005
MEMENTO MORI
VOLUME ONE, ISSUE #5
en el que Richard Rider tiene su
momento fanboy
PARÍS, FRANCIA
verano 2016
La culpa estaba comiendo vivo a Jason. Por un capricho, por haberse creído más inteligente que el resto del mundo, había dejado caer un sinfín de problemas sobre Melissa, lastimándola en el proceso. Había adoptado el trabajo de curar su brazo sin proferir una sola queja, pero él no era doctor alguno, y no había forma de saber cuánto daño la bala le había causado hasta que no despertara.
Hasta donde recordaba, jamás había estado tan preocupado por alguien en su vida, ni siquiera cuando estuvo toda la noche en vilo esperando que le dijeran por qué una simple cirugía que no debía durar más de dos horas estaba llevando casi diez. Y la persona que habían operado esa vez era su padre, que en paz descanse dicho sea de paso.
Tras haberle extraído a Melissa la bala del brazo, cosido y enmendado con los pocos insumos con los que contaban los Vengadores, y estando sentado en un sillón de cuero desgastado, con la cabeza de su amiga descansando sobre su regazo, había llegado la peor parte de la noche: esperar. Esperar a que Melissa despertara, esperar a que Steve Rogers dejara de discutir con la tal Elizabeth en la habitación de al lado, esperar a que llegara el momento adecuado para agruparse y trazar un plan de acción, esperar a que el imbécil de Richard llegara a salvarlos. Esperar a que Sam Wilson dejara de mirarlo como si quisiera estrangularlo.
Por quinta vez en los últimos dos minutos, Jason se movió en su lugar, incómodo. Se rascó la barba que comenzaba a molestarle, se acomodó los rulos que le caían sobre la frente, carraspeó un par de veces y se planteó ponerse a silbar alguna canción. Frente suyo, Sam parecía estar de lo más tranquilo, como si disfrutara de lo incómodo que se encontraba el recién llegado.
Jason decidió acabar él mismo con su propio sufrimiento e iniciar una conversación, o de otra forma enloquecería.
—Así que Falcon, ¿eh? —dijo, sin tener la más remota idea de a dónde quería llegar con eso, pero desesperado por hacer algo de ruido y no arriesgarse a perderse en su cabeza. No era un lugar bonito para estar perdido—. Debe ser divertido volar por ahí y...
—Por favor, no es necesario que te tortures tratando de iniciar conversación.
—Tortura es no iniciar una conversación —lo contradijo. Sam alzó las cejas con picardía y a Jason le hirvió la sangre—. ¿Te divierto?
—Sí, la verdad que sí.
—Lo que me faltaba —resopló Jason, hundiéndose en el sofá y tapándose la cara con su mano. Ojalá la tierra se abriera y lo tragara.
—Estuviste solo por años, ¿no deberías estar acostumbrado al silencio?
Por supuesto que lo estaba. Tras separarse de James, Jason había pasado meses sin entablar conversaciones con otro ser humano, al punto en el que llegó a olvidar el sonido de su propia voz. Pero eso no lo molestaba. Estar frente a frente con alguien, quien posiblemente lo juzgara, y no emitir palabra alguna para intentar arreglar la imagen que el otro percibía de él... Lo volvía loco.
—No me gusta que me juzguen en silencio —fue lo que acabó diciéndole.
—¿Quieres que te juzgue?
—¿No lo haces ya?
—Lo hice —le confesó Wilson, encogiéndose de hombros—. Luego leí tus archivos. Ahora solo te tengo lastima.
Oír eso lo hizo sentir físicamente enfermo.
—No sé qué es peor.
Sam rio, genuinamente divirtiéndose con su incomodidad, pero su risa fue esfumada incluso antes de que Jason encontrara una forma de callarlo cuando un fuerte pitido retumbó en aquel feo estar de diseño modernista. Ambos alerta, con sus manos sobre sus respectivas armas, escanearon visualmente el lugar por amenazas. Chequearon las ventanas, esperando que la tenue luz de una lámpara de pie no delatara su presencia a quienes estuvieran afuera, pero no encontraron más nada que las primeras luces de un nuevo amanecer.
Tras regresar sigilosos al medio de la sala, Jason reparó en la intermitente luz entre los cabellos de Melissa, proveniente de uno de sus pendientes. La urgencia de golpear algo se apoderó de él, como un instinto primitivo que casi no puede controlar.
—Tranquilo, Wilson —dijo entre dientes, dejando su arma a un lado—. Solo es el anuncio de que la ayuda ya llegó.
—¿A quién te refieres por ayuda? —consultó el moreno, sin bajar la guardia.
—A un idiota bueno para nada.
—¡¿Me estás jodiendo?! —gritó alguien tras la puerta.
Su voz fue suficiente para que la sangre de Jason comenzara a hervir. De verdad había creído que no lo vería nunca más y, sin embargo, allí estaba, con nada más que una puerta separándolos.
Sam Wilson reparó en su enojo al instante, lo cual fue suficiente para que dejara su arma a un lado y recibiera a la ayuda como si fueran sus amigos de toda la vida. Cuando el Vengador abrió la puerta, Jason se olvidó de todos los problemas que lo aquejaban y se quedó sin la capacidad de formular algún insulto inteligente que dirigirle a Rider. Pues allí estaba, de pie en la oscuridad, tal cual la última vez que lo había visto, vistiendo ropas que parecían carísimas y con esa sonrisa que incitaba a cualquiera a golpearlo en el rostro, solo por la satisfacción de verlo sangrar.
Lo único diferente era que ahora estaba acompañado de una igual de elegante mujer, quien parecía estar mimicando la sádica sonrisa de Rider.
—Jason, cucaracha, Kirk —dijo Richard al tiempo que entraba en la sala y ponía sus asquerosas manos sobre los hombros del susodicho. Él tuvo que hacer uso de su fuerza de voluntad para no reaccionar violentamente al contacto físico no requerido—. ¿No pensabas avisar que te habías levantado de la tumba?
Jason cerró un puño a su lado, clavando sus uñas en su palma, totalmente consciente de que era la única forma de evitar que aquello terminara en una pelea. Comenzaba a temer la posibilidad de perder el control.
—No pensaba verte nunca más en mi vida.
—Que tierno —rio Rider y lo apretó en un abrazo—. Buena forma de llamar la atención, pero morir y revivir era mi truco.
—Créeme que lo último que quiero es ser como tú, Dick —dijo Jason haciendo énfasis en su apodo, de manera irónica. Luego lo empujó para que quedara lejos suyo antes de que su tacto lo sacara de quicio y desencadenara otro tipo de problemas.
—Lamento interrumpir... lo que sea que sea eso —habló Sam Wilson—. Pero ¿ustedes son...?
—Carol Danvers —se presentó la mujer que había llegado junto a Richard, estrechando su mano con Wilson.
—Richard Rider, me llaman Nova.
Incluso su forma de presentarse era pretenciosa. «Me dicen Nova». ¿Quién se creía? Nadie iba por ahí anunciando sus sobrenombres y títulos a la gente que recién conocían. Era un egoísta, idiota, hijo de...
—Kirk, si sigues pensando tanto en mí te va a explotar ese minúsculo cerebro tuyo —se burló Richard.
—Tan maduro como siempre, Rider —masculló Jason—. ¿Por qué no te vas por donde viniste? Estamos bien, podemos manejarnos sin tu ayuda.
—Creeré eso cuando Melissa me lo diga. Que, por cierto, ¿dónde está?
—Desmayada en el sofá —le indicó Sam.
El par de recién llegados se acercaron a la inconsciente mujer. Richard enseguida vio la venda que envolvía su brazo, mientras que Carol simplemente la analizaba, probablemente uniendo la imagen de Melissa con los cuentos e historias que habría oído de ella.
—¿En qué se metieron? —consultó Rider, dejando de lado, por un momento, su actitud pedante.
Jason creyó que sería correcto si él también intentaba comportarse como un ser humano decente. Al menos mientras discutían temas de vida o muerte.
—Para hacértela corta, nos persigue Hydra.
—¿Hydra? ¿Esos no estaban muertos cuando...? —Richard se detuvo en seco y su expresión cambió por completo a una sorpresa absoluta cuando su atención se enfocó en algo detrás de Jason—. Oh. Por. Dios.
—¿Ahora qué mierda te pasa?
Al momento en que preguntó eso, Jason siguió la mirada de Richard y se encontró con Steve Rogers y Elizabeth West, quienes finalmente habían dejado de discutir, entrando a la sala para conocer a quienes acababan de admitir en su casa segura. Jason rio por lo bajo, en una exhalación.
De tanto preocuparse por que no lo apresara o asesinara en los últimos días, había olvidado por completo que Rogers era, quizás, la persona más célebre del mundo. O al menos de America. La gente normal solía tratarlo como tal, y Richard no era la excepción a la regla. De hecho, si su memoria no le fallaba —que no sería raro si lo hiciera—, Jason recordaba que Richard supo ser un ávido colector de cómics del Capitán América en su infancia.
—Capitán Rogers, tengo que decirle, es todo un honor conocerlo en persona —dijo Richard con voz temblorosa de la emoción—. Richard Rider, gran admirador. Lamento irrumpir sus asuntos de esta manera, pero Melissa solicitó mi presencia hace un rato para ayudarlos. Espero no caer importuno.
—Estás bien, ya estaba informado de que vendrías, aunque nadie me habló de ella —dijo Steve refiriéndose a la mujer que nadie conocía.
—Eso es porque fue una decisión de último momento. Carol Danvers —se presentó la rubia una vez más—. Fury me habló mucho de usted.
—¿Conoces a Fury?
—Se puede decir que somos viejos amigos —dijo ella. ¿Viejos amigos con el director de SHIELD? A Jason ese dato se le hizo tan interesante como preocupante. ¿Cómo había logrado Richard encontrar a la única otra humana en la galaxia? ¿Todavía una que tuviera relación con SHIELD?—. Pensaba pasar a saludarlo ya que estoy por aquí, pero por lo visto ustedes estarían necesitando toda la ayuda posible.
—Suerte para encontrarlo —le deseó Sam Wilson cruzándose de brazos—. El hombre desapareció al segundo en que SHIELD cayó. Nadie sabe dónde está desde entonces.
—¿SHIELD cayó? —preguntaron Carol y Richard al mismo tiempo, igual de atónitos.
—¿Por qué creen que Hydra nos persigue? —dijo Jason—. Son el nuevo SHIELD, estuvieron infiltrados por años en todas las agencias de inteligencia. Han sido épocas difíciles.
—La última vez que vine, Mel dijo que SHIELD estaba en problemas, pero nunca imaginé que... ¿ya no existe?
—No —le confirmó Jason, absteniéndose de hacer un comentario sarcástico cuando notó que de verdad la noticia estaba afectando a Richard—. De todas formas, seguro que todavía algo queda en las sombras. Fury siempre encuentra la manera de volver.
—Eso espero... —Richard suspiró, movió su cabeza de un lado a otro y luego, como si una máscara hubiera caído sobre su rostro, su típica mueca burlona y superior volvió a aparecer, tal y como si nunca se hubiera ido—. Entonces, Hydra los persigue. Genial. ¿Qué hicieron para enojar a los nazis?
—Melissa les robó unos códigos nucleares.
Richard parpadeó un par de veces, tratando de ocultar su extrema sorpresa ante la inesperada noticia que Jason acababa de darle.
—¿Por qué?
—¿No te lo contó cuando se vieron por última vez?
—No, solo me dijo que la habían incriminado y que todas las agencias de inteligencia querían matarla. Y que estabas muerto —se apresuró a añadir—. Lo que jamás me creí, ¿sabes? Porque hierba mala nunca muere.
—Te odio, ¿te lo dije alguna vez?
—Cientos de veces...
—Chicos —intervino Carol Danvers con gran seriedad. Enseguida que dejaron de discutir, se volvió a Jason—. ¿Todavía tienen los códigos?
—Se los dimos a Rogers.
El Capitán asintió, reconociendo que era su momento de actuar, y volvió a sacar la tarjeta de su bolsillo para dársela a Danvers. Estaban confiando ciegamente en los demás, en personas que apenas conocían, y con información demasiado sensible. Un paso en falso y el mundo entero volaba.
Pero Jason no le había mentido a Steve esa noche, de verdad creía que Richard sería capaz de cualquier cosa con tal de proteger y ayudar a Melissa. Y si él había permitido que Danvers lo acompañara y no tenía problema alguno con ella teniendo en sus manos unos códigos capaces de destruir al mundo entero, entonces Jason también confiaba en ella.
Eso era todo, al fin y al cabo. Confianza. Plena y pura. Y ciega.
Carol leía los números una y otra vez, y cada vez que lo hacía sus cejas se enarcarcaban un poco más. Richard se asomó tras ella, apoyando su mentón sobre el hombro de la mujer, y también pareció igual de confundido con lo que estaba leyendo.
Eran números, ¿qué más esperaban?
—No son códigos nucleares —vociferó finalmente Carol y devolvió la tarjeta al portador designado.
Los demás intercambiaron miradas confundidas. El corazón de Jason latió un poco más rápido de lo normal.
—Yo estuve allí, ayudé a robarlos, leí el parte antes de ir a la misión, me han perseguido durante años por ellos. Sé con absoluta certeza que son códigos nucleares —dijo él, aunque no sabía a quién exactamente estaba tratando de convencer.
—No, no lo sabes, porque no lo son —Richard le llevó la contra de manera infantil—. Los códigos nucleares cambian todos los días y, sí, los imprimen en tarjetas como esas —explicó, señalando con un movimiento de cabeza hacia dicha tarjeta—, pero créeme, estos no son códigos.
—¿Y qué son entonces, genio?
—¿Pueden discutir en voz más baja?
A pesar de que quien había abierto la boca para responder era Danvers, quien habló en ese momento fue la otra rubia en la habitación. La atención de todos los presentes pronto dejó la tarjeta de la discordia para pasar a posarse en Melissa, quien acababa de recobrar la consciencia y estaba incorporándose en el sofá.
Richard fue el primero en acercarse a ayudarla, mientras que Rogers fue en busca de una aspirina y un vaso de agua que ya habían dejado listos para cuando despertara. Jason vio el rostro de la mujer iluminarse al segundo en que reconoció a Richard junto a ella, para luego abrazarlo como pudo con su único brazo sano. No pudo evitar poner los ojos en blanco ante la escena.
Tener que convivir con aquellos dos sería, sin lugar a dudas, una verdadera y absoluta tortura.
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Ni bien Melissa había despertado, una preocupante sensación le recorrió el cuerpo junto con un agudo dolor que casi la desmaya de nuevo. No podía mover el brazo.
Fuera lo que fuera que aquella bala había alcanzado era suficiente para dejarla con un brazo menos por, probablemente, el resto de su vida. Necesitaba un seguro médico y una visita a un hospital de urgencias, dos cosas que no podía permitirse viviendo como fugitiva. Por lo tanto, decidió pretender que todo estaba más o menos en orden y recurrió a la vieja táctica de adormecer el dolor con varios analgésicos.
Una vez que no sentía absolutamente ninguna parte de su cuerpo, decidió que estaba perfectamente bien como para regresar a la conversación que había interrumpido.
—Entonces, volviendo a estos números —dijo Richard, mirando fijamente a Jason. Oh, lo que Melissa daría por saber qué había pasado entre esos dos mientras ella dormía—. No son códigos nucleares.
Oír aquello fue como si de pronto alguien le hubiera quitado el piso sobre el que estaba parada. No comprendía qué estaba pasando. ¿Cómo que no eran códigos nucleares? ¿Había arriesgado su vida y se había convertido en una fugitiva por nada?
—Son vectores en el espacio —continuó explicando Carol, la mujer que había llegado junto a Richard—. Son... como coordenadas en la Tierra, nos ayudan a ubicar lugares en el espacio. Son los números que ingresamos en las computadoras de navegación.
—Es la misma cantidad de dígitos y están divididos de la misma forma. La primera parte señaliza la velocidad y los demás números, la posición en los tres vértices —dijo Richard.
A Melissa no le daba el corazón para decirle que, por más emoción que pusiera en su explicación científica, nadie allí había recibido ese tipo de estudios y, por ende, nadie allí tenía la más remota idea de qué significaba lo que acababa de decir. Enseguida Dick pareció percatarse de ello —probablemente viendo el total desconcierto pintado en el rostro de los presentes— y procedió a simplificar su explicación:
—Un sistema de coordenadas, al fin y al cabo.
—Así que... —Melissa suspiró y se rascó la ceja nerviosamente—. ¿Así que todo este tiempo estuve protegiendo unas coordenadas de mierda?
—Tienen que llevar a algún lugar importante, ¿no? —opinó Rogers—. Hydra está dispuesto a matar por su ubicación. Lo que sea que haya allí arriba, debe ser importante.
—No debería serlo. Es... fue un crucero Kree —les informó Carol Danvers, una vez más ignorando por completo que nadie además de ella y Richard conocían el significado de esa expresión—. Fue un laboratorio y un refugio para los Skrulls exiliados. Se supone que lleva abandonado desde el noventa y cinco.
Los pensamientos de Melissa se encontraban nublados por la alta dosis de analgésicos que había consumido, pero de igual forma conjuró suficiente lucidez como para concluir:
—No está abandonado.
—Sí, estoy con Mel en esto —la apoyó Jason—. Ellos deben de saber perfectamente dónde está este... ¿cómo lo llamaste?
—Crucero.
—Eso. Hydra debe tener su ubicación marcada en sus satélites y deben monitorearlo todo el día. No es que quieran recuperar las coordenadas porque no saben dónde está...
—Es que están escondiendo algo allí arriba que no quieren que salga a la luz —siguió diciendo Sam Wilson, continuando con la idea que el par de amigos había comenzado a conjurar—. La pregunta es, ¿qué es y cuán peligroso puede ser para nosotros y el resto del mundo?
Por el rabillo del ojo Melissa notó al Capitán ladear la cabeza, como si de pronto un pensamiento que no le gustaba en lo absoluto le hubiera cruzado la mente.
—¿En qué piensas, Capi?
Él la miró con la sorpresa de un criminal a quien captan in fraganti. Se rascó la nuca con incomodidad y Melissa se sintió un poco mal por ponerlo en esa situación.
Solo un poco.
—Quizás... quizás no esconden algo, sino alguien —se explicó, pronunciando cada palabra como si decirlas en voz alta las dotara de un poco más de sentido—. Si vas a llevar adelante experimentos humanos, ¿qué mejor que el espacio exterior para pasar desapercibidos?
Un lúgubre silencio los cubrió a todos como un frío velo. La realidad era que preferían pensar en que escondían un arma de destrucción masiva a que escondían seres humanos.
Todos podían vivir con la primera opción, pero la segunda era la que les tocaba los nervios, aquellos nervios que los hacían levantarse por la mañana y querer luchar por el bien común. La sola idea de que podían haber personas sufriendo horrores a manos de Hydra en un ambiente inaccesible, totalmente aislados del mundo, le picaba el instinto de pelea a Melissa. Y sabía que no era la única.
Juzgando por las asustadas miradas en los ojos de los presentes, por la forma en la que se relamían los labios que de pronto se habían resecado o por cómo de pronto su postura se había erguido, era posible asumir que todos estaban pensando en lo mismo.
Fue la joven que se había presentado como Elizabeth West quien vociferó lo que pasaba por la cabeza del grupo.
—¿Ahora qué? Vinimos hasta aquí buscando a Barnes y terminamos refugiando terroristas que resultaron no ser terroristas y dos guardianes espaciales. No solo eso, sino que ahora nuestro objetivo deja de ser solo encontrar a alguien que no quiere ser encontrado para sumársele verificar qué mierda hay en una nave espacial a la que estoy segura que no tenemos cómo llegar —resumió sin una pizca de molestia o enojo en su voz, solo puro cansancio y resignación. Miró a Rogers para luego añadir—. ¿Qué se supone que vamos a hacer?
Esa era una excelente pregunta. Melissa confiaba en que Carol estaba diciendo la verdad sobre aquel crucero y no dudaba en ningún momento que Hydra estaba ocultando cosas bastantes peligrosas en el punto más estratégico posible. Fuera un arma o fueran prisioneros, ahora que tenían el conocimiento de su existencia, no podían quedarse de brazos cruzados.
Simplemente no podían. Melissa se rehusaba a continuar con su vida si eso significaba dejar a potenciales víctimas sufriendo otro día más a manos de los nazis.
Tenían que ir hasta allí, eso era seguro.
Pero también tenían que encontrar a Barnes. No solo porque Jason y Rogers iban a morir espontáneamente si no se reencontraban ya con él; también porque quizás tenía algún conocimiento sobre lo que Hydra escondía en el espacio. O al menos algo que les diera un poco más de ventaja antes de lanzarse a hacer una estupidez de, literalmente, magnitudes cósmicas.
Melissa volvió a rascar su ceja y miró al equipo. Los vio a todos pretendiendo que no estaban a la espera de que Rogers les diera indicaciones, así como lo vio a él pretender que estaba pensando un elaborado plan sobre la marcha para calmarlos a todos.
A diferencia del Capitán, Melissa sí tenía algo pensado, y decidió ponerlo sobre la mesa para cortar con el silencio que comenzaba a incomodarlos a todos.
—Encontrar a Barnes es nuestro objetivo principal. Estamos todos en París por él, así que más nos vale no irnos de la ciudad hasta que él esté con nosotros aquí adentro. Luego... —Melissa suspiró, sin creerse que estaba por pronunciar las siguientes palabras de manera no irónica—. Luego vamos... vamos al espacio y... frustramos los planes de Hydra. Si no nos matan antes. O nos matamos nosotros saliendo de la atmósfera. Que todavía no sé cómo haremos.
—Esa parte déjenosla a nosotros —pidió Richard, intercambiando una mirada con Carol. La mujer asintió.
—¿Cap? —llamó Sam Wilson—. ¿Qué opinas?
El susodicho miró a Melissa y ella comprendió al instante lo que le estaba queriendo decir: más te vale estar en lo correcto sobre esto. Ella asintió, porque las mismas palabras se repetían en su cabeza constantemente, y porque estaba dispuesta a probarse a sí misma y a los malditos Vengadores que ella también podía hacer las cosas bien. Que ella también podía salvar vidas si se lo proponía.
Que ella también era de los buenos.
Quizás Steve notó la desesperación en su rostro o, simplemente, como todos llevaban haciendo desde que el fiasco se había desatado, decidió dar un enorme salto de fe y confiar en su palabra.
—Opino que, mientras estemos todos de acuerdo, sigamos los planes de Melissa.
—¿Aquellos a favor de hacer lo que Mel diga? —preguntó Richard levantando su mano de inmediato.
Uno a uno el resto lo fue imitando, algunos más lento que otros, pero al final todos resultaron estar de acuerdo con la idea. Melissa inspiró profundamente, inflando su pecho con falsa confianza que iba a necesitar de aquí en más para no enloquecer.
—Entonces, la decisión está tomada —concluyó Steve—. Gold, esta es tu misión. ¿Cómo propones que comencemos?
—Bueno, no vamos a encontrar a Barnes aquí adentro, así que... ¿Quién quiere salir a ver la ciudad?
ustedes me ven muy tranquila pero este es uno de los pocos capítulos de este fic que me sé de memoria. también es el capítulo que menos cambios tuvo comparado con su versión original de 2019 (me atrevo a decir que quedó intacto, salvo por la mejora en la redacción).
ahora sí que empieza a ponerse más falopa la historia. nos vamos al espacio mi gente!!!
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