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♫ Mar de complejidad ♥

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Aira

El sonido de la música sonaba intermitente, acompañando al compás de los danzantes. Una vez más, debían dar lo mejor de sí durante el ensayo porque la fecha de la competencia estaba a la vuelta de la esquina. Sin embargo, tal era la presión que se cernía sobre ellos, que tuvieron que parar la práctica para escuchar la llamada de atención de su profesor:

—¿Otra vez? Pero les dije que la formación horizontal debía ser para el otro lado, en línea recta, cuando se detenía la música y venía el intermedio, para saludar al jurado. —El hombre frunció el ceño, levantando la mano para cubrirse el rostro, a la vez que movía la cabeza con desesperación—. ¡Y esa no es una línea recta ni nada! Parece un zigzag, ¡por Dios!

El gesto de desazón era un denominador común entre todos los estudiantes.

—¿Y las mujeres? —gritó el profesor—. La mayoría están descoordinadas. ¿Tú, Pamela? ¿Qué sucede? Siempre das la vuelta antes de tiempo. ¿Y tú, Dina? Igual —Las aludidas bajaron la cabeza—. Y para remate, casi todas están todas estáticas. Les he dicho que deben mostrar más coquetería, más punche... ¡¿Qué les pasa?! Al comienzo iban bien, pero ahora... ¡Parece que estuvieran espantadas de sus parejas! —exclamó el hombre sin desconocer los motivos detrás de todo aquello.

‹‹Si yo formara parte de la coreografía principal, no me importaría tener que ser coqueta con esos zonzos, con tal de mejorar todo››, pensó Aira mientras se apoyaba en una de las paredes del patio.

—Tomen un receso y continuamos —añadió el profesor para luego retirarse hacia la pequeña mesa en donde estaba el equipo de música.

En el descanso, Aira le pidió a Xico que la acompañara al kiosko a comprarse unas bebidas.

—Esas huevonas van a malograr la presentación —se quejaba mientras pedía un jugo de durazno—. Hasta la zonza de la Caro, a quien le pregunté para que me ayudara en saber cómo reemplazarla bien, se hace la estrecha y me dice que nunca tiene tiempo.

—Ella nunca ha sido humilde —añadió Xico—. Siempre ha sido bastante competitiva en cuanto a las notas. Se anda fijando cuánto se saca la Vero y el nerd de Adolfo en las pruebas. Y cuando les gana, va gritando a todo el mundo que se sacó la nota más alta de la clase. Por eso le cae "chinche" a medio mundo.

—Pues supongo que sí. Pero pensé que sería más relajada en cuanto a la danza —dijo Aira mientras hacía un puchero.

Él negó con la cabeza.

—Tú no lo sabes porque no estuviste en las prácticas desde el comienzo, pero cuando le informó el "profe" que iba a ser de la luna, hay que ver cómo se puso—. Ella lo observó con una gran interrogante en el su rostro—. Se fue a quejar con su "vieja" de que cómo era posible que "alguien con su talento fuera relegada de esa manera".

Aira se rió sorprendida ante lo que oía.

—¿En serio?

—La firme. Su "vieja" habló con el Director y todo. Por poco sacan al "profe" Ramos por su culpa.

—¿Qué se cree la Caro...?

—La última Coca Cola del desierto. Ya tú sabes...

—Sí pues.

—¡La iba a cagar la huevona! Pero todos nos pusimos fuertes y dijimos que no queríamos que nos enseñara nadie más, que el profe será estricto y todo lo que tú quieras, pero si lo escogimos fue porque era el mejor. Aparte, de que ella era la más lenta del grupo, así que tenía el lugar que pedía.

—Sí que se pasó, ¿eh?

—Al final, nos hicieron caso y ella no le quedó más que tragarse su orgullo y ensayar en el puesto que le correspondía... Y así hubiera seguido, de no ser porque cierta persona —dijo a la vez que movía la cabeza, los ojos y la boca en dirección a ella— intervino y ahora debe estar con el ego por las nubes porque forma parte del elenco principal.

—¡Ay, no empieces! —Xico levantó las cejas y se encogió de hombros, al tiempo que se dirigía a la puerta—. Sabes bien que no tenía opción.

—Si tú lo dices...

Ambos cogieron sus refrescos y se dirigieron a una de las bancas del patio a descansar.

—¿Y si Caro ha dirigido una conspiración con las chicas para que bailen mal a propósito?

Él negó con la cabeza.

—¿No te he dicho que le cae mal a medio mundo? Bastante caso le harían.

Ella frunció el ceño y dirigió la vista a un rincón del patio. Una joven con el pelo castaño amarrado en una cola estaba sola apoyada en la pared, comiendo su refrigerio. Veía de reojo a los demás mientras le daba un mordisco a su emparedado y hacía una mueca de fastidio. A Aira le dio cierta pena. Sin embargo, cuando recordó todo lo que él le había contado, aquélla se le pasó.

—¿Entonces? ¿Por qué crees que están bailando tan mal? Sería comprensible si fuera al comienzo de la práctica, pero no cuando llevan casi dos meses en ello.

Xico dio un sorbo a su bebida de marca Volt, un nuevo energizante que había salido al mercado.

—Ay, ¿cómo te puede gustar esa tontera? —le replicó Aira mientras veía cómo en un par de sorbos se acaba su bebida.

—Es bebida de machos pues —Sacó otra de las botellas para aplacar su sed—. Pero, creo saber por qué lo hacen...

Xico le contó que días atrás, poco antes de que ella se incorporara a las prácticas, hubo una ocasión en la que el profesor no fue. Y, si bien ante su ausencia, varios se habían retirado, otros tantos habían decidido quedarse jugando al juego de la verdad o reto, como preguntar si le gustaba alguien de su clase. Fue ahí en que varios habían declarado que le gustaba fulanito o menganita, produciéndose a la larga unos triángulos amorosos nada gratos, entre ellos, uno que la involucraba indirectamente.

Caro había sido una de las que había confesado públicamente que le gustaba Rafael —un chico que Aira recordaba muy bien por una experiencia nada agradable que había tenido previamente, y por la cual, desde entonces, había sabido mantener su distancia. El muchacho no había tenido pelos en la lengua en decir, de inmediato, que le gustaba otra chica del salón, Pamela, una de las chicas que andaba bastante despistada en las prácticas, sobre todo, durante la parte del intercambio de parejas con él. También supo que parecía haber rumores de que Rafael se le declararía a Pamela el día de la presentación, si es que no lo había hecho antes, pero que parecía que querían guardar las apariencias, sobre todo, para no hacerle daño a Caro.

Al escuchar eso, Aira pudo hacerse una idea de lo que pasaba en el grupo. Y fue ahí que se preguntó si sentir amor a una edad tan joven era conveniente o no; porque, a fin de cuentas, aquél parecía traer más problemas que fortuna a quienes lo sintieran. Ella misma era un manojo de anhelos, de incertidumbres y de preguntas por lo que sentía por Rodrigo.

A pesar de que había quedado con él en ir a su casa antes de las prácticas o almorzar cerca de su universidad, y le gustaba la frecuencia de cercanía por la interacción más familiar que tenían, había algo que no terminaba por cuajarle. Y era la pared que percibía entre ambos. En especial, cuando había ocasiones en la que a Aira le mataba la curiosidad en saber más del pasado amoroso de Rodrigo.

Si bien él le había contado lo necesario para que entendiera por qué quería ir lento en su relación, no había entrado en aquellos "detales turbios" que ella se había quedado con ganas de saber.

Ella se preguntaba si, quizá la falta de sinceridad que había tenido aquel día, cuando no le contó la verdad sobre su edad, tenía que ver en el asunto. A fin de cuentas, ambos habían decidido hacer un pacto tácito de reservarse cierta información, hasta cuando lo creyeran necesario. No obstante, esto parecía ser solo conveniente para alguien con la madurez de Rodrigo, mas no para la impaciencia de ella. Esta situación, a diferencia de lo que él buscaba, había provocado una obsesión en Aira por saber de su pasado, la cual, mezclada con su poca autoestima, habían dado conllevado a un cauce nada agradable.

Continuamente se preguntaba si él no se sinceraba del todo con ella porque quizá no la quería lo suficiente como lo había hecho con su ex. También, al enterarse de en dónde había estudiado la secundaria —un colegio muy prestigioso de la ciudad—, no había podido evitar buscar en Google y en Facebook a las estudiantes promedio que se graduaban de ahí, sintiéndose un cero a la izquierda cuando se dio cuenta, de que ella "no estaba a la altura" de las chicas "pitucas" de allá. Y así, cualquier motivo era bueno para que la pobre muchacha se torturara en el mar de incertidumbres y de baja autoestima que su depresión le producía.

Todo esto dio lugar a que, casi a diario, ella buscara la manera de que Rodrigo respondiera a sus preguntas, sí o sí. No obstante, el día anterior, llegó un momento en que le había colmado la paciencia, a tal punto que había sido bastante enfático en decirle que "No quería tocar más el tema y que, por favor no le insistiera". Esto había provocado en ella una espina difícil de sacar y un resentimiento que había hecho que le escribiera escuetamente la noche anterior: "Lo siento, estoy cansada después de venir de la danza, hoy no podremos conversar".

Llegado a este punto, Aira era puro manojo de dudas y de preguntas, y no sabía cómo afrontar este problema. Se le pasó por la cabeza preguntarle a su mejor amigo sobre ello, pero por la falta de tino que muchas veces demostraba, creyó que se burlaría de ella. No obstante, llegado ese punto, ya no pudo más. Le soltó todo lo que la atormentaba, provocando que Xico tosiera al dar un sorbo a su tercera botella de bebida.

—Oe, ¡te vas a atorar! —le dijo.

—¿Todavía no le has dicho tu edad?

Ella se encogió de hombros.

—Si él no se sincera conmigo, por qué tengo que serlo con él.

—Una relación no se basa en la mentira, huevona.

—Pero, ¿tú qué vas a saber...?

Lo miró de reojo y luego volvió a dirigir la mirada a Caro. La susodicha no despegaba la mirada a Rafael, quien estaba metros más allá, al otro rincón del patio, y conversaba alegremente con un par de amigos. Pero él no disimulaba nada al mirar hacia atrás, hacia donde estaba Pamela con otras chicas. El triángulo amoroso en su más viva expresión.

—Si... si solo has tenido choques y fugas, según lo que me has contado —añadió Aira volviendo a prestar atención a su interlocutor.

—Eso fue después de la huevona de la clase "B", ¿te acuerdas?

—Ah...

Aira recordó que un año atrás, Xico se había enamorado hasta el tuétano de una chica de la clase de al lado. En poco tiempo, había logrado conquistarla y que se convirtiera en su primera enamorada. Sin embargo, la dicha de su amigo le duraría poco. Ella lo dejó porque le terminó gustando otro muchacho de su clase, quien le sacaba más de una cabeza en altura a su rival, provocando en este una espina difícil de sacar.

A partir de ese momento, Xico, avergonzado por su baja estatura y herido en su amor propio, se había prometido que no tomaría a las chicas en serio, "porque estas eran superficiales y aprovechadas", llevándose de regalo un golpe en la cabeza de parte de su mejor amiga cada vez que lo mencionaba. No obstante, la situación cambiaría semanas atrás, cuando Vero —una de las más aplicadas en su clase— se ofreciera a ayudarle a Xico en sus tareas en un trabajo grupal que habían tenido, para complacencia de Aira, quien veía en ella la esperanza para que su amigo volviera al buen camino.

—Como sea, huevona... Algún día lo va a saber, y cuando llegue ese momento, pues... no sé... —Meneó la cabeza—. No le va a gustar.

—¿Y cómo puedo hacer? —dijo ella impaciente—. Es alguien difícil de entender, ¿sabes? A veces es tan lindo, se preocupa tanto por mí, me dice cosas tan bonitas...

Miró hacia un costado y recordó el mensaje que en la tarde había recibido de él.

‹‹Aira

Espero que hayas dormido bien. Me hubiera gustado conversar contigo anoche, pero supongo que estabas cansada después del esfuerzo físico que hiciste en tu práctica de danza. Yo no soy muy dado a eso, según te conté, pero las pocas veces que me obligaban en el colegio a tomar clases obligatorias de algún baile, terminaba agotado, si es que no se me exoneraba debido al asma que sufro.

Pero, en fin, quería escribirte para manifestarte mi preocupación. Hoy no he recibido ningún mensaje tuyo como de costumbre, a pesar de que te envié tres a tu celular para desearte los buenos días y saber de ti.

¿Está todo bien contigo? ¿Es porque la intensidad de tus prácticas ha aumentado, según me comentaste ayer, que quizá por eso no te conectarías más seguido a charlar? ¿O quizá es porque algo raro pasa por tu cabecita?

Sea lo que sea, por favor, sabes que puedes contar conmigo. Recuerda lo que siempre te digo: que estoy pendiente de ti, aunque sea durante poco tiempo por lo de tus ensayos, pero quiero saber cómo estás.

No te preocupes, que yo sabré entender si estás cansada y no te presionaré para que te conectes hasta tarde como de costumbre. Ya después de tu presentación, pues supongo que la cosa se normalizará, ¿sí?

Por favor, responde aunque sea con un escueto mensaje, para saber que estás bien, ¿sí?››

Ella cerró su celular luego de leer el mensaje de Wattpad, que había recibido por triplicado en su Facebook, su whatsapp y su celular; y al cual, no había tenido voluntad de no responder —aunque sea con un escueto mensaje "Estoy bien, no te preocupes. Sólo estoy muy ocupada. Que tengas un buen día"—, a pesar de que su orgullo le había dictado todo el día que lo ignoraría.

—Pero, en otras... —añadió—. Se porta tan... tan... —Suspiró. Se agarró la cabeza con desesperación, recordando al mensaje de negación a sus preguntas que Rodrigo le había contestado—. No sé qué hacer... ¡Ayúdame!

—No sé qué decirte... El tipo es difícil de comprender por el trastorno ese que me contaste, ¿sí? —Ella asintió—. Lo único que te puedo decir es que la mentira no lleva a nada bueno.

—Pero, ¿si se enoja y me deja antes de siquiera haber comenzado una relación de verdad con él?

—¡Oh, vamos!

—Él es mi apoyo para salir adelante en toda esta mierda que tengo de la depresión... —dijo ella con los ojos quemándoles porque tenía ganas de llorar.

Xico la miró con cara de preocupación.

—¡Siempre me dice cosas tan bonitas como que soy algo que merece ser cuidado, que soy su éter y... —Respiró con dificultad. Sabía que las lágrimas le traicionarían en cualquier momento, por lo que optó por sacar un trozo de pañuelo que tenía en sus bolsillos—. Me alegra la mañana cuando recibo un mensaje de él de "Buenos días" y me envía una foto de lo que está haciendo o qué es lo que está comiendo...

—Puta, no te pongas así pues... —dijo Xico meneando la cabeza y sabiendo lo que vendría después.

—El otro día, justo después de ver una película de terror en su "depa", me dijo que nunca... que nunca... —Unas lágrimas caían por sus mejillas, las cuales se limpiaba con el pañuelo—. Que nunca había conocido una chica como yo que le gustaba el gore y que eso le gustaba tanto de mí... porque, a pesar de ser tan joven, tenía una amplia cultura cinéfila... ¿Sabes? ¡Eso me sentir tan bien... tan valiosa... tan importante... ¡tan feliz!

—Aira...

—Si él me deja.... —Respiró profundamente y se cubrió los ojos para llorar—. No sé... no sé qué será de mí, ¿sabes? Nadie... nadie me quiere como él.

—¡Ven, huevona! —dijo su amigo llevándole del brazo y halándola a los caños del lado norte del colegio para que se lavara el rostro.

—Nadie me quiere como él, ¡nadie! —volvía a repetir Aira en el trayecto.

—¡Te equivocas! —exclamó Xico mientras abría uno de los caños para que su amiga se limpiara.

El agua corría. Aira se negaba a lavarse y sólo dejarse llevar por el mar de sus incertidumbres y de baja autoestima.

La paciencia del joven llegaba a su límite. Sin embargo, acostumbrado a los bajones de su amiga, contó hasta diez, para luego mojarse las manos y obligarla a que se aseara.

—Te olvidas de que me tienes a mí, a tu abuelita, al pesado ese de Lucas... —añadió Xico—. Y el huevón ese, hasta donde se ve, te quiere. ¡Nadie iría hasta la puta DIRINCRI solo por una tipa que conoció en internet! —dijo soltando una gran sonrisa al recordar el citado incidente.

—Ayúdame, por favor... —repetía Aira al tiempo que sus mejillas eran limpiadas por su amigo.

El joven respiró profundamente y rodeó los ojos. Estaba llegando a su límite. Sin embargo, recordó todos los buenos momentos en los que su amiga lo había apoyado, así que se invocó a todos los santos y dioses posibles para que le dieran la paciencia necesaria para estar ahí para ella.

—No quiero que él me deje. Por favor... No quiero...

Xico meneó la cabeza.

‹‹Yo... ¡yo lo quiero tanto! Nadie me quiere como Rodri... ¡nadie!››, pensó Aira, quien ya no era capaz de hablar, solo de sollozar, para ahogarse indeterminadamente en aquel eterno mar de su oscura complejidad.

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