Este capítulo contiene escenas de abuso físico, por favor, recuerden que es solo ficción. Lean bajo su propia responsabilidad.
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-Hola, mi amor. - su voz severa tronó en los oídos de Jimin, quien se vio obligado a reprimir un gemido lastimero.
Jimin giró el rostro para enfrentar al hombre tras suyo, pero antes de poder verlo o reaccionar, fue empujado hacia el interior de su hogar sin cuidado, tropezando y cayendo de lleno contra el piso.
-Gong... - susurró casi inaudible cuando finalmente se armó de valor y lo miró, mientras se levantaba del gélido piso y sacudía el escaso polvo de sus rodillas.
Respiró tan bajo como le fue posible, en un mediocre intento por calmar los desenfrenados martilleos de su corazón bajo sus costillas. Todo su cuerpo estaba tenso y se sentía indefenso, dejando atrás toda su convicción y dicha que había adquirido minutos antes.
¿Cómo había sido tan ingenuo para subestimar al desquiciado Gong Yoo?
-¿A dónde crees que vas con tanta prisa, mi amor? - preguntó burlón, cerrando la puerta principal con las llaves que habían caído al suelo, para luego meterla en la seguridad de su bolsillo.
Jimin se atragantó con su propia saliva, quedando petrificado, reteniendo el aire de sus pulmones cuando vio la osada acción de Gong. Estaba asustado, y sentía como su subconsciente comenzaba a instar por que se alejara de ahí lo más pronto posible.
-¿Llevas prisa, amor? - comenzó a avanzar a paso lento hacia él - Y yo que te estuve esperando todo el día, desde que te vi salir.
Negándose a verse débil, Jimin suspiró, mandando lejos todo el miedo del momento para armarse de valor y confrontar a Gong. Varios factores jugaban en su contra, lo sabía, pero no se dejaría derrumbar tan fácil. Nunca más.
-¿Qué haces aquí?- logró hablar con firmeza, sintiéndose orgulloso de sí mismo - Te dije que no te quería ver más.
-Vine a hablar contigo.
-No tenemos de que hablar, Yoo. Ahora, dame mis llaves y lárgate.
-Yo si tengo que hablar y me vas a escuchar.- se movió sonriendo de forma ladina, logrando intimidar a Jimin.
Podía percibir el miedo en ese par de ocelos avellanas que estaban puestos sobre él, haciéndole experimentar una exquisita sensación por todo su gran cuerpo. Sentía esa deliciosa y enfermiza satisfacción de ver a su víctima titubear ante su proximidad. Era grandioso, fascinante el saber cuán fácil le sería acabar con esa coraza de valentía que Jimin creía poseer.
-No, lárgate o llamaré a la policía.
Gong se detuvo a unos cortos pasos de él sonriendo socarrón, burlón.
-¿O qué? - lo retó, dispuesto a retomar su andar, logrando que Jimin retrocediera unos pasos ante el miedo.
-N-no te acerque - advirtió temeroso, mas Gong no hizo caso.
Un gran paso bastó para que Gong quedara finalmente frente a él, cortando todo intento de Jimin por volver a retroceder. Encerrando su gran mano en el cuello de su camisa, Gong lo estampó contra la dura pared. Jimin soltó un gemido lastimero.
-¡¿Qué mierda te crees que eres para decirme que terminamos?! - gritó cerca de su rostro, logrando que Jimin apretara los ojos para no verlo - ¡Tú y yo seguimos juntos, Jimin!
-Sué-suéltame... - respondió, lloroso y melancólico.
-Escúchame bien, Jimin. Ya pasamos por esto una vez, y no volveré a cometer los mismo errores. ¡Tú y yo no terminamos y jamás lo haremos!
-Yoo...
Jimin se sentía como un animal mancebo, lanzado a las fauces de su vil verdugo.
-¿Quedó claro, Jimin? - soltó su ropa, moviendo su mano con rapidez hacia sus cabellos para jalarlo y acercar el rostro sonrojado de Jimin al suyo.
Armándose nuevamente de valor, Jimin reunió toda la saliva del interior de su boca y le escupió en el rostro. Gong se vio obligado a cerrar un ojo.
-Vete a la mierda, Yoo.- espetó con desprecio.
Gong se limpió la saliva con una de sus manos, mientras que con la otra, tomaba el contorno del cuello de Jimin, ejerciendo demasiada presión como para impedir el paso del oxígeno.
Los músculos en el antebrazo de Gong se veían apretados y algunas venas sobresalían de su piel, aun cuando una delgada camisa le cubría. Sus ocelos irradiaban cólera y Jimin estaba seguro de que Gong sólo quería matarlo.
-Yo-Yoo... - logró murmurar con dificultad, sintiéndose levemente mareado a causa de la falta de aire.
Reuniendo toda la fuerza inexistente que creía no poseía en ese momento, elevó su rodilla y golpeó la entrepierna de Gong, logrando que lo soltara de inmediato. Jimin se deslizó sobre la pared, tosiendo y acariciando su piel lastimada. Sus ojos estaban visiblemente brillosos debido a las lágrimas que quería dejarse ver.
-Maldito enfermo... - su voz salió rota - ¡Estás loco, Yoo!
Se levantó cuando llenó de oxígeno sus pulmones y el mareo se disipó, observando rápidamente que Gong aún se retorcía en el piso a causa del dolor.
Corrió hacia la puerta principal e intentó abrirla, olvidando por completo que estaba cerrada con llave.
-¡Mierda! - bramó nervioso.
Cuando miró hacia atrás, se espantó. Gong se había levantado y ya no mostraba indicios de dolor.
-Ven acá, mi amor - avanzó hacia Jimin, quien inmediatamente corrió hacia la sala, dejando como barrera entre ellos el gran sofá.
-Gong, no hagas esto... - miró de soslayo alguna cosa que pudiera tomar para defenderse.
No le importaba golpearlo y dejarlo inconsciente, si esa era la única manera para salir ileso. Jimin no era una persona violenta, pero en estos momentos, prefería no dejarse guiar por sus ideales.
-Si me escuchas y hablamos, prometo no hacerte nada. Vamos, amor, sentémonos a hablar - el tono en su voz cambió drásticamente, sonando suave y hasta sincero, pero Jimin no le creía una sola palabra.
-Yoo, esto no está bien... - sabía que no lo haría entrar en razón mediante las palabras, pero solo buscaba alguna excusa para mantenerlo al margen; distraído, mientras escudriñaba sutilmente algo con que defenderse.
Pero no halló nada. Todas sus decoraciones eran inútiles en ese momento.
-Ven aquí, amor - comenzó a acercarse, caminando recto hacia él - Déjame tenerte entre mis brazos una vez más.
Jimin estaba aterrado, tanto así que podía escuchar los latidos de su corazón retumbar en sus oídos, debido a la intensidad en que su músculo cardíaco bombeaba sangre.
-¡Alejate, Yoo! - gritó y lo vio dar zancadas, trepando el sofá para alcanzarlo.
Pero Jimin se alejó veloz, corriendo en busca de seguridad, siendo el baño de visitas su objetivo más cercano. Gritó horrorizado cuando Gong lo alcanzó, forcejeando para entrar, mas no pudo conseguirlo.
-¡Abre la puta puerta, Jimin! - bramó, propinándole golpe tras golpe, anhelando derribar aquella puerta blanca de madera - ¡Destrozare la maldita puerta si no la abres, Jimin!
Jimin se deslizó sobre la puerta, aferrándose a sus piernas. Se sentía preso del pánico, incapaz de reaccionar y solo se permitió llorar.
¿Era acaso su destino morir en manos de Gong Yoo?
-¿Jimin? - el cambio de humor en Gong era incluso más perturbador - Cariño, por favor, abreme. Hablemos calmadamente, ¿Sí?
Jimin solo se deshizo en más llanto, escondiendo su rostro entre sus piernas mientras cubría sus oídos para no seguir escuchándole.
-¡Que abras la jodida puerta, Jimin! - bramó histerio, golpeando nuevamente el trozo de madera. La espalda de Jimin absorbía cada golpe, logrando removerle levemente - ¡Cuando te saque de ahí, te arrepentiras, Jimin!
-¡Vete o llamaré a la policía, Yoo!
Entonces recordó su teléfono, sintiéndose aliviado por un momento. Lo sacó, dispuesto a marcar, pero la señal no llegaba a ese pequeño tocador de visitas bajo la elegante escalera.
El nudo en su estómago incrementó, dejando que sus esperanzas por ser salvado se derrumbaran.
-¡Anda, llama! - gritó agitado - ¡Pero cuando lleguen, sólo verán tu puto cadáver, Jimin!
Los minutos se convirtieron en horas, y Jimin se encontraba en la misma posición que en un inicio. Sus piernas se sentían entumecidas y su espalda dolía. Se levantó con cuidado, intentando no ejercer ruido alguno. Su baño era pequeño en comparación con el que tenían en su dormitorio ya que no contaba con ducha, pero eso no le impedía moverse con comodidad por su interior. Jimin casi nunca entraba más que para limpiarlo, no solían usarlo a menudo y por lo mismo, creyó estúpidamente que no requería de una ventana como método de ventilación, en su lugar había un gran y costoso extractor de aire.
-Te amo, Jimin - su cuerpo se tensó cuando volvió a escuchar la voz de Gong.
¿Cómo podía decirle que lo amaba, cuando solo deseaba lastimarlo?
El miedo le prohibía responderle, hacer algún tipo de sonido.
-No me dejes, Jimin - suplicó en un susurro, tan cerca de la puerta que Jimin podía jurar estaba arrodillado frente a ella - Te amo demasiado y sé que puedo hacerte feliz, solo abre y hablemos.
Jimin tomó una gran bocanada de aire, rodeado por la tristeza devastadora que comenzaba a calcinarlo. Se vio obligado a cubrir sus labios con ambas manos, amortiguando así el volumen de su llanto.
-Amor, Jimin, abre. Sal de ahí y hablemos, solucionemos esto y sigamos juntos adelante.
-No, Yoo. Tú y yo no tenemos nada que solucionar, porque ya no hay un nosotros, y estoy seguro de que nunca lo hubo. - dijo finalmente, sonando tan firme y decidido.
***
No supo en qué momento se quedó dormido, pero la posición que había adoptado, había sido sin dudas, la más incómoda. Se levantó de manera torpe, estirando su cuerpo y sintiendo el crujir de sus huesos. Sacó su teléfono para corroborar la hora, asombrándose de que ya pasaban las ocho de la noche.
Acercó su rostro a la puerta, presionando su oreja izquierda a la suave madera, procurando captar algún ruido fuera de la seguridad del baño. Sabía que debían salir y correr, esconderse en otro sitio para poder pedir ayuda, pero hacerlo era algo difícil.
Cuando no sintió nada, supuso que Gong ya no se encontraba ahí. Entonces se armó de valor, aun cuando sabían que ya no quedaba nada, porque la angustia comenzaba a atormentarlo con cada segundo que pasaba.
Aún cuando su raciocinio le imploraba que no lo hiciera, Jimin tomó el plomo de la puerta y lo giró despacio, anhelando la tan ansiada libertad que solo le duraría unos cortos segundos, antes de volver a encerrarse bajo el resguardo de su seguridad.
Sentía como el desespero picaba bajo su piel hasta sofocarlo, anhelando gritar y clamar por socorro.
Asomó su rostro con temor, cerciorándose de que no había nadie a su alrededor, casi sintiéndose aliviado por eso. Salió del baño con sigilo, agudizando todos sus sentidos ante algún tipo de peligro.
Ni siquiera se atrevía a respirar por el pavor que sentía a cada paso que daba, temiendo ser descubierto.
Miró las escaleras y sintió el alivio recorrer su cuerpo, creyendo ingenuamente que finalmente estaría a salvo.
Pero no alcanzó a subir siquiera un peldaño cuando Gong apareció tras suyo, sorprendiendolo mientras empuñaba sus manos sobre una gran cantidad de sus cabellos, jalandolo con brusquedad hacia su rostro
-¡Tú no me dejarás, Jimin! ¡Nunca! - escupió con ira.
Y sin darle tiempo de procesar nada, lanzó a Jimin contra el duro suelo, situándose rápidamente a horcajadas sobre sus piernas, evitando que Jimin las moviera y lo golpeó con su mano empuñada en el rostro, logrando romperle el labio.
Sonrió cuando vio el líquido escarlata brotar casi de inmediato por sus preciosos belfos abultados, sintiendo el placer que eso le otorgaba. En su mente enferma, amaba dañar y marcar la cremosa piel de Jimin. Amaba sodomizarlo, humillarlo y encadenarlo. Amaba someterlo a sus más sórdidas fantasías.
Levantó la mano nuevamente, observando como Jimin forcejeaba para no ser golpeado, pero eso no lo detuvo.
Uno, dos, tres golpes fueron los que terminaron por fracturar su pequeña nariz. La sangre salía a desmesura y Jimin bramó adolorido.
Llevó sus manos al cuello y las encerró, apretando con vehemencia y dañando la delicada piel. Impidiéndole el paso del oxígeno y viendo como Jimin, aun estando aturdido, intentaba zafarse de la tortuosa muerte a la cual lo estaba arrastrando.
-¡Eres mío, pequeña basura! - gruñó excitado, sintiendo como su miembro se erguía bajo la tela de su pantalón - ¡Eres mi jodida puta, Jimin! ¡Solo mío! ¡¿Te quedó claro?!
Jimin no fue capaz de responder, no cuando todos sus sentidos se vieron nublados ante la falta del tan anhelado oxígeno.
Gong se relamió los labios y comenzó a frotarse sobre el débil cuerpo de Jimin, haciendo esa exquisita fricción que le otorgaba la prisión de tela a su miembro.
Deseaba desnudar a Jimin y poseerlo en ese mismo estado. Deseaba enterrarse en él y escucharlo gritar, suplicar porque se detuviera. Deseaba destruirlo, someterlo y encadenarlo una vez más.
Las manos de Jimin dejaron de luchar para apartar las de Gong de su cuello, pero reuniendo el poco valor que yacía sobre su agotado cuerpo, alzó el puño con fuerza y golpeó la mandíbula de Yoon, sorprendiéndole y obligándolo a soltar el doloroso agarre en él.
Jimin se removió y lo alejó de su cuerpo con urgencia, lanzándo una patada directo en la boca de su estómago.
Una vez libre, tomó desesperadas bocanadas de aire, oxigenando sus pulmones con gran necesidad. Se levantó de manera torpe, sintiéndose terriblemente mareado e intentó subir una vez más las escaleras. Debía salir de ahí, pero la puerta principal ya no era una opción.
Subió rápido, pero antes de llegar al último escalón, Gong lo tomó por uno de sus brazos y lo jaló hacia abajo en un movimiento rápido y brusco, logrando que Jimin rodara escalera abajo.
Se maravilló con la escalofriante escena que Jimin le brindaba, sonriendo satisfecho mientras lo veía caer.
-¡Aaagh! - un gritó desgarrador se escuchó por parte de Jimin, quien se había fracturado la muñeca.
Estaba mareado, sus sentidos no estaban al cien por ciento y sentía unas increíbles ganas de vomitar. Como acto de reflejo, llevó su muñeca lastimada al centro de su pecho para no pasarla a llevar con nada. Dolía de una manera colosal, mas no era mucho lo que podía hacer de momento. Se sintió tan frágil y vulnerable, incapaz de lograr pedir socorro y temiendo que ya fuera demasiado tarde.
Gong se quedó todo ese rato en silencio, borrando su diabólica sonrisa para observar a Jimin de forma severa. Ya no había vuelta atrás, lo sabía, pero poco y nada le importaba cuando su obsesión sobrepasaba todos los límites. Jimin jamás escaparía de él, y si eso significaba encerrarlo en un calabozo, no dudaría en hacerlo.
Jimin alzó sus húmedos ocelos avellanos, encontrando ese rostro repugnante que comenzaba a sonreírle de la manera más vil. Y eso fue todo. La gruesa venda que cubría sus ojos cayó lentamente, mostrándole la cruda verdad; esa de la que su propia memoria lo había privado todo este tiempo.
Un gemido lastimero escapó de sus ensangrentados labios, cargado de melancolía y pavor.
No podía ser siento. No podía creer que estuviera viviendo una vez más en la misma situación de la que ya intentó escapar.
Nuevas lágrimas inundaron su rostro e intentó levantarse, gritando de dolor nuevamente cuando pasó a llevar su muñeca; la que ya se encontraba visiblemente hinchada y amoratada.
-¿Ya me recuerda, mi amor ? - Gong notó su cambio. El pánico estaba plasmado en su rostro ensangrentado.
Sin borrar esa macabra sonrisa, bajó lentamente la escalera, no tenían prisa, no cuando sabían que Jimin no lograría escapar esta vez.
-N-no... por favor, no... - rogó. El tono de su voz frágil, casi inaudible.
Se sintió desfallecer cuando Gong se detuvo frente a él y se agachó, eliminando con sus pulgares las nuevas lágrimas que rodaban sobre sus febriles y magulladas mejillas.
-¿No por favor, qué? - un atisbo de burla se cruzó en sus iris negros cuando sostuvo con firmesa el mentón de Jimin, obligándolo a mirarlo.
El aire retenido en su garganta no parecía querer cooperar, negándose fervientemente a abrir la boca para así no empeorar lo que ya sabía que vendría.
-¡Responde, mierda! - bramó y Jimin dio un respingo en su lugar a causa del miedo.
-Yoo... - murmuró, sin contener el llanto.
-¿Te irás de mi lado, Jimin?
-Por favor... n-no hagas esto.
-¿Te irás de mi lado, Jimin? - volvió a preguntar, hundiendo sus dedos en la mandíbula de Jimin.
Jimin no respondió.
-¡Te quedarás a mi lado, jodida puta! - lo abofeteó con el dorso de su mano, logrando que Jimin girara el rostro ante la fuerza ejercida.
-¡Detente! - pidió entre llanto - Yoo, deten...
Fue abofeteado nuevamente, quedando visiblemente aturdido ante el severo impacto.
Gong lo jaló de los cabellos para que volviera a mirarlo y lo abofeteó una tercera vez, presentando como la sangre fresca brotaba de las nuevas heridas que estaba dejando en el precioso rostro de Jimin.
-¡Te dije que jamás lograrían huir de mí! ¿y qué haces? ¡Huyes como la zorra barata que eres!
Jimin se sentía desorientado, aturdido. La piel en su rostro le escocía de la manera más dolorosa. Un pitido agudo en sus oídos lo privaba de los gritos de Gong y solo lograba ver cómo gesticulaba.
Quería caer rendido y que el suelo lo abrazara, sabiendo que esta vez no tendría escapatoria.
-Si vuelves a escapar, te mataré, Jimin. ¿Me oíste? ¡Te mataré!
Viendo que Jimin no reaccionaba ante sus amenazas, lo tomó por el cuello de su camisa, levantándolo y lo lanzó contra una pared, disfrutando en grito desgarrador que soltó Jimin al golpear su muñeca.
-¡Jamás escaparás de mí, jodida puta! - vociferó histérico.
Acercándose amenazador al cuerpo de Jimin, quien instintivamente intentó removerse para alejarse de él.
-¡Y si tengo que matar a Jeon, lo haré!
Jimin se hizo un ovillo en el piso, cubriendo de alguna manera su muñeca cuando supo lo que vendría. Y Gong, tan sádico como solía ser, propinó patada tras patada al lastimado cuerpo de Jimin, sonriendo, gozando la macabra situación.
Jimin gritó cuando una patada golpeó su rostro, lastimando aún más su nariz fracturada, logrando que el líquido escarlata brotara de inmediato.
Golpeó a Jimin hasta que dejó de gritar y suplicar, dándose cuenta de que lo habían dejado inconsciente.
Jimin yacía inmóvil sobre un pequeño charco de su propia sangre, pero Gong no sentía lástima de lo que había provocado.
Soltando un suspiro, tomó entre sus brazos el delgado cuerpo de Jimin y subió por las escaleras con la intención de acostarlo y limpiarle las heridas, pero el sonido del teléfono lo alteró. Como pudo, lo sacó del bolsillo del pantalón de Jimin y vio quien era
Jonnie hyung.
Bufando, lo apagó y lo lanzó lejos. Retomó su andar, llevando el cuerpo de Jimin hacia la última habitación del pasillo.
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