MEMORIAS DE UNA VIDA PASADA
Capitulo 12
Mi guía esbozó una ligera sonrisa mientras me miraba a modo de complicidad.
-¿Has escuchado acerca de la piedra filosofal? -preguntó con seriedad.
-Solamente en películas -respondí intrigado.
-Cierra tus ojos -me ordenó -respira, inhala profundo y exhala lento, trata de no pensar en nada, mantén tu mente en blanco y concéntrate únicamente en el sonido de tu respiración.
La cabina era un lugar que ayudaba mucho a la concentración, pues bloqueaba todo tipo de sonido del exterior, seguí las indicaciones y después de unos minutos, comencé a sentir de manera gradual, mi cuerpo cada vez más ligero hasta alcanzar un estado de relajación en el que no sentía nada y, de nuevo me vi a mí mismo, flotando en ese lugar tan asombroso en el que estuve con Sam; no estaba realmente seguro si era el universo o alguna dimensión entre el mundo físico y el espiritual.
Me movía lento, tratando de tomar más detalles esta vez, súbitamente apareció un vórtice enorme que me atrajo con violencia al interior, haciéndome caer en un agujero con matices de colores hasta aparecer en una especie de caverna enorme ubicada en el corazón de alguna selva en medio del mundo.
Afuera podía escuchar el sonido de la fauna y más en el fondo de la cueva, un brillo de color azul eléctrico llamó bastante mi atención.
Avancé cauteloso hasta llegar al lugar de donde provenía el destello para descubrir que se trataba de una gran piedra de cuarzo, brillante y misteriosa, imponente, majestuosa y con un calor peculiar, allí... En medio de la nada, rodeada de oscuridad y emanando una energía descomunal que me hacía vibrar por completo. Parecía más una enorme roca alienígena olvidada por alguna civilización antigua, pensé mientras súbitamente, una fuerte punzada en la frente me atacaba para dar paso a una especie de visión.
Pude ver a un grupo de personas caminando por terrenos desolados e inhóspitos, parecían estar migrando y por breves segundos me hicieron recordar a los primeros antiguos cruzando por el Estrecho de Bering.
De pronto la escena cambió, pude ver lo que parecía una enorme y extraña ciudad cubierta por un gran domo de cristal, después, una catástrofe natural, que la hundía en el fondo del mar mientras esta, se perdía en la profundidad y vi a muchas personas naufragar.
No entendía la visión por completo, pero sabía que debía aprender de esto, alguno de estos eventos serían la respuesta para algo en el mundo físico.
Mi perspectiva cambió nuevamente y observé al pueblo de Egipto y también a los mesoamericanos, interactuar con personas que lucían atuendos diferentes, de manera alternada vi a ambas culturas recibir a estas personas con alegría, con respecto a Mesoamérica, bien podría tratarse de la llegada de Colón, pero ¿Quiénes eran esos que llegaron a Egipto?
La visión terminó aquí dejándome ver lo que me rodeaba en la cueva, descubrí con asombro que había adoptado ese brillo intenso que irradiaba la piedra, comencé a recorrer el lugar con más detenimiento, volví por dónde había llegado y encontré una salida de la cueva, afuera una frondosa selva tropical me recibió con la vista más hermosa que hubiera podido imaginar jamás; el lugar estaba plagado de árboles, plantas tipo helechos, pero más grandes, las ramas de los árboles colgaban hasta mi altura, el suelo era negro, no polvoriento, sino compacto y en el cielo, en lugar de nubes había... parecían más bien montañas heladas, anteponiendose a estas, pude distinguir una capa cristalina muy semejante al hielo, también noté al observar con más detenimiento, que había enormes glaciares ubicados en la parte norte y solo unos tenues rayos de sol alcanzaban a medio iluminar el lugar, haciéndolo parecer a un día nublado y gris, como esos que asaltan de repente la ciudad antes de la llegada de una tempestad.
Justo en eso, el vórtice me succionó de nuevo hasta aparecer una vez más en la cabina frente a mi guía, quién también abrió los ojos, como regresando de su propio viaje.
-¿Qué tal te fue? -preguntó curioso.
-Raro... -respondí aún desconcertado -tuve una especie de sueño...
-Visión -interrumpió con seriedad.
-Visión corregí -que no logré entender, además de que encontré una cueva en medio de la selva... -expliqué tratando de recordar cada detalle de mi viaje -en ella había una piedra enorme de cuarzo -agregué ante la expresión de asombro de mi guía.
-¡Qué dicha tan grande! -dijo ensimismado -acabas de conocer nuestra fuente de energía.
Mi guía me explicó que se trataba de la piedra donde los atlantes se cargaban de energía y que las piedras de cuarzo, eran fragmentos de esa gran roca que desde la desaparición de la Atlántida, ha permanecido oculta del resto del mundo.
Los atlantes sabían que su ciudad sería destruida y se encargaron de ocultar lo que llamaron «piedra filosofal» que para ellos servía como una computadora y los pequeños cuarzos eran como una memoria USB, la cual conectaban al servidor para cargarlo de energía.
Cuando la Atlántida fue destruida, los pocos sobrevivientes emigraron a otras tierras en busca de otros pueblos y culturas para transmitir su sabiduría, por eso los mayas tenían amplio conocimiento del universo y la naturaleza, fueron enseñanzas de sus visitantes, al igual que en Egipto, los atlantes compartieron su conocimiento y aunque no lo describieron del todo, si mencionaron la existencia de su gran piedra, antes de que su linaje desaparecía por completo, nos dejaron como legado su ciencia y conocimiento, por desgracia, en la época de la conquista, nuestra herencia fue oprimida por la inquisición y ahora, el nuevo orden mundial como lo llaman, amenaza con dormir en su totalidad a toda la humanidad y eliminar a quienes conocemos la verdad de nuestro origen, con el fin de dominar al mundo con la falsa idea de un gobierno universal -explicaba mi guía con serenidad -claro que ese es un plan a largo plazo -agregó al incorporarse -debemos volver arriba, tengo una sospecha que me gustaría confirmar con ambos.
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En algún punto de la inmensa ciudad de México, mantenían cautiva a Sam y aún dormida por el efecto del cloroformo.
Tan sólo unos minutos después de que Héctor y Samuel entraran al sótano, alguien llamó a la puerta principal, Sam imaginó que se trataba de un cliente más que había sido citado y con la mujer en estado de trance decidió atender ella, sólo cuando se acercó a la puerta, la anciana emitió un gemido, casi como un lamento desesperado, Sam se giró para comprobar el estado de la mujer, pero un segundo llamado la hizo volver para atender a quién tocaba.
No logró ver más que el pañuelo que le cubrió el rostro justo cuando abrió la puerta. La fuerza en sus piernas la abandonó de súbito, la vista se le nubló y sintió desvanecerse en un sueño profundo que le bloqueó los sentidos de inmediato.
Samantha sintió haber dormido sólo unos minutos cuando comenzó a percibir sonidos del exterior que, poco a poco la trajeron de vuelta a la lucidez. Parecía ser la hora pico, el ruido del tráfico se lo confirmaba, se sintió atada de pies y manos, frunció el ceño cuando intentó desatarse sin conseguirlo, aún le pesaban los párpados y le era difícil abrir los ojos, un sorpresivo chorro de agua en la cara le hizo sobresaltar de golpe.
-¡Vamos, despierta ya! -le exigió una voz grave que le pareció familiar.
Sam se sacudió el resto de agua que le escurría del rostro y comenzó a abrir lentamente los ojos entornando la mirada, creía reconocer esa voz de algún lugar, pero no estaba del todo segura.
-¿Dónde están los otros? -gritó una voz diferente.
-No se de qué hablas -respondió Sam tratando de sonar confundida, pensando que se referían a Héctor y Samuel.
-¡No te hagas la tonta conmigo! -le gruñó la voz que parecía estar más lejos.
-¿Dónde están tus cómplices? -preguntó la otra persona a quién creía reconocer y supuso que estaba más cerca de ella -sabemos bien que han estado vigilando de cerca -continuó diciendo al tomarla por el cuello al grado de casi cortarle la respiración -ustedes sabían bien cuáles eran las condiciones y la distancia que tenían permitida para acercarse -le decía su captor con tono amenazante para después arrojarla a un viejo sillón.
La vista de Sam terminó por aclararse y descubrió el rostro de su captor.
-¡Eres tu...! -murmuró reconociendo las marcas en el rostro de aquel que los persiguiera hasta su departamento.
-¿Acaso creíste que los dejaría escapar tan fácil? -musitó -¡Ahora dime dónde están! -gritó furioso -o de lo contrario comenzaré a darte motivos para hablar.
-¿Por qué no se encarga tu amigo de buscarlos? -replicó Sam desafiante.
-Has que te diga dónde se encuentran -dijo la otra voz desde una habitación contigua, lo que generó en Sam una visión repentina.
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