007
MEMENTO MORI
VOLUME ONE, ISSUE #7
en el que Elizabeth hace
una amiga
RUAN, FRANCIA
verano 2016
La noche se había cernido sobre la ciudad, anunciando el fin de un nuevo día que habían logrado sobrevivir. Habían arribado a su nuevo punto de base con el cansancio pesándoles sobre sus hombros y, al instante en que encontraron un lugar seguro en el que pasar la noche, todos se habían ido a dormir, a cerrar los ojos y poner los eventos del día detrás de ellos.
Todos a excepción de Jason.
Había permanecido solo, sentado en un sillón verduzco, con la tenue luz de la calle que ingresaba a través de las cortinas de organza oficiando de su única iluminación. Estaba cansado, sí, sus párpados le pesaban y su cuerpo le urgía un merecido descanso, pero su mente se negaba a dejar de trabajar. Habían estado cerca. Muy cerca.
Si Richard y Carol no hubieran llegado cuando lo hicieron... Aquello habría sido un baño de sangre, eso era seguro.
Hydra les estaba pisando los talones y sería solo cuestión de tiempo antes de que obtuvieran lo que buscaban. Pero Jason no los dejaría ganar, no tan fácilmente, no sin dar pelea. Había arriesgado demasiado en el camino como para rendirse al primer enfrentamiento y estaba dispuesto a terminar con lo que había empezado.
Tomó otro sorbo de la botella de vodka que le había encargado a Rider cuando el equipo lo envió a él y a Carol —siendo los únicos dos que nadie en la Tierra reconocería— a buscar comida y algo de ropa. El gusto a nada y la fuerte quemazón en su boca le causó una arcada, pero se obligó a tragar. Cualquier cosa le servía para callar sus pensamientos, los cuales lentamente se arrastraban hacia un oscuro lugar que prefería esconder para siempre en el olvido.
—Hijo de puta...
Jason se tensó al oír el insulto y, más concretamente, al percatarse de quién provenía. Se irguió en su asiento y le sostuvo la mirada al otro hombre mientras se le acercaba con furia. Sabía que sería solo cuestión de tiempo para que tuvieran esa —para nada ansiada— conversación. Ahora que estaban todos durmiendo a excepción de ellos dos, parecía ser una buena idea.
—James, cálmate.
—¿Que me calme? —James susurraba, pero su rasposa voz a un nivel tan bajo lo hacía sonar todavía más intimidante. Aunque no exactamente era ese el efecto que causaba en Jason—. Metiste a mi mejor amigo en esto. Calmarme no es una opción.
—Se metió solito —siseó Jason. ¿Ahora era su culpa que Rogers fuera un altruista que necesitaba arreglar los problemas de los demás?—. Créeme, hacer equipo con los Vengadores era como... lo último que quería que pasara.
—Pero pasó, y ahora van ciegos por la vida porque no tienen la más remota idea de en qué los metiste.
—Saben lo que tienen que saber —se defendió él, su atención pasando constantemente de James al resto de la sala, temeroso de que alguien los sorprendiera y escuchara.
—Al menos le podrías haber dicho a ella —insistió James—. ¿No era ese el punto de separarnos? ¿Así podías ir a pedirle ayuda?
—Nos está ayudando.
—Pero no sabe la verdad. ¿Qué le dijiste? —cuestionó en voz sumamente baja—. ¿Por qué cree que está haciendo esto?
—Porque cree que estamos enamorados.
—Idiota —su insulto fue acompañado de una táctica que poco sirvió para intimidar a Jason. Con gran velocidad, James se apoyó sobre los apoyabrazos del sillón, sosteniéndole la mirada fijamente, con sus rostros extremadamente cerca—. Es un milagro que hayas sobrevivido solo por tanto tiempo.
—Siempre tan cariñoso, Jem.
Oír que lo llamaba de aquella forma sacó una involuntaria sonrisa en James y, aprovechando que había bajado la guardia por solo unos momentos —y haciendo uso de la cercanía que compartían—, Jason optó por distraerlo de la mejor forma que sabía: besándolo.
Por unos segundos su mente volvió a Londres, a los meses que pasaron juntos, a la vida que podrían haber tenido. Sus labios seguían igual que siempre, fríos, partidos, electrizantes. Cada vez que lo besaba, algo lo consumía, y necesitaba más, como una droga que no podía dejar. Puso una mano en su nuca para atraerlo más hacia sí.
Entonces James lo empujó para alejarlo, causando que su espalda golpeara el respaldo del asiento. Tenía su respiración agitada y un hormigueo recorriéndole el cuerpo, el cual de pronto parecía estar necesitando de la cercanía y el tacto de James más que nunca.
—No tienes derecho a hacer eso —lo regañó Barnes.
—Ah, ¿no? —atacó él, esperando que hablar sirviera como método para calmarlo. Sabía que ese beso sería todo lo que obtendría de él por un tiempo, y esa era la peor tortura del mundo. Lo necesitaba. Y lo necesitaba ya.
—No —se repitió el mayor.
—No parecía importarte dos meses atrás cuando gemías mi nombre en Londres.
Sus finos labios se curvaron débilmente y dejaron pasar una ronca risa, mientras que sus celestes ojos brillaron con la picardía que evocaba el recuerdo.
—Gracioso, porque recuerdo que era al revés.
—¿Quieres probarlo ahora? —ofreció, rezando internamente para que la falta de iluminación fuera suficiente como para ocultar que de pronto sus pantalones se habían vuelto un poco demasiado ajustados—. Ya sabes, para ver quién tiene razón.
—Cuando dejes de mentirle a todo el mundo, probamos todo lo que quieras.
—Vamos, también lo quieres —insistió, pero su voz ya rozaba más el tono de súplica.
—Y no sabes cuánto.
James volvió a besarlo y Jason creyó que perdería la cabeza. Sus labios se movían lentos sobre los suyos, pero tan hambrientos como los de él. Cuando, una vez más, Jason tomó la iniciativa de tocarlo, James se apartó con brusquedad, dejándolo increíblemente frustrado. Cuánto lo estaba odiando en esos momentos.
—¿Lo estás disfrutando? —preguntó Jason al verlo con los labios apretados, lo más cercano a una sonrisa que iba a formular.
—Bastante, sí.
—Me voy a vengar.
—No puedo esperar. Pero primero necesito que seas honesto, o vamos a terminar todos muertos.
El abrupto cambio en la conversación enfrió un poco a Jason.
—Nadie va a morir, ¿no lo ves? Estamos a salvo, Jem. Por primera vez, en Dios sabe cuánto tiempo, estamos a salvo —insistió, inclinándose hacia adelante en su asiento.
—Todo lo que hace falta es un paso en falso y salimos todos heridos. Pierce ya nos acorraló una vez, ¿cuánto crees que falte para que suceda de nuevo? —Jason rodó los ojos ante sus palabras. ¿Por qué no confiaba en él? Sabía lo que estaba haciendo, todo estaba bien. James notó su impaciencia pues continuó presionando—. Merecen saber con lo que están lidiando realmente. Y es mejor que se lo adviertas ahora a que lo averigüen por su cuenta. Porque créeme, no será placentero cuando lo hagan.
Jason suspiró. Ahora sí que oficialmente todo rastro de calentura que había en su cuerpo se había disipado y otro tipo de frustración se había apoderado de él. Estaba bien, lo llevaba estando por meses. ¿Por qué Jem no lo veía?
—No se van a enterar.
—¿Y si lo hacen?
—Jem...
—Sé que no te gusta pensar en eso —lo cortó antes de que pudiera intervenir—, mierda, yo no quiero ni pensar en eso, pero puede pasar. Ya pasó —le recordó, muy a su pesar, y los recuerdos de esos momentos los hirieron a ambos, de maneras diferentes—. Cuando te encontré...
—Me salvaste la vida. —El rostro de James se suavizó ante sus palabras y por primera vez en la noche Jason se planteó la posibilidad de que toda esa insistencia fuera, de hecho, porque estaba asustado. Asustado por su bienestar—. Estoy bien ahora —le aseguró y alcanzó su mano para darle un apretón—. Puedes dejar de preocuparte, lo tengo bajo control. No tienen que saberlo ni nunca van a hacerlo.
—Steve dice que irán al espacio ahora. Irás ahí, ¿cierto?
Jason tragó con fuerza y apartó la vista.
—Fue plan de ellos —se apresuró a defenderse—. Yo no tuve nada que ver con eso.
—¡Por el amor de Dios, Jay! —exclamó James. Enseguida que lo hizo, pareció percatarse del alto volumen de su voz, pues procedió a regresar a los susurros—. ¿Planeas caminar directo a la boca del lobo, en terreno completamente desconocido, y tienes el descaro de decirme que no me preocupe? Te dejo solo por dos meses, ¿y esto es lo que haces? ¿Planear tu muerte?
—No me va a pasar nada.
—Eso no lo sabes.
—Te lo prometo —reiteró Jason, mirándolo fijamente a los ojos y haciendo énfasis en cada palabra—. No me va a pasar nada.
—Más te vale. Porque si mueres...
—No lo haré. —Jason volvió a besarlo para callarlo. Esta vez, lo sintió relajarse bajo su tacto—. Estaremos bien —murmuró contra sus labios.
━━━━━━✧ ⍟ ✧━━━━━━
Mirando al techo, sin poder conciliar el sueño, Elizabeth llegó a la conclusión de que iba a cometer un asesinato, pero todavía no sabía quién sería su primera víctima.
Consideró a Idiota #1 y a Idiota #2. Llevaban al menos quince minutos cuchicheando del otro lado de la pared junto a su cama, y estaba segura de que los cuchicheos se habían transformado en gemidos. Y, ¡bien por ellos! Se alegraba de que al menos alguien estuviera disfrutando de ese viaje de mierda. Pero Elizabeth no tenía por qué escucharlos, mucho menos cuando intentaba dormir.
Se tapó los oídos con su almohada y le dio la espalda a la pared, lo que la dejó de frente con Idiota #3, su siguiente candidato a transformarse en cadáver. Idiota #3, como todo idiota de su edad, no conocía el concepto de bajarle el brillo a su móvil, y en medio de la noche y la oscuridad de aquella habitación era como un molesto faro. Si quería ver un podcast de crimen, ¡bien por él! Pero Elizabeth no tenía por qué ser cegada también por el brillo de su pantalla.
Cerró los ojos y la imagen de Idiota #4 se le imprimió en el interior de sus párpados. Él era la razón por la cual estaba metida en ese lío, la había arrastrado a Europa y ahora la estaba hundiendo cada vez más; haciéndola aliarse con posibles terroristas y criminales, arrastrándola lentamente hacia el infierno. Que él tuviera una visión positiva del mundo y creyera que las personas eran inherentemente buenas no significaba que tuvieran que arriesgar su pellejo y reputación por ellos.
Y después estaba Idiota #5, probablemente la responsable de que Elizabeth estuviera en esa posición. Ella le había puesto la idea en la cabeza a Steve de que eran los buenos, lo había convencido de ayudarla, embaucado con mentiras y agendas ocultas; se había aprovechado de su gran corazón y ahora iba a hacer que los mataran a todos.
Elizabeth terminó levantándose de la cama y saliendo de la habitación. Seguir acostada solo alargaría la tortura a la que se estaba sometiendo a sí misma.
Pasó rápidamente por la sala, tratando de hacer el mínimo ruido posible para que el par de idiotas cachondos no se percataran de su presencia, y se adentró en la pequeña cocina cubierta por los paquetes de comida rápida que habían cenado esa noche. Abrió la ventana junto a la heladera —una de las pocas ventanas en el improvisado apartamento que su dinero en efectivo pudo alquilarles— y salió al techo. Las tejas estaban viejas, pero serviría.
—Ten cuidado.
La voz de la mujer la tomó desprovista y le causó un sobresalto. No esperaba ver a nadie allí afuera.
—Puedo irme, si quieres —ofreció. Elizabeth sabía más que nadie que la soledad era un privilegio, más en momentos como esos.
—No me importa la compañía —le aseguró Carol.
Elizabeth asintió. De todas las personas con las que tenía la desgracia de compartir esa demente aventura, Carol Danvers era la que mejor le caía.
Subió con cuidado por las azuladas tejas y se sentó junto a la rubia, procurando dejar un espacio entre ellas. Algo le dijo que la otra mujer apreció el gesto.
Se quedó con la vista perdida en el horizonte. Si escudriñaba los ojos lo suficiente era capaz de vislumbrar la catedral de la ciudad. Melissa había hablado sobre esa construcción desde que pusieron pie en Ruan, contándoles datos inútiles sobre su creación, su estilo arquitectónico o el hecho de que Juana de Arco fue declarada no culpable en ese mismo lugar, siglos después de su muerte. Steve había agregado también que fue una fuente importantísima de inspiración para Monet, quien pintó dicha catedral más de treinta veces en diferentes momentos del día y del año para reflejar los cambios que causaba la distinta iluminación sobre ella.
Ahora Elizabeth tenía que cargar con toda esa información que no le interesaba en lo absoluto porque los dos nerds se habían emocionado al ver una construcción de la Edad Media. Parecía que se creían que estaban de vacaciones y no en medio de algo sumamente importante y delicado.
—¿No puedes dormir? —preguntó Carol.
—No me dejan —resumió la joven, absteniéndose de enumerarle sus razones por las cuales quería matarlos a todos—. ¿Tú?
—No puedo. —Elizabeth no supo qué responder, por lo que permaneció en silencio, a la espera de que siguiera hablando—. Se siente raro volver a la Tierra.
Más raro era, todavía, hablar con personas que no irónicamente eran antorchas humanas y que vivían en el maldito espacio exterior. Eso era extraño. No tenía sentido ninguno. Y, aún así, Elizabeth necesitaba saber más sobre ellos.
¿Cómo vivían allí afuera? ¿Cómo sobrevivían? ¿Qué otros tipos de vida habían?
¿Qué podía hacer para ser como ellos?
—¿Cuánto tiempo estuviste fuera? —fue todo lo que terminó preguntando.
—Veinte años. —Carol suspiró nostálgica y Elizabeth silbó impresionada.
—¿Cómo llega una niña al espacio?
La rubia rio.
—Llegué con veintitrés.
Eso añadió un sin fin de preguntas al repertorio de Elizabeth. La más importante, fue la que acabó pronunciando:
—¿Cómo es posible?
—Es una larga historia —le restó importancia Carol. Elizabeth se mordió la lengua. No le molestaba tener que escucharla hablar por horas, no cuando era la persona más interesante que había conocido jamás—. Pero ya no envejezco y estoy comenzando a creer que es una maldición, más que una bendición.
—Al menos tienes a Rider —intentó consolarla.
—¿De qué hablas?
—Oh, pensé que... —Elizabeth dejó de hablar cuando sintió la temperatura en su rostro subir—. No quería...
—Es genial y todo, pero no es mi tipo.
Elizabeth notó las palabras no dichas y sintió su corazón acelerarse. Por primera vez en su vida, tenía la necesidad de sincerarse con alguien, aunque ese alguien fuera una total desconocida. Y, quizás, era mejor hacerlo con ella que con cualquier otra persona dentro de aquel disfuncional equipo.
Aunque algo le decía que, hablara con quien hablara, todos iban a entenderla. Al menos estaba confirmado que Idiota #1 e Idiota #2 sí lo harían.
—El mío tampoco —terminó murmurando.
Por el rabillo del ojo pudo ver a la mujer sonreír con cierto orgullo.
—¿Cómo se sintió eso?
—¿Honestamente? Como si me hubiera quitado un peso de encima —confesó—. Nunca... Nunca le dije a nadie.
—Tampoco tienes por qué hacerlo. No le debes a nadie tu realidad, basta con que la vivas a tu manera.
—Pues debería decirles —dijo Elizabeth y, por primera vez en la semana, dejó que alguien escuchara su risa. Al menos el atisbo de una—. Sam quiere presentarme a su sobrino. Que seguro es un buen chico y todo, pero...
—Es un chico —terminó Carol por ella.
—Sí, exacto. —Elizabeth sacudió su cuerpo, ahora un poco más ligero.
Seguía completamente sorprendida de sí misma. Acababa de, entre líneas, confesarle a alguien que no le interesaban para nada los chicos de una forma romántica o sexual. Estaba demente. Años escondiéndolo de su familia, conocidos, incluso amigos —aunque ya no le quedaran muchos de esos—, y ahora se lo soltaba a la primera mujer que insinuaba ser queer frente a ella.
—Por si sirve de algo, me alegra que me lo hayas dicho —alentó la rubia—. Se siente bien saber que no soy la única.
—¿Vas a decirme que no te diste cuenta de Tonto y Retonto comiéndose la boca en el estar?
Carol no aguantó la risa que le provocó el comentario de Elizabeth.
—Desgraciadamente me los crucé en el camino. ¿Seguían en eso?
—Llevan... demasiado tiempo en eso. —La joven se estremeció de solo recordarlo. Presenciar demostraciones de cariño la dejaban con una gran incomodidad.
La rubia volvió a soltar una exhalación que se asemejaba a una risa, y las dos permanecieron en un silencio compartido durante bastante tiempo. Ninguna dijo nada —palabas sobraban en esos momentos—, solamente se limitaron a apreciar la compañía de la otra y a disfrutar de una vista que no se tenía todos los días.
Tras observar a la catedral en la lejanía por suficiente tiempo, Elizabeth comenzó a comprender la fascinación de Steve y Melissa por aquella pieza arquitectónica.
━━━━━━✧ ⍟ ✧━━━━━━
El equipo parecía un poco más vivo a la mañana siguiente, lo que levantó sospechas en Melissa. Se había levantado temprano para ser la primera en acaparar la única ducha que los ocho se vieron en desgracia de compartir y, cuando había salido, se encontró con Jason preparando un desayuno. No era mucho: cafés para llevar de una cafetería local y croissants recién hechos, cuyo aroma hizo rugir el estómago de Melissa al instante. Y a pesar de que no era mucho, era suficiente para hacerla sospechar.
—¿Qué pasó? —inquirió ella y, por costumbre, trató de cruzar sus brazos, lo que resultó en que su brazo izquierdo se posara embarazosamente sobre su pecho, mientras que su derecho reposaba en la misma posición que llevaba desde el día anterior, inamovible.
Jason la miró con una ceja alzada mientras sacaba una baguette humeante de una bolsa de papel.
—¿De qué hablas?
—Esto... —Melissa gesticuló a la mesa—. ¿Me tengo que preocupar? ¿Hay un cuerpo al que esconder y nos quieres endulzar antes de dar la noticia?
—Solo quiero hacer algo bien por las personas que están arriesgándolo todo por mi culpa.
—Todos estamos aquí por nuestras propias razones —le recordó ella.
Él se encogió de hombros y siguió en la suya. Mientras abría la heladera para sacar unas jaleas de fresa, Richard amanecía, y la realidad de vivir una mañana doméstica con sus dos mejores amigos de la secundaria la hizo sonreír. Sus vidas los habían llevado por sendas que no podían alejarlos más de los niños inocentes que una vez fueron y, sin embargo, allí estaban: tres adultos, teniendo un desayuno normal después de haber tenido lo más cerca que tendrían jamás a una fiesta de pijamas. Por ese simple momento, solo fueron ellos tres.
Jason la miró, luego a Richard, y replicó la sonrisa de su amiga. Realmente se sentían como los viejos tiempos.
—Me alegra haber aceptado tu llamado, Mel —fueron las palabras que escogió Dick para expresar lo que los tres estaban sintiendo.
Así como el momento llegó, se esfumó al instante cuando los demás fueron amaneciendo y llenando las sillas y asientos improvisados alrededor de la mesa. No habían acordado levantarse a ninguna hora en particular, pero sí habían acordado planificar su intento de salida al espacio, y esto parecía tener a todos ansiosos. Incluso Elizabeth, notó Melissa, estaba de buen humor por primera vez.
Después de todo, pensó, la idea de ir al espacio exterior emocionaba al niño interior de cualquiera, por supuesto que iba a emocionar también a la literal niña del equipo. ¿Qué edad le había dicho Steve que tenía? No estaba muy segura, pero probablemente no pasaba los veinte.
El apartamento pronto se llenó de vida y conversaciones cruzadas. Todos parecían querer hablar con todos, contar anécdotas, mencionar lo agradecidos que estaban por el desayuno o quejarse de tener que estar allí por razones de trabajo —y de vida o muerte— y no por turismo. Sam Wilson incluso se lamentó no tener tiempo de ir hasta la Iglesia de Juana de Arco para tomarse una foto allí y enviársela a su hermana. Melissa lo acompañó en sentimiento.
—Tenemos que volver cuando terminemos —le había dicho—. Unas semanas de turismo en Francia, ¿cómo lo ven?
—Como demasiado bueno para ser verdad —había sido la respuesta de Sam.
Sin embargo, eso no los detuvo de comenzar a planificar sus próximas vacaciones. No se conocían, hasta la tarde anterior solo habían sido compañeros de aventuras desafortunadas, pero esa mañana todo parecía haber cambiado. Y a Melissa le gustaba, le gustaba mucho. Deseó con todas sus fuerzas guardar para siempre esa mañana en su memoria, y esperó que hubieran muchas más de esas en su futuro.
Pero a medida que el tiempo transcurría y que la comida se agotaba, las conversaciones comenzaron para rumbear en dirección al elefante en la habitación, a la completamente surreal idea de salir de la atmósfera terrestre para buscar un viejo crucero alienígena, sin saber con exactitud qué —o a quién— iban a encontrar adentro.
—¿Están todos seguros de esto? —preguntó Melissa—. Es una jugada arriesgada, nada nos asegura que vaya a salir bien, podemos morir de mil formas distintas o quedarnos atrapados en el espacio para siempre. No sabemos con seguridad si estamos persiguiendo fantasmas o de verdad hay algo sobre lo que preocuparnos allí arriba. Necesito... —Melissa tomó aire y los miró a todos—. Necesito que si tienen dudas, se queden aquí. Nadie los va a culpar.
Hubo un silencio eterno que le puso los pelos de punta a Melissa. Todos allí intercambiaron miradas, la mayoría asustadas. Jason y James parecían más asustados que el resto, lo que solo incrementó las sospechas de la rubia de que algo estaban ocultando. Sabía que Jason no le había dicho toda la verdad cuando recién lo encontró, y en su momento lo dejó pasar. Pero ahora estaban por embarcarse en una peligrosa misión, ser honestos con el otro era primordial para asegurar la supervivencia grupal.
Cuando fue a increparlos, notó los ojos de Jason fijos en ella, esos castaños ojos de cachorro que a veces hablaban las palabras que él no podía pronunciar. Y en ese momento le estaba pidiendo que no interviniera. Ella alzó las cejas. Me debes una explicación. Él asintió.
Esperaba que los dos estuvieran en sintonía y el mensaje fuera el mismo para ambos.
—Yo voy. —Elizabeth fue la primera en romper el silencio—. Peligroso o no, ¿cuándo más voy a tener esta oportunidad?
—También yo —aportó Steve.
—Y yo —lo siguió Sam.
—Esto ni siquiera es un debate para nosotros, es cuestión de nuestro día a día —dijo Richard, tanto por él como por Carol—. Y por supuesto que presto mi nave para esto.
—Nuestra —corrigió Carol. Richard apretó la mandíbula.
—Nuestra.
—¿Ustedes? —presionó Steve a Jason y James—. ¿Vienen?
De nuevo esa mirada paranoica, ese miedo que infundía en los dos la idea de partir al espacio. Jason había estado más que convencido de hacerlo la primera vez que habían hablado del tema, ¿qué lo hizo cambiar de opinión?
—Vamos —anunció Barnes por los dos.
—Jem...
—Dije que vamos. Los dos.
jason: there are 206 bones in the human body, 207 if james is shouting at me.
ustedes dirán que esto es relleno, yo les digo que todo es necesario. acá todo cuenta!!!
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro