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¿Cuántas veces en la vida te encuentras con alguien, cuyo oxígeno es tocar el violín?
Kim Taehyung es un etéreo chico de piel canela y ojos azules tan profundos como el hermoso mar, que vivió la mayoría de su vida en una gran casa en el campo rodeado de flores de colores y amaneceres tan puros y bellos como su alma. Sus padres lo han intentado mantener alejado de la sociedad y su única forma para imaginar una vida mejor fue desde siempre escuchar el inefable sonido de su violín.
Su abuela le enseñó a tocar aquel instrumento hasta la edad de 12 años, el recuerdo desgarrador de su madre relatando la muerte de su abuela siempre quedará como una cicatriz en su alma.
Cada noche Taehyung salía de su casa en dirección al campo de flores mientras el arrebol del cielo daba sus últimos alientos para escucharlo tocar tristemente.
Pero cuando llegó ese dos de febrero en vacaciones de invierno, pasó tan efímeramente como un parpadeo, pero cambió la vida de dos personas.
Jeongguk tenía una anciana abuela, pero aun así se mantenía enérgica y con unas inconmensurables ganas de seguir descubriendo las maravillas de cada momento.
Al aire fresco y limpio entraba a sus pulmones, sintiéndose después de mucho tiempo... Vivo. Llego a la alejada cabaña después de diez horas de camino, siendo recibido por un grandísimo campo de flores, las cuales rodeaban a todas las casas que estaban a kilómetros de distancia una de la otra.
—Abuela...
—¡Jeongguk-ie !–dice felizmente la mujer, con su ya desgastada voz y sus ojos oscuros llenos de felicidad y experiencia posados en él— cumpliste tu promesa, volviste.
—En unas semanas volveré a la escuela–sonríe de esa preciosa y calmada manera— y aproveché mi auto nuevo para visitarte.
La mujer aprieta suavemente uno de los pálidos mofletes de su nieto.
—Deja de crecer... Estás tan grande que me siento anciana.
Él ríe.
—Mejor deja tus cosas en la habitación que usabas de pequeño–ante la confundida mirada de su nieto se dispuso a sonreír, tanto tiempo sin haber venido que había olvidado muchas cosas— la habitación al final del pasillo del segundo piso... Dese allí se ve con exactitud todo el campo de flores hasta la casa vecina... ¿Ya te conté que plantaron girasoles?
—Tendré que ver eso... Por ahora, ve a tu habitación abuelita, es tarde y deberías descansar.
—¡Aigoo! Jeongguk-ie siempre tan atento.
Tomo ambas maletas en mano y subió las escaleras siendo recibido por imágenes familiares en blanco y negro u otras más recientes. El ambiente se sentía cálido, acogedor y de ensueño. Pero había algo que ansiaba y le aceleraba el pulso.
¿Qué es lo que mi cuerpo ansía, pero mi conciencia no lo hace?
Cenó con su abuela minutos después, tuvieron una linda charla de todo lo que había pasado en esos dos largos años, la mujer seguía viéndolo y tratándolo como aquel bohemio y débil chico de 13 años.
"¿Te conté que los vecinos plantaron girasoles?" no dejaba de repetir, haciéndolo sentir melancólico.
Al caer el crepúsculo Jeongguk seguía despierto, mirando desde la ventana aquellas flores que tanto había extrañado. Cómo si su mente estuviera programada se mantuvo despierto sin poder caer a los brazos de Morfeo.
¿Por qué?
Su mente se relajó ante el melifluo sonido de un...
¿Violín?
Jeongguk frunció el ceño con molestia, ¿Estaba consciente o soñando?
Abrió los ojos sentándose de inmediato, dirigiendo sus orbes negros a la ventana... Y esa melodía se volvió más real que antes.
Como un dejavú... Esto ya había pasado... Esa melodía ya la había escuchado... ¿De dónde provenía?
Sus ojos se adaptaron a la oscura noche, mientras intentaba ver alguna silueta entre todo ese campo de flores... Y lo logró mucho después.
En medio de ambas casas había un joven... La luna brillaba sobre él como si la atrajera gracias a su melodía, en compañía de las estrellas luminiscentes.
La brisa removía su suave cabello castaño sobre la frente... Su piel canela sobresalía gracias a las prendas color blanco sobre su cuerpo, el violín se mantenía sobre su hombro... Con tanta confianza y naturalidad que parecían uno mismo... Una misma alma. Sus párpados estaban cerrados, sellados por la calma a su alrededor.
Se acercó a la ventana lo más que pudo, hasta que su aliento le impidió ver a través del cristal.
¿Quién era él?
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