✦ 𝟎𝟎𝟏. shadows of a mystery
𝐜𝐚𝐩𝐢́𝐭𝐮𝐥𝐨 𝐮𝐧𝐨. sombras de un misterio
LA TIENDA DE MADAME SERAPHINE ERA CONSIDERADA LA JOYA OCULTA DE PORT TOWNSEND. Situada en un callejón estrecho lejos de los suburbios, su fachada antigua y discreta ocultaba un tesoro de objetos únicos y exquisitos para los amantes de clarividencia y las artes adivinatorias. El pequeño edificio de dos pisos, con sus gruesas paredes de ladrillo, conservaba detalles de su antigua arquitectura, protegiendo las energías de todos aquellos que habían pasado por allí.
En la planta baja se encontraba la tienda, con ventanas de vitrales coloridos que lanzaban destellos de luz multicolor y una puerta de madera tallada a mano, adornada con la imagen de una medialuna que en su centro sostenía un péndulo de color violeta. Esta misma imagen se plasmaba en el letrero de madera que colgaba al costado del edificio junto con el nombre de la tienda: El Oráculo de Seraphine.
Madame Seraphine era conocida en el pueblo por su aura de misterio y elegancia. Se había ganado el respeto de algunos ──y el temor de otros──, desde el primer momento que había llegado a Port Townsend. Nadie sabía de dónde venía exactamente, lo cual siempre despertaba teorías en cuanto a su persona, y sus respuestas vagas solo alimentaban las especulaciones.
Su tienda era otro misterio.
Al entrar, una campanilla tintineaba suavemente, anunciando la llegada de un visitante. El aire dentro de la tienda estaba impregnado con el aroma de incienso y hierbas secas. Estanterías de madera oscura se alineaban a lo largo de las paredes, repletas de libros antiguos, cristales, velas y frascos de pociones misteriosas. En el centro de la tienda, una mesa redonda cubierta con un mantel de terciopelo púrpura albergaba un mazo de cartas del tarot y una bola de cristal.
Aquel mazo de cartas tenía una única e importante regla: NO TOCAR.
Dawn sabía que aquellas dos simples palabras eran dirigidas para los clientes que asistían a alguna lectura y sólo podían ser tocadas si Madame Seraphine se los permitía. No obstante, para Dawn, la regla era de por vida. Aquella mesa redonda era el sector prohibido de la tienda, un espacio vedado para ella desde el momento en que había llegado a trabajar. Madame Seraphine siempre decía que no estaba lista, que aún tenía mucho que aprender antes de poder tocar las cartas. Aunque Dawn sabía que eso jamás cambiaría.
──Dawn, avísame cuando llegue la señora Jensen ──la profunda voz de Madame Seraphine irrumpió en el silencio de la tienda mientras emergía del fondo de la tienda con su bastón en mano.
Dawn se encontraba cerca de la vidriera con un par de libros en su mano mientras acomodaba un par de cristales que había encargado hacía unos días. Al escuchar la voz de Seraphine, Dawn se enderezó para encontrarse con la mujer a tan sólo unos pasos de ella.
──Si, Madame.
──Estaré en mi santuario ──la mujer, con su pelo platino recogido en un moño perfectamente arreglado y sus ojos verdes penetrantes la observó con un semblante serio analizando detenidamente el trabajo de Dawn antes de agregar:──. Creo que esos libros quedarían bien en la vidriera de la izquierda, junto a la bola de cristal.
Dawn observó los ejemplares en sus manos antes de observar el lugar que la mujer le indicaba. Asintiendo, la castaña se acercó a la ventana para colocar los libros cerca de la bola de cristal, cuidando de que el arreglo resultara armónico en conjunto con las piedras y cuarzos para atraer la atención de los clientes. Podía sentir la mirada penetrante de Madame Seraphine en su nuca, aunque no de una forma amenazante. No obstante, sus manos se movían con delicadeza mientras terminaba de preparar el escaparate.
Madame Seraphine era una figura imponente, no solo por su apariencia elegante, sino por la autoridad que emanaba de cada uno de sus gestos y palabras. Dawn quería demostrarle que podía confiar en ella para mantener el estándar de excelencia de la tienda.
Con los libros finalmente colocados y los cristales reflejando la luz de manera perfecta, Dawn se alejó un poco para admirar su trabajo con una suave sonrisa. Estaba satisfecha con el resultado y esperaba que Madame Seraphine también lo estuviera.
──¿Qué es esto? ──Dawn apartó su vista del escaparate para mirar a la mujer. La seriedad en su voz la alertó en el momento en que vio el libro que observaba sobre el mostrador.
──Es un ejemplar raro de alquimia, Madame ──respondió Dawn sintiendo cómo su corazón latía con fuerza en su pecho──. Lo encontré en una de las vitrinas del fondo de la tienda cuando cerraba ayer a la noche. Pensé que podría ser interesante... ──respondió Dawn con un tono tranquilo, aunque por dentro sentía un leve nerviosismo.
Madame Seraphine tomó el libro entre sus manos adornadas con anillos de piedras preciosas, examinándolo detenidamente. Era un tomo antiguo de encuadernación oscura y desgastada, con símbolos arcanos grabados en la tapa. El título, casi ilegible, brillaba débilmente en letras doradas bajo la luz cálida de la tienda. Sus dedos recorrieron la cubierta con delicadeza
──Este libro es muy especial ──dijo Madame Seraphine en voz baja──. No debe estar expuesto al alcance de cualquiera ──agregó haciendo énfasis en cada palabra. Dawn asintió, comprendiendo la advertencia implícita en las palabras de Seraphine.
──Yo no lo sabía, señora-
──Este no es sólo un libro, Dawn ──la interrumpió. Seraphine empezó a pasar las páginas con delicadeza mientras avanzaba en dirección a ella deteniéndose tan sólo a unos centímetros de distancia──. Este libro es único en todo el mundo. No existen dos iguales ──dirigiendo sus ojos verdes a los marrones de Dawn, la mujer le mantuvo la mirada──. Y por eso, esta prohibido.
──Si, Madame.
Seraphine cerró el libro con un suave chasquido y lo colocó nuevamente sobre el mostrador. Sus ojos volvieron a posarse en Dawn, esta vez con una expresión un poco más suave.
──Bien, confío en que sabrás manejarlo.
Dawn la miró con cierta confusión, su mente divagó un momento ante el repentino cambio de actitud de Seraphine. Si era completamente honesta, Dawn creía que aquel libro le sería arrebatado de las manos con justa razón. Desde que comenzó a trabajar en la tienda, Dawn había sentido una mezcla de fascinación y frustración cuando se trataba de Madame Seraphine. Aún cuando había intentado demostrar que era una aliada para trabajar mano a mano, la mujer la restringía a tareas básicas y en ocasiones, ni siquiera le permitía acercarse a su santuario.
A veces, cuando la tienda estaba vacía y el silencio se apoderaba del lugar, Dawn creía escuchar susurros que provenían de la mesa redonda que descansaba allí, como si las cartas intentaran comunicarse con ella. Pero siempre se decía que era su imaginación jugándole una mala pasada y terminaba por cerrar la tienda para subir al segundo piso donde habitaba.
Había pensado en ocasiones en comunicar sus dudas con Seraphine ──de hecho lo intentó──, pero la mujer simplemente le decía que se trataba de alguna energía residual que debía ser limpiada tras cerrar la tienda. Por lo que sí, que Madame Seraphine le proporcionara aquel libro era un paso importante en cuanto a su confianza, pero no por eso Dawn se sentía convencida.
No obstante, antes de que pudiera decirle algo acerca de aquel libro, la campanilla colgada cerca de la puerta tintineó cuando ésta se abrió dejando ver a una mujer de cabello azabache ingresando al local. Por sobre el hombro de Dawn, Madame Seraphine le dedicó una sonrisa a la recién llegada antes de pasar por al lado de Dawn para dirigirse hasta la entrada de la tienda, su bastón resonando en cada paso sobre la madera del suelo.
──Bienvenida al Oráculo.
──Madame Seraphine ──la mujer le sonrió amablemente, su voz con un tinte de admiración──. Soy Rose Jensen, venía para una lectura de cartas, tal como habíamos acordado. He oído hablar mucho de usted y sus habilidades.
──Señora Jensen, por supuesto ──Madame Seraphine asintió con una leve inclinación de cabeza, invitando a Rose a seguirla hasta su santuario──. Por aquí, por favor.
La señora Jensen asintió a modo de agradecimiento y siguió a Seraphine mientras ésta la guiaba hacia la parte trasera de la tienda. Dawn se apartó para ir hasta el mostrador, observando cómo la figura de Madame Seraphine y la de la señora Jensen desaparecían tras la cortina de terciopelo que separaba la tienda del santuario. Ese espacio al fondo de la tienda, cerca de una escalera estrecha y crujiente que conducía al segundo piso, estaba igualmente envuelto en un aura de completo misterio para Dawn.
Había ingresado en un par de ocasiones solamente cuando se ofrecía para acompañar a los clientes, más nunca caminaba más allá de la mesa donde se desarrollaban todo tipo de sesiones. Dawn había visto muy poco de ese mundo oculto, pero las veces que lo había hecho, había quedado maravillada por la energía electrizante que sentía en el lugar.
Mientras la señora Jensen ingresaba en el santuario, Dawn se mantuvo en el mostrador observando a ambas mujeres de reojo. Madame Seraphine le dedicó una última mirada, su sonrisa amable ──la cual iba dirigida a la señora Jensen──, fue reemplazada por un semblante serio en señal de advertencia antes de cerrar la cortina dejando a Dawn del otro lado en completo silencio. Dawn sabía que esa simple mirada significaba que no podía interrumpir la sesión una vez cerrada la cortina.
Dawn dejó escapar un suspiro mientras tomaba asiento detrás del mostrador, su mirada se desvió entonces al libro que descansaba a su lado. La curiosidad y la incertidumbre se arremolinaban dentro de ella. ¿Qué había cambiado? ¿Por qué de repente Madame Seraphine le había confiado aquel libro? ¿Por qué de repente había siquiera confiado en ella en absoluto?
Aún con cierta duda respecto a la situación, volvió a tomar el libro entre sus manos. La encuadernación antigua y el cuero que la cubría parecía haber soportado décadas de uso. Aquello había llamado su atención en primer lugar mientras acomodaba la noche anterior las estanterías. Era como si el propio libro hubiera clamado su nombre con intención de ser encontrado por ella.
Con cuidado, lo abrió nuevamente, sus dedos rozando las páginas amarillentas mientras sus ojos recorrían los textos y símbolos desconocidos. Un leve sollozo llegó a sus oídos desde el santuario haciendo que levantara su vista en esa dirección. Dawn sabía que en ocasiones, las personas más emocionales y sensibles podían llegar a una conexión energética que quizá terminaba en lágrimas. Ella misma había sido testigo de cómo Madame Seraphine parecía leer hasta el más mínimo detalle de las personas y, por lo general, sus lecturas eran acertadas.
La sala volvió a sumirse en un silencio casi sepulcral, sólo roto por el ocasional crujido de las maderas del piso y el suave murmullo del viento contra las ventanas. Dawn regresó la vista al libro en sus manos sintiendo una extraña sensación de serenidad y tensión al mismo tiempo. Con cada página que pasaba, se sumergía más en los arcanos secretos que el libro parecía guardar celosamente. A pesar de no entender gran parte de los escritos, había algo hipnótico en ellos, algo que la incitaba a seguir leyendo.
La campanilla de la puerta la sacó de su estado de concentración. Una mujer de cabello rubio ceniza, vestida con unas botas negras hasta las rodillas y un tapado marrón largo ingresó a la tienda con un andar elegante. Sus ojos azules brillaban con determinación mientras recorría el lugar, observando cada detalle con una mezcla de interés y desdén. Dawn cerró el libro rápidamente y lo dejó a un lado, poniéndose de pie detrás del mostrador.
──Buenos días, ¿en qué puedo ayudarla? ──preguntó Dawn, intentando mantener un tono profesional a pesar de la inquietud que la presencia de la mujer le provocaba.
La mujer se acercó al mostrador con pasos firmes, y su mirada se fijó en Dawn con una intensidad que la hizo sentir como si estuviera siendo examinada.
──Estoy buscando a Madame Seraphine ──respondió la mujer, su voz firme y autoritaria── Tengo una cita con ella.
Dawn asintió lentamente, tratando de recordar si había visto el nombre de la mujer en el registro de citas, pero su mente seguía nublada por el enigma del libro.
──Madame Seraphine está en una sesión en este momento ──explicó Dawn, señalando la cortina cerrada del santuario──. Tendrá que esperar unos minutos.
La mujer pareció impacientarse, pero no dijo nada. En cambio, echó un vistazo alrededor de la tienda, su mirada se posó brevemente en el libro que Dawn había estado leyendo. Una chispa de algo que Dawn no llegó a notar con claridad pasó por sus ojos antes de volver a mirar a Dawn con una sonrisa en sus labios que la hizo estremecer.
──La espero entonces.
──No es necesario ──la voz de Seraphine llegó a oídos de Dawn, quien ni siquiera se había percatado de su presencia. Había abandonado su santuario y su rostro denotaba cierto aire de desprecio mientras observaba a la mujer frente a Dawn.
──Seraphine, que gusto verte ──saludó la mujer. Seraphine se acercó hasta el mostrador, quedando ambas frente a frente. Dawn podía sentir una cierta tensión creciente en el ambiente, más no se animaba a comentar nada en vos alta.
──¿Qué quieres, Esther?
La mujer ──ahora llamada Esther──, le dedicó una sonrisa engreída mientras parecía analizar sus próximas palabras. Dando otro paso, se acercó un poco más a Seraphine sin apartar su mirada de ella, no obstante, Madame Seraphine se mantuvo de pie sin inmutarse, ambas manos sobre la esfera de su bastón al frente de ella.
Dawn no recordaba haber tratado a la mujer personalmente, pero si tenía el presentimiento de haberla visto en otras oportunidades rondando por la tienda hablando personalmente con Seraphine, y la actitud era siempre parecida. En esas oportunidades, Seraphine buscaba que la mujer abandonara su tienda cuanto antes y nunca pretendía seguirle la conversación, era como si aquella relación fuera tensa desde el comienzo, aunque Dawn jamás había preguntado nada acerca de Esther. Bueno, al menos no desde que lo intentó y Seraphine se negó a responderle.
──Estoy trabajando en algo importante y pensé en pasar por algunas cosas a tu... pintoresca tienda ──dijo Esther, su tono de voz impregnado de sarcasmo mientras echaba un vistazo más cercano a los objetos que llenaban las estanterías.
Seraphine la miró con frialdad, sus ojos oscuros llenos de una paciencia que parecía infinita pero a la vez frágil, como si pudiera romperse en cualquier momento. Dawn podía sentir la tensión acumulándose e incluso ella misma había comenzado a sentir cierto desprecio por aquella misteriosa mujer.
──No eres bienvenida aquí, Esther ──respondió Seraphine con un tono cortante. Esther dejó escapar una risa suave, como si la franqueza de Seraphine le resultara entretenida.
──Siempre tan directa, Seraphine ──dijo Esther, caminando lentamente alrededor del mostrador observando todo con detenimiento.
──Imagino que puedes hacer una pequeña excepción por una vieja amiga ──continuó Esther, su voz con cierto tono de dulzura fingida.
Seraphine no respondió de inmediato. En su lugar, se tomó un momento para observar a Esther, sus ojos estudiándola con una mezcla de desconfianza y cautela. Dawn, observando desde un rincón, sintió un nudo en el estómago; la atmósfera se estaba volviendo sofocante.
──Mis reglas son claras, y no hago excepciones. Especialmente no para ti ──dijo Seraphine finalmente, su voz tan afilada como una navaja.
Esther se detuvo, su bastón golpeando fuertemente contra el suelo. Su sonrisa se desvaneció por un instante, revelando una expresión de disgusto antes de recuperar su fachada despreocupada.
──Qué lástima, querida. Tenía la esperanza de que pudiéramos... olvidar el pasado. Pero veo que tus rencores son tan persistentes como siempre ──dijo Esther, cruzando sus manos sobre el cuervo tallado como mango de su bastón.
Seraphine no se movió, ni siquiera pareció afectada por la presencia de aquella mujer, pero su agarre en el bastón se tensó visiblemente. Dawn sabía que había mucho más en juego en esta conversación de lo que se decía en voz alta. Decidió que, quizás, era mejor mantenerse alerta y preparada para intervenir si las cosas se salían de control. Sin embargo, Seraphine no respondió, no estaba dispuesta a continuar con la conversación.
Esther bufó y se enderezó, lanzando una última mirada despectiva a Seraphine antes de dirigirse hacia la puerta.
──Muy bien, querida. Me iré, pero ten por seguro que nos veremos pronto ──dijo con una sonrisa enigmática antes de salir de la tienda, dejando tras de sí un aire de incertidumbre.
Dawn soltó un suspiro de alivio, como si hubiera estado reteniendo la respiración durante toda la conversación. Sin embargo, la expresión de Seraphine permaneció inmutable, su mirada fija en la puerta por la que Esther acababa de salir.
──¿Está bien, Madame? ──preguntó Dawn con cautela. Seraphine pareció salir de un pequeño trance y con un parpadeo, dirigió su atención a Dawn.
──Necesito que revises el inventario del almacén. Asegúrate de que todo esté en su lugar ──respondió Seraphine cortante, su tono más frío de lo habitual.
Dawn asintió, notando la tensión en la voz de Seraphine. Sin decir más, la mujer regresó sobre sus pasos para adentrarse nuevamente en su santuario. Dawn pensó que la visita de Esther tenía que ser de suma importancia para hacer que Madame Seraphine interrumpiera su sesión con Rose Jensen. Jamás ──en el corto tiempo que ella llevaba trabajando allí──, había visto que Seraphine hiciera tal cosa. Sin embargo, decidió regresar al trabajo y se dirigió al almacén para revisar meticulosamente cada estante, cada objeto, tratando de distraerse de la curiosidad y las dudas que en aquel momento llenaban su mente.
CUANDO CAYÓ LA NOCHE, DAWN QUEDÓ COMPLETAMENTE SOLA CERRANDO LA TIENDA. Seraphine ──como casi todos los días──, se había retirado a la planta alta dejándole un par de indicaciones a resolver antes de irse a descansar. Dawn observó a su alrededor, asegurándose de que todo estuviera en orden. El silencio de la tienda vacía le resultaba casi reconfortante en compañía del aroma del palo santo que Madame Seraphine prendía en ocasiones con intención de limpiar cualquier rastro de energía.
Una vez que cerró la puerta, Dawn empezó a cumplir con las tareas asignadas, revisando cada estantería y asegurándose de que todo estuviera en su lugar. Había sido un día tranquilo, quizá con menos trabajo que de costumbre, aunque siempre había algo que hacer. Con las luces atenuadas y el suave resplandor de las velas, Dawn se movía con paso seguro y meticuloso.
Al llegar a la sección de los amuletos, Dawn notó que uno de ellos estaba ligeramente torcido a la derecha. Con cuidado, lo acomodó permitiendo que sus dedos recorrieran brevemente el grabado de la piedra. Una extraña sensación recorrió sus dedos erizando su piel, como si una corriente helada la hubiera invadido, pero lo atribuyó al cansancio y continuó su trabajo.
El crujido ocasional de la madera y el murmullo del viento exterior eran los únicos sonidos que la acompañaban mientras terminaba de revisar los estantes antes de apagar las luces del frente del local para dirigirse hacia la trastienda, donde debía organizar algunos documentos que Seraphine había dejado dispersos sobre una mesa.
Sin embargo, cuando paso por el mostrador, un ruido sordo rompió el silencio. Dawn se giró rápidamente, con el corazón acelerado. Sabía que no había nadie más en la tienda en aquel momento, pero el sonido parecía provenir de uno de los pasillos. Dudó un momento antes de dirigirse hacia el lugar de donde ella creía que había provenido el ruido, su curiosidad superando el temor inicial.
La tienda, ahora apenas iluminada por una tenue luz producto de las velas a su alrededor. Con cautela, avanzó un par de pasos y vio que el amuleto que anteriormente había acomodado ahora había caído de la estantería al suelo, rompiéndose en el proceso. Rápidamente y maldiciendo por lo bajo, se acercó para recogerlo, pensando que el ruido no había sido más que un accidente.
Lentamente, se enderezó mirando atentamente el amuleto en sus manos. Estaba ligeramente rajado en el centro y una pequeña parte del mismo ahora había quedado partida sobre el suelo. Un leve escalofrío recorrió su espalda, pero decidió no darle más importancia y lo dejó cuidadosamente sobre el mostrador, recordando que debía informar a Seraphine sobre el incidente.
Dawn observó una última vez alrededor de la tienda asegurándose que todo estuviera en orden, antes de dirigirse hacía las escaleras para subir a la planta alta para ir a su departamento. Mientras subía las escaleras, la madera crujía bajo sus pies, resonando en el silencio. Al llegar a la planta alta, se detuvo un momento en el pasillo, escuchando los ecos del sonido proveniente del departamento de Madame Seraphine. Algo en la tienda había cambiado, una atmósfera de inquietud que no podía explicar, pero agitó la cabeza, intentando deshacerse de las ideas irracionales.
Entró en su departamento y cerró la puerta detrás de ella, respirando hondo para calmarse, sintiendo el cansancio invadir cada músculo de su cuerpo. Dejando las llaves cerca de la puerta para ponerse cómoda, Dawn se acercó al pequeño televisor que había instalado improvisadamente cerca de la cama para encenderlo. El ruido invadió el pequeño departamento mientras ella se acomodaba para prepararse algo de comer.
A diferencia de la tienda, el departamento era un poco más precario de lo que uno esperaría. La pintura de las paredes era de un color oliva que se descascaraba desde la mitad de las paredes hasta los zócalos. Dawn había pedido el permiso de Seraphine para arreglar de a poco el departamento, por lo que había paredes con revoques y latas de pintura blanca todavía cerradas. Sabía que aquel trabajo llevaría tiempo, y tampoco sabía por cuánto tiempo estaría en Port Townsend, pero aún así intentaría que su estadía fuera lo más cómodo y reconfortante.
Dawn suspiró mientras esperaba que la comida terminara de calentarse en el pequeño microondas de la cocina y se dejó caer sobre la cama, observando distraídamente las noticias en la televisión. Era su pequeño ritual nocturno, una pequeña ventana al mundo exterior que le recordaba que, a pesar de todo, seguía conectada con el resto del mundo.
Pasado unos segundos, el microondas emitió un pitido, indicándole que la comida estaba lista. Sin embargo, cuando se dispuso a levantarse de la cama, una noticia llamó su atención haciendo que rápidamente tomara el control remoto para subir el volumen.
──Según las autoridades, Becky Aspen fue vista por última vez jugando en el parque cerca de su casa alrededor de las 5 p.m. Su familia, devastada, ha hecho un llamado desesperado a la comunidad para que ayude en la búsqueda ──Dawn observó atentamente el televisor escuchando al reportero. No estaba segura de que algo similar hubiese sucedido antes en Port Townsend, pero esto parecía ser de suma importancia si llevaban días hablando de ella.
──Pobrecita... ──murmuró Dawn para sí misma mientras el reportero continuaba hablando y mostrando imágenes de Becky.
Un suave silencio se instaló nuevamente, el volumen de la televisión como un murmuro distante se hacía presente en ocasiones. El microondas emitió otro pitido recordándole a Dawn que la comida ya estaba lista. Suspirando, se dispuso a levantarse, más en su mente seguía presente la desaparición de la pequeña. Dawn sabía que siempre había tenido una debilidad emocional por éste tipo de casos en general, aunque nunca había comprendido el por qué.
──Presiento que sigue con vida.
Paralizada, Dawn sintió un escalofrío que recorrió su espalda. Aún sentada en la cama, la castaña se giró lentamente en el lugar para ver sobre su hombro a un joven de cabello enrulado sonriéndole amablemente. La voz, aunque suave y distante, resonó claramente en su mente, más su presencia era completamente tangible frente a sus ojos. Su mente había quedado completamente en blanco y tan sólo una simple palabra consiguió abandonar sus labios.
──Mierda.
GIULY AL HABLA. . .
AAAAAAAAAAAAAAAAA YA TENEMOS EL PRIMER CAPÍTULO💜 Ya me emocioné mucho por éste dúo y éste fic en general, espero que ustedes también lo disfruten.
Les agradezco mucho por el apoyo que me brindaron apenas publiqué la historia, me alegró mucho ver que había varias personitas que les gustó la serie ❤️🌌
Anywaaayy, espero les haya gustado. Les agradezco de antemano por los votos y comentarios que gusten dejar 💜👻💀 Las amodoroo amoresss!
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