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♫ Noticias y Citas [Parte 2] ♥


Aira

Cuando se sentó en el gran sofá blanco que se ubicaba en la parte delantera de la oficina, no se había percatado de lo reconfortante que se veía el sitio. De amplios ventanales, paredes pintadas de color crema, modernos muebles, el lugar le pareció mucho más acogedor que los consultorios de los psicólogos de los hospitales públicos a los que había asistido. Solo se comparaba cuando había asistido a las terapias de lenguaje que Ángel, el ex novio de su madre, le había pagado cuando era una niña.

‹‹¡Esto debe costar un ojo de la cara!››, pensó cuando sus ojos se toparon con una moderna y elegante lámpara ubicada en la equina derecha del sitio. ‹‹¿Cuánto se estará gastando Rodri en mis consultas? Ahora que lo recuerdo, ¡él no le pagó a la recepcionista! ¿Me lo cobrará la doctora ahora?››.

Buscó en sus bolsillos para ver cuánto dinero tenía. Al retirar sus manos, vio que solo una moneda de dos soles más otra de cincuenta céntimos era lo único que llevaba consigo.

‹‹¡Dios santo››, se dijo al tiempo que tragó saliva.

—Pónte cómoda —le dijo la doctora, al tiempo que se sentaba en frente de ella y comenzaba a leer la carpeta de su historia clínica—. ¿Te llamas Aira, cierto?

Ella asintió.

—Bonito nombre. —Le sonrió. Ella iba a hacer lo propio, pero no quiso continuar hasta aclarar lo que la agobiaba.

—Este... doctora.

—Dime.

—¡No tengo con qué pagarle la cita! —dijo cabizbaja.

—¿Ehhhh?

Al explicarle lo que pensaba, la doctora se rió. Ella enarcó la ceja y se preguntó por qué tomaba a la ligera algo como el pago de su trabajo.

—Lo que pasa es que ya todo está cancelado, ¿sí? —Aira abrió sus ojos como plato—. Ya había hablado con Rodrigo días atrás, y bueno... quedamos en un arreglo "especial" por ser un recomendado. Fabián es casi como mi hermano, ¿lo sabías? —Ella negó con la cabeza—. Bueno, todo está ok respecto a mis honorarios. Tú no te preocupes. Siéntete cómoda, que has venido para que te ayude, ¿sí?

Ella asintió.

—Y dime, Aira, ¿en qué puedo ayudarte?

‹‹¿En todo?››

—Creo que... —Pasó saliva. Le daba vergüenza admitir lo que le sucedía. Pero, si ya había llegado hasta ese punto, debía decir lo que había estado acumulando durante largos años—. Creo que...

—¿Sí? —preguntó la doctora inclinando su cuerpo hacia adelante y observándola con atención.

—Creo que... sufro de depresión y de bipolaridad.

—¿Cómo así?

Y fue ahí que Aira soltó todo lo que sentía en esos instantes.

Le contó la manera de cómo había fallecido su padre, de cómo había cargado con la culpa de su muerte desde entonces, de cómo se sentía ninguneada —sino despreciada por su madre... De cómo la soledad había sido su única compañía para seguir adelante... De cómo se sentía un cero a la izquierda en la escuela, de cómo sentía que no era merecedora del cariño de nadie, aún cuando era consciente de que su abuela, su hermanito, su mejor amigo, y lo más importante, Rodrigo, estaban siempre pendientes de ella... De cómo creía que, sin él, no podía seguir adelante y que su vida se centraba en él, temiendo de que pudiera perderlo ante el regreso de su ex... De cómo una oscura sombra se cernía siempre sobre ella, llenándola de tristes pensamientos que mellaban su autoestima, su felicidad y sus ganas de vivir con la vida misma... De cómo podía sentirse de buen ánimo, pero este luego se veía disminuido por cualquier hecho que cualquier otra persona podía considerar mínimo... De cómo el despertarse cada día, el respirar y el continuar ante los demás de que todo era normal en ella le era cada vez más difícil de aparentar... De cómo no se sentía con ganas de empezar nada porque no se sentía con ganas de seguir viviendo más... y por lo mismo, había atentado contra su vida en más de una ocasión.

Pensó que, durante toda su verborrea, la doctora la interrumpiría y le reprocharía por tener esos pensamientos, como lo habían hecho los otros profesionales que la habían atendido. Pero estaba equivocada.

Emma, como le había pedido que la llamase, se ciñó en escucharla durante casi la media hora en la que Aira había sacado todo lo que mellaba el alma. Solo se había dignado a asentir con la cabeza, o en formularla alguna pregunta para que se explayara en alguna de sus divagaciones, o en observarla con atención para luego tomar nota en una pequeña libreta, o en hacerle preguntas, de forma pausada y amable, para animarla a continuar su relato. Ni aun cuando un preocupado Rodrigo había tocado la puerta y le había pedido a la doctora para acompañarla, siendo rechazado por esta, al decirle que necesitaba tener un primer encuentro a solas con su paciente, habían hecho que Aira se preocupara por no tenerlo a su lado. Emma la había hecho sentir en tanta confianza, que se preguntó si era la profesional que tanto había estado necesitando siempre; y de ser así, la luz de esperanza de poder sanarse y de aspirar a una felicidad era posible en su vida.

Luego de desahogarse, Aira le formuló varias preguntas, que la doctora le fue contestando con paciencia:

—No creo que sufras de bipolaridad —dijo apoyando su cabeza en su mano derecha, ante una de sus tantas preguntas—. Aunque es cierto que la depresión suele acompañar a esta. Para empezar, te he notado hablando pausadamente y de forma coherente. Y cuando yo te he hecho alguna pregunta, me has dejado hablar, ¿sí?

—S... sí, ¿creo? —dijo arrugando la frente.

—Una persona bipolar habla y habla, muyyy rápido. Es como si no tuviera presente que tiene un interlocutor, ¿me entiendes?

—¿Bueno? —Enarcó la ceja todavía incrédula—. Aunque... más de una vez mi enamorado me ha dicho que hablo mucho... y...

—¿Te refieres al jovencito que quiso entrar para acompañarte?

—Ajá.

La doctora sonrió ampliamente.

—Bueno, es que ya tú eres todo lo contrario de él. ¡Es muy cortante!

—¿Eh?

—Las pocas veces que he hablado con ese chico por teléfono, luego de acordar la cita, ¡me ha colgado dejándome con la palabra en la boca!

Aira hizo un gesto de incredulidad. La doctora, por su parte, se tapó la boca, en lo que ella adivinó que era para no mostrarse que se reía. Luego Emma tosió y se acomodó los lentes, y volvió a mostrar su gesto entre serio y amable.

—Si te confieso, al principio no estaba muy segura de atenderte. Me pareció poco educado, ¿sí? Le llamé a mi primo para que me confirmara si él era alguien de fiar. Luego me explicó que tenía Asperger y todo cobró sentido. —Emma rodó los ojos al tiempo que volvía a sonreír.

Aira sintió un poco de vergüenza al imaginarse a Rodrigo hablando de manera poco cortés con quien se estaba portando de manera tan generosa con ella.

—Ustedes son una pareja... ehhhh, peculiar.

—¿Dispareja? —dijo Aira arrugando la frente.

—Dispareja sería la palabra. Pero creo que se complementan muy bien —dijo sonriendo.

No pudo evitar sentirse complacida ante lo que oía. Quiso preguntarle si eso significaba si hacían una bonita pareja, pero la doctora se le adelantó:

—Retomando lo que te quiero decir, no creo que sufras de bipolaridad, ¿ok?

—¿Está segura? —dijo una dubitativa Aira.

—Sí. —Volvió a anotar en su libreta—. Los bipolares suelen hacer muchos proyectos y no terminar ninguno. En cambio, tú me has contado que muchas veces no tienes ganas de hacer nada, ¿sí?

—Así es. —Estaba cabizbaja.

—¿Y por qué? —le preguntó juntando las cejas y observándola con seriedad.

—¿Para qué? —Levantó la cabeza. Sintió que esta le pesaba como plomo—. Si me embarco en un proyecto o me comprometo en algo con otros, yo que sé, un trabajo cualquiera, los pondría en un aprieto si luego desaparezco y los dejo colgados sin mi parte, ¿no? —Se encogió de hombros.

—¿Y por qué no podrías cumplir con tu parte?

Sintió que sus ojos le ardían.

—A veces... —Una lágrima caía por su mejilla derecha—. A veces... —Agachó la cabeza de vergüenza al tiempo que sintió que se le dificultaba respirar.

—¿Quieres un pañuelo?

Aira asintió. La psicóloga retiró de su bolsillo un pequeño paquete que se lo hizo llegar.

—Si quieres llorar, llora, ¿te quedó claro?

—¿No se va a burlar de mí? —dijo mientras más lágrimas caían por su rostro y seguía limpiándoselas.

—No.

—¿Ni se va a enojar?

—No, ¡por Dios! ¿Por qué lo haría?

—Mi mamá... —Trató de inhalar un poco de aire de manera profunda para tratar de calmarse, pero no pudo—. Mi mamá... mis compañeros del colegio... la gente que me ve en la calle, cuando me ve llorando...

—Ajá.

La doctora ladeó la cabeza y puso sus ojos serios, en un gesto que Aira creyó que era de desaprobación.

—No me juzgue ni se burle, ¡por favor! —Se tapó la cara de vergüenza, al tiempo que manos se bañaban por las lágrimas que seguían cayendo.

—¿Por qué lo haría?

—Porque mi mamá... mi mamá... —Hizo una pausa—. ¡Mi mamá siempre me dice que lloro para llamar la atención! ¡En mi colegio siempre se burlan de mí cuando lo hago! Y cuando voy por la calle, la gente... —Su respiración era entrecortada—. Cuando la gente me ve llorando... me señala...

Estalló en llanto.

—Pero... pero... ¡yo no lo hago para llamar la atención! —volvió a añadir luego tratar de recuperar el ritmo de su respiración—. Es que... no puedo evitar sentirme así, ¿sabe? Mal, horrible, como si no valiera nada... ¡Como si no mereciera vivir! —Respiró con dificultad—. No lo hago para llamar la atención. Al contrario, no me gusta que se burlen de mí, que me juzguen, que me critiquen, ¿sí?

—Ajá.

—¿Me cree? —preguntó con sus ojos que a la doctora le recordaron como si fueran de un cachorrito abandonado.

—Claro. ¿Por qué no habría de hacerlo?

—Porque mi mamá siempre me mira mal cuando lloro, ¡me dice que está harta y que solo lo hago porque quiero llamar la atención! ¡Pero no es así! ¡Creáme, por favor!

—Te creo.

—¿En serio?

—Sí.

La doctora asintió la cabeza varias veces, las que creyó necesarias, de forma paciente que a Aira le recordó a Rodrigo.

—Yo no soy tu mamá. Aunque me gustaría hablar con ella en un futuro porque una terapia de este tipo implica muchas veces trabajar de forma conjunta con los parientes y la pareja del paciente.

—¡A la vieja esa le importo una mierda!

La doctora abrió sus ojos como plato. Aira se tapó la boca al darse cuenta de que había hablado con lisuras.

—Uuuups. ¡Lo siento! —agregó avergonzada. La doctora solo sonrió y ladeó la cabeza—. Lo que quiero decir es que no creo que ella venga si le dijera.

—Bueno, eso ya lo veremos más adelante. Pero, quiero que te quede claro que estoy aquí para ayudarte, no para juzgarte ni mucho menos criticarte, ¿ok? —dijo de forma seria aunque lo suficientemente clara como para convencer a Aira.

—Uhm... —dijo Aira cabizbaja y estrujando sus dedos.

—Si quieres llorar, hazlo. Si tienes ganas de soltar palabrotas, ¡hazlo!

—¿En serio? —preguntó incrédula.

—Sí. Si tienes pensamientos y sentimientos de diverso tipo como rabia, tristeza, ira, frustración o lo que sea, dímelo. ¡Suéltalo! Te escucharé. Estoy aquí para eso. Trataremos de que identifiques tus emociones negativas y que aprendas a cómo sobrellevarlas para que puedas sentirte bien, seas capaz de ser feliz y dejar ya de sufrir, ¿comprendiste?

Con solo escucharla, la doctora Montalvo le inspiraba una confianza tal, que solo le era comparable con la que sentía con Rodrigo.

—Usted es muy buena, ¿sabe? Me hace sentir tan bien al escucharla...

—Bueno, es mi trabajo.

—Me recuerda a mi enamorado.

—¿En serio?

—Sí. Él siempre está pendiente de mí, escuchándome atentamente y con paciencia, como usted.

—Es raro que un aspie suela comportarse así —afirmó arrugando la ceja.

—Bueno, supongo que él es especial. Siempre está pendiente de mí, ¿sabe? Es muy tierno a su manera —dijo esbozando una ligera sonrisa.

La doctora rió.

—¿Estás muy enamorada de él?

—¿Tanto se me nota? —La psicóloga sonrió—. Es decir, una vez que lo conoces y aceptas su peculiar forma de ser, eres la persona más feliz a su lado, ¿sabe? Siempre está pendiente de mí, de que yo sea feliz, se preocupa mucho por mí, demasiado diría yo.

—Eso significa que te quiere.

—Creo que sí... Aunque nunca me lo ha dicho... —dijo cabizbaja.

La garganta le supo amarga cuando recordó que, en efecto, Rodrigo nunca le había dicho con palabras lo que tanto ansiaba oír.

—Bueno, hay personas que no son muy expresivas en sus sentimientos, y más como Rodrigo que es un aspie —le recordó la doctora.

—Sí. He leído bastante al respecto y también me lo ha explicado Rodri.

—Entonces, sabes de lo que estoy hablando.

—Sí, ¡claro que lo sé! —dijo ella con el ceño fruncido—. Claro que lo sé... —Hizo una pausa al tiempo que seguía estrujando sus manos—. Es solo que... Bueno, me gustaría que me lo dijera, ¿sabe? Así no me sentiría tan insegura ni celosa, ni tendría temor de perderlo. —Su boca le sabía tan amarga que no se sentía capaz de continuar... — Y con solo la felicidad que sólo él, solamente él, me puede dar.

—Uhm —dijo Emma rascándose la cabeza y levantando la vista hacia un libro que tenía en uno de los anaqueles de su biblioteca.

—Rodri es como mi droga... como mi salvación... mi camino para la felicidad. Y si yo lo pierdo, yo... yo...

Aira agachó la cabeza mientras se tapaba los ojos para no llorar, pero no pudo ocultarlo. Era evidente que, por las lágrimas que se mezclaban con sus dedos, otra vez había dado su batalla de aparentar por perdida. Luego de que esperara pacientemente a que se desahogara, Emma le preguntó:

—¿Y por qué consideras que sólo él te puede dar la felicidad que necesitas? —la interpeló con un gesto de preocupación en su rostro—. Digo, no solo la pareja la hace feliz a una mujer. Tienes también otras cosas, como el amor de tu abuela, de tu hermano, de ese amigo tan chistoso del que me has contado, incluso tu pasión por los versos, la danza, tus proyectos a futuro cuando termines el colegio. En fin... un montón de cosas por las que vivir.

—Esteeee...

—No es nada conveniente eso que me cuentas.

—¿Ah? —dijo ella reponiéndose—. ¡No sé a qué se refiere! —alegó esquivándole la mirada al tiempo que se mordía una uña de su mano izquierda.

—Quiero que por favor me expliques con más detalle sobre esto último que me dijiste.

—¿Sobre qué específicamente? —Aira pasó saliva—. Le he contado muchas cosas.

—Sobre cómo te sientes ante el peligro de perder a Rodrigo.

—Ah, eso. —Rió nerviosa—. Olvídelo. ¡No es nada, no es nada! —dijo tratando de esbozar una sonrisa, pero no pudo.

Miró a su psicóloga de reojo y, al darse cuenta de que ella la observaba de manera fija, de inmediato le volteó el rostro. Luego procedió a arrancarse otro mechón de su pelo, ante el asombro de Emma.

—¿Cuánto tiempo va a durar la cita? —añadió al tiempo que miraba el reloj rojo de pared que se veía a su costado.

—Depende.

—Pensaba que duraba media hora. Ya son las 5:35.

—¿Te quieres ir?

—Bueno... yo... —agregó para luego morderse y comerse otra uña de su mano derecha.

Emma ladeó la cabeza y le interrogó con la mirada.

—He empezado a sentirme incómoda, ¿sabe?

—¿Por qué?

—Bueno... sí...

Y fue ahí que Emma, con mucho tino, hizo hincapié en el apego, nada saludable, que Aira había mostrado sobre Rodrigo.

Aunque la adolescente se mostró un poco reacia al principio de abordar el tema, a diferencia de lo que le había contado respecto a su depresión, su psicóloga subo cómo sonsacarle información, aún a pesar de mostrarse corta de palabras. Desde la inseguridad que mostraba ante la personalidad fría y distante de Rodrigo, pasando por los celos de perderlo ante el regreso de Noelia, hasta dar con sus deseos de autolesionarse y morir si es que él se marchaba de su lado.

Lo que Emma descubrió la dejó bastante preocupada: Aira daba evidentes muestras de tener un amor inmaduro, muy celoso, sino obsesivo, que rayaba peligrosamente lo enfermizo. Si ya de por sí su depresión la angustió porque estaba en una escala peligrosa que podría poner en peligro su joven vida, si tenía alguna crisis, la dependencia emocional que tenía con Rodrigo era ya la guinda negra al pastel. ¡Temía lo peor para ella!

Al principio, quiso enfocar el tema con las palabras adecuadas, sin términos médicos, para que Aira fuera consciente de lo que le pasaba. Pero, no estaba muy segura de si era adecuado hacerlo en su primera terapia. Dada su corta edad de su paciente, que había acudido a ella sin un adulto responsable, y a las muestras de mentira y de manipulación que tenía, no estaba muy segura de cómo afrontar su caso.

Emma era una psicóloga joven, de apenas veintitrés años de edad, recién graduada de la universidad, cuyas prácticas profesionales se ceñían a haber sido una mera asistente administrativa en un consultorio particular, tal cual lo era su recepcionista ahora. Todo lo que sabía sobre su profesión se ceñía a lo que había estudiado en la teoría, mas nunca lo había aplicado a la práctica. Los casos que había atendido en su recién estrenado consultorio podían considerarse como "leves"; pero, en el caso de Aira, este requería del tino y cuidado debido de un profesional con la experiencia necesaria... la necesaria para no meter la pata y poder ayudarla como requería.

Después de cavilar unos instantes, resolvió que consultaría, sino la derivaría si lo viera necesario, con un psicólogo de mayor experiencia, quien había sido su profesor en la facultad. Por mientras, quería conocer más del ambiente familiar y amical de Aira, pero ella se mostraba renuente a seguir hablando con ella en confianza. De esta manera, y dada la hora que era, casi las seis de la tarde, prefirió dar la cita por terminada, no sin antes darle unas cuantas indicaciones para su próxima sesión.

—Me gustaría que llevaras una libreta en el que anotaras todo lo que te pasa a diario y cómo te sientes, en especial cuando tienes esos momentos profundos de tristeza, de rabia y de frustración.

Aira frunció el ceño e hizo una mueca de decepción.

—¿Usted también?

—¿Cómo? —preguntó sorprendida.

La adolescente soltó un suspiro de resignación.

—Lo que pasa es que ya esto me lo han dicho antes. Llevar un diario, escribir y toda la huevada, ¿ok? —dijo encogiéndose los hombros y de mala gana, ahora sin importarle si soltaba una mala palabra ante la doctora—. ¡Y no me ha servido de nada! —Se rascó la cabeza con fastidio.

—Bueno... —Arrugó las cejas—. Supongo que mis colegas tenemos maneras similares de afrontar casos como el tuyo.

—¿Y cuándo me voy a sanar? Porque pensé que, después de esta cita, me sentiría mejor y me curaría. Pero veo que no es así... —dijo fastidiada.

—¿No te sientes a gusto?

—Como al principio no. —Negó con la cabeza.

—Aira... —Resopló profundo—. Debes tener presente que la depresión... y otras cosas que puedas tener... —Hizo una pausa—. No se curan de la noche a la mañana.

—Pero yo quiero sanarme y pronto, para no perder a Rodri a manos de la tipa esa que ha regresado. Si me lo quita, no sé qué haría sin él... —Agachó la cabeza y la movió varias veces. Cuando levantó su rostro, sus ojos volvían a estar llorosos—. No sé qué haría.

—¿Seguir viviendo?

Aira se tapó los ojos y volvió a llorar. Pero, antes de que prosiguiera con su llanto, Emma vio el momento adecuado para detenerla. Le enseñó técnicas de respiración y de relajación.

Al principio, la joven no parecía responder bien a aquellas. Pero, luego de que, con mucha paciencia, le indicara que debía recordar aquellos momentos que le brindaban mucha felicidad, al tiempo que debía contar hasta diez junto con su inspiración y exhalación de aire, en varias series de veinte, Aira se dio cuenta de que aquello parecía funcionarle.

—¿Te sientes mejor?

—Un poco... sí —dijo todavía muy segura de sí.

—Bien.

La doctora anotó en su libreta un cuadro y varias indicaciones más. Luego arrancó la hora y se la entregó.

—¿Qué es esto?

En aquella hoja la doctora le señalaba que, religiosamente, debía practicar esa técnica de respiración tres veces al día. Luego, que sí o sí, debía cumplir con anotar en su diario cómo se había sentido y que, al día siguiente, debía leer lo que había anotado y luego reflexionar sobre ello.

—¿Esto me servirá? —preguntó incrédula

—A corto plazo, no —respondió Emma con mucha paciencia—. Pero...

—¡Ayyy! —dijo interrumpiéndola con una mueca de desgano.

—Aira —acotó bastante seria, tanto que a la joven la intimidó—, quiero que tengas presente de que lo tuyo es como cualquier otra enfermedad, ¿sí?

—No la entiendo.

—Te pongo cualquier ejemplo: si te lastimas de la pierna, qué se yo, te rompes de la rodilla, te ponen una bota de yeso, ¿sí?

—S... sí —dijo dubitativa. No sabía a dónde quería llegar.

—Y luego debes seguir terapia física, ¿no?

—Bueno, sí.

—No solo debe ser una sesión, sino por lo menos diez, veinte o más, dependiendo de la gravedad de la lesión. Te cuento que yo me hice un esguince hace dos años, jugando vóley en la universidad, y luego de mi yeso, seguí diez sesiones de rehabilitación.

—¿Eso quiere decir que...?

Emma asintió.

—Si tú no pones de tu parte, no sigues lo que te indico, no vienes a tus terapias, no hay nada que yo o cualquier otro colega mío pueda hacer por ti. Si de verdad quieres sanarte, debes poner de tu parte, ¿comprendiste?

Aira hizo un puchero y resopló con resignación.

—Bueno...

—¿Te comprometes a dar lo mejor de ti para que yo pueda ayudarte?

Aira asintió.

—Pero escribir en un diario es taaan aburrido e inservible...

—¡Aira! —le replicó con severidad.

—Ok, ok, haré lo que usted diga. —Se encogió de hombros.

—Me contaste que estás viviendo con tu abuelita, ¿sí? —Ella asintió—. Quiero que ella venga en tu siguiente sesión. Y tu enamorado también. Necesito hablar con ambos, a solas y contigo

—¿Queeeeé?

La adolescente sintió que el mundo se le venía encima. Si iba con su abuela y con Rodrigo a la vez, eso significa que no le quedaría mucho tiempo para mantener su mentira a flote. El tiempo se le agotaba y debía adelantar las cosas antes de su cumpleaños número dieciséis.

Iba a añadir algo más para replicarle, pero la doctora le recordó su compromiso, a lo que ella asintió de mala gana.

—También, me comentaste que estabas pensando en meterte en un taller de escritura...

—Poesía —le corrigió.

—Ok, poesía.

Le contó que Rodrigo le había inscrito en uno que estaba por iniciar en las siguientes semanas.

—Todo lo que sea para mantenerte ocupada y que te guste, genial. —Volvió a anotar en su libreta—. Una de las cosas para combatir a la depresión es mantener a la mente ocupada para no dejarle pensar en otras cosas que no te convengan, ¿ok?

—Uhm...

—¿Te gusta bailar? —Ella asintió—. ¿Te gusta hacer deportes? ¡Hazlo! ¿Te gusta escribir? ¡Hazlo! ¿Quieres salir con tu enamorado o con tus amigos? ¡Hazlo! ¿Debes estudiar para tus exámenes venideros? ¡Hazlo! Cada día debes comprometerte a ocuparte, no a preocuparte.

—¿Ocuparme y no preocuparme? —preguntó con una mueca.

Emma sacó de su libreta otra hoja en donde le indicaba que debía escribir, a diario, veinte líneas de "Debo ocuparme, no preocuparme". Se la entregó. Ella se rió al leer sus consejos.

—Esto parece una tarea para una niña de primaria —dijo con ironía—. Me recuerda a cuando era "chibola", debía hacer planas y planas en mi cuaderno de caligrafía.

—Aira... —le dijo con seriedad.

—Ok, ok. Lo haré.

Alzó sus manos como si hubiera sido pillada por la policía. Emma rodó los ojos al tiempo que completaba los datos de la adolescente en su historia clínica. En definitiva, Aira era la primera paciente difícil que le tocaba.

Luego de escuchar las otras indicaciones que Emma le daba, Aira se dijo que, por fin, los dioses habían escuchado sus ruegos y habían dado la cita por terminada. Aquella sesión le había sido eterna. No estaba muy segura de si continuar o no con sus citas con la doctora Montalvo, pero cuando vio que Rodrigo la esperaba ansioso, todos sus sentimientos negativos desaparecieron en un instante.

—¿Cómo te fue?

Ella soltó un suspiro de resignación.

—Supongo que bien. Bueno, yo... no sé.

Rodrigo

Sin esperar a que Aira le contara cómo le había ido en su terapia, fue directo al grano sobre lo que en realidad quería saber.

—Debemos hablar —dijo halándola del brazo, no de la mano, y llevándola fuera del consultorio.

—¿No lo estamos haciendo acaso?

—Necesitamos privacidad —alegó muy serio, a pesar de que el sentimiento de tener mariposas en su estómago no lo dejaba en paz.

Se acomodó el pelo que le colgaba al lado izquierdo de la oreja, creyendo en vano que, con eso, el nerviosismo que sentía disminuiría. Se aclaró la garganta porque las náuseas del miedo, sino espanto que lo invadían, volvían a él. No quería darse todavía por vencido, por lo menos, no hasta que hubiera aclarado las cosas con Aira de una vez, como debía haberlo hecho desde un comienzo.

Caminaron por varios minutos más. Sus pies le pesaban tanto como si estuviera cargando en cada uno un zapato de metal, sino piedra. A pesar de eso, se mantuvo firme hacia donde quería ir con ella. Había divisado que, cerca de donde se habían bajado, al frente había un pequeño parque de niños, el cual por la hora, ya debería estar vacío. Así que, ese sería el lugar ideal para su charla.

Cada paso que daban para Rodrigo significaban uno más hacia la luz de verdad que debía confesar. Sintió que, una vez que le dijera todo aquello que había acallado, se libraría de un gran peso de encima; aunque en el fondo, muy en el fondo, temía cómo iba a reaccionar.

¿Cómo respondería ante su revelación? Lo más probable era que se enojaría, sino se decepcionaría. Pero, ¿qué significaría eso para su relación? ¿La perdería para siempre? Ella le había dicho que quería que estuviera siempre a su lado, mas esta había sido en circunstancias ideales, las cuales distaban mucho de su situación actual.

Cuando se sentaron en una de las bancas del centro del parque, que él había escogido estratégicamente porque poca gente pasaba por ahí, Aira lo sacó de sus cavilaciones:

—¿Qué te pasa? —dijo ella bastante nerviosa—. ¿Acaso no me quieres llevar de la mano porque me suda mucho? Ok, ya sé que me sudan mucho —alegó con un puchero—. Pero no es mi culpa, ¿ok? Ya no sé qué hacer con mi sudoración excesiva! Aunque tú... con tus actitudes tan misteriosas, tampoco contribuyes mucho, ¿sabes?

Rodrigo no le respondió. Solo ladeó la cabeza para poder contemplarla mejor. El reflejo del sol, que comenzaba a fallecer, sobre su rostro provocaba que este tuviese unas tonalidades poco antes vistas, tantas que le pareció que esa tarde, Aira con sus trenzas, con su frente arrugada, sus ojos negros expectantes y su sonrisa nerviosa, se veía más hermosa que nunca. Y fue en ese instante, en el que el sentimiento de poder perderla ante lo que le iba a revelar, que le hizo darse cuenta de algo que nunca había sido capaz de confesar:

—¿Te he dicho antes que te quiero? —le dijo mientras tomaba su rostro con sus manos y la miraba de manera muy fija.

—¿Ehhh? —preguntó Aira, sintiendo que la sudoración en su rostro se acentuara y sus mejillas se encendieran.

Aira

—Creo que no te lo he dicho nunca —añadió con ese gesto tan indescifrable en su rostro. Lo percibía como siempre, tan parco e inexpresivo, pero, por sus actitudes, parecía todo lo contrario.

—No, creo que no. Aunque el otro día...

Ella iba a seguir hablando. Pero, antes de hacerlo, tenía los labios de Rodrigo sobre los de ella, en un beso que él le prodigaba con tanta intensidad, con tanta profundidad, que para ella misma significaba la felicidad máxima, sino la droga que tanto creía que necesitaba para poder salir de su depresión, más que cualquier otra terapia con un profesional.

Luego de que su beso durara lo que a Aira le pareció una sublime y hermosa eternidad, él se separó de ella, aunque a ella le dio la sensación de que parecía no querer soltarle nunca más.

—Tengo algo que confesarte —le dijo cabizbajo.

—¿Me vas a decir, por fin, que me quieres, Rodri? —le preguntó muy entusiasmada, acercándose hacia él y cogiéndolo de las manos. Él se separó con brusquedad, dejándola desconcertada.

¿Qué significaba todo esto? ¿Por qué se había mostrado tan cariñoso en un momento para luego ser tan distante? ¿Significaba eso un beso de despedida? ¿Regresaría con Noelia?

Por más que intentara responder a sus preguntas, simplemente no podía responderlas. El vacío dentro de sí empezó a crecer, de tal manera que Aira pensó que se le iba a salir por la boca y por los ojos, obligándola a llorar. Rodrigo, con el rostro ladeado, pero impasible, sin mostrarle alegría, tristeza o amargura, era una caja de sorpresas por descubrir. En ese instante, pensó que le gustaría tener el poder de leer la mente, así se ahorraría de momentos tan expectantes, los cuales, para su poca paciencia y falta de seguridad en sí misma, significaban la peor de las torturas.

Mientras seguía con su mar de pensamientos, Rodrigo le mostró la pantalla de su celular. Sin embargo, no fue hasta escucharlo hablar, que quedó anonadada:

—Te he mentido —agregó. Ella todavía no se había percatado de lo que decía el teléfono de él—. A ti y a todos.

—¿C... cómo?

—Mira —le insistió que viera su teléfono. Ella obedeció.

En aquel podía leerse lo siguiente:

‹‹Hola,

Hemos eliminado tu historia, Mi obsesión, por infringir nuestros términos y condiciones sobre Derechos de Autor de la comunidad. Para mayor información, lo invitamos a leer nuestras directrices al respecto:

http://****.com/***

Gracias por su comprensión››.

—¿Qué...? ¿Qué significa esto? —dijo arrastrando las palabras.

Rodrigo levantó su rostro y le clavó la mirada. En aquellos podía verse reflejada, junto con la angustia que tenía dentro de sí.

En cosa de minutos, que a ella le parecieron una terrible eternidad, le explicó que la organización de los Premios Watty había recibido la noticia de que una de las obras finalistas de sus premios, "Mi obsesión", el poemario que él había publicado, era un plagio. De inmediato, al cruzar la información con las pruebas que le habían otorgado, la organización había hecho el reporte correspondiente al soporte de Wattpad. Y este, sin darle oportunidad a Rodrigo de eliminar lo que debía haber hecho hacía tiempo atrás, había procedido a borrar su poemario, con la consiguiente viralización de la terrible noticia entre todos los usuarios, incluidas sus decepcionadas lectoras.

Aira había querido preguntarle por qué había caído en algo tan ruin que consideraba en un aspirante a escritor, porque para ella, una de las cosas más crueles e imperdonables que podía hacer un artista era justo eso, plagiar la obra de otro autor que había tomado un trabajo de días, semanas, sino años. El apropiarse del producto del esfuerzo y constancia de otra persona, era para ella lo más bajo que podía hacer una persona que decía llamarse artista.

Cuando Rodrigo iba a explicarle los motivos que lo habían llevado a tan equivocada acción, ella ya no era capaz de escuchar más.

‹‹¿Acaso no eres tan perfecto como yo creía?››

‹‹¿Acaso no eres tan bueno como yo pensaba?››

‹‹¿Acaso no decías que los que tienen Asperger no mienten?››

‹‹Pero, ¿si eres capaz de mentir en algo tan bajo, eso quiere decir que eres capaz de mentirme al decirme que me quieres o que no piensas regresar con Noelia?››

‹‹¿Quién eres en verdad?››

‹‹¿De quién me enamoré en realidad?››

‹‹¿De una fachada?››

‹‹¿De un espejismo?››

‹‹¿De una decepción?››

Como un rápido resumen de una película, los momentos dulces y encantadores que había pasado a su lado pasaron por su mente en cuestión de segundos, para luego dar paso a una imagen de él quebrándose en mil pedazos, tal cual el vidrio de un cristal roto. La sombra negra que creía desaparecida, ahora se cernía de nuevo sobre ella, pero esta vez mucho más grande y sin visos de irse nunca más.

Él quiso tomarla de la mano para pedirle disculpas por su mentira, pero se sorprendió a sí misma dándole una palmada para rechazarlo:

—¡Suéltame!

—Aira...

—¡Suéltame! —dijo para luego darle la espalda—. ¡Me has decepcionado!

Cogió su mochila y, raudamente, corrió para dirigirse al cruce de semáforos y alejarse de él.

Rodrigo se había quedado impasible ante su reacción. Pero, cuando por fin, se dio cuenta de lo que estaba pasando, se levantó de la banca y corrió para buscarla.

No obstante, a pesar de que corrió cruzando el semáforo en rojo poniendo en riesgo su vida, a pesar de que la buscó por todas las calles mientras las lágrimas caían por sus mejillas, a pesar de que la llamó, tanto por su nombre como por teléfono, ella no respondía a sus llamados. Simplemente Aira se había esfumado. Y ni aún el agua que comenzaba a caer sobre sus rostros, producto de la lluvia que llegaba con esa noche, mezclándose con sus lágrimas llenos de dolor, podía diluir los sentimientos de angustia, de desesperación y de ansiedad que se cernían sobre aquellos seres que tanto se querían, pero que ahora se desunían...     

Anotaciones Finales

Solo diré "No me maten" x'D

Nos leemos prontito :3 xD No se olviden de votar y de comentar :3 

PD. Nadie sabe la dirección de mi casa, así que, no saben en dónde buscarme para querer ahocarme :'v xDDD *Se larga antes de que le lancen tomates* :'v 

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