Chào các bạn! Vì nhiều lý do từ nay Truyen2U chính thức đổi tên là Truyen247.Pro. Mong các bạn tiếp tục ủng hộ truy cập tên miền mới này nhé! Mãi yêu... ♥

004


MEMENTO MORI
VOLUME ONE, ISSUE #4

en el que tienen que llamar
por ayuda



PARÍS, FRANCIA
verano 2016

Nos encontraron.

Esas palabras habían sido suficientes para activar la desesperación en Melissa. Su profundo sueño y ganas de continuar durmiendo hasta largas horas pasadas del amanecer se esfumaron al segundo en que su cuerpo comprendió que estaba en peligro. Se obligó a levantarse con rapidez, enfocándose en tres simples tareas: recoger sus pocas pertenencias dentro del viejo morral, chequear cuántas balas quedaban en las pocas pistolas de mano con las que ella y Jason cargaban y vestirse de manera apropiada para escapar.

Fue recién cuando estaba por cambiarse de camiseta que notó la presencia de alguien más. Su primer instinto la llevó a querer ejercer la violencia física en su contra, pero enseguida reparó en la calma de Jason y en cómo parecía que estaba al tanto de la situación.

Melissa bajó la guardia, aunque le sostuvo la mirada por unos momentos al enemigo, tratando de descifrar qué tanto podía confiar en la persona que había intentado apresarla unos días atrás bajo órdenes de Hydra. Jason estaba confiando demasiado fácil en las personas que trabajaban para dicha agencia, por lo que debía ser ella la que cuestionara todo.

—Mira que si tengo que dispararte... —comenzó a amenazarlo.

—Melissa... —la reprochó su amigo. Ella lo miró y se encogió de hombros—. Vino a avisarnos que nos encontraron. Pierce está de camino.

—Sí, porque estaban trabajando juntos.

—De haber tenido idea de con quién estábamos trabajando, no lo hubiéramos hecho —se explicó el Capitán pacientemente—. Estamos del mismo lado, lo prometo.

Melissa rio irónica. Todos sus instintos le gritaban que corriera lejos y que no confiara en nadie, siquiera en Jason. Se sentía pequeña y en más peligro que nunca.

Algo no estaba bien. ¿Cómo podía estarlo? Era una fugitiva odiada por el mundo entero, una amenaza que todos querían sacarse de encima.

Se llevó una mano al oído derecho y, sin pensarlo más, apretó el pequeño botón de su pendiente. La ayuda estaba en camino y con suerte en menos de veinticuatro horas ya habría desaparecido del radar de cualquier enemigo para siempre.

—Lo siento, me cuesta trabajo creerme lo que dices cuando tres días atrás me estabas persiguiendo por toda Roma bajo las órdenes de Hydra.

—¡No sabía que era Hydra! —exclamó él y, más que enojado, se lo oía ofendido—. Di mi vida, literalmente, para deshacerme de ellos, y estoy dispuesto a hacerlo de nuevo, ¿sí? Tienes que creerme, jamás trabajaría voluntariamente para ellos.

Melissa, quien hacía solo unos días había leído la página de Wikipedia del Capitán, comprendió exactamente a lo que se refería con dar su vida por la causa. En realidad, tenía más sentido lo que le estaba diciendo en esos momentos que creer que se había aliado con los nazis.

Aun así, la rubia seguía desconfiando plenamente de la situación.

—Dime algo, y dime la verdad, ¿crees que somos inocentes?

—No —respondió sin titubear, causando que tanto Melissa como Jason resoplaran. No que fuera una sorpresa para ninguno de los dos. De todas formas, Rogers decidió respaldar su respuesta—. ¿Los incriminaron? Seguro, las fechas coinciden y Pierce mismo estuvo allí. Pero ustedes todavía tienen los códigos...

—Si tanto los quieres te los doy —lo frenó Melissa con audible enojo. Metió la mano en un bolsillo interno de su morral y sacó una pequeña tarjeta con números grabados en ella. Con solo dos grandes pasos se acercó a Steve y se la dejó frente a su rostro—. Son tuyos, no me importa, quédatelos. Pero recuerda quién te los dio, recuerda quién los tenía y, sobre todo, quién nunca los vendió. Y cuando los devuelvas, como buen perro faldero del Gobierno, recuerda mencionar mi nombre por ahí y explicarles mi situación. Yo sola evité durante dos años una catástrofe nuclear a manos de Hydra. Que eso quede claro.

—Eso está más que claro —aseguró Rogers, extremadamente serio. Sin romper contacto visual con ella, le arrebató la tarjeta de sus manos y la guardó en el bolsillo de sus jeans—. Ahora, ¿podemos todos calmarnos y confiar en el otro? Sé que les pido mucho, pero realmente creo que si unimos fuerzas podemos ayudarnos mutuamente.

—¿Para deshacernos de Hydra?

—Y encontrar a Jem —acotó Jason.

Melissa apretó los labios en una sonrisa forzosa y se separó de Rogers. Los miró a ambos, primero a uno y luego al otro.

—Encontramos a James, nos deshacemos de Hydra y luego nos exoneras con las autoridades así puedo volver a casa y ver a mis padres —ofreció ella y extendió la mano en el espacio que había dejado entre su cuerpo y el del Capitán—. ¿Sí?

—Sí —aceptó él, estrechando su mano para cerrar trato oficialmente.

—Perfecto. Ahora, ¿podemos irnos?

Melissa asintió y atinó a recoger las llaves, hasta que un extraño ruido la petrificó. Notó que Jason y Steve también habían reparado en ello, pues parecían tan sobresaltados como ella. Se quedaron en completo silencio, inmóviles en sus lugares, hasta que el mismo ruido se volvió a oír con más fuerza.

Eran pasos. Y decenas de ellos.

La rubia abrió la boca para decirles que ahora sí era hora de irse, pero se abstuvo de hacer ruido alguno. Como si le hubieran leído la mente, los dos hombres asintieron al unísono.

Teniendo todo lo importante a mano —o, mejor dicho, colgado a sus hombros— y haciendo el menor ruido posible, los tres se encerraron en el pequeño y feo baño. No era el plan de escape más glamoroso de la historia, pero la ventana era suficientemente grande como para que pasaran todos a través de ella, y el basural que podían llamar patio trasero no era accesible con facilidad desde la calle.

Para el momento en que Hydra descubriera cómo ingresar, ellos ya habrían desaparecido.

—Tengo que preguntarlo, ¿cuál es el plan? —murmuró Rogers, de manera casi que inaudible.

—Correr, lo más lejos posible y sin hacer el más mínimo ruido. Después veremos lo que sigue —dijo Melissa mientras abría la vieja ventana y rezaba en su interior que las oxidadas bisagras no alertaran a sus enemigos de su posición.

—El patio linda con la lavandería de un hotel decente —siguió explicando Jason—. Si podemos acceder al estacionamiento quizás consigamos transporte lo suficientemente rápido para poner buena distancia de aquí.

—No —se negó la rubia, ganándose inquietas miradas por parte de los dos hombres—. Tenemos que alejarnos lo más que podamos. A pie tendremos más posibilidades de pasar desapercibidos.

—O de que nos disparen y maten.

—¿Pueden discutir esto afuera? —pidió el Capitán.

Cuando Melissa empezó a escuchar voces asintió en acuerdo. No ganarían nada discutiendo en esos momentos, excepto perder tiempo con el que no contaban.

Jason fue el primero en cruzar la ventana, oyéndose un estruendo de vidrios y latas cuando sus pies tocaron el suelo. Melissa apretó los dientes y entrecerró los ojos.

—¡Jason! —reprochó en susurros.

—Lo siento, lo siento. No creo que hayan escuchado nada.

—Más te vale.

Desde el otro lado de la pared, Melissa oyó cómo tiraban abajo la puerta de la habitación y su corazón latió con fuerza en su pecho. Mientras el Capitán se aseguraba de seguir los pasos de Jason, Melissa agarró lo que pudo para trabar la puerta del baño y así asegurarles unos pocos segundos más para escapar.

Una vez que Rogers estuvo fuera, se apresuró a seguirlo. Intentaba mantener la calma, pero lo cierto era que el estrés se había apoderado de todo su cuerpo. Sabía que Hydra no la quería muerta, era consciente del doloroso futuro que le esperaba al segundo en que le pusieran sus manos encima.

Cuando estuvo sentada en el alféizar, lista para terminar de salir, Hydra tomó su decisión más inteligente y comenzó a disparar una balacera a ciegas contra el cuarto de baño, completamente consciente de que allí dentro se estaban ocultando. Enseguida que las balas comenzaron, los dos hombres afuera se encargaron de tirarla al suelo para salvarle la vida.

No lo suficientemente rápido como para evitar que una bala alcanzara su antebrazo.

Melissa había olvidado por completo cuánto dolían aquellas cosas y el esfuerzo por no hacer ningún ruido casi la enloquece. Le hubiera encantado gritar e incluso, mientras la obligaban a pararse y a correr, llorar. Pero no hizo ninguna de las dos cosas. En su lugar, se mordió la lengua, se sostuvo la herida con su mano sana y los siguió en completo y absoluto silencio, pero con la vista borrosa, tanto por el agudo dolor en su brazo como por las molestas lágrimas que le quemaban los ojos y se rehusaban a caer.

Atravesaron la lavandería del hotel, asustando al personal nocturno en el proceso y, en lugar de bajar al estacionamiento, Jason —quien lideraba el grupo— continuó por la calle, llevándolos por cuadras y cuadras cada vez más oscuras y sospechosas.

El ruido de los disparos era ahora un suave ronroneo en la lejanía, lo que fue un indicador para Melissa de que era hora de detenerse. Sin avisarle a los otros dos se apoyó sobre la pared exterior de una bonita casa parisina y se atrevió a bajar la vista para chequear su herida, encontrándose con más sangre de la que esperaba ver.

Trató de mover el brazo para poder quitarse la camiseta gris que vestía en esos momentos y utilizarla como venda improvisada, pero el mínimo movimiento fue suficiente para sacarle un grito en forma de insulto. Llevaba dos años sin lastimarse de forma grotesca, pero aun así era capaz de recordar que las heridas de bala no solían doler tanto. Si tenía que adivinar, había alcanzado un hueso. Con suficiente suerte habría evitado dañarle un nervio.

Su insulto debió llamar la atención de sus acompañantes, pues estos aparecieron frente suyo con rapidez y preocupación escrita por todos sus rostros.

—Mierda, Gold, podrías haber avisado —se quejó Jason mientras trataba de analizar los daños sin infringirle más dolor.

—¿Puedes seguir? —preguntó Rogers, adoptando una posición un poco más tranquila que el otro hombre.

—No —confesó muy a su pesar.

—Solo es tu brazo, todavía puedes correr —insistió su amigo.

Su vista volvió a desenfocarse cuando una oleada de dolor le recorrió el cuerpo entero y sus oídos parecieron taparse.

—Creo que voy a desmayarme —les anunció muy a su pesar. Enseguida agarró a Jason con su mano sana e intentó que pareciera que lo estaba mirando a los ojos—. Ayuda viene en camino.

Antes de poder oír la sarta de angustiadas quejas salir de la boca de Jason, Melissa perdió la conciencia.



━━━━━━✧ ‎⍟ ✧━━━━━━



—Así que... ¿quién exactamente es la ayuda que viene en camino?

Tras el desafortunado momento en el que Melissa Gold se desmayó, Steve fue encargado con la tarea de cargar con la inconsciente mujer en brazos por las oscuras calles de París mientras Jason Kirk buscaba un vehículo al que pudiera puentear fácilmente. La situación había escalado de manera estrepitosa, incluso más rápido de lo que había creído en un principio; y aunque normalmente no era alguien que alentara a cometer delitos, la realidad era que estaban en problemas y necesitaban una vía de escape lo más rápido posible.

De esa manera fue que se encontró a sí mismo en el asiento de acompañante de un viejo y destartalado auto que apenas sí podía acomodarlos a los tres, confiando en Kirk la tarea de conducirlos hasta la casa segura donde Sam y Elizabeth los esperaban, mientras Gold se desangraba en el asiento trasero.

—Un imbécil —explicó el hombre a su lado.

Parecía tan enojado que Steve, por un momento, creyó que arrancaría el volante de su lugar. Esa respuesta no lo confortaba en lo absoluto.

—Disculpa, deja que reformule eso —volvió a decir él y se lo oía tan enojado como se lo veía—. Es un traidor hijo de puta

Steve apretó la mandíbula y murmuró con sarcasmo:

—Bien, exactamente lo que necesitamos en estos momentos.

Había estado dispuesto a darles una oportunidad a aquellos dos y ayudarlos a probar su inocencia y recuperar sus vidas, pero ahora ya no estaba tan seguro de su decisión. Todo lo que los rodeaba parecía ser caos y problemas.

Si la situación se reducía a ayudarlos a ellos o proteger a sus amigos, Steve ya sabía qué decisión tomar sin pensarlo dos veces. No iba a poner a Sam, mucho menos a Lizzie, en peligro a cuestas de dos agentes rebeldes totalmente desconocidos.

Jason notó su disconformidad al instante.

—Podemos confiar en él para esto, ¿sí? —intentó asegurarle y parecía que la tarea le estaba costando bastante—. Él es... es lo que es, pero también es un buen agente, y sé que preferiría morir antes que estar en un bando que no sea el de Melissa.

Eso extrañamente lo tranquilizó un poco.

—Así que es SHIELD —adivinó Steve.

—Lo era —confirmó Jason, asintiendo—. Si preguntas por ahí, lleva muerto tres años tras una misión espacial que terminó mal. Incluso le hicimos un funeral. El mejor día de mi vida. —Jason rio, pero había algo en la forma en la que hablaba de aquel hombre misterioso que me hizo creer a Steve que, en realidad, no eran enemigos, pero amigos cercanos—. Luego un día se apareció en la casa de Melissa cuando yo estaba por allí. El hijo de su madre estaba con vida, unos aliens lo salvaron. Ahora vuela por la galaxia y es una especie de guardián espacial.

De todos los posibles escenarios que Steve esperaba oír acerca de la vida de aquella persona, eso era, sin lugar a dudas, lo último en su lista. ¿Guardián espacial? ¿Muerto en el espacio? ¿Salvado por aliens?

O Jason le estaba tomando el pelo —lo cual era muy probable que estuviera sucediendo— o realmente habían personas allí afuera viviendo vidas aún más extrañas que la suya. Lo cual era un alivio a la misma vez que una extrema preocupación.

—¿Cómo dijiste que se llamaba? —preguntó, tratando de pretender que había creído al cien por cien la historia que le contó.

—Richard Rider.

El disgusto con el que pronunció su nombre y el temor a pasar los siguientes minutos en completo silencio con un extraño hicieron que Steve quisiera hacer una pregunta quizás un poco personal. Pero la curiosidad lo estaba matando y necesitaba, de alguna forma, que le demostraran una parte humana de ellos, una parte que le confirmara que no estaba completamente loco en confiar en su juicio.

Melissa no podía hablar, así que era turno de Jason de ganarse su confianza. Y, quizás, hablando sobre un tema personal, encontrarían la forma de conectar.

—¿Me estaría excediendo si pregunto por qué lo odias tanto? —acabó preguntando Steve.

Jason apretó el volante un poco más fuerte y ladeó su cabeza en un suspiro. Eso es todo, pensó Steve, se había pasado de la raya, transgredido el poco nivel de confianza que habían generado entre ellos y ahora se había ganado un frío tratamiento por parte del castaño.

Eso fue hasta que, tras otro suspiro y un nervioso paso de su mano por sus cabellos, Jason habló:

—Él, Melissa y yo fuimos compañeros de clase durante toda la secundaria; amigos, podrías llamarnos. Ellos sabían cosas sobre mí que nadie más sabía ni podía saber. El sur no es exactamente queer friendly —comenzó a explicar y, enseguida que dijo aquello, se giró a mirarlo. Como si creyera que estaba hablando con un dinosaurio, añadió—: Sí sabes lo que es eso, ¿cierto?

—Sí, Jason, estoy bastante familiarizado con el término. No soy un fósil.

Este comentario pareció entretener al conductor y Steve se alegró de que alguien apreciara sus intentos de bromear.

—Como sea —siguió Jason—, en último año estaba este chico en otra clase que me gustaba mucho, pero nunca le dije nada porque, bueno, no quería sufrir bullying por el resto de mis días. Pero al traidor de Rider se le ocurrió exponerme frente a él y decirle que quería llevarlo al baile de primavera, y para el siguiente período la escuela entera había oído el rumor. Para la tarde, el barrio entero, incluidos mis padres —Jason suspiró con pesar—. No tenía derecho alguno a decirle eso, pero lo hizo. Y fui yo quien pagó las consecuencias a diario hasta que entré a la Academia de SHIELD. Fui yo quien echaron de su casa y estuvo años en terapia tratando de superarlo mientras él vivía tranquilo de fiesta en fiesta como si nada hubiera pasado.

—Lamento mucho que eso te haya sucedido —respondió casi que enseguida, extrañamente conmovido por la angustia y traición detrás de cada palabra que Jason acababa de pronunciar.

En parte, comprendía el por qué de su rechazo hacia el tal Richard. Una herida como esa, más a la edad que la había sufrido, era difícil de curar.

—Sí, fue una mierda —concordó Jason.

—Pero ¿igual confías en él para esto?

—Sí. Desgraciadamente, sí —respondió sin dudarlo por un segundo, con suficiente convicción para convencer de inmediato a Steve—. Puede que me haya sacado del closet frente a toda la ciudad por puntos en popularidad, pero está lejos de ser un nazi. Además, ama a Melissa, haría cualquier cosa por ella. Ya verás lo rápido que volará hasta aquí solo porque ella le pidió ayuda.

—Espero que estés en lo correcto sobre él. —Steve suspiró y señaló la calle frente a ellos—. Toma la siguiente a la izquierda.

—Lo estoy —dijo Jason, doblando a la izquierda por una calle empedrada y poco iluminada—. Y tú también, ¿sabes? Tienes razón sobre nosotros, quiero decir.

Steve todavía no estaba del todo seguro sobre eso, pero estaba dispuesto a confiar en ellos, a darles el beneficio de la duda, si eso significaba que lo ayudarían a encontrar a Bucky.

Tras un par de cuadras por aquella molesta y ruidosa calle, le avisó a Jason que era hora de detenerse y lo llevó hasta una vieja casa con una planta baja abandonada a medio construir. Fue allí abajo, entre cortinas de nylon y materiales de construcción que llevaban años sin ser usados, que Jason escondió el auto.

Ya lo devolverían por la mañana.

Bajaron, completamente a oscuras, con una única luz proveniente de una lámpara intermitente en lo alto de la escalera. Mientras Jason se hacía cargo de la inconsciente Melissa, Steve subió hasta el segundo piso y golpeó la puerta tres veces. No tuvo que esperar mucho para que Sam le abriera.

—¿Cómo te fue? —le preguntó. Enseguida debió notar las manchas de sangre que cubrían su ropa y brazos, pues la preocupación pareció apoderarse de él—. ¿Estás herido?

—No, no es mía —lo tranquilizó de inmediato—. Pero deberíamos sacar el kit de primeros auxilios para ella.

Tras decir eso, señaló detrás suyo, donde Jason acababa de llegar con Melissa en sus brazos, ambos con sus ropas manchadas por la sangre de la mujer. Él le sonrió a Sam, pero la imagen fue más espeluznante que reconfortante.

—Gracias por la ayuda —le dijo—. ¿Te importa si entramos? Odiaría que mi amiga se desangrara en tu puerta.

—Seguro... adelante —los invitó Sam, dubitativo, pero haciéndose a un lado para dejarle pasar. Jason asintió en su dirección al pasar a su lado. Cuando hubo desaparecido de su campo visual, Sam dijo—: Entonces...

—Fueron incriminados por Hydra y todavía tienen los códigos. —Steve metió la mano en el bolsillo de su pantalón y sacó una pequeña tarjeta, del tamaño de una tarjeta de crédito, y se la enseñó a su amigo—. Ahora los tenemos nosotros.

—¿Qué vamos a hacer con ellos?

—Todavía no lo sé.

Sam suspiró. Se veía bastante estresado y Steve no lo podía culpar. Eran tiempos estresantes.



━━━━━━✧ ‎⍟ ✧━━━━━━



Richard estaba seguro de que llevaba años sin tener tanta suerte, probablemente la misma cantidad de años que llevaba viviendo en el espacio. Se encontraba dentro de uno de los casinos más exclusivos de la galaxia, vistiendo sus ropas más caras —la cantidad de créditos que había invertido en su atuendo debía ser considerado un crimen— y en su tercera partida de lo más parecido al craps que existía fuera del planeta Tierra. Uno apostaba cierta cantidad de fichas a un número, el alien de cinco brazos lanzaba un dado por cada brazo y quien acertara el resultado se quedaba con todo.

También habían otras reglas un poco confusas que Richard nunca se preocupó por aprender. Su objetivo era ganar, y eso era lo que estaba haciendo en esos momentos: ganando. A lo grande.

Con una racha imparable, digna de recibir una paliza por parte de los dueños del casino si todavía estuviera en la Tierra, Richard olvidó por completo todas sus responsabilidades o la razón principal por la que estaba jugando craps espaciales. Hasta que una luz en el anillo de su mano derecha comenzó a parpadear. Solo había una razón por la cual su joyería tuviera un comportamiento tan extraño y esta razón fue suficiente para desconcentrarlo.

A su lado, una xandariana de tez roja cereza sopló los cinco puños del alien azul antes de que lanzara los dados sobre el circular tablero. Richard se apoyó sobre el borde para poder ver mejor, pero ya ni siquiera recordaba a qué números había apostado. Todo en lo que podía pensar era en qué traía a Melissa tan desesperada como para llamarlo.

Los cinco dados de diez caras rodaron y giraron sobre sí mismos hasta que se detuvieron con una suma que, milagrosamente, volvían a hacer que Richard ganara. Festejó por pura inercia, consciente de que debía tener un poco más de entusiasmo tras haber ganado una exhorbitante suma de créditos.

—Vamos, Nova —le dijo el jefe de mesa, tentándolo con una ficha negra, de esas que valían más de lo que Richard jamás podría ganar entre su trabajo y las apuestas—. Una partida más.

La posibilidad de ganar tantos créditos hizo que se relamiera los labios. Una sola partida más no iba a dañar a nadie. Miró el pozo que había acumulado hasta ahora y se lo imaginó duplicado, incluso triplicado. Sería capaz de vivir como un rey, de finalmente arreglar su nave y conseguir combustible suficiente para abandonar su trabajo con los Nova Corps y convertirse en el nómada espacial que siempre soñó ser.

Solo una partida más.

Cuando fue a empujar sus fichas sobre el tablero, decidido a volver a jugar, vio la intermitente luz parpadear en su mano y, como si de un salvavidas se tratara, regresó a la realidad. Melissa lo necesitaba en la Tierra y él le había prometido estar ahí cuando lo llamara.

Y si lo estaba llamando, algo realmente malo estaba sucediendo, sobre todo teniendo en cuenta que la última vez que la vio se había convertido en una fugitiva internacional.

—Lo siento, prefiero irme con lo que tengo en mano, si no les importa —se disculpó con una sonrisa arrogante y, en lugar de empujar mas fichas sobre el tablero, las empujó dentro de su bolso—. Buena partida, por cierto. Hagámoslo más seguido.

—No tan rápido, Rider.

Richard sintió la presión del cañón de un arma contra su nuca y solo pudo reír ante la situación, dejando salir una carcajada que debió desconcertar a más de uno, incluido aquel que lo amenazaba. Nunca parecían comprender que amenazarlo era la peor decisión que podían tomar.

Continuó guardando sus fichas como si nada malo estuviera sucediendo. La gente solía tratar de iniciar disputas con él todo el tiempo —Richard comenzaba a sospechar que el problema era él— y cada una de las veces que esto sucedía, sus agresores terminaban arrepintiéndose de su decisión. El Nova podía aparentar estar en constante estado de embriaguez y tener unos serios problemas con el juego y el dinero, pero contaba con dos ases bajo su manga. El primero, los superpoderes que los Nova Corps le habían regalado cuando salvaron su vida.

El segundo, llevaba una semana conviviendo con él y venía en la forma de una preciosa rubia, también proveniente de la Tierra, y también con poderes cósmicos capaces de pulverizar a cualquiera si así lo quería.

—Deja las fichas si no quieres que te vuele los sesos en este instante —insistió el hombre detrás suyo.

Richard volvió a reír y cerró el bolso.

—Amigo, vas a arrepentirte tanto de haber hecho esto.

—Ah, ¿sí?

—Ah, sí —repitió Carol Danvers.

Desgraciadamente, Richard estaba de espaldas y no pudo presenciar el momento exacto en que aquel alien comprendió que se acababa de meter en problemas y que, de verdad, se iba a arrepentir de amenazarlo. Pero sí logró escuchar el satisfactorio sonido de los poderes de Carol en uso y el gemido de dolor cuando estos golpearon el cuerpo del alien y lo hicieron volar hacia la pared contraria.

Enseguida que esto sucedió, Richard miró al cabecilla de la operación, quien solo asintió en su dirección y le hizo señas indicándole que se rendía. Todos se rendían cuando comprendían que no tenían chances contra ellos.

El Nova se levantó de su silla, quedando frente a frente con su salvadora, sonriéndole con genuina diversión. Ella solo puso los ojos en blanco.

—¿Sabes? De haber sabido que iba a tener que estarte haciendo de niñera todos estos días, no habría aceptado trabajar juntos —le reprochó ella—. Ah, y apestas a alcohol.

En el fondo, Richard sabía que se estaba divirtiendo. Y que ella también había tomado algo por ahí, solo que sabía ocultarlo mejor.

—Como sea, tengo que irme, me necesitan en otro lado —le informó, encaminándose a la salida.

—¿Y dónde es eso si se puede saber?

—La Tierra —explicó Richard, pretendiendo que no notó la clara mueca de disgusto en el rostro de Carol cuando nombró al planeta natal de ambos—. ¿Recuerdas que te hablé de mi amiga Melissa?

—Me suena. Pero hablas mucho de muchas personas, así que...

—Requiere mi ayuda allí abajo. No sé por qué, pero no usa este canal a menos que sea una emergencia —le dijo, señalando su anillo parpadeante—. Esto significa que me llevo la nave por unos días.

Carol pareció contener sus impulsos de matarlo. En su lugar, respiró hondo y le dejó su tiempo a Richard para que intercambiara sus fichas por créditos mientras formulaba en su mente una forma de expresar con palabras lo que más fácil podría expresar con violencia.

Richard llevándose la nave implicaba dejar a la Capitana Marvel sin hogar durante todo ese tiempo. Parte de su mutuo arreglo implicaba que convivirían en aquella nave por el tiempo que les llevara encontrar al pirata de turno que ambos estaban persiguiendo. Esto también se debía a que Richard podía o no haber destrozado por completo el hogar de Carol mientras trataba de apresar a dicho pirata.

Sí, había sido su culpa, y sí, ahora estaba pagando el precio, pero esa era su nave, no podía dejar de usarla para lo que quisiera solo porque a su nueva y temporal inquilina no le convenía. Sus necesidades, en esas circunstancias, iban primero.

Ella podía encontrarse un hotel por ahí en el que hospedarse durante los días que estuviera fuera.

—Bien, iré contigo —concluyó ella, para nada feliz con su decisión.

—¿Segura?

—Segura. Me vendría bien para verme con viejos amigos de todas formas.


















dios mío soy una tarada, me olvidé por completo de decirles. vieron la nueva portada??? la hizo la hermosa y talentosa @celaenamyers (no me deja etiquetarte, cuando no wattpad funcionando mal), quien no solo hace arte en gráficos y pueden pedirle por un link en su perfil, sino que también escribe arte. vayan a leer soulmate y sufran conmigo.

en noticias super menos importantes...

edit viejísimo de la primera versión de esta escena. si no lo muestro acá, no lo muestro nunca. a pesar de los efectos horrendos en las caras, es uno de mis edits favs. (ignoren que la marca de agua dice princesshuri, ese era mi user de 2018-2021 que usaba en @/raresbrie).

esta escena originalmente era un back door pilot para un fic de Richard y Carol que ahora no existe por diversas razones, la primera siendo que esta historia tiene UN solo spin off planificado actualmente y es con un personaje completamente diferente. la segunda, Richard y Carol ya no son más un ship que me interese desarrollar. lesbian!carol rights.

pero bueno, ya que tenía la escena escrita hace años y ya que estamos cambiando de pov a cada rato, dije ¿por qué no añadirla?

Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro