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Capítulo 2

En la Nación del Fuego se decía que lo peor que uno podía esperar de sus prisiones, era la disciplina casi inhumana que imponían los guardias y demás carceleros. En el Reino Tierra se escuchaban muchos rumores acerca de prisioneros de guerra que preferían morir de hambre antes que comer la bazofia que les ofrecían los guardias.

Habiendo estado en varias prisiones diferentes, Zuko podía decir por experiencia que lo peor de ser prisionero en el Polo Sur, era la falta de sueño.

La comida era razonable (pescado, en su mayoría) y los guardias lo ignoraban la mayor parte del tiempo, así que no sufría ningún maltrato físico o verbal. Sin embargo, dormir era algo que le estaba resultando imposible, incluso si no fuera un hombre de veintisiete años acostumbrado al insomnio y las pesadillas.

Cada vez que el cansancio lo abrumaba y decidía echarse una siesta en el suelo, el frío extremo del hielo comenzaba a quemarle la piel, lo que lo obligaba a mantenerse erguido. Incluso sentado resultaba muy difícil descansar, recurriendo a su aliento de fuego para evitar la hipotermia.

Sus pensamientos y la falta de distracciones eran otra forma de tortura dentro del encierro.

Al principio pensaba en su gente, en los soldados que debían estar buscándolo, en los generales que o bien se hallaban preocupados por él o bien festejaban su presunta muerte.

También pensó en la familia de Mei, si acaso habían sido capturados como él. Le hubiera gustado encontrar la respuesta y enviar una carta a su ex novia, al menos para evitarle el dolor de la incertidumbre.

Ella seguramente no respondería, porque seguía odiándolo, pero Zuko sentía que de todos modos se lo debía.

Conforme pasaban los días, sus pensamientos se dirigieron a la persona que lo había puesto en esa celda. Pensaba que debía estar enojado con ella pero, tal vez por el frío, Zuko no era capaz de sentir nada más que resignación.

Alguna vez, él había sido un príncipe orgulloso y seguro de sus habilidades, tan estúpido que pensaba ser capaz de superar a una maestra agua dentro de su elemento, sólo porque era de menor rango que él. "Sucia campesina", la había llamado. Y ahora ella era la reina de los dos polos, ni más ni menos, y él su prisionero.

Qué vueltas daba la vida.

Habían pasado alrededor de dos semanas (no podía calcular correctamente el tiempo ahí dentro) cuando Katara volvió a visitarlo.

En esta ocasión, Zuko intentó sobreponerse a la impresión, pero seguía siendo difícil enfrentarla aceptando la forma en cómo habían intercambiado los roles desde hacía diez años.

Como la última vez, la reina de piel morena no se apresuró en ninguno de sus movimientos, sino que se limitó a mirarlo de pies a cabeza y luego al espacio que lo rodeaba.

Consumido por el aburrimiento infernal, Zuko decidió hacer lo mismo con ella.

Nuevamente le sorprendió lo mucho que había crecido, con un peinado diferente pero con las mismas cuentas de color azul cerrando las trenzas y el mismo collar ceñido a su cuello. Por primera vez se percató de que, para ser una reina, no usaba vestidos finos ni joyería de piedras preciosas ni nada por el estilo. Su conjunto era el de cualquier guerrero, salvo por la larga capa de piel de perro oso polar que le caía por la espalda.

Si ella se presentara así en la corte de la Nación del Fuego, la llamarían "salvaje", pero Zuko se encontró a sí mismo pensando que, a su manera, lucía hermosa.

─ Luces terrible. ─La voz de la muchacha lo tomó por sorpresa, tan fría como antes, pero con un ligero deje condescendiente.

Zuko frunció el ceño, ofendido.

─ Bueno, no me han dado un espejo para mi rutina de belleza diaria. ─Respondió con sarcasmo, preguntándose si esa respuesta sería suficiente para hacer cambiar de opinión a la reina acerca de tenerlo como su prisionero.

Para su sorpresa, ella no reaccionó con enfado, sino... asombro. Lo miraba como si él hubiera hecho algo impresionante.

Casi de inmediato cambió a un gesto neutral, pero Zuko siguió consternado por esa expresión.

─ No he dormido bien, es todo. ─Él decidió explicarle, más porque no quería volver a quedarse solo con sus pensamientos qué porque en realidad creyera que a ella le importaba.─ Hace demasiado frío para quedarme dormido, y supongo que una parte de mí se pregunta si podré despertar después.

Katara lo observó en silencio y Zuko deseó que dijera algo, lo que fuera. Estaría contento incluso con insultos y vejaciones, pero ella era tan tranquila y serena que parecía imposible sacarla de sus casillas.

Y así como vino, ella simplemente se fue.

Y Zuko no pudo evitar gritar de pura frustración, hundiendo la cara entre sus rodillas con la seguridad de que perdería la cabeza en esa maldita prisión de hielo.

.

.

.

Muchos lo habían olvidado a estas alturas, y otros ni siquiera conocían la historia, pero Katara jamás olvidaría el día que el Almirante Zhao, de la Nación del Fuego, casi acabó con la Luna.

Aquel día había sido terrible para todos en el Polo Norte, pero los maestros agua de todo el mundo podían dar fe de que por un instante, sus espíritus fueron cortados por la mitad.

Ser incapaz de usar el agua control no había sido tan traumático como mirar al cielo y no encontrar la Luna. Katara, que lo vio con sus propios ojos, sintió una regresión al día que su madre fue asesinada. La ira de Zhao la hizo estremecer, y sentir que el espíritu de la Luna moría frente a ella la dejó temblorosa un buen rato.

Hasta ese momento, no había sido consciente de la conexión entre los maestros agua y los espíritus de la Luna y el Océano. Después no fue capaz de olvidarlo.

Recordaba con tristeza la pena de su hermano Sokka cuando Yue, la princesa del Norte, dio su vida y tomó el lugar del espíritu de la Luna, recuperando de esa forma el equilibrio natural.

"Otra vez estás triste", habló la voz esotérica de esa misma princesa, la cual la observaba por encima de un pequeño estanque de agua cálida, el cual estaba rodeado de hierba al igual que su gemelo en el Polo Norte.

Katara había hecho construir aquel espacio unos años atrás, a petición de la propia Yue, quien se le manifestaba cada Luna llena en la forma que la conoció años atrás.

Aunque las dos chicas habían tenido pocas semanas para conocerse y hacerse amigas, Katara la recordaba con cariño y recientemente se había vuelto una compañía y consejera indispensable en su vida.

─ Estaba recordando el ataque al Polo Norte. ─Reconoció la maestra agua mientras se arrodillaba frente al estanque. Había dejado su capa en la entrada del recinto, pues el lugar era mucho más cálido que el resto del polo.─ El Almirante Zhao debía estar demente para intentar someter a maestros agua en su propio ambiente.

"Bueno... Sí estaba un poco loco", recordó Yue con una mirada apenada. Aunque ella y La mantenían la misma armonía, sabía que el espíritu del océano seguía herido por Tui, y sólo podía imaginar lo que había hecho al asesino de la Luna. "Pero de eso hace mucho tiempo. ¿Por qué la melancolía?"

Katara miró los ojos azules del espíritu, sintiéndose cobijada por ella.

─ Hace unas semanas mis exploradores capturaron al príncipe... No, al Señor del Fuego Zuko, allá por Kyoshi. Lo tengo encerrado.

Mientras que se dice que a los espíritus no les interesan los conflictos de los seres humanos, la Luna y el Océano eran un poquito más cotillas y nunca negaban ponerse al corriente con ellos.

Yue observó a Katara con curiosidad.

"Zuko... era ese muchacho de la cicatriz, ¿verdad? Ah, sí, el hijo de Ozai."

─ Puedes no parecer tan ignorante, Yue. ─Katara casi sonrió a su vieja amiga.─ Sé que lo ves todo desde allá arriba.

"No todo", replicó el espíritu con un leve puchero, pero luego volvió a sonreír. "Sólo las cosas que pasan de noche. Y la verdad es que tiene sus ventajas esto de haberme convertido en un espíritu".

─ ¿De verdad?

Katara parecía preocupada, pues recordaba con nitidez la tristeza de Sokka cuando Yue desapareció entre sus brazos.

"Sí", reconoció Yue. "Fue difícil sacrificar mi pertenencia al mundo para salvar a Tui, pero desde entonces he visto tantas cosas que, como princesa de la tribu del norte, jamás hubiera podido ver. En cierta forma... me hizo libre".

Katara sonrió. Era la primera vez que pensaba en el sacrificio de Yue como algo positivo, y a pesar del corazón roto de su hermano, supuso que Sokka también habría sido feliz sabiendo que Yue experimentaba cosas nuevas.

Tampoco es que pudiera (o quisiera) usar a Yue para asuntos bélicos. Si algo había aprendido en sus viajes con Aang, era que todos debían respetar la neutralidad de los espíritus.

Aún así, su curiosidad se desató en ese momento.

─ Entonces, ¿conoces a Zuko?

Yue, notando el interés de la joven reina, sonrió antes de apartar la mirada.

"Sí... pero no puedo decirte mucho al respecto. A decir verdad, me sorprende que siga con vida después de que lo capturaras".

Katara frunció el ceño en un gesto de concentración, pues ella se hacía la misma pregunta.

¿Por qué lo había dejado con vida? Ni siquiera ella lo sabía, pero su intuición seguía diciéndole que debía mantener al Señor del Fuego con vida. Y no es que la compasión que solía caracterizarla en su infancia estuviera manejando sus acciones; desde el día del cometa de Sozin, toda su piedad se incineró al igual que el Reino Tierra.

Nadie quería tener que enfrentarse a la Reina de Hielo, capaz de usar la sangre control a niveles inimaginables.

Ciertamente no era la única capaz de usar este sombrío tipo de control, pero en los últimos años se había hecho famosa por congelar la sangre de sus víctimas, dejándoles una muerte dolorosa y perturbadora.

En el momento que le dieron la noticia de haber capturado al Señor del Fuego, Katara se imaginó un montón de escenarios en los que lo asesinaba con sus propias manos. Podía congelar su sangre... o extraerla toda y dejarlo seco. Podía cortarle la cabeza o empalarlo con hielo. Podía dejar que sus guerreros se hicieran cargo, o incluso lanzarlo al agua y dárselo de comer a los osos-orcas que acechaban en la parte más profunda de la tundra.

El simple recuerdo de su último enfrentamiento en Ba Sing Se le hacía hervir la sangre, cuando él la traicionó y echó por tierra cualquier tipo de reconciliación entre ambos.

Y todo eso le hacía recordar, una vez más, a Aang.

Fue Azula quien lo asesinó, de eso no cabía duda, pero Katara nunca dejaría de culparse por no haberlo salvado a tiempo. Pensar que su mejor amigo y la esperanza de la humanidad había muerto entre sus brazos, y que ella no pudiera hacer nada al respecto...

Entonces, con toda esa rabia y resentimiento... ¿Por qué no era capaz de ejecutar a Zuko?

Apenas lo vio en su celda, tembloroso y cansado, su cuerpo le advirtió que debía mantenerlo con vida, incluso si no entendía la razón.

Por eso mismo, necesitaba el consejo de Yue.

"Todos los humanos tienen cierto nivel espiritual", le explicó ella. "La intuición es una herramienta útil, pero generalmente sólo los nómadas aire aprenden de ella".

─ ¿Crees que Aang me hubiese pedido escuchar a mi intuición? ─Le preguntó Katara, no sin resentimiento debido a la ironía.─ Qué pregunta... Aang tuvo la oportunidad de matarlo en más de una ocasión y no lo hizo. Sin embargo, no es lo mismo.

"¿No lo es?"

─ ¡No! Quiero decir... Aang era la persona más compasiva que conocí en toda mi vida, pero si supiera lo que Zuko haría después...

"Honestamente, no creo que eso hiciera la diferencia", insistió Yue. "El espíritu de Aang era demasiado noble. Él habría buscado otra alternativa".

─ Si lo mato aquí y ahora, la guerra habrá terminado, Yue. ─Katara se levantó de la hierba y comenzó a andar de un lado al otro, nerviosa y molesta. Hacía mucho tiempo que nada lograba afectarla de esa manera.─ Podría salvar a miles de personas, y vengar a muchas otras. Más de un siglo de guerra... Haría pagar por todos sus crímenes.

"Los verdaderos criminales están muertos, Katara", la voz de Yue era suave, pero la reina pudo ver algo de severidad en sus ojos. "No puedes castigarlos más de lo que el propio Ozai castigó a su pueblo sin saberlo. Matar al Señor del Fuego Zuko no cambiará eso".

─ No puedo sólo no hacer nada, Yue.

Por alguna razón, el rostro del espíritu de la Luna se suavizó, casi como si encontrara tierna su afirmación.

"Oh, pero puedes hacer bastante, Katara. Ahora está en tus manos recuperar el equilibrio".

Katara se preguntó si los espíritus podían volverse locos, porque parecía la única explicación razonable a lo que Yue le estaba diciendo. Pero Yue se mantuvo firme y tranquila, hasta que su mirada se elevó al cielo.

Por lo general, eso significaba que su tiempo para charlar se estaba acabando. Sólo podían hablar durante un rato cada Luna llena, así que no se verían hasta el próximo mes.

─ ¿Qué debo hacer, Yue? ─Le preguntó con urgencia, irritándose cuando su amiga soltó una risita.

"¿Ahora mismo? Deberías darle a ese pobre hombre una cama y una manta para dormir". 

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