Chào các bạn! Vì nhiều lý do từ nay Truyen2U chính thức đổi tên là Truyen247.Pro. Mong các bạn tiếp tục ủng hộ truy cập tên miền mới này nhé! Mãi yêu... ♥

006


MEMENTO MORI
VOLUME ONE, ISSUE #6

en el que discuten sobre
medicina y arte



PARÍS, FRANCIA
verano 2016

Melissa llevaba un buen rato encerrada en el pequeño —pero extrañamente acogedor— baño. En un principio, tras resolver que saldrían a caminar por las calles de París en cuanto se hiciera de mañana, había decidido tomar una ducha y quitarse de encima las ensangrentadas prendas que vestía. Pero no había contado con el pequeño detalle de que no podía, bajo ningún término, mover su brazo herido.

Al mínimo esfuerzo que realizara, un agudo y punzante dolor le recorría el brazo entero, causando incluso que su vista se desenfocara.

Inhaló y exhaló varias veces. Había pasado por cosas peores. Había tenido un duro entrenamiento en cómo soportar torturas, se había roto una pierna al calcular mal el salto de un edificio a otro; le habían disparado, apuñalado y golpeado más veces de las que podía contar. Y aun así, un mísero disparo en su brazo parecía ser más sufrimiento del que su cuerpo era capaz de aguantar.

Quizás dos años sin violencia en su vida habían sido suficientes para ablandarla. Fuera lo que fuera que había sucedido, Melissa no era fan de ello.

Todavía sentada sobre el borde de la bañera, con su brazo pegado al pecho en la única posición que apaciguaba el dolor, Melissa seguía debatiéndose cómo limpiarse la sangre sin morir —o desmayarse— en el intento cuando un par de golpes en la puerta llamaron su atención.

—Gold, ¿todo bien? —preguntó Rogers desde el otro lado.

—Sí, sí —mintió ella.

—Bien, porque no pretendo apurarte ni nada, pero somos siete personas con un solo baño.

La rubia rio nerviosa. ¿Cómo le explicaba que llevaba todo este tiempo encerrada y no había hecho absolutamente nada más que sentarse a aguantar el dolor? Los estaba haciendo perder el tiempo porque su cuerpo se había desacostumbrado a las heridas que venían con el oficio.

Pensó en volver a mentir y anunciarle que ya saldría o quizás decir que el agua estaba demasiado fría y por ende se limpiaría la sangre más tarde. Sin embargo, en lugar de enunciar una farsa, se sorprendió a sí misma al decir:

—¿Puedes entrar?

—¿Yo?

—Sí —respondió obvia—. Tranquilo, estoy vestida, no vas a ver nada que no hayas visto antes.

Por unos segundos, Melissa creyó que tendría que pedirle a alguien más que fuera a darle una mano, pero entonces el pestillo giró y un extremadamente confundido Steve se adentró a la pieza. En cuanto cerró la puerta a sus espaldas y posó sus celestes ojos sobre ella, su expresión se suavizó.

—¿Te duele?

—Literalmente voy a desmayarme si lo muevo.

—Suena mal, ¿puedo echarle un vistazo?

Melissa asintió y lo dejó acercarse, lo dejó agacharse a su lado, lo dejó examinar la pobremente emparchada herida que estaba a un mal viento de infectarse. Cuando le agarró la mano y el contacto hizo que electricidad recorriera su piel, peleó contra sus instintos por apartarse de inmediato, permaneciendo muy quieta.

Se había prometido confiar en aquellas personas y tenía que empezar a actuar como si se lo creyera.

Steve le hizo abrir y cerrar los dedos varías veces antes de preguntar:

—¿Lo sientes?

—Sí —respondió casi que en susurros, hipnotizada con el repetitivo movimiento de sus manos.

—Bien, al menos no perdiste la movilidad, eso es bueno —habló él como si de pronto se hubiera recibido de médico—. ¿Puedes mover el codo?

—No. Bueno, sí, pero si lo hago entonces lloro. Y nadie quiere verme llorar.

Su comentario casi le saca una risa, pero tuvo que conformarse con un imperceptible arco en la comisura de sus labios. Por alguna razón se sintió decepcionada de sí misma. Podía hacerlo mejor.

—Es muy probable que te hayas destrozado el hueso. Solíamos tener de esos en la guerra todo el tiempo.

Así que por eso parecía saber de medicina ahora.

—¿Cómo lo arreglaban?

—Amputación.

El corazón de Melissa dio un vuelco de golpe y fue consciente de que su presión bajó rápidamente. Si Hydra le hacía perder el brazo... No. No era una opción. No iba a permitirlo.

Entonces notó una extraña mueca en el rostro de Steve. Una ceja levemente alzada, sus labios ligeramente apretados, una mirada expectante.

¿Le estaba...? ¿Le estaba haciendo una broma de mal gusto?

—Casi me da un infarto —le recriminó ella, empujándolo con su brazo sano. Enseguida que lo hizo, él se permitió reír—. ¿Estás loco?

—Lo siento.

—¡No estás perdonado!

—Probablemente necesites cirugía y estarás como nueva —aseguró Steve en pos de calmarla un poco.

—Ir a un hospital es algo que no me puedo permitir.

—Por ahora... Quizás, si probamos que Hydra siempre estuvo detrás de todo, y que los códigos no eran códigos, entonces podrás permitírtelo.

—Eso es muy optimista de tu parte —dijo Melissa. Su corazón añoraba ese futuro, su mente sabía que era un sueño inalcanzable y que debía poner los pies sobre la tierra—. ¿Si me lo ato al cuerpo en esta posición? ¿Crees que sirva?

—Temporalmente, sí, pero no a largo plazo. Es probable que se hinche, se formen hematomas y será cuestión de tiempo antes de que pierdas movilidad en el brazo entero.

—Eso asumiendo que estás en lo correcto sobre mi diagnóstico —apuntó la rubia, quien no quería pensar en el futuro que él presagiaba.

—Exacto.

Melissa suspiró y miró al techo, el cual era tan feo como el resto del baño y tan azul y brillante como los ojos que la miraban en esos momentos.

Tenía sus emociones tan desordenadas que llegó a la conclusión de que tenía que ordenarse a sí misma antes de hacer cualquier otra cosa; poner sus emociones dentro de aquel viejo baúl mental y esconder allí todo lo que no fuera útil para sobrevivir a los días por venir.

Guardó la angustia y la nostalgia, el enojo y la frustración, la felicidad y la calentura que siempre parecía aparecer en los momentos más inoportunos. Se guardó la autocompasión junto con la desesperación. Dejó fuera solamente una seguridad que se sentía tan frágil como un cristal y una fuerza de voluntad tan débil que sería solo cuestión de tiempo antes de que se derrumbara. Pero eso era todo lo que necesitaba, y tenía que ser suficiente.

—Está bien —dijo finalmente, empujando hacia atrás al dolor junto a las lágrimas—. Voy a limpiarme y vendarme de nuevo esto y vamos a salir a buscar a Barnes. Y si me quedo sin brazo, que así sea.

—¿Segura?

—Sí. —La mentira le supo cobriza en la boca.

Poco a poco, ignorando completamente todas las señales en rojo neón que su cuerpo le enviaba, logró separar su brazo de su pecho y, con la silenciosa pero apreciada ayuda de Steve, la sangre seca pronto comenzó a correr bajo la lluvia de la ducha, tiñendo el suelo de un preocupante color escarlata. El brazo limpio pronto dejó a la vista un enorme hematoma verdoso que causó incluso más impresión en la mujer que la herida misma —la cual, dicho sea de paso, se veía bastante normal teniendo en cuenta las condiciones en las que había sido curada.

Tras Melissa sobrevivir a aquello sin desmayarse o llorar, Steve recuperó un botiquín de un estante metálico y le envolvió el antebrazo entero con una venda nueva y limpia, asegurándose de dejarla lo más apretada y firme posible. Melissa creyó que los dedos se le pondrían violeta bajo tanta presión; luego cayó en la cuenta de que probablemente lo sintiera más ajustado de lo que verdaderamente estaba.

—Seguro que Lizzie puede prestarte algo de ropa si quieres —ofreció él.

Le llevó unos momentos conectar que Lizzie era Elizabeth West. Melissa se imaginó vistiendo prendas grunge y, aunque la idea no le emocionaba en lo absoluto, sabía que era su única opción. O se veía como una veinteañera que no había terminado de superar su etapa de adolescente rebelde o pasearía por París viéndose como recién salida de una película de zombies.

Desgraciadamente la opción de adulta que se rehusaba a crecer era la más útil en esos momentos, por lo que terminó asintiendo en acuerdo.



━━━━━━✧ ‎⍟ ✧━━━━━━



Lo que Elizabeth West acabó por prestarle era un atuendo bastante más sobrio que el que había esperado de su parte. Seguro, la camiseta tenía un diseño un poco aniautoritario —lo que era extraño viniendo de una exagente de SHIELD— y los pantalones estaban rotos en la rodilla; pero de alguna forma el conjunto la hacía ver más Melissa y menos Elizabeth. Si es que eso tenía sentido alguno.

Con su inseparable morral marrón colgado al hombro, unos anteojos de procedencia que era mejor no discutir y un latte en la mano que sí podía manipular, Melissa se encontró a la mañana temprano paseando por las bulliciosas calles de un Monmartre que despertaba tan lleno de vida como siempre. Había algo en aquel lugar que levantaba el espíritu de la mujer, que la hacía sentir especial, como si perteneciera. Veía a los artistas callejeros armar sus puestos y suspiraba con ensoñación.

Esa debería ser yo, pensaba, esta debería ser mi vida.

Habían dividido la búsqueda en tres equipos diferentes: Sam y Elizabeth se encargaban de la zona sur —la chica se había negado rotundamente a que la enviaran sola con otras personas que no fueran quienes ya conocía—, Richard y Carol investigaban las zonas este y oeste —mayormente porque Richard ansiaba ver la Torre Eiffel por primera vez en su vida—; lo que dejó a Melissa, Jason y Steve encargados de la zona norte. Y por insistencia de la rubia habían comenzado por aquel turístico y artístico barrio.

Caminaron sin rumbo establecido, por momentos olvidando por completo la verdadera razón por la cual estaban allí. La música, el ambiente y el gentío terminaron arrastrándolos por distintos lugares como si de una corriente de agua se tratara. Antes de percatarse, cuando el sol ya había cruzado su cenit, se encontraron transitando calles cada vez más periféricas y vacías, cayendo en la cuenta de que se habían desviado más de lo necesario.

Jason fue quien terminó insistiendo en regresar a su punto de partida. De acuerdo con su explicación, confiaba en que, expuestos en un lugar turístico, con sus rostros totalmente visibles —más precisamente, el de él—, James sería capaz de encontrarlos.

Y una vez más, persiguiendo las artes y el turismo, regresaron al viejo barrio, en el cual ahora ondas de exquisitos aromas a comida hacían rugir sus estómagos. Compraron unos crepés salados por el camino y terminaron sentados en la monumental escalera que llevaba a la aun más monumental basílica de Sacré-Cœur.

Tras finalizar su almuerzo, Melissa decidió hacerle caso a la pequeña voz en el fondo de su cabeza. Se puso de pie, señaló hacia la basílica a sus espaldas y anunció:

—Voy a entrar, ¿alguno viene?

—No, prefiero quedarme aquí un rato —se negó Jason a la invitación—. Además, estoy seguro de que Dios estará agradecido de que no quiera pisar suelo sagrado.

—Como quieras, ¿Capi?

—Supongo que un poco de turismo no le hará mal a nadie—dijo encogiéndose de hombros y parándose. Luego, dirigiéndose a Jason, añadió —: ¿Seguro que estarás bien aquí afuera por tu cuenta?

—Sí, tú tranquilo. No es como si Hydra fuera a atacarme en uno de los lugares más turísticos de la ciudad.

Los tres sabían que esa era una situación bastante probable, pero ninguno dijo nada. Melissa y Steve asintieron, apoyando la decisión de Jason, y se encaminaron hacia la majestuosa obra arquitectónica que tan cautivada traía a la rubia.

Se detuvo unos segundos en la puerta para admirarla. Sus enormes cúpulas siempre habían sido merecedoras de su completa atención y habían logrado quitarle el aliento, así como también habían sido retratadas incontables veces en pequeños bosquejos que llenaban su libreta de dibujos. Pero los trazos sobre las hojas o las fotografías en internet no le hacían justicia a la belleza de la realidad.

—¿Religión o arte? —preguntó Steve a su lado.

Ella dejó de prestarle atención a la basílica para mirarlo a él, quien parecía estar analizando el edificio en busca de aquello que tanto atraía a Melissa.

—¿De qué hablas? —inquirió ella.

—¿Te gusta tanto desde el lado de la religión o desde lo artístico? O histórico —se apresuró a añadir—. Sé que tiene un gran valor histórico también.

—¿Qué te hace pensar que me gusta?

Steve bajó la vista para prestarle atención a ella.

—Tus ojos tienen un brillo especial, además de que no estás haciendo eso con las cejas.

—¿Y qué se supone que hago con las cejas? —preguntó Melissa a la defensiva, sus brazos cruzados sobre su pecho.

—Exactamente lo que haces ahora—explicó Steve y, para enfatizar en lo que estaba diciendo, le tocó la frente, gesto que la obligó a batallar para no alejarse de manera arisca. En ese momento Melissa notó que sus cejas estaban inclinadas hacia abajo y más juntas de lo que deberían, por lo que se apresuró a relajarlas—. Lo has hecho prácticamente todo el tiempo, incluso cuando estabas inconsciente.

—No me sorprende que me duela la cabeza constantemente.

—No estoy seguro de que eso influya —dijo Steve, una vez más con su misteriosa tonalidad que hacía que Melissa se cuestionara si realmente sabía algo de medicina o si solo estaba inventando cosas en el momento—. Entonces, ¿arte o religión?

—Arte. O bueno, arquitectura en realidad —explicó y siguió su camino hacia el interior. Allí los vitrales y fresnos volvieron a maravillarla tal y como lo hicieron la primera vez que la vio, cuando no era más que una ingenua niña—. Una de las pocas cosas que todavía tengo de mi infancia temprana es un viejo libro de arquitectura. No sé por qué me habré obsesionado con él cuando solo tenía seis años, pero lo he tenido conmigo desde entonces. Nunca encontré otra copia en internet, y el libro no menciona al autor, solo las iniciales de su antiguo dueño. —Melissa hizo una pausa y rio nerviosa—. Como sea, el punto es que las primeras palabras del libro son «un buen arquitecto sabe que, cuando construye algo bueno, esto al final acaba por construirlo a uno mismo». A mi yo de seis años le encantó la frase, porque desde entonces supe que quería dedicar mi vida a la arquitectura.

—¿Y qué pasó? —cuestionó Steve. Melissa lo miró de reojo, esperando a que se explayara con su pregunta—. La Academia de SHIELD no se destaca exactamente por educar arquitectos.

La rubia volvió a reír nerviosa y bajó la cabeza.

—Conseguí una beca para la escuela de diseño de Harvard y no logré terminar el primer semestre pues me echaron. Fue una estupidez, me encontraron tratando de entrar marihuana al campus. Creo que mi compañera de habitación me delató, no le caía muy bien —reflexionó ella y torció el gesto ante el recuerdo de aquella chica. Luego se encogió de hombros y siguió con su historia—. Harvard me puso en la lista negra, lo que no me permitió conseguir más becas para ninguna otra universidad. No tenía dinero propio y no quería hacer gastar un dineral a mis padres en mis estudios, y en un idiótico impulso me inscribí en la Academia. Después de que Jason y Dick hayan insistido en que me necesitaban ahí con ellos, por supuesto.

Melissa miró a Steve, a la espera de una respuesta o de algún comentario sobre su trágico pasado, pero simplemente lo encontró con esa mueca que ya le había calado antes; como una sonrisa que desesperadamente intentaba reprimir.

—¿Qué te pasa?

—Nada —respondió con timidez. Ella alzó las cejas, cruzó sus brazos sobre el pecho y dejó de caminar. Si se iba a reír de su historia, merecía saber por qué. Steve se detuvo un par de pasos más adelante y se giró a mirarla—. ¿Qué?

—¿De qué te ríes?

Los celestes ojos del rubio se movieron de un lado a otro, como si estuviera sopesando todos los posibles resultados de él abriendo la boca. Finalmente suspiró, rendido.

—Hablas como británica cuando hablas rápido, ¿lo sabias?

Ella asintió, algo avergonzada. Odiaba que le apuntaran sus defectos. Obviamente que a Steve no le importaba su vida, ¿por qué habría de hacerlo? Lo había aburrido con su historia y ahora todo sería incómodo para ambos, solo porque no supo cerrar su boca cuando debía.

—Lo siento —se disculpó y comenzó a caminar hacia la salida.

—No, no, espera. —Steve trotó tras ella y la alcanzó por la muñeca, sin agarrarla demasiado fuerte—. Lo siento, no quería ofenderte. Es solo que... para alguien que pasó la noche entera tratando de parecer misteriosa y con muros altísimos a su alrededor, es refrescante ver cómo te abres y eres tu misma al hablar de algo que te apasiona.

¿Era eso... un cumplido?

—Y si quieres contarme más —siguió hablando—, soy todo oídos. Lo digo en serio, tu vida suena extremadamente intrigante.

Sí era un cumplido entonces. En medio de la confusión que sus palabras le habían infundido, Melissa se encontró sonriendo, y notó el efecto tranquilizador que dicho gesto tuvo en él.

—No —terminó diciendo—. Te toca. ¿Qué hubieras hecho con tu vida si hubieras regresado a casa después de la guerra?

Steve lo pensó un rato. Mientras tanto, continuaron con su paseo por la basílica, con Melissa constantemente escudriñando a los turistas allí presentes en busca de uno que pudiera amenazar con su bienestar.

—Escuela de arte —fue su respuesta final, la cual tomó a Melissa por completa sorpresa.

—¿En serio?

—En serio. Fui por un año, pero me hubiera gustado seguir, aprender más cosas.

—¿Qué estudiaste? —cuestionó Melissa, fascinada por este nuevo pedazo de información de Steve que cambiaba por completo la idea mental que se había hecho de él.

—Dibujo, más que nada. Creciendo... no tenía mucho. —Suspiró nostálgico—. Pero sí tenía un carboncillo y un pedazo de papel en el que bosquejar. De alguna forma, eso era suficiente, sentarme en el piso de mi cuarto y dibujar era suficiente para olvidarme de los problemas de una vida sobre la que no tenía control alguno. Lo siento, sé que no estoy haciendo sentido alguno.

—No, todo lo contrario, te entiendo perfectamente. Yo...

Cuando Melissa estuvo a punto de comenzar a soltar una verborrea sobre su infancia y sobre cómo, por gran parte de ella, dibujar era su única forma de expresar las historias sobre sus cicatrices más viejas cuyas heridas no recordaba haber recibido, divisó a alguien entre el público que llamó su atención. En el buen sentido, por suerte.

Cabellos largos por los hombros, una mirada llena de sombras que cruzaba su rostro, chaqueta y guantes encima que cubrían la totalidad de sus brazos a pesar del extremo calor que comenzaba a sofocar en esa época del año. Y, si Melissa entrecerraba los ojos lo suficiente, podía vislumbrar la figura de un arma de bajo calibre escondida en su espalda baja.

No hacía falta ser muy inteligente para reconocerlo.

Codeó a Steve a su lado para acaparar su atención y señaló con un discreto movimiento de mentón a su objetivo. Al verlo, sintió como se tensaba a su lado y su respiración se tornaba irregular. No debía ser sencillo, pensó ella, ver a un viejo amigo de esa forma.

—Es Barnes, ¿cierto? —preguntó solo para asegurarse de que estaba en lo correcto.

—Sí.

—Sé que es tu amigo, pero debemos proceder con cuidado. Estamos rodeados de civiles y en suelo sagrado —apuntó ella—, no podemos ponernos a pelear y hacer una escena.

—No hay necesidad de pelear —atacó él.

—Por nuestro bien, esperemos que estés en lo correcto.

Sutilmente, con el mismo paso tranquilo y parsimonioso que habían llevado hasta ahora, se encaminaron en su dirección. Barnes hizo lo mismo al percatarse de su presencia, encontrándose los tres en el medio, en un incómodo concurso de miradas.

Para sorpresa tanto de Melissa como de Steve, fue Barnes quien habló, y sus palabras no tenían el más mínimo de sentido para ninguno de los dos.

—¿Dónde está?

—¿El qué?

—Jason —respondió Barnes y su atención recayó en la rubia. Lo notaba nervioso, asustado incluso—. Eres Melissa, ¿cierto? —La susodicha asintió, completamente sorprendida de que Kirk le hubiera hablado lo suficiente sobre ella como para que la reconociera al instante—. Jay dijo que iría a buscarte, supongo que te encontró porque aquí estás. ¿Dónde está él?

—Afuera, en las escaleras —le informó Steve—. ¿Buck...?

—Sí, soy yo —aseguró él con cierto alivio.

Esa afirmación fue suficiente para Steve, quien alcanzó a su viejo amigo en un cálido abrazo que ambos parecían llevar necesitando por un buen tiempo. Siete décadas, para ser más exactos. Melissa apretó los labios en una sonrisa. Al menos esa parte del plan sí había salido bien.

Sin embargo, la preocupación de James comenzó a causarle un escozor que no podía alcanzar a rascar. ¿Lo había creído muerto? ¿O acaso había más en la historia de lo que Jason le había comentado en un principio? Se planteó preguntarle, hasta que una voz hizo eco por la impresionante basílica y dos palabras activaron los instintos de lucha y escape de aquel trío.

—¡Nos encontraron!

Melissa giró su cuello bruscamente para ver a Jason de pie en la puerta del templo, reticente a entrar y causar más disturbio del necesario. Había cierto pánico en su rostro, el cual se calmó parcialmente al vislumbrar a Barnes junto a los otros dos. Jason miró hacia su espalda, impaciente, y luego volvió la vista adelante, ignorando por completo a los turistas enojados que lo juzgaban por su irrupción o a los guardias de seguridad que imploraban su partida.

Mientras uno de estos lo empujaba hacia afuera, Jason volvió a gritar:

—¡Vámonos!

No debió insistir mucho más.

Corrieron a la salida y, ni bien Melissa puso un pie fuera, su arma ya había salido de su morral y ahora estaba siendo enfundada por su única mano sana. Estaban rodeados de turistas y locales, sí, pero eso no iba a detenerla de dispararle al primer nazi que se cruzara en su camino.

Jason se soltó de los guardias con una sacudida y un gruñido y desenfundó su propia arma. Tenía su mandíbula apretada con fuerza y evitaba a toda costa la mirada de las otras tres personas, especialmente la de Barnes.

Les indicó que lo siguieran por la parte trasera de la basílica, mientras que un equipo de asalto ya comenzaba a vislumbrarse subiendo por las extensas escaleras, liderados por nadie más ni nadie menos que el miserable Adrian Pierce.

Bajaron unos pocos peldaños y causaron un gran revuelo cuando los turistas repararon en que iban armados. Melissa le restó importancia, iban a asustarse todavía más cuando vieran a quienes los perseguían. Tomaron una calle hacia su izquierda, sin tener mucha idea de su plan de escape.

Lo único que importaba en esos momentos era poner la suficiente distancia entre ellos y Hydra, ya luego analizarían qué hacer.

Se podían oír los pasos detrás suyo, como un constante recordatorio de que iban a matarlos en cuanto se les diera la oportunidad. Melissa quería darse media vuelta y gritar, aturdirlos, dejarlos en un horrible estado de mareo y desconcierto que garantizaría un mejor escape para su pequeño equipo; pero para hacerlo precisaba detenerse unos segundos para acomodar su collar, y detenerse en eso momentos significaba la muerte.

Lo que sí tenía tiempo de hacer era llamar por ayuda, por lo que, mientras tomaban otro callejón desconocido en su intento de perder a Hydra en el laberíntico barrio, apretó el botón en su arete. Con suficiente suerte, Richard y Carol llegarían a tiempo para pelear si el inevitable enfrentamiento con Hydra se desataba.

Dos cuadras más arriba, Melissa se alegró de haber llamado a los guardianes espaciales cuando se encontraron atrapados en un callejón sin salida. Los adoquines los guiaban a un precioso mural que ilustraba los sentimientos de los parisinos sobre ciertas nuevas políticas, pero no les ofrecía un medio de escape. Y antes de poder salir por donde habían llegado, Hydra los encontró en la esquina.

Melissa cerró los ojos, lista para recibir un disparo mortal que nunca le llegó. Confundida por continuar con vida, los abrió, solo para ver a Adrian Pierce caminar hacia ellos como si fuera el rey del mundo. Había una sonrisa de superioridad en su rostro y los miraba fijamente. Al lado de ella, donde antes había estado Jason, ahora estaba Barnes cubriendo a su amigo, dispuesto a luchar. Melissa no quería ni imaginar lo que debía ser para él estar frente a frente con las personas responsables por arruinarle la vida.

—¡James! —saludó Pierce como si se trataran de los amigos más cercanos—. Tanto tiempo.

—Vete al infierno.

—Que lindo —rio, sin dejar de caminar hacia ellos—. Dámelo.

—Sobre mi cadáver.

—Por favor, dime que llamaste a Rider —oyó mascullar a Jason a sus espaldas.

Fuera lo que fuera que estaba sucediendo en esos momentos debía ser grave si implicaba que Jason, voluntariamente, imploraba por la asistencia de Richard.

Tal y como si lo hubiera invocado, Richard y Carol bajaron del cielo como dos flamantes antorchas, causando la abrupta detención de Pierce, así como una posición defensiva por parte del resto de Hydra.

Melissa metió la mano sana en su morral, lista para sacar su collar de Songbird, pero la cálida mano de Carol le indicó que no sería necesario. ¿Estaba loca? No tenían casi defensa. Al menos, si iban a morir, debían llevarse a unos cuantos de Hydra con ellos. Pero la mujer espacial solo le sonrió, de esa forma en la que era posible deducir que había un plan un tanto descabellado maquinándose en su interior.

Tal y como si se hubieran comunicado telepáticamente, y sin previo aviso, Richard y Carol tomaron la delantera, ambos con sus cuerpos completamente envueltos en una energía cósmica amarilla que parecía tener vida propia. Antes de que sus enemigos pudieran defenderse y dispararles, movieron sus brazos como si barrieran el aire, e increíbles blasters emanaron de sus manos, llevándose consigo a todo agente de Hydra de pie frente a ellos, como si no fueran más nada que un grupo de hormigas.

¿Estaban muertos? ¿O solo desmayados? ¿La energía los había quemado? ¿Acababan de causar un asesinato en masa? Melissa no sabía cómo sentirse al respecto.

—¿Están muertos? —cuestionó Barnes con su vista fija en el cuerpo inerte de Pierce.

—No, pero ustedes lo estarían si nosotros no llegábamos a tiempo.

—¿Qué querían? —cuestionó Melissa, dirigiéndose específicamente a James y Jason.

—Las coordenadas, supongo —adivinó Jason encogiéndose de hombros.

La respuesta no la convenció en lo absoluto. Había algo que Jason no le estaba contando. Solo esperaba que ese algo no pusiera a todo el grupo en peligro de muerte.

—Tenemos que irnos —intervino Steve—. Si no están muertos, despertarán en un rato, y no queremos estar cerca para cuando eso suceda.


















che me hice un tiktok y estoy subiendo edits de esta historia ahí. si me quieren seguir, el user es el mismo que acá (rogerscult)!!

Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro