IMMORTAL RITES (Relato Especial de Halloween)
Gritos y golpes se escucharon a lo lejos y el matrimonio Jones se levantó de su silla de un salto. De nuevo, otro grito alteró el silencio poniéndoles los pelos de punta.
-¿Qué ha sido eso? – Preguntó el señor Jones - ¿Escuchaste, Agatha?
-Sí, lo escuche – Respondió la mujer – Seguramente Arthur ha vuelto a gritarle a Norma, ya sabes cómo son esos dos. Come tu cena.
-¡No, esos gritos no son de Norma! – exclamó el señor Jones – Esos gritos provenían de más lejos y no eran simples gritos. – dijo el hombre – Estos eran alaridos de terror, de miedo y angustia. Tendré que darme una vuelta por la casa Miller.
-¡Ni se te ocurra, George! – exclamó la señora Jones –Siéntate y come tu cena, ¡no vas a salir! Y menos hacia esa casa, recuerda que esa casa es morada de demonios. Ni el más valiente se atreve a entrar ahí.
-¡Esas son mentiras, mujer! – Comentó George – No me tardo.
El señor Jones caminó hacia la salida y antes de que pudiera tomar su abrigo, se escuchó un grito aún más fuerte, el cual les heló la sangre. George ya no pudo moverse, su corazón comenzó a latir a toda velocidad. La mano de la señora Jones se posó sobre su hombro y le susurró.
- No vayas, mejor llamemos a la policía.
-Tengo que ir a ver – Comentó su esposo aspirando hondo para armarse de valor – Quizá alguien necesite de nuestra ayuda. Llama tú a la policía – Finalizó y se colocó el abrigo para salir a la calle.
-Ten cuidado – Gritó la señora Jones e inmediatamente cerró la puerta.
George Jones caminó a paso veloz, llevando consigo un bate de béisbol que levantó del jardín. Anduvo algunos metros hasta detenerse cerca de una reja, miró a través de los barrotes y pudo ver cómo el jardín estaba cubierto de neblina gris que obstaculizaba la visión. El sólo hecho de estar cerca de la casa Miller le provocó escalofríos. Empujó la reja y está cedió bajo su peso ya que la cadena había caído; se rascó la cabeza y empujó una hoja para entrar al enorme y descuidado jardín. El señor Jones avanzó con lentitud, no quería tropezar y caer en ese sitio tan macabro. Recordó la linterna que siempre cargaba en el bolsillo de su pantalón y la sacó, para que esta iluminara un poco el camino.
George se detuvo frente a la gran casona vieja, suspiró y subió los tres escalones que lo llevaban hasta la puerta; lanzó la luz de su lámpara y cayó en la cuenta que la cadena de la puerta principal había sido violada como la de la reja. Eso no le dio buena espina, quizá alguien había entrado a robar. Empujó la puerta que rechinó terriblemente y George caminó unos pasos, deteniéndose a escasos centímetros. Iluminó la estancia y lo que vio hizo que casi ensuciara los pantalones.
-¡Sangre! – Exclamó ahogando un grito - ¿Pero qué demonios?
En efecto, el hall de la casa estaba cubierto de sangre fresca, el piso y las paredes estaban manchados de rojo. Iluminó el techo de la habitación y este también estaba cubierto de sangre y sobre él se leía lo siguiente: "PARA QUE YO PUEDA VIVIR, TODOS DEBEN MORIR". El hombre se cubrió la boca con las manos y comenzó a temblar; con dificultad caminó hasta la salida y después se echó a correr hasta llegar a la reja; sacó su celular y marcó el número de su casa.
-¿Llamaste a la policía? – Preguntó a Agatha.
-Van en camino – Respondió su esposa - ¿Qué sucedió?
-Te lo contaré más tarde – Finalizó y terminó con la llamada.
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La casa Miller era muy famosa debido a su historia macabra, hacía veinte años que la última generación de la familia Miller había desaparecido sin dejar rastro. Nadie sabía exactamente a dónde habían ido o qué había sido de ellos. Sus pertenencias estaban en el sitio exacto en el que fueron dejadas instantes antes de desaparecer. Lo único que los vecinos recordaban eran los gritos de horror que provenían de la casa; el llanto desesperado de la niña Miller y nada más. Aunque se había encontrado mucha sangre dentro de la mansión, los cuerpos de los Miller no estaban ahí. La investigación tomó meses y jamás encontraron un indicio o una pista que los llevara al paradero del asesino y de los cuerpos de sus posibles víctimas.
La gente decía que la casa estaba embrujada y que quizá ella misma los había matado; otros decían que el espíritu de la bisabuela del señor Miller habitaba en la casa y que había sido ella quién los había llevado al mismo infierno, pues la mujer era una bruja con grandes poderes, amante de Satanás.
Los vecinos no se aventuraban a pasar cerca de la casa a menos que fuera necesario. Siempre la evitaban, preferían dar un rodeo. Los que tenían la desdicha de pasar por ahí se santiguaban, pues temían llevarse consigo algún espíritu maligno o un espectro en busca de ayuda. Era curioso que durante todo el año el jardín de la casa estuviera cubierto por una niebla espesa. La temperatura del lugar era más baja de lo normal y en ocasiones apestaba a mierda. No era algo natural, ¡por eso la gente tenía miedo! Y mientras no se esclareciera el misterio de los Miller, ese miedo continuaría latente entre los vecinos jóvenes y ancianos.
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El Detective Charles Riley entró en un pequeño supermercado para comprar comestibles. Su jornada laboral había terminado, estaba cansado y hambriento. Deseaba llegar a su departamento, tomar un baño y recostarse junto a su esposa, mientras ella le proporcionaba un bien merecido masaje. Sonrió y antes de salir del lugar, tomó una botella de vino tinto y un ramo de flores. ¡Quizá podría ser una noche especial! Dijo para sus adentros y pagó la cuenta. Charles subió a su automóvil... estaba a punto de ponerse en marcha cuando su móvil vibró. ¡Esa no era una buena señal!
-Habla Riley – Respondió de muy mala gana.
-Lo siento, detective – Dijo la voz de una mujer del otro lado de la línea – Sé que ya terminó su turno, pero recibimos una llamada de parte del vecindario donde se encuentra la casa Miller. Los vecinos escucharon gritos dentro de la propiedad abandonada.
-¡Vale, vale! – Exclamó Charles – Te comprendo y... ¡no hay problema! Yo me encargaré de revisar. Gracias.
-Gracias a usted – Exclamó la mujer y cortó la llamada.
Charles bufó y puso en marcha el vehículo para dirigirse hasta allá. No estaba muy lejos, así que sólo le tomaría unos diez minutos en llegar. Para no aburrirse durante el trayecto, buscó una canción en el reproductor para que amenizara su viaje. Trató de relajarse mientras escuchaba los primeros acordes de una melodía fuerte y contundente, comenzó a mover la cabeza y a cantar parte del tema mientras conducía con cuidado a través de esa descuidada carretera.
Estacionó el vehículo frente a la gran reja y pudo ver a un anciano sosteniendo con fuerza un bate de beisbol; apagó la música y descendió del auto. Caminó hasta allá y fue amenazado por ese hombre.
-¡Policía! – Gritó Charles ante la reacción del anciano.
-¡Gracias a Dios es usted! – Gritó George soltando el bate – Me ha dado un susto mortal.
-¿Qué fue lo que pasó? – Preguntó Charlie mientras posaba la mano en el hombro del señor Jones - ¿El Demonio volvió a hacer de las suyas?
-¡Búrlese todo lo que quiera, oficial! – Dijo el señor Jones con molestia – Pero ahí dentro no sucedieron cosas buenas, ¡hay sangre por todo el lugar!
Charles se tensó y desenfundó su arma. Conocía muy bien la historia de la casa y a menudo esta era allanada por supuestos miembros de sectas satánicas que iban a hacer sus ritos e invocaciones a ese lugar. Él realmente no creía en ese tipo de superchería y asuntos cabalísticos; sin embargo, lo de la sangre era serio y tenía que investigar. Tomó una linterna y entró en la casa, apuntando y mirando a todos lados.
El jardín estaba despejado, pero esa espesa niebla no le parecía agradable, olía bastante mal, como a animal muerto; sin embargo no había nada, ni huesos o algo por el estilo. Caminó un poco más hasta detenerse frente al porche y subió a prisa los tres escalones. Entró en la morada y el fuerte olor a sangre le golpeó la nariz, dirigió la luz y contempló con asombro la escalofriante estampa. ¡Sangre por doquier! Levantó la vista y leyó con atención la leyenda. Movió la cabeza y continuó andando cuidadosamente a la espera de algún movimiento... nada. Entró en la cocina y se detuvo en seco; ahí estaba el cuerpo de una mujer pelirroja a la cual le habían cortado la cabeza y esta se encontraba sobre su espalda. El rostro de la joven tenía una mueca de terror, pero no tenía signos de tortura, sólo el horror experimentado y un hachazo limpio que le había cortado la cabeza. Charles suspiró y siguió inspeccionando la zona, se encontraba delante de un crimen bastante grave.
Entró en la sala y cerró los ojos para volver a abrirlos y observar un nuevo horror; otro cadáver, se trataba de un joven moreno quién estaba recostado en el piso. Su pecho había sido abierto y le extrajeron el corazón, colocándoselo en la mano. Definitivamente quien o quienes habían hecho ese tipo de "obra" estaban completamente fuera de sí. Subió las escaleras que lo llevaron hasta las habitaciones y en un rincón del pasillo estaba un hacha recargada. Seguramente se trataba del arma homicida ya que tenía sangre, abrió la primera puerta y entró en la alcoba. Ahí no había nada, salió y entró en el siguiente dormitorio, un oso de peluche estaba tirado y lo miraba de forma siniestra, junto al oso, los cuerpos de dos mujeres desnudas, con los pechos mutilados y una cruz invertida grabada en su frente. ¡Eso ya era el colmo! Definitivamente se trataba de una secta satanista o un intento por serlo.
Charles había escuchado rumores sobre un grupo de jóvenes que se dedicaban a "cazar" fantasmas y espíritus que moraban dentro de las casas abandonadas. Supuestamente ellos atrapaban la energía negativa y limpiaban el lugar a base de conjuros e invocaciones. Para él era pura charlatanería y seguramente esos jóvenes se escondían detrás de esas actividades para ocultar sus verdaderas intenciones y llevar a cabo sus crímenes.
El detective salió de esa habitación y se detuvo unos instantes al escuchar la melodía de una caja de música proveniente de la habitación principal. Caminó hasta allá y abrió la puerta, su corazón latía a toda velocidad y ya no estaba tan seguro de querer seguir investigando; tomó su radio y pidió refuerzos.
-Habla Riley – Dijo cuando respondieron en la central – Necesito unas ambulancias, forenses y refuerzos en la casa Miller. No van a creer lo que estoy viendo, se ha llevado a cabo una carnicería.
Los de la central de policía se movilizaron de inmediato, mientras que el Detective Riley continuó inspeccionando la habitación. Junto a la cama se encontraba el cuerpo de un joven de tez blanca y cabello castaño. Este estaba bañado en sangre pero no parecía tener señales de tortura. Charles se aproximó a él para tomarle el pulso, ¡quizá él fuera el asesino! Que como en la mayoría de los casos, termina quitándose la vida después de haber masacrado a sus víctimas. Colocó sus dedos sobre el cuello del chico buscando signos vitales.
La mano del hombre que estaba sobre el piso se movió y lo sujetó por la muñeca mientras gritaba desesperadamente.
- ¡AYUDEME POR FAVOR! - gritó el sujeto - Él va a matarlos a todos, ¡a todos! – dijo el chico y se levantó a prisa para correr fuera de la habitación.
Charles también se incorporó y siguió al chico quién caía rodando por las escaleras hasta perder de nuevo el conocimiento. El detective corrió a auxiliarlo, pues temía lo peor, se arrodilló frente al joven y volvió a revisar sus signos vitales. Seguramente se encontraba en shock, y tendría unas contusiones.
Estaba absorto en su tarea cuando una extraña sensación se apoderó de él. Sintió el peso de una mirada sobre su persona y un escalofrío recorrió su cuerpo. Un aroma nauseabundo inundó la estancia y sus dientes comenzaron a castañear ya que la temperatura había descendido. Demasiado raro para un día de verano, se dijo el Detective y levantó la vista. La sangre se le heló al contemplar la imagen de una mujer de aspecto voraz, el cabello enmarañado, la ropa hecha girones, uñas y dientes afilados que lo miraba de manera feroz.
-¡Todos deben morir! – exclamó el espectro con voz cavernosa y desapareció de la vista de Charles.
Riley sacudió la cabeza, no estaba seguro si eso que acababa de ver era real o producto de su imaginación. Para fortuna del Detective Riley, las sirenas comenzaron a sonar y en instantes, un grupo de policías y paramédicos entraban en la casa Miller.
-¿Se encuentra bien, señor? – preguntó uno de los agentes al acercarse a Charles y contemplar su rostro pálido con una mueca de terror.
-¡Sí! – exclamó – Sólo que esto ha sido una masacre, en un pueblo como este es raro encontrarnos con este tipo de crímenes. – dijo y señaló al chico – Atiendan a este joven, por favor y no olviden ponerle las esposas cuando recupere el conocimiento. Es nuestro único sospechoso.
-Como usted diga, señor. – respondió uno de los policías y con ayuda de un paramédico subieron al chico a una camilla.
Inmediatamente el grupo se espació por el lugar para comenzar con las investigaciones. Los cuerpos fueron inspeccionados por los médicos forenses, mientras que la zona era acordonada para que nadie pudiera acercarse. El equipo del Detective Riley comenzó a trabajar duro, ¡iba a ser una larga noche! Charles tomó su teléfono y miró la hora, era casi la una de la mañana y seguramente su esposa iba a estar furiosa. Marcó el número de su mujer, esperando a que ella respondiera. Deseaba que no estuviera hecha una furia.
-¡Hola cariño! – dijo el Detective - ¿Aún estás despierta?
-No, estoy soñando que tú me llamas. – dijo la mujer con sarcasmo y se echó a reír – Obvio que estoy despierta, tontito - Dijo de manera tierna - Estaba esperando tu llamada. ¿Qué pasó?
-Surgió un caso y tal parece es muy grave. – respondió Charles – Hubo una masacre en la Casa Miller.
-¿Otra vez los satanistas? – preguntó su esposa – Yo ni loca ponía un pie en esa casa.
-No creo que esto que pasó haya sido obra de un satanista o un fanático religioso, va más allá de eso. – exclamó el Detective – Pero no quiero incomodarte con los detalles, yo estoy bien pero no puedo asegurarte si podré estar contigo en los próximos días. Te prometo que lo compensaré. Te amo. – dijo y lanzó un suspiro.
-Sólo cuídate, ¿quieres? – exclamó su esposa – Yo también te amo. – dijo y terminó la llamada.
El Detective Riley guardo su móvil y caminó directamente hasta dónde se encontraba el forense, pero la voz de uno de los oficiales lo hizo detenerse y girarse en dirección contraria.
-¡Señor! El sospechoso acaba de despertar – Dijo el policía.
-¿Está bien? – Preguntó Riley caminando junto a su oficial - ¿Presenta contusiones?
-Físicamente está bien – Respondió el hombre – Sólo se encuentra en estado de shock.
-¿Podré interrogarlo? – preguntó Riley.
-Posiblemente, puede preguntarle al Doctor Reynolds que fue quién lo atendió. – exclamó el agente señalando al médico.
Charles agradeció a su oficial y se acercó hasta el médico. Este miraba fijamente unas radiografías y se rascaba la barbilla como intentando descifrar algo. El Detective también observó las radiografías pero él no notó nada raro.
-¿Podré interrogar al sospechoso? – preguntó al médico.
-Por supuesto – respondió el Doctor – El hombre no tiene nada, ha corrido con mucha suerte. – exclamó el galeno – Sólo que estoy muy sorprendido de que no presente ningún golpe. La caída que tuvo pudo ser mortal, desde donde cayó y la forma en que lo hizo, mínimo debió haber tenido algunas costillas o huesos rotos. También muchos golpes, pero ¡no! tuvo suerte.
-¡Lo imagino! – exclamó Charles – Iré a interrogarlo – dijo alejándose del médico.
El detective Riley caminó hasta una habitación que al parecer funcionaba como bodega de la casa; entró en ella y miró al sospechoso que se encontraba sentado en una silla. El pobre tipo temblaba por completo, mirando con insistencia a su alrededor. Riley suspiró y se pasó la mano por el cabello, tomó una silla para sentarse frente al chico. Lo observó detenidamente; apenas tendría unos veinte o veintitrés años, de tez blanca, cabello castaño, delgado y no muy alto. Inofensivo a simple vista. El joven levantó la cabeza y le devolvió la mirada al detective, quién se sorprendió al ver los ojos de ese chico; pupilas muy dilatadas, ¿acaso estaba bajo el influjo de algún narcótico? No, no, no, eso debió notarlo el médico y notificarlo de inmediato.
-¿Cómo te llamas? – Le preguntó Charles – Yo soy el Detective Charles Riley.
-John, John Curtis, ese es mi nombre – Susurró el joven - ¿Iré a prisión? – Preguntó con preocupación.
-No lo sé – Dijo Charles – Eso es lo que averiguaremos, John. ¿Qué fue lo que sucedió aquí?
-N-no, no lo recuerdo – Balbuceó el joven y bajó la mirada – Lo siento, no me acuerdo de nada – Exclamó y comenzó a llorar – La casa.... está llena de fantasmas.... fueron los Miller – gimió apretando los ojos.
-¿Tratas de decirme que lo hicieron unos espíritus chocarreros? – Preguntó el hombre con una nota burlona en su voz – Hijo, esto no te va a ayudar en el juicio, ¡quiero la verdad! – Exclamó con firmeza - ¿Qué estaban haciendo dentro de esta casa?
-No me acuerdo – Volvió a gemir John – Esa es la verdad, no recuerdo nada.
Riley se levantó de la silla y se dio la vuelta mientras llevaba sus manos a la cabeza. Tenía que tranquilizarse si deseaba que John pudiera decir algo, pero parecía que la mente de ese muchacho se había bloqueado y solamente balbuceaba incoherencias. Inhaló y exhaló un par de veces, regresando a su silla e inclinándose para observar de nuevo a John.
-Mira chico – Comentó Charles – Necesito que hables, tus amigos están jodidos; sufrieron muertes muy terribles y dolorosas. El hijo de puta que les hizo eso anda suelto y es capaz de joder a más gente. Tenemos que atraparlo para enviarlo directamente a la silla eléctrica. Tú eres testigo y sospechoso a la vez – Comentó Charles – Dime todo lo que recuerdas y yo voy a tratar de ayudarte, ¿de acuerdo? – Finalizó mirando fijamente al joven.
John estaba con la mirada perdida, movía los labios, pero de su garganta no salía sonido alguno, tenía la cabeza inclinada y comenzó a balancear su cuerpo. Charles cerró los ojos y dejó escapar el aire tratando de tener calma y ser muy paciente.
- ¿Me escuchaste? – Preguntó a John - ¡Habla, si no quieres que te encierre y te acuse de asesinato múltiple! – Gritó, sin embargo, el chico continuaba perdido en la inmensidad.
Riley salió de esa bodega, dejando un par de custodios cuidando del sospechoso y entró en una oficina improvisada por el equipo policiaco. Observó a sus compañeros que imprimían varias fotografías de la escena del crimen. Observó atentamente una foto del arma homicida y la miró con detenimiento.
-Quiero que las huellas del arma sean comparadas con las huellas de nuestro sospechoso – Murmuró tomando otra imagen impresa.
-Lo siento, Charles– Le dijo su colega – Desgraciadamente el arma homicida no tiene ninguna huella.
-¡No me jodas! – Exclamó Riley - ¿Cómo es eso posible? ¿Qué carajos estás diciendo?
-La analizamos, fue lo primero que hicimos y no hay ninguna huella, buscamos guantes o algo con lo que pudo cubrirse las manos – Continuó el oficial – Pero no hay nada, es un caso muy raro.
-¿Qué hay de los cuerpos? – Preguntó Charlie.
-Los pobres chicos – Dijo moviendo la cabeza – Fueron tomados por sorpresa, trataban de huir, pero lo que vieron les dibujó esas horrendas muecas de terror en el rostro.
Charles estaba a punto de decir algo cuando entró otro de los miembros de su equipo y se dirigió a él.
-Señor, acabamos de descubrir algo a cerca del arma homicida.
-¿De qué se trata? – Preguntó el detective caminando detrás del oficial que entraba en la casa.
-¿Ve ese baúl grande detrás de la puerta? – Preguntó señalando el sitio.
-Por supuesto, ¿eso qué? – Respondió Charles.
-Al parecer el señor Miller era amante de las armas – Dijo el oficial abriendo el baúl – Pero no de cualquier tipo de armas, sino armas de la época medieval, como hachas, mazos, lanzas, ¡esas cosas!
-¿Las construía? - Preguntó el detective Riley mirando con atención el baúl repleto de hachas, dagas y demás armas.
El oficial asintió y respondió.
-Parece que sí, pues era poseedor de una gran colección y el arma homicida pertenece a esa colección. Se trata de una copia de un hacha vikinga, un hacha de mano, pequeña y liviana pero muy afilada; ideal para combates cuerpo a cuerpo – comentó el oficial y Charles lo escuchaba atentamente – Aunque se debía tener una fuerza superior para cortar de tajo una cabeza.
-Comprendo y ¿tú crees que nuestro sospechoso no podía tener tal fuerza para blandirla? – Le preguntó Riley rascándose la cabeza.
-Sinceramente no – Dijo el policía encogiéndose de hombros – Pudo haber sido un tipo más fuerte o... ¡no lo sé, señor! Es todo tan confuso.... – Exclamó, pero fue interrumpido.
-Señor – Gritó otro oficial – Debe venir a ver esto.
Charles se dio la vuelta, ¡no podía creer que aún aparecieran más cosas extrañas! Caminó hasta dónde se encontraba un grupo de policías que de inmediato lo dejaron pasar a una especie de habitación oculta. Charles se detuvo en seco al mirar el macabro espectáculo. En el piso estaba dibujado un gran círculo seccionado; cada sección contenía un montón de signos cabalísticos grabados en la madera, a su alrededor se encontraban varias velas de color negro y rojo; mientras que en el centro, los cadáveres de un gato negro y una gallina del mismo color se desangraban y su sangre llenaba los huecos del círculo.
¡Definitivamente se trataba de una secta! El detective caminó sigilosamente alrededor y miró los estantes empotrados en la pared. Había libros viejos y empolvados con signos extraños y dibujos de rituales y demonios.
-¿Qué es todo esto? – Preguntó Riley – Estos símbolos ¿son viejos o recientes? ¡Quiero saberlo! Necesito que me digan de que se trata este teatro y si pertenecen a una secta o a un grupo raro de locos. ¡Muévanse ya! - Ordenó - Además, quiero todas las fotografías posibles de este lugar, impresas para poderlas mostrar a nuestro sospechoso y refrescarle la memoria al muy cabrón – Gritó y de inmediato todos se movilizaron.
Una oficial se acercó a él y le tendió un libro viejo que llevaba en una bolsa, este estaba abierto y en una página se encontraba ese mismo círculo que estaba tallado en el piso, junto con una invocación.
-Todo esto es viejo, señor – Dijo la mujer – Esto es una especie de Santuario dentro de la casa de los Miller, parece que los rumores eran ciertos y ellos formaban parte de una secta satanista.
Charles asintió y tomó el libro, mientras leía lo que ahí se encontraba escrito:
"¡Oh, Serpiente y León! ¡Yo os invoco! Dentro del santuario llamado vida, por las siete maravillas, por una miríada de mortales que se fueron y están por llegar. ¡Fuera! fuera, desierto de la restricción, en acto de rebelión, en el mar del movimiento, estabilidad de la materia, por la serenidad, fuerza y belleza, por el poderoso canto de cada aliento.
¡Oh, Serpiente! ¡Vos sois Dios! Enroscada bajo mi trono con Vos me reúno, con sangre llevamos a cabo este pacto, me redefino a mí mismo, mirad dentro y por encima: hay algo más que la carne. Mirad con detenimiento y puede que veáis la llama no extinguida, el néctar de Vuestra rabia saboreo de la copa de la fornicación; y la mujer a mi lado, y escarlata es su piel, está tan ansiosa por alzarse y tan ansiosa por satisfacer.
¡Samael! ¡Sed Vos mi aliado! Uníos a mí entre las huestes brillantes, vagando ni por camino alguno de luz ni de oscuridad, de cuya semilla brota desapasionadamente en el verano de mi vida." **
Riley levantó las cejas al terminar de leer ese fragmento, lo demás se encontraba en latín y él no sabía leerlo. Entregó el libro para que formara parte de las pruebas y dejó la casa para caminar rumbo a la bodega dónde se encontraba John. La mente de Charles era una maraña de confusión, ¿qué estaban haciendo esos chicos ahí? ¿Qué fuerzas malignas o benignas pretendían despertar? Su escepticismo se estaba poniendo a prueba, ya no pensaba que John le estuviera mintiendo, sino todo lo contrario, ¿podría ser posible algo así? Entró en la estancia y observó a los custodios de John, quienes estaban de pie y al verlo entrar se encogieron de hombros.
-¿Sigue igual? – Preguntó el detective a los oficiales.
-Sí, señor, no se ha movido y no hemos dejado de grabar – Respondió uno de los hombres.
Charles asintió en señal de agradecimiento y caminó hasta quedar frente a John, suspiró y exclamó con fuerza.
-¡Mírame! - El chico levantó la vista y esbozó una sonrisa, ¡una sonrisa! Al menos ya tenían algo -¿Qué sucedió ahí dentro? – Preguntó Charles - ¡Habla con la verdad! - dijo con firmeza pero fue interrumpido momentáneamente, pues las fotografías del "Santuario" de los Miller acababan de ser impresas. Charles las miró y las tendió hacia John, mostrándole el círculo bañado en sangre - ¿Sabes qué es esto? – Preguntó al joven.
-Es el Vama Marg, o El Camino de la Mano Izquierda – respondió John - Una vertiente del tantrismo, aunque ha sido un poco "modificado" – Comentó haciendo énfasis en la última palabra - Es considerado peligroso ya que puede llevar a aquellos que son impuros a la ruina – comentó el joven – Los Miller eran practicantes, lo supimos hace tiempo y por eso decidimos venir aquí para llevar a cabo nuestros ritos.
-¿Sus ritos? – Preguntó el detective.
-Nosotros éramos practicantes del Vama Marg – Dijo John – Pertenecíamos a una secta creada por nosotros llamada Immortal Rites. Hacíamos rituales paganos y ancestrales, invocando a los poderes de la oscuridad, de la naturaleza y de los infiernos; sacrificábamos animales, ¡nunca humanos! – Gritó el chico – El humano no se tocaba nunca – Especificó el sospechoso – Venimos aquí para averiguar, por medio de una invocación, qué había sucedido con la familia Miller.
-¿Les salió mal el ritual? – Preguntó Charles lleno de interés - ¿Por qué esas muertes? ¿Por qué de esa manera tan malévola y enferma?
-¡Fueron los Miller! – Gritó John – Estábamos a mitad de la invocación, la mujer estaba dentro del círculo, al igual que la niña – Murmuró el joven – Pero el hombre, él no quería dominarse – Jadeó – Él salió, rompió la protección y liberó a las otras dos. Después los tres entraron en uno de nuestros compañeros – Guardó silencio y bajó la mirada - ¡Él los mató a todos! Se volvió loco y gritaba que todos debían morir, tomó un hacha y comenzó a hacer de las suyas.
-¿Cómo escapaste? – Preguntó otra vez el detective - ¿Por qué a ti no te hizo daño?
-Traté de detenerlo – Gimió John – Pero su fuerza era descomunal; primero asesinó a Rose y después a Robert – Continuó el muchacho – Yo no pude hacer nada, sólo corrí y ya no supe que más pasó. Escuché los gritos de auxilio de mis amigos, ¡pero no quise salir! Fue horrible – Dijo y lloró con fuerza – Creo que aún está en la casa.
-¿Cómo es, cuál es su nombre? – Preguntó el detective Riley.
-Se llama John – Confesó.
-¿John? – Lo interrogó – Es muy raro.
-Él está poseído, va a matarlos a todos – Dijo con un suspiro y bajó la cabeza.
Charles palideció; si el loco aún estaba dentro, sus compañeros también estaban en peligro. ¡Tenía que encontrarlo! Salió de la estancia y corrió hasta la casa.
- ¡Busquen a ese maldito! – Gritó movilizando a su equipo – Aún está en la casa – Murmuró – Ese hijo de perra está escondido aquí, ¡búsquenlo por todas partes! – Escupió el detective y los miembros de su equipo comenzaron a buscar por todas partes, tanto en la casa, como en el gran jardín. Incluso, se pidieron un par de patrullas para que buscaran al posible asesino dentro del vecindario.
Charles trataba de pensar en algún sitio posible dentro de la casa donde ese desgraciado estuviera oculto, se detuvo unos instantes y de pronto recordó la imagen de la mujer espectro en las escaleras; ¡sobre su cabeza! La entrada del ático. Corrió escaleras arriba y levantó la vista al techo, ¡ahí estaba la puerta! Pegó un salto y sujetó el trozo de cuerda, tiró de él y aparecieron las escaleras que conducían hasta el ático.
Charles desenfundó su pistola y encendió la linterna mientras subía lentamente. Afuera se escuchaba el alboroto de su gente, buscando al asesino. Él estaba casi seguro que estaba oculto ahí y que era peligroso, demasiado peligroso. Entró en el ático apuntando a todas partes, buscando a ese asesino con la mirada. Continuó andando, removiendo cajas y fardos que pudieran ocultarlo de su vista... un ruido se escuchó a sus espaldas y Riley vio con horror la silueta espectral de un hombre cubierto de sangre y las manos en forma de garra, mientras que la puerta del ático se cerraba estrepitosamente.
-¡Mierda, mierda! – Murmuró el hombre - ¿Dónde te ocultas, hijo de la grandísima puta? – Preguntó con los dientes apretados.
El detective caminó de regreso hacia la puerta del ático, trató de abrirla y esta se encontraba cerrada, ¿qué diablos? se preguntó empujando con todas sus fuerzas sin éxito alguno, ¡estaba atrapado con un sórdido asesino! Pero ya encontraría la forma de abrir esa maldita puerta, lo primordial era encontrar a ese tal John.
La luz de la lámpara iluminó el rincón más oscuro del ático y lo que Charles contempló casi logra que se cague en los pantalones; el cuerpo de un hombre colgaba del techo, estaba muerto. Tenía los ojos abiertos y una sonrisa macabra en el rostro, ¡pero eso no era lo escalofriante! Lo más funesto de esa estampa era que el cadáver que estaba suspendido del techo, balanceándose suavemente se trataba del de John Curtis, el chico que había estado interrogando hacía unos minutos.
Charles se acercó a él lentamente, aún sin poder creer lo que sus ojos veían. Un miedo atroz se apoderó de él y las manos comenzaron a temblarle. ¡Tenía que calmarse! Inhaló y soltó el aire un par de veces y se acercó aún más al cadáver de John Curtis, murmurando.
- ¿Qué clase de broma siniestra es esta? ¿A qué estás jugando maldito cabrón?
Un frío terrible recorrió la espina dorsal de Riley cuando la respiración agitada de alguien que se encontraba detrás de él le acarició el lóbulo de la oreja. La piel se le erizó y giró el rostro para descubrir al asesino. No bien había volteado, cuando una mano gélida lo sujetó con firmeza del brazo.
-¡Debes matarlos a todos! – Gritó el cadáver de John Curtis.
Charles no daba crédito a lo que veía y también lanzó un grito de horror al darse cuenta que el cadáver estaba hablándole. La sangre se le heló y se paralizó mientras que su garganta se cerraba, presa del miedo. Con los ojos saliéndose de sus órbitas, el detective observó cómo de la boca abierta del muerto se escapaba una especie de niebla en color negro que lo envolvió y ya no supo más de sí.
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-¡Jefe, jefe! – Se escuchaba el grito lejano - ¿Se encuentra bien? – Preguntó la voz de un oficial - ¡Detective Riley! ¡Charles! – Exclamó con preocupación - ¿Aún está con nosotros?
Charles trataba de abrir los ojos, pero los párpados le pesaban, la cabeza le dolía y no podía incorporarse. No recordaba nada de lo que había sucedido después de entrar en el ático, sólo que había visto el cuerpo de John Curtis, suspendido de una de las vigas. Abrió los ojos de golpe e intentó ponerse en pie.
-¡Calma! – Exclamó el oficial – Por favor, trate de levantarse lentamente.
Riley asintió y, con ayuda del oficial pudo ponerse en pie, lo miró y notó el rostro preocupado de su subordinado.
- ¿Qué ocurre? – Le preguntó al hombre.
-Malas noticias, jefe – dijo rascándose la cabeza – John Curtis desapareció delante de nuestros ojos. Se desvaneció como el viento. Suena tan estúpido... ¡pero es real! – Jadeó – Tenemos las grabaciones, ¡no había nadie ahí! Y... - Se detuvo de golpe.
Charles señaló el rincón en dónde el cuerpo de Curtis estaba colgado y el oficial palideció haciéndose para atrás y santiguándose.
- ¡Qué Dios nos ampare! – Murmuró llevándose la mano al pecho – Debemos salir de aquí, jefe – Exclamó el hombre – Lo que acaba de suceder aquí es cosa del diablo.
-Tenemos una escena del crimen, un brutal asesinato múltiple, ritos satánicos y el culpable está muerto, pero tanto tú como yo y el resto del equipo lo vimos, hablamos con él, incluso lo atendieron – Jadeó Charles pasando sus manos por su rostro - ¡Ya no sé qué creer! Estoy confundido. Dudo mucho que nuestro reporte sea creíble en la estación. Llama al forense y que vengan por este tipo, ¡ya no hay nada que hacer aquí! Está muerto, se cerró el caso – Finalizó Charles poniéndose de pie.
El oficial salió del ático, mientras que Riley se quedaba aún ahí, mirando el cuerpo que se balanceaba aún. Esbozó una sonrisa triunfal y empujó el cuerpo que giró varias veces.
-¡Por fin soy libre! – Murmuró Riley y salió de ahí jugando con las llaves de su auto.
Charles ya no era él mismo, de hecho ni siquiera se trataba de él, sólo era su cuerpo, el vehículo que transportaba a ese terrible ente que había sido despertado por los Miller y liberado de nuevo por esos muchachos tontos. Caminó silbando y se calló de golpe al llegar a la entrada de la casa, dónde lo esperaba el forense y el resto de su equipo.
-¡Hagan sus reportes y nos veremos el lunes, como siempre! – Exclamó mientras que todos lo miraban con asombro, ¿qué le pasaba al detective?
Riley salió de la casa y subió a su auto, miró las flores y las botó a la calle. Tenía una nueva misión y debía recordarla siempre; si quería permanecer en ese mundo, necesitaba adeptos, un nuevo grupo de seguidores que lo alabaran y le rindieran culto para así alimentarse de su energía y, cuando ya no le fueran útiles, ¡matarlos a todos! Pisó el acelerador y recordó que el Detective tenía una cita; sonrió con malicia al pensar que quizá ya era hora de que una nueva estirpe fuera creada.
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Nos salimos un poco de contexto con esto de los memes, pero, por obvias razones me vi en la necesidad de publicarlo en este libro.
¡Vaya, vaya! ¿Quién se lo hubiera imaginado? Me gustó esta historia y trabajar en ella fue un reto; la idea central está tomada de una película de terror que se llama "Demoniaco", protagonizada por Frank Grillo. Si tienen oportunidad de verla, se las recomiendo.
¿Qué les pareció? Espero sus comentarios, opiniones, votos, etc.
Maria Decapitated
P.D. Y, creo que no hay necesidad de decir quién está detrás de la imagen del detective Riley... ¡asi es! Lo adivinaron: TOM HARDY
**Nota: El Texto del libro de invocaciones es un fragmento del tema "AT THE LEFT HAND OV GOD" de la banda polaca Behemoth, que está incluida en su álbum THE APOSTASY (2007).
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