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♫ Una canción sin melodía ♥

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Aira

‹‹¿Cómo?››

Aira casi escupe el café que acababa de tomar. Tuvo que hacer un enorme esfuerzo para que sus nervios no la traicionaran.

Si bien sabía que, tarde o temprano debía abordar el tema de su edad con Rodrigo, jamás pensó que lo haría tan pronto. No obstante, precavida como era, agradeció tener bien resguardado el documento que guardaba celosamente en el bolsillo de su pantalón corto.

—¿Esto es una entrevista de trabajo? —habló tan rápido como sus nervios le permitieron.

—No, qué va —dijo Rodrigo levantando las cejas.

—Pues parece.

—No te entiendo... —mencionó él frunciendo el ceño y acercándose a ella. Aira se sintió intimidada y retrocedió su cabeza como un acto reflejo al sentirse intimidada—. Cuando me dijiste para conocernos en persona el día de hoy en ningún momento te ofrecí un trabajo. Si bien recibo una ayuda de mi padre, no está en mis posibilidades económicas...

—¡Para tu carro, mijo!

—¿Eh? —dijo Rodrigo al tiempo que se rascaba la oreja derecha.

El interrogante en su rostro era tan evidente que a Aira le pareció el chico más tierno del mundo. Si hubiera sido otro no hubiera dudado en reírse en su cara, incluso señalándolo con el dedo —algo que sabía que estaba mal, pero no podía evitarlo— con la consabida desaprobación que aquello podría traerle. Sin embargo, al saber que eran Rodrigo y su inseparable Asperger los que tenía frente a ella, se aguantó de hacerlo. No quería arruinar su primera cita con él...

—Mira... —Respiró profundamente. Quería armarse de paciencia, aunque esta no fuera la mayor de sus virtudes, la cercanía de Rodrigo la ameritaba—. No te pedí un trabajo, ¿sí? Aunque un dinerito extra no me caería mal tampoco.

—No comprendo.

—Lo que sucede...

En ese instante, Rodrigo se quitó sus lentes, como si con eso pudiera llevar esclarecimiento a su conversación. Los colocó a un lado de su taza, para luego apoyar su codo derecho en la mesa, apoyar su rostro sobre su mano y observarla con atención.

Aira se quedó anonadada. Sin aquéllos, los ojos de él lucían más brillantes y grandes, hipnotizándola por completo y haciendo que olvidara por un instante lo que pasaba por su mente.

—¿Decías?

—Ah, sí... Mira, te lo dije en sentido figurado, ¿sí? O sea, no te pedí que nos encontráramos para que me entrevistaras para un trabajo ni nada parecido.

—¿Entonces...?

—Pues que al preguntarme la edad, me pareció una entrevista de esas... en donde te preguntan de dónde vienes, cuántos años tienes, a qué te dedicas, y todas esas cosas, ¿sí?

Aira recordó las pocas entrevistas de trabajo a las que había ido. Desde tiempo atrás había querido ahorrar para poder independizarse ni bien terminara la secundaria. Vivir en su casa le parecía el mismo infierno, de no ser por la presencia de su hermano menor. Sin embargo, había decidido que, ni bien pudiera, comenzaría una nueva vida... lejos de su madre de quien solo recibía ninguneos y maltratos... lejos de su padrastro con quien solo un intercambio de palabras era una discusión sin fin... lejos de ese departamento que llamaba "casa", que le parecía cada vez más estrecho hasta desaparecer todo lugar donde pudiera habitar...

Había probado suerte en varias ocasiones para trabajos de medio tiempo. En ninguno la habían tomado en cuenta porque decían que era muy pequeña para la edad mínima que requerían. Solo en un lugar no había tenido inconveniente en ser aceptada de no ser porque había venido acompañado de una propuesta indecente. Esto hizo que soltara ante su entrevistador toda la colección de insultos y palabrotas que tenía guardadas para ocasiones como aquéllas.

Por todo ello, pues lo único viable que tenía por ahora era vender cosméticos por catálogo. Las ganancias que había obtenido con este negocio le habían permitido ahorrar para comprarse un Smartphone de segunda mano en agosto pasado, y con ello, descargarse una aplicación para leer libros vía internet gracias a su pasión por la lectura. El resto era historia conocida.

—Nunca he ido a una entrevista de esas... —indicó Rodrigo.

—¿Nunca, Poetín?

Rodrigo levantó las cejas al escucharla.

—¿Me vas a seguir llamando "Poetín"?

—Si quieres le agrego el "tin tin tin" para que tenga más glamour. Poetín tin tin tin, alias "El pituco" —alegó la chica para luego carcajearse. Rodrigo sonrió al escucharla—. ¿El que nunca ha ido a una entrevista de trabajo?

—No.

—¿En serio? ¡¿Me están tomando el pelo, Poetín?!

—No. No he necesitado buscar un trabajo hasta ahora. Mi padre me ayuda económicamente desde que terminé la escuela.

—¡Vaya! Pues no me equivoqué al decir que eras un "pituco"...

—Ya te comenté que dinero no me falta — dijo Rodrigo volviendo a ponerse sus lentes—. Aunque tampoco es que sea multimillonario. Tengo lo suficiente para mi manutención y mis gustos.

—Ya quisiera ser como tú —dijo Aira mascullando la rabia y cabizbaja.

Recordó que, meses atrás, su madre y su padrastro habían desaparecido un fin de semana. Pero bueno hubiera sido solo eso. Ambos se fueron de parranda desde el viernes hasta el lunes, olvidándose de pagar el recibo de la luz a tiempo, por lo que Aira y su hermano se habían quedado pernoctando a oscuras. Peor todavía, no le habían dejado dinero ni alimento en la despensa. Si no hubiera sido por los ahorros que Aira tenía, ella y su hermano no habrían tenido qué comer durante esos días.

Esa noche, se había sentido más miserable que nunca. Aunque no vivía en una zona pobre de la ciudad, sino de clase media, el abandono en el que la tenía su madre la había hecho sentir la niña más huérfana y pobre del mundo.

Esa noche, a pesar de tener a su hermano menor al lado, se había sentido muy sola. Aunque Lucas era un niño que podía iluminar una casa entera por la energía que desbordaba, por sí solo no era capaz de llevar claridad a la ensombrecida alma de su hermana.

Esa noche, aunque la luna llena brillaba en todo su esplendor en la ciudad y sobre su rostro, si alguien creía que era una luz para su alma, estaba totalmente equivocado. Como cruel preámbulo de las sombras que empezaban a danzar a su alrededor, el único resplandor que pudo atisbar era aquel cruel destino que se plasmaba a través de sus innumerables versos:

‹‹Estrecha morada que me atormenta y asfixia.
Estrecha morada que me desenvaina esta letanía.

Noche oscura que me llena de ansías.
Noche oscura que me llena de desdichas.

"¿A dónde debo ir?", es mi eterna consigna.
"¿En dónde debo vivir?, me pregunto cada día.

En medio de esta tormentosa penumbra,
la luna ilumina ese camino que me vislumbra.

Observo la luz reflejada en un vaso de tormentos.
que me llama y me aprieta desde adentro.

Ansío romperlo en mil gritos y lamentos,
para luego coger lentamente uno de aquellos,
y zurcir esta herida que me quema por dentro.

En menos de un segundo tomo aquel pedazo,
mientras toca mi piel y deja salir todos mis fracasos,
como clara muestra de que ya llegué a mi ocaso.

"¿En dónde iré a yacer?", mi ser pregunta cada día.
"¿En dónde debo morir?", es mi eterna consigna,
que se impregna profunda en mi piel de forma paulatina,
como una cicatriz convertida en una canción sin melodía››.

Cuando Aira hallaba sumergida en el mar de sus eternas sombras mientras observaba lo poco que le quedaba de su capuccino en su taza, algo llamó su atención. Un leve toque sobre su mejilla derecha la trajo de vuelta a la realidad para hacerle ver que todo no era tan negro en su vida como pensaba:

—¿Estás bien?

El joven se había acercado a Aira para acariciar con dos dedos de su mano derecha la mejilla de ella.


Rodrigo

—¡Ahhhhhhh! —gritó ella al tiempo que azuzaba sus manos, botando una de las cucharas y llamando la atención de los presentes del Mc. Café.

—Lo... lo siento. Te estaba hablando. No me prestabas atención, así que yo... pues... —dijo Rodrigo para luego desviar su mirada y sonrojarse ante la reacción de Aira.

‹‹¿Habré sido muy atrevido?››, pensó el muchacho.

—¿Necesitan algo más? —preguntó el mesero que de inmediato había ido a la mesa de ambos.

—Bueno... yo... todavía tengo algo de hambre... —mencionó Rodrigo.

Volteó su cabeza en dirección de la sección de hamburguesas en donde estaba su amigo Fabián. Este señalaba a una Aira que todavía se hallaba en estado de shock a la vez que lo miraba con cara de reproche. El estudiante universitario no supo cómo reaccionar.

—Si desea alguna hamburguesa puede ir a la sección indicada —alegó el mesero quien estaba recogiendo la cuchara que había salido disparada al otro lado de la mesa para después retirarse.

—Gra... gracias...

Pasados unos segundos, en los que Aira por fin se tranquilizó, el joven todavía se hallaba dubitativo de si continuar o no la conversación.

—¿Te...? ¿Te encuentras bien?

—Ah, este... sí. Yo... —Aira se rascó la oreja sin saber qué decir o hacer.

—Se te veía preocupada y yo pues... lo siento...

—No, qué va... Lo que pasa es que... me puse a recordar cosas, y yo... Pues... Perdón si me hallaba tan distraída. Estaba recordando unos versos que escribí y yo...

—¡¿Versos?! —la interrumpió Rodrigo emocionado—. ¿Has publicado nuevamente en Wattpad?

—Bueno, yo...

—No me ha llegado ninguna notificación —mencionó el joven a la vez que abría su teléfono y digitaba unas teclas.

—¿Tú me sigues en Wattpad?

—¡Pues claro! —dijo Rodrigo. La muchacha abrió los ojos evidentemente sorprendida—. Te sigo desde hace semanas.

—¿Semanas? No lo sabía... ¿Cómo que no me llegó la notificación?

—No sé. —Después de observar sus notificaciones en Wattpad, Rodrigo cerró su teléfono—. A veces falla la página y no te dice nada. Pero te sigo desde que desapareciste por lo de tu hermano. Quería estar pendiente de ti por si te conectabas y yo... bueno...

Al decir lo último, guardó inmediatamente su teléfono y evitó observarla directamente a los ojos.

—No me sale que hayas publicado nada —continuó Rodrigo—. ¿Tienes esos versos en borrador?

—No. No los he publicado en Wattpad.

—Oh, qué pena. Me gustaría leerlos.

—¿En serio? —preguntó emocionada. El joven asintió respondiéndole—. Si deseas te los escribo ahora mismo en mi bloc de notas de mi teléfono. Me los sé de memoria... —dijo muy orgullosa—. No es mi mejor poema, pero tampoco el peor, ¿eh?

En pocos minutos, Aira había digitado los versos de la poesía que había recordado. Aquella se titulaba "Canción sin melodía". Luego de que Rodrigo los leyera con detenimiento, frunció el ceño y pasó saliva. Los últimos versos y el título de aquel poema le llamó poderosamente su atención. Con su dedo índice le mostró a Aira y le formuló una pregunta:

—Esto... Es una metáfora, ¿sí?

—Así es.

—¿Y qué significa?

—Bueno... —Aira se quedó observando la ventana para la calle que daba frente a ella—. Es algo muy personal, pero digamos que... Es como si... Todos tienen una motivación para vivir, ¿ok? Los padres viven por y para sus hijos, la gente tiene sueños que cumplir como conseguir un buen trabajo, viajar a otro país, casarse, etc.

—Sí... ¿Entonces?

—¿Entonces?

—¿Qué significa el título? Discúlpame que te insista, pero como sabes no entiendo muy bien las metáforas...

—Lo sé —dijo Aira con una mueca—. Pues que la canción sería igual a una persona, y la melodía es como si fuera su esencia, su sueño, su motivo de vivir, ¿ok? Sin embargo, una canción sin melodía sería como yo... y... pues... —indicó la muchacha estrujando sus manos y observando sus zapatos para distraerse.

—Ok. No sigas. Ya comprendí.

Rodrigo entrecerró los ojos y se la quedó contemplando. Aira se veía tan frágil que le pareció un cachorrito abandonado. Tuvo unas ganas inmensas de abrazarla, que se sorprendió a sí mismo queriendo levantarse de su asiento para hacerlo, de no ser porque su anterior reacción se lo impidió.

—No sé nada de música —añadió—, pero considero que todas las canciones son hermosas... con o sin melodías.

—¿Eh?

—Todas las personas o canciones son hermosas, tengan o no melodías, ¿no crees? Por lo menos, así pienso yo.

—¿Lo dices en serio? —le interpeló la muchacha abriendo sus grandes ojos negros.

—Así es.

Aira sonrió ampliamente. El brillo en sus ojos le devolvió la tranquilidad que había tenido minutos antes de que se perdiera en sus pensamientos, mostrándose como una muchacha jovial, risueña y alegre de la vida. Rodrigo se sintió feliz de observarla así. El efecto que había tenido sobre ella sus palabras lo tranquilizaron. Parecía increíble que en tan poco tiempo pudiera cambiar ella de semblante. Pero, ¿por cuánto tiempo le duraría aquella jovialidad?

Los versos del poema que acababa de leer indicaban claramente su depresión. Esto solo provocó que se le estrujara el corazón al imaginar la tristeza por la que ella debió haber estado pasando cuando los escribió. Y esto prendió el radar que aquella muchacha había activado dentro de él meses atrás...

—Quería decirte algo...

—¿Sí?

En ese instante, sonó su teléfono. El joven se excusó con Aira para atenderlo. Cuando lo abrió y leyó el mensaje que podía leerse en aquél, Rodrigo se quedó paralizado...

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Anotaciones finales:

El capítulo se lo dedico a @EveCox por el bonito fanart que acompaña a este capítulo en la parte multimedia.

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