y prepárese para recibir su castigo.

Atem se despojo de la ropa que cubria su espada para recibir los latigazos que le correspondían, miéntras que yo simplemente presenciaba el dolor que recibía con cada golpe. Quería impedir el castigo que estaba recibiendo, pero si lo hacía Atem se enfadaria mucho conmigo ya que su sacrificio ha sido para que pueda cumplir mi sueño. Cerré los ojos ya que no soportaba ver la expresión de dolor que Atem mantenía en su rostro.
Terminaron de darle los veinte latigazos, para entonces estaba bastante débil ya que a sus diez años era bastante duro el castigo físico, y más aun siendo el príncipe de Egipto. Lo ayudo a mantenerse en pié, mientras espero el dictamen para mi.

-Señorita Mana, a vista de su inocencia, puede continuar estudiando para ser sacerdotisa y hechicera, sin embargo el castigo para usted será ayunar por tres días y dejar todo como estaba antes de su travesura.

-De acuerdo, ahora con su permiso -digo mientras realizó una reverencia, para después de ello llevar a Atem a sus aposentos.

-Gracias por lo que hiciste por mi -le digo al príncipe mientras lo ayudo a sentarse en su cama.

-No tienes nada que agradecer, además es cierto que la idea fue mía.

-Pero... Tu eres el príncipe, lo más lógico era que yo...

-No Mana, la justicia es justicia, y no porque sea el príncipe significa que la ley no aplique para mi.

-De todos modos, gracias -digo gentilmente para después de ello darle un beso en la mejilla.

...FIN DEL RECUERDO...

El siempre me defendió de todo y de todos, tal vez por ello me enamore de él, aunque a estas alturas del partido no se si creer todo lo que ha dicho sobre su amor por mí.

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HOLAAA PERDÓN LA TARDANZA PERO MEJOR TARDE QUE NUNCA, ESPERO QUE ESTE CAPÍTULO LES HAYA GUSTADO, POR FAVOR NO OLVIDEN VOTAR Y COMENTAR YA QUÉ EL VER SUS VOTOS Y COMENTARIOS ME DA INSPIRACIÓN PARA SEGUIR IMAGINANDO ESTA HISTORIA.
AGRADEZCO DE TODO CORAZÓN A TODOS MIS LECTORES Y SIN MAS QUE DECIR ME DESPIDO, HASTA LA PRÓXIMA.



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