
18. Ultraviolencia.
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"¿Jimin?" Una voz grave le llamó aquella noche y Jimin se volteó para mirarle.
Ahí estaba él, su atractivo profesor de la universidad.
Gong Yoo.
Ese al cual solía mirar un tanto diferente, sintiéndose ligeramente atraído por su forma varonil y segura a la hora de desenvolverse frente a más de treinta alumnos. Era mayor que él, alto, fornido, cabello castaño y unos atractivos ocelos negros.
"Profesor." Jimin le sonrió de manera genuina, viendo como este le sonreía de vuelta.
Y Jimin pensó que, aquel hombre seguía luciendo tan guapo, a pesar de tener más de cuarenta años.
"Qué coincidencia encontrarte aquí."
Era enero y el invierno abrazaba la gélida ciudad nocturna. Los copos de nieve caían paulatinamente esa noche, disolviéndose bajo el suelo húmedo.
"Lo es." Estuvo de acuerdo.
"¿Trabajas aquí?" Gong alzó la vista, contemplando el lugar por fuera.
"Sí, es mi taller y uhm... Aquí es donde trabajo." Metió sus manos en los bolsillos de su abrigo, resguardandolas del frío.
Y Gong pareció notarlo.
"Por Dios, estás temblando, ¿Quieres que te lleve a casa?" Preguntó con amabilidad. "Dejé mi auto una calle más abajo, en un estacionamiento privado."
"Oh no." Agitó su cabeza mientras negaba, logrando alborotar sus hebras castañas. "Tranquilo, estoy bien. Muchas gracias de todas formas, profesor."
"Hm... ¿Jeon vendrá por ti?" Preguntó ignorante de su situación, logrando abrir la herida fresca de su corazón.
"No." Se limitó a responder.
"Debería, ¿Sabes? Aquí de noche es bastante peligroso."
"Lo sé, gracias por el consejo y la preocupación."
"Por cierto, deja de llamarme profesor." Imitó la postura de Jimin, resguardando sus manos en los bolsillos de su ennegrecido abrigo. "Ya no lo soy, solo dime Yoo."
"Yoo." Repitió.
"Muy bien. Bueno, fue un gusto verte, Jimin y me habría encantado invitarte a un café, pero no quiero que tengas problemas con tu esposo."
"¿Por qué los tendría?" Cuestionó, frunciendo ligeramente el ceño.
"Recuerdo sus miradas furtivas que me lanzaba cada vez que me acercaba a ti en clases, eh."
Jimin soltó una risita melancólica, sin poder retener las lágrimas ante tan precioso recuerdo. Estaba frágil, vulnerable ante su reciente pérdida. Sintiéndose tan desamparado aun cuando sus amigos intentaban animarme cada día, pero el reciente quiebre de su matrimonio no estaba siendo algo que pudiera manejar, tampoco quería hacerlo realmente.
Quería encerrarse en esa casa llena de recuerdos y llorar hasta que las lágrimas dejaran de salir. Quería ir a la oficina de Jungkook y gritarle, maldecirle y odiarle por apartarlo y romperle el corazón. Quería empezar de cero, ser feliz y que Jungkook lo viera y se arrepintiera de haberlo dejado ir tan fácil. Quería que Jungkook sufriera lo que él estaba sufriendo porque lo amaba. Porque aun seguía tan enamorado como en los inicios.
Gong se petrificó en su lugar por unos segundos, creyendo que había dicho algo indebido.
"Lo siento." Se disculpó de inmediato, acercándose a Jimin para prestarle algún tipo de consuelo.
"Oh no, lo siento yo." Sorbió su nariz y Gong le tendió un pañuelo para secar sus lágrimas.
"¿Ha pasado algo?" Acarició la espalda de Jimin mientras este sacaba la humedad de su rostro.
"Muchas cosas, realmente." Suspiró. "Lamento que me hayas visto así, Yoo."
"No lamentes nada, todo está bien."
"Será mejor que me vaya, ya es tarde."
"¿Si nos volvemos a ver, aceptarías mi invitación de un café?"
"No lo sé..."
"Solo un café y un pastelillo."
"Vale."
"Bien, quédate con el pañuelo, no pasa nada."
"Uhm... gracias."
"Nos vemos, Jimin."
"Nos vemos."
Se despidieron y Gong dejó un casto beso en la frente de Jimin antes de retomar su paso y marcharse.
No fue la única vez que lo vio. A los dos días después, Jimin se despidió de todos, siendo el último en salir del taller.
Gong estaba parado esperando por él, con un paraguas negro sobre su cabeza.
"Hola." Le saludó con una encantadora sonrisa.
"Yoo, hola." Cerró con llave la puerta de su taller.
"¿Te gustaría ir por un café conmigo?"
No era difícil de deducir para Jimin las segundas intenciones de Gong, después de todo, él también solía mirarlo más de la cuenta.
"Yoo..."
"Solo será un café, lo prometo."
"Lo siento, no me siento con ánimos como para salir."
"Oh..."
"Yoo, me acabo de divorciar hace unas semanas y no sé..."
"¿Qué?" Preguntó totalmente desconcertado, interrumpiendo a Jimin.
"Me separé de Jungkook."
"No puedo creerlo." Susurró con su ceño fruncido. "¿Cómo osó dejarte? ¡Es un idiota, Jimin!"
"No lo es y sé que solo debo darle tiempo para que entienda que se equivocó."
"¿Piensas esperar por él?"
"Sí."
El disgusto en el rostro del mayor no pasó desapercibido para Jimin, quien se sintió ligeramente irritado por su comportamiento, cuando nada tenía que ver u opinar. Él solo le contó para que no se hiciera falsas esperanzas y dejara de nombrar a Jungkook.
"Vale, lo entiendo." Le sonrió nuevamente, relajando su ceño. "Aun así, es malo cargar con el dolor solo, ¿Sabes? Vamos por un café, te animará."
Luego de pensarlo por un momento, sin lograr entender, aceptó. Creyó que quizás tenía razón y sería buena idea, ignorando que era el inicio de su propia condena.
Gong era amable, comprensivo, caballeroso, preocupado, atento. Era perfecto, mas no lograba causar efecto en su corazón. Por más que se empeñara, Jimin no podía verlo como una posible oportunidad.
Una semana pasó desde que él comenzó a ir cada noche a buscarlo a su taller, desviándose a alguna cafetería para comer delicioso en compañía del otro.
"Me gustas, Jimin."
Esa simple confesión lo hizo querer huir de ahí. ¿Debió ser más claro en cuanto a lo que aún sentía por Jungkook?
"Se que aun lo amas." Deslizó su mano a lo largo de la mesa para acariciar sutilmente el dorso de la pequeña mano de Jimin. "Pero déjame permanecer a tu lado. No mereces seguir llorando por alguien que no te valoró. Yo jamás te apartaría de mi vida, Jimin."
"Yoo..." Apartó su mano. "No puedo... no puedo corresponder a tus sentimientos."
"Lo sé, pero si me dejas intentar conquistarte, tal vez logre enamorar ese bondadoso corazón que tienes."
"No quiero darte esperanzas..."
"Tranquilo, no te preocupes por mí."
Jimin le había comentado a Namjoon acerca de Gong, ganándose una rotunda negación ante la descabellada idea de seguir con esos encuentros.
"Un clavo no saca otro clavo, Jimin." Comentó días después, Namjoon.
"Lo sé."
"Ni siquiera te gusta como algo más, y a mí no me da buena vibra. ¿Por qué mejor no lo cortas y salíamos por las noches?"
"No tengo ánimos de salir."
"Entonces ven a mi casa, Ailee estará feliz de tenerte con nosotros. Deja tu casa, no te hace bien permanecer ahí."
"¡Que no y ya basta!" Vociferó cansado de tener que hablar nuevamente de eso. "Lo siento, hyung, pero no quiero irme de mi casa."
"Vale, pero por favor, no sigas con ese hombre."
Jimin rodó los ojos, avanzando hacia su pequeño lugar en su taller para dar por finalizada la charla.
"Yoo, creo que debemos dejar de vernos." Decidió, luego de pensarlo todo el día.
"¿Por qué?" Preguntó confundido, desvaneciendo la encantadora sonrisa que adornaba sus fríos labios.
"Ha pasado un mes desde que me separé, Yoo." Suspiró, sintiéndose mal por lo que diría. "Amo a Jungkook y simplemente no quiero iniciar nada con nadie, menos seguir con estos encuentros que solo creo te están dando falsas esperanzas."
Gong molió sus dientes, dejando a la vista su tensa mandíbula delineada.
Sin importar todo lo que Jimin dijo, avanzó para acortar toda la distancia y ahuecó sus manos en las frías mejillas de este, acercando sus labios a los pomposos de Jimin y lo besó.
Jimin se resistió en un inicio, pero la exquisita sensación de sentirse deseado, lo embriagó por completo. Y luego de unos eternos segundos, aceptó ser besado, siguiendo el delicado ritmo que el mayor imponía.
Gong lo besó hasta quitarle el aliento por completo.
Llevaba un mes separado, pero era demasiado lo que llevaba sin ese delicioso contacto físico. Jungkook ni siquiera se molestaba en rozar sus labios o en mirarlo, solo se había enfrascado en su maldito trabajo, olvidando su deprimente existencia.
Cuando sus pulmones reclamaron por oxígeno, Gong cortó el beso despacio, separando sus labios de Jimin.
Y Jimin soltó una risita nerviosa, sintiéndose terriblemente avergonzado. Sus labios cosquilleaban y sus mejillas se sentían en llamas.
"Luces aún más hermoso cuando sonríes, Jimin." Deslizó su dedo pulgar sobre los belfos brillosos y húmedos del menor. "No mereces seguir llorando por quien no te valoró."
Las palabras de Gong resonaban una y otra vez, logrando confundirlo. Amaba a Jungkook de la manera más sincera, pero este lo había arrojado lejos de su vida.
Se sentía totalmente desamparado, frágil, vulnerable. Anhelaba caricias que ya no recibía, anhelaba besos que le fueron negados hace mucho tiempo, anhelaba que le hicieran el amor como alguna vez se lo hicieron. Anhelaba tanto, pero por más que lo hiciera, Jungkook no le daría nada.
Aceptó estúpidamente creer que lo olvidaría, quería hacerlo después de pensarlo entre lágrimas cada noche. Estaba cansado de sufrir y llorar.
Pero Gong le mintió en todos los sentidos y dolió cuando se dio cuenta de cómo era realmente.
"Lo siento, lo siento." Se disculpó Gong hincado frente a él, mientras una de sus mejillas escocia y las lágrimas no dejaban salir de sus hinchados ojos.
Jimin sollozó bajito, mordisqueando su labio inferior y observando con sus ocelos húmedos a Gong.
"Yoo, so-solo vete..." Pidió en un hilo de voz, sonando tan devastado como se sentía en ese momento.
Estaba en el suelo a causa de la gran bofetada que había recibido y lo había tomado por sorpresa. Nunca creyó que Gong le levantaría la mano, que lo lastimaría.
"Lo siento, Jimin." Volvió a disculparse, sonando tan arrepentido de lo que acababa de hacer. "Pero tú me obligaste a hacerlo, porque no me haces caso y sigues insistiendo en que debemos terminar."
Jimin no fue capaz de decir nada más cuando los brazos de Gong lo envolvieron en un abrazo, mientras acariciaba su espalda, aún estando en el suelo.
"No vuelvas a mencionar a Jeon, Jimin." Sentenció con voz severa. "Porque no permitiré que me dejes para correr a sus brazos."
Y así transcurrieron los días, donde Gong era dulce y atento, pero ante el más mínimo error, Jimin pagaba el alto precio de su ira.
Gong sacó una copia de la llave de su casa, sin darle opción a Jimin de negarse. Gong comenzó a controlarlo con su teléfono, bloqueando a Jeon y siendo él quien atendía cada llamada. Las salidas comenzaron a disminuir hasta el punto de dejarlo prisionero en su propio hogar.
Cuando Jimin pasó una tarde por su taller, porque Gong se lo había permitido, lucía demacrado, temeroso por no cometer algún error. Namjoon se acercó a él preocupado de su repentina actitud, de que comenzara a faltar, pidiéndole alguna explicación de porque no respondía a sus llamadas ni a sus mensajes.
Jimin solo evadió el tema, restándole importancia, diciendo que estaba bien y que deseaba tomarse un descanso.
Namjoon no le creyó, menos cuando descubrió que Gong era casado y tenía una hija.
No dudo en contarle a Jimin, pidiéndole que se apartara, haciéndole entender que estaba ocupando el lugar del amante y que no estaba bien que lo usaran de esa forma. Jimin se sorprendió, mas no pudo hacer nada.
Solo explotó, gritándole que no se metiera en su relación, aun cuando sabía que su amigo solo quería su bienestar. Y le dolió tener que apartarlo, pero el miedo de que Gong les hiciera algo, era mucho más grande.
La primera vez que Gong decidió meterse entre sus piernas, estaba drogado.
"N-no quiero, por favor..." rogó entre hipidos, acurrucándose en la cama, viendo como Gong se despojaba de sus prendas con rapidez.
"No lo hagas más difícil." Susurró con evidente molestia.
"Por favor... no así." Rogó nuevamente, sintiendo como su rostro se giraba de forma violenta al ser golpeado nuevamente en una de sus mejillas.
"Abre las piernas, Jimin." Ordenó con voz áspera.
Jimin revoloteó su abanico de pestañas, en un vago intento por disipar el agua que comenzaba a nublarle la vista.
Estaba completamente desnudo sobre las suaves sábanas blancas, haciendo un deprimente contraste con su piel, la que estaba adornada por grandes cardenales violáceos.
"Jimin..." La voz demandante de Gong le hizo sentir un horrible escalofríos que recorrió todo su cuerpo. Era miedo, terror lo que sentía.
A pesar de querer negarse, cedió a la demanda del mayor y separó lentamente sus piernas.
"Muy bien, mi amor." Lo halagó con lujuria. "Ahora gemiras para mí y gritaras mi nombre cuando sientas placer."
Jimin negó con su cabeza, mientras él se posicionaba entre sus piernas y acercaba la cara a su cuello, dejando cortos besos en la magullada piel.
"Ya, me importa una mierda." Le mordió, logrando que Jimin se removiera ante el dolor.
"Uhg..."
"Este es tu castigo, Jimin." Dijo, dándole un lametón por la zona lastimada en el cuello, apreciando lo fácil que era marcarlo. "Por no ser bueno y hacerme enojar."
Sintió como el glande tocaba su entrada y se forzaba a entrar, logrando que un grito desgarrador saliera desde lo más profundo de su garganta y su espalda se arqueara.
"¡No!" Gritó, intentando desesperadamente apartar a Gong de su cuerpo "Por favor, por favor..."
"Cállate." Gruñó y empujó sus caderas, logrando que las paredes cedieran ante la repentina intromisión. "Gime para mí, mi amor."
"¡No! ¡Duele, me duele...!" Lloró entre gemidos. "No quiero esto, por favor..." apretó sus ojos y sintió como las lágrimas trazaron nuevos caminos húmedos por sus febriles mejillas.
"Cállate o seré yo quien te calle, Jimin." Sentenció en un gruñido, sin dejar de menear violentamente sus caderas, empujando una y otra vez en el interior de Jimin.
"Detente... ugh..." Intentó liberarse nuevamente, pero le fue imposible, Gong le doblaba en fuerza.
Y era como si Gong se deleitara ante aquella tortura que le estaba otorgando.
"Gime, Jimin." Ordenó.
"¡No!" Gritó con fuerza, sintiendo como las manos de Gong se cerraban alrededor de su cuello y le impedían el paso de aire.
Se acercó a su oído y dio un pequeño mordisco en el lóbulo de su oreja, para luego susurrarle unas palabras.
"Gime el nombre de Jeon, mi amor."
La simple mención de Jungkook, logró que Jimin derramara más lágrimas, aun cuando el aire parecía ya no llegaba a sus pulmones.
"Dilo." Ordenó nuevamente, empujando y golpeando la próstata de Jimin.
"Uhg..."
Soltando un bufido, aflojó lentamente el agarre en el cuello, logrando que Jimin jadeara y tomara una gran bocanada de aire.
"Ahora, gime."
"No... por favor."
Una de las manos de Gong abandonó el cuello y golpeó con fuerza la mejilla de Jimin, logrando rasgarle el labio. La otra mano seguía ejerciendo presión e intentaba cortarle nuevamente el paso del aire, mientras sus caderas se movían con vehemencia.
Gong Yoo disfrutaba, se excitaba incluso más cuando lo lastimaba y lo marcaba.
Y se rió burlón, viendo como Jimin cerraba nuevamente los ojos y abrió la boca para pronunciar aquel nombre que le había obligado a decir.
"Jungkook..."
Jimin no volvió a ser el mismo, no después de esa noche. Todo su cuerpo temblaba ante la presencia de Gong y cada vez que este lograba poseerlo, el nombre de Jungkook era su mayor tortura.
Hubo veces que logró verlo, mientras él arremetía en su interior, Jimin lo observaba con sus ojos nublados a causa de las lágrimas. Jungkook y Gong lo atormentaban.
Estaba aterrado, pero algo en su interior le animó a salir del pozo.
Una mañana, luego de haber sido brutalmente golpeado y violado, Jimin se fue al baño de la horrible habitación que estaba obligado a usar.
Se observó en silencio a través del espejo.
Con las yemas de sus dedos, trazó caminos imaginarios sobre su piel lastimada. Sus lágrimas dejaban un rastro húmedo por sus mejillas, las que estaban visiblemente amoratadas. Sus labios estaban hinchados y rotos, con sangre seca a su alrededor.
Fue entonces que algo en su interior hizo click, motivándolo a acabar con todo lo que lo atormentaba.
Lo primero que hizo fue contratar un servicio de cerradura, asegurando que le intentaron robar y deseaba el cambio de inmediato.
Se sintió a salvo cuando a las tres horas después, las cerraduras estaban totalmente cambiadas. Al menos Gong ya no podría ingresar.
El saldo en su teléfono se había agotado justo cuando terminó de dar sus datos al servicio de cerradura. No podía llamar ni mandar mensajes, la casa no contaba con servicio de internet ya que Gong, lo habían dado de baja.
La noche cayó y los golpes de su agresor causaron eco en el silencio sepulcral de la casa. Jimin se encontraba hecho un ovillo en uno de los baños, tapando sus oídos y llorando en silencio.
"Todo acabó, todo acabó..." Se repetía una y otra vez.
No supo cómo cayó rendido ante el cansancio, pero despertó al otro día en la misma posición.
Su cuerpo estaba entumecido y dolorido, pero eso no impidió que se animara a darse una ducha para drenar todo dolor y angustia. Se tomó su tiempo, no había prisa para salir, pero cuando lo hizo, vistió de prendas negras. Bajó las escaleras, quedando petrificado cuando nuevos golpes resonaron en la puerta.
"Jimin, abre" Gong habló del otro lado. "Sé que estás ahí, no soy tonto."
Avanzó en completo silencio hacia la cocina y abrió la nevera, tomando desde el interior lo necesario para alimentarse. Se fue de vuelta hacia el segundo piso, seguro de que Gong no podría ingresar y entró a otro dormitorio, ignorando el que había usado por casi un año.
Lo odiaba. Malditamente odiaba ese dormitorio, porque ahí fue donde Gong decidió encerrarlo y arremeter contra él, alegando que jamás usaría la cama que usó con Jungkook.
"Jungkook..." Sollozó y tragó lo de su boca.
De solo pensar en él, a su mente venía el maltrato de Gong, proyectándose en su memoria una y otra vez, torturándole de forma cruel cada vez que le susurraba el nombre de su ex esposo.
La tarde cayó sobre la ciudad y Jimin estaba decidido a abandonar la seguridad de su casa, sabía que tarde o temprano debía hacerlo. Tomó una gorra negra y unos lentes de son del mismo color para intentar cubrirse, aun así, los maretones verdosos resaltaban sobre su pálida piel.
Miró a través de las ventanas, asegurándose de que el auto de Gong no estuviera cerca y cuando lo comprobó, tomó su teléfono cargado y buscó entre sus contactos, desbloqueando Jungkook y lo agregó como su único contacto de emergencia, con el nombre que solía bromear cada vez que aseguraba que se lo cambiaría para lucir como un empresario más respetado.
Jimin era consciente de que podía lograr escapar ileso, pero estaba esa triste posibilidad de que no lo hiciera. Gong ya lo había amenazado en más de una ocasión y él no lo ponía en duda.
Salió de su casa, sigiloso, cerrando con llave y huyó por las calles, sin siquiera molestarse en subir a su auto. Sabía que debía tener algún tipo de rastreo, o eso era lo que su paranoia le hacía creer.
Sonrió aliviado cuando, después de correr por un largo rato, llegó al centro de la ciudad sano y salvo.
"Lo logré... " murmuró, conteniendo el llanto ante la tan anhelada libertad.
Decidió que era momento de acercarse a un cajero automático para sacar dinero y así recargar su teléfono. Al primero que llamaría, sería a Jungkook.
Necesitaba de su ayuda y de su protección.
Sin dejar que la felicidad se esfumara de su magullado rostro, esperó a que el semáforo cambiara a verde para cruzar. Pero supo que no lograría llegar lejos, cuando reconoció el auto de Gong moverse a toda velocidad en su dirección.
Jimin se petrificó y el miedo lo abrazó, impidiéndole reaccionar.
Feliz san Valentín, preciosuras. <3
Por cierto, el título del capítulo es de una canción de Lana del rey, me ayudó bastante a esbribir mientras la escuchaba.
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