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Epílogo


Aira

—¡Aira, estás llorando!

Había pasado varios días desde que me había despedido para siempre de Rodrigo. Y aunque lo había seguido viendo en la escuela como mi tutor y profesor que era, la relación entre ambos había cambiado.

Era distante. Muy distante. Apenas me dirigía la palabra cuando llamaba la lista de asistencia, menos me miraba cuando buscaba ansiosamente sus bellos ojos verdes en el salón. En las dos clases de Literatura —mi antigua materia favorita— que habíamos tenido esa semana, al percatarme de su rechazo, apenas había prestado atención a lo que decía. Incluso, mayor fue mi decepción cuando al día siguiente de nuestra charla, él había formulado una pregunta. Yo muy animada había levantado el brazo para contestar, para siquiera tener por unos minutos su atención. Pero, contrario a lo que esperaba, él había optado por ignorarme y le cedió la respuesta a otro de mis compañeros. Y fue ahí que, al clavarse una gran espina en mi interior que me quebró por completo, me percaté de que su rechazo y despedida para siempre iban en serio, muy en serio. Si tenía alguna esperanza de que las cosas volvieran a ser como antes, estaba muy equivocada...

Desde entonces, asistía a clases, pero hacía todas las cosas por inercia. A estos días los llamé "estar en piloto automático". Me despertaba, me alistaba, llegaba a tiempo a la escuela, contestaba a la lista de asistencia; pero luego en clases, en vez de prestar atención a los maestros, me quedaba mirando hacia los exteriores de la escuela. Quería contentarme aunque sea con poder contemplar a Rodri de lejos. Mi corazón se emocionaba cuando lo veía caminar en los patios, en los pasadizos o alrededor nuestro durante la formación de inicio de clases. Y creía que estaba comenzando a acostumbrarme a la idea. Pero... cuando deseaba algo más ansiosa buscaba su mirada, al notar que él se percataba de mi gesto para luego voltearme el rostro, mi corazón se hacía trizas, provocándome un gran vacío que pugnaba por hacerme llorar. Sin embargo, por algo que desconocía, entonces no lloraba. Solo en la privacidad de mi dormitorio, cuando llegaba de clases, me desahogaba.

No sé por cuánto tiempo maldecí en silencio el haber sido tan joven, tan inexperta, tan egoísta, tan inmadura con él. Por culpa de mis actos y lo que había dejado de hacer había perdido aquel sincero amor que él me había brindado. Lloraba y lloraba. Chillaba y chillaba. En silencio pronunciaba su nombre y le pedía perdón por el daño que le había hecho... Pero todos mis gritos eran vanos porque ninguno era contestado por él. Y hubiera seguido llorando en silencio hasta esa tarde de viernes...

En nuestra última materia, Educación Física, la profesora nos había encargado a las mujeres agruparnos en dos para hacer abdominales y luego coordinar una coreografía de gimnasia. Pero, en vez de quedarse a supervisarnos, la Sra. Condevela había aprovechado para retirarse a la cafetería a matar el rato. Era muy típico en ella. ¡Una floja! Y nosotras, por supuesto, en lugar de obedecerla, habíamos aprovechado para vagar como ella.

Ani me había traído una revista de adolescentes, de esos que tenían entrevistas a grupos musicales, consejos para maquillarse, moda y demás. Yo no estaba tan interesada en aquella. ¡Me aburrían! Pero, cuando entre tantos artículos que leía, dio con uno que hablaba sobre lo que significaba el amor, la bola de nieve de recuerdos y melancolía que aquella traía me golpeó sin tregua alguna.

‹‹¿Para ti qué es el amor?››

‹‹¿Ya te cansaste de leer sobre la vida del Yastin Feo Biber, y te vas a poner a filosofar ahora sobre la inmortalidad del cangrejo?››

‹‹Oye, ¡no lo insultes! Se llama Justin Bieber y no es feo. Canta muy bonito además››.

‹‹Ewwwww. Lo que tú digas. Lo que tú digas. ¡Vamos, préstame tus audífonos! Estoy aburrida y quiero escuchar música››.

‹‹Pero mira lo que dice aquí. Es bastante interesante. ¿Alguna vez te has enamorado?››

‹‹¿Eh?››

‹‹Habla sobre el amor y nunca lo había visto de esta manera››.

‹‹A ver››.

‹‹Dice que el amor no es...››

‹‹¿Sí?

‹‹No es ser almas gemelas ni conseguir tu media naranja››.

‹‹¿CÓMO?››

‹‹E incluso habla que, si una relación no funcionó, no es porque era la persona correcta en el momento equivocado como muchas se suele creer, no. Sino porque...››

‹‹¡Préstame la revista!››

‹‹¡Pero, oye!››

Mientras mis manos releían lo que aquella decía, era como si toda la bola de recuerdos se transformara para bañarme con un manto de sinsabor, de dolor y de desesperanza.

Hablaba sobre la idea equivocada del amor al equipararlo a las almas gemelas y las medias naranjas. ¡Era como si parafraseara lo que Rodri me dijera hacía tiempo atrás!

No pude evitar derramar una lágrima mientras las leía, para preocupación de mi amiga.

—Oye,  ¿qué te pasa?

Pero... esto no era todo, no. Había un párrafo final que me golpeó el corazón, estrujándolo de tal manera que provocó mil revoluciones por segundo, transformándose en cientos de lágrimas que brotaban de mi ser, ¡porque era tan cierto!

"El amor verdadero llega cuando menos uno lo espera. No entiende de razones, de permisos, de postergaciones, no. Y un momento tan sublime como este no puede ser un momento equivocado, todo lo contrario. Es el ideal para poder abrir nuestro interior, reflexionar sobre lo que somos y ser capaces de entregarnos a otro a cambio de nada. Nuestro mundo nunca volverá a ser el mismo después de conocer a esa persona, quien llegó en el momento exacto e ideal en nuestras vidas." (2)

Otras lágrimas cayeron por mis mejillas mientras leía. Alcé mi mano para limpiármelas, pero fue en vano.

¡Lo que decía ese artículo quizá era tan cierto! Rodrigo y yo nos habíamos encontrado en el momento exacto de nuestras vidas. Él vino a mí cuando yo más necesitaba de alguien que me guiara para sacarme de mi más profundo pozo y me mostrara una luz de existencia. Que no todo era lamentar, que no todo era odiar, que no todo era llorar...

—¡Aira, estás llorando!

—No, no es nada —dije volviendo a limpiarme mis mejillas, pero en vano.

—¿Estás segura?

Asentí con la cabeza.

Ahora más que nunca, al darme cuenta de que el momento en el que Rodrigo había entrado en mi vida era el correcto, tenía ganas de llorar. Dejar salir todo esto que me había consumido por tanto tiempo.

Hasta el día de ayer había estado torturándome con la idea de lo que hubiera hecho o dejado de hacer si hubiera sido más madura al conocerlo por primera vez. Pero, al releer lo que decía el artículo, un bálsamo de tranquilidad embargó mi ser, prodigándole la tranquilidad que tanto ansiaba.

¡Porque era cierto! Cuando me hallaba en la más completa desesperanza, ahí estuvo él a mi lado. Alcancé el clímax de lo que significa la verdadera felicidad, un amor sincero, que me hizo conocer el sentirme querida, a cambio de nada, aunque luego por culpa de mis errores lo dejara ir... lo dejara ir...

¡Porque lo dejé ir! ¡Ló deje ir! ¡Maldita sea! ¡Lo dejé! Y todo esto me dolía en el alma, provocándome un vacío que me preguntaba si alguna vez lo podría volver a llenar.

Porque estaba tan llena de vacío, tan llena de soledad, tan llena de culpa.

Si pudiera volver atrás... si pudiera todos mis errores enmendar... si pudiera volverlo a amar...

Por mi inmadurez, por mi inseguridad, por mis celos y por mi egoísmo había perdido la oportunidad de conservar aquello tan bello que la vida me brindó. Sólo había sido poco tiempo, era cierto, pero para mí lo que había culminado aquel primero de enero había bastado para toda una existencia de infelices dieciséis años. Sin embargo, sin embargo.... me hallaba ahora tan vacía, porque por mis errores, aquella felicidad que me había llenado tanto y que me había mostrado otro lado de la vida, ahora no me bastaba para poder seguir adelante. Porque solo quería hundirme en la tristeza y dejar escapar toda esta angustia lacerante que carcomía por dentro mis entrañas y mi adolorida alma...

—Oye, ¿qué te pasa?

La voz de Animari me era tan lejana. En el trance de lamentaciones en el que estaba, solo la calidez de las lágrimas que caían por mis mejillas era mi único contacto con la realidad. Como una autómata, le dije aquella mentira a la que estaba tan acostumbrada a responder dentro de mi oscura coraza:

—No me pasa nada.

Antes de cerrar la revista para no seguirla mojando con mis lágrimas, me topé con lo último que decía:

"Y si dos personas se aman de verdad, harán lo imposible por estar juntas, venciendo cualquier obstáculo, así sea 'el momento equivocado'."(1)

¿Era cierto? ¿Era verdad que Rodri y yo podríamos haber vencido cualquier obstáculo? No lo sabía. Pero, decidí no pensar más en ello. Suficiente me estaba torturando y Animari me seguía viendo desconcertada, por lo que decidí cambiar de tema.

Pero, cuando levanté la cabeza para hablarle, mi vista se topó con algo que brillaba. Era algo que a varios metros me observaba y que con ese simple gesto bastaba para enceguecerme y calmarme por completo de una forma tan hermosa. 

—¿Estás bien, en serio?

—S... sí.

Rodrigo, desde el balcón del ala oeste de los de tercer año, estaba contemplándome. Se había quitado los lentes y estaba alzando uno de sus brazos hacia adelante. 

Yo sabía qué significaba ese gesto, lo sabía muy profundo desde mi corazón porque el día lunes lo acababa de hacer cuando me pidió abrazarme para consolarme. Pero no quería ponerlo en evidencia. No. Era muy peligroso para ambos. Para su profesión, para su puesto, para su vida. Y así quizá era mejor, ¿no? ¿O no?

—Estoy bien, Ani. —Terminé de decir, a la vez que me enjuagaba las lágrimas con mis manos.

—¿Cómo que bien?

—Estoy bien, en serio. Nada me pasa —indiqué a medida que cogía mi casaca y me levantaba del piso.

—¡Pero estabas llorando, Aira! —atinó ella a decir con la voz entrecortada—. A ti te pasa algo y no me quieres contar. Desde hace días estás mal. Te veo distraída. Estás callada. No comes en los descansos. ¡Ni siquiera le gritas a Caballero cuando te dice Aida! ¿Qué es? Quizá te pueda ayudar. Dime, ¿qué te ocurre?

La observé con atención. De verdad que se veía consternada. Y en ese momento me sentí culpable por preocupar a las personas a mi alrededor. Si así estaba Ani, ya me imaginaba cómo estaría Rodri.

—No me pasa nada —respondí.

Como no quería que me siguiera interrogando, porque no sabía por cuánto tiempo más iba a seguir con esta farsa, con un gesto le indiqué para retirarnos de ahí.

Se dio cuenta de que no tenía muchas ganas de hablar. Hizo una mueca y me dio la espalda para ir a la otra silla a recoger su mochila y su pelota de vóley.

Aproveché ese instante para observar a Rodrigo. Ahora parecía más tranquilo. Se había vuelto a poner sus lentes y tenía sus manos apoyadas sobre el balcón, pero seguía mirando para acá. Aunque por la distancia no podía cerciorarme de que estuviera contemplándome, en el fondo de mi corazón sabía que era así.

Siempre pendiente de mí, siempre atento a lo que me pasara, siempre prodigando esa aura de positividad y de luz a mi alma.

En ese instante sonó el timbre de salida. Decenas de alumnos comenzaron a salir apresurados de las aulas en pos de llegar a la tan ansiada salida de la escuela. Todos querían estar en sus casas o a donde los llevaran sus pies, lejos de ese edificio en el que tenían que soportar horas de agobiante estudio y poder gritar libertad. Sin embargo, entre decenas de estudiantes, yo era la excepción.

—Bueno, si no te quieres contar, será cosa tuya. ¿Nos vamos ya? —me dijo mi amiga que se me había adelantado algunos metros rumbo al portón del colegio.

—Ve tú primero. Ya te alcanzo luego.

—¿Eh?

—¡Ve rápido donde la Sra. Chumbe! —respondí—. Se me ha antojado un sándwich de pollo deshilachado.

—¿En serio tienes hambre? —preguntó enarcando la ceja.

Yo asentí con un esbozo de sonrisa.

—Eso es buena señal. Pero...

—Anda, deja de hablar y vete. ¡Apúrate que nos ganan!

Ani salió presurosa abriéndose paso entre los demás para pugnar un buen turno en el puesto de comidas favoritas de los alumnos que salían hambrientos. La señora Chumbe hacía los mejores sándwiches del lugar. Y por lo requerida que era, si te demorabas un poco en llegar, fácil recibías tu pedido como media hora después de solicitarlo.

Para cerrar la jornada, quise un último recuerdo. Ahora sí, a pocos metros del portón, podía observarlo mejor. En efecto, ahí todavía estaba Rodrigo, con su elegante porte que destacaba entre los demás, con su atenta mirada hacia mí como un ángel guardián, y con esa inconfundible aura de energía que brillaba a la par de los rayos del sol que, por fin, se decidieron asomar...

Porque eso había significado él para mí y lo seguía siendo hasta ahora: un aura de vida, una aura de positividad, una aura de felicidad.

Su segundo nombre era horrible,  cierto. ¿Ambrosio? ¿A quién se le ocurrió?, ¡por Dios! Pero si lo pensaba mejor, las coincidencias de nuestros encuentros con nuestros segundos nombres no eran en vano. Su segundo nombre era una analogía a la ambrosía que me había producido conocerlo. Probar el dulce capuchino de nuestra primera cita, probar el manjar de dioses del tacto de su piel y de sus labios sobre mí, probar la exquisita felicidad que me trajo él a mi vida, la cual, tenía que conformarme para ya no experimentarla más. Pero, ¿de verdad debía hacerlo?

Por un instante, quise ser egoísta y guardarlo para mí. Me lo quedé observando por unas milésimas de segundos, las cuales fueron fugaces e inadvertidas para las decenas de personas que nos rodeaban, pero para mi adolorido corazón significaba un bálsamo de alivio para el futuro. Y el gesto que él me dedicó me dio la fuerza necesaria para poder continuar adelante.

Él se quitó los lentes y se me quedó viendo. Sus ojos eran tan brillantes, que emanaban una aura tan hermosa que me calmaba con solo observarla. Dios, ¡cómo adoraba esa mirada! Quería que siempre me contemplara así, quería que siempre me cuidara así, quería que siempre nuestros ojos se encontraran así... 

¿Era que acaso estaba dudando de nuestra despedida? Porque si estaba en lo cierto, si él me decía para mandarlo todo al diablo y regresar ahora mismo, yo también lo haría. ¡Por Dios, juro que lo haría!

No obstante, lo que continuó me hizo saber que estaba equivocada.

Rodrigo se volvió a poner los anteojos. Con un gesto de su mano con dirección a la puerta, me dio a entender de que debía continuar mi camino. Y estaba en lo cierto. Ya habíamos tenido nuestro momento de felicidad... Pero, ¿debía conformarme con esto?

Mi nombre era Aira Melodía Gonzáles Sáenz. Según mi DNI tenía dieciocho años. Pero en realidad, creo que tenía muchos más... por los que viví... por los que amé... por los que sufrí...

Rodrigo fue mi maestro antes de reencontrarnos en esta época. Me enseñó ciertas reglas de ortografía, de gramática y de... ¿"léxico" le dicen? (¡Oh, mátenme! ¡Ahora estoy usando palabras raras, por Dios! ¿Me volveré una estúpida snob?). Me enseñó lo que significaba ser amada con sinceridad, a cambio de nada. Me enseñó a ser feliz con las pequeñas cosas de la vida. Me enseñó a sonreír, a amar, a perdonar, pero sobre todo... a madurar. Y ahora, como cruel ironía de la vida, el destino resolvió volverme a reencontrar con él, en un puesto de maestro de escuela; pero él no necesitaba tener este trabajo para que lo considerara como tal, porque desde hacía tiempo atrás que le estaba agradecida por todas las lecciones que me había brindado.

Aprendí que la vida era una ruleta rusa de emociones diversas. En un momento subes y tocas la felicidad máxima. En otras, caes hasta lo más hondo y experimentas la más profunda de las tristezas. Ríes y lloras. Eres feliz. Estás triste. Estás tranquila. Estás amarga. Y depende de una en qué lado decide quedarse. Pero, sobre todo, aprendí que siempre habrá un mañana nuevo para soñar... para desear... para ansiar... porque esto era lo que hoy deseaba más que nunca mientras experimentaba que mi pecho me dolía, que mi respiración me era dificultosa, mientras trataba de contener y que no cayera otra lágrima más.

La vida era esa. Un vaivén de experiencias y sensaciones nuevas cada día, en los que tenías felicidades y sinsabores. Debías aprender a conservar la alegría que experimentabas porque esta podría ser efímera en ocasiones. Debías aprender a reponerte de tus tristezas porque sino te podías quedar en el pasado, como lo hice yo... pero esto no era bueno.

El tiempo pasaba, oportunidades solo había una, y podías perderlas si era que no aprendías a aprovecharlas.

En este camino de aprendizaje, podías equivocarte y llorar como yo lo estaba haciendo ahora. Porque me dolía, ¡cómo me dolía! seguir caminando hacia la salida del colegio como una zombi, mientras observaba cómo la imagen de Rodrigo cada vez se me hacía lejana... difusa... inalcanzable...

Justo cuando estaba caminando y antes de alcanzar la puerta de salida, suspiré profundo. Quise dar otra mirada a Rodrigo, a mi maestro, a mi primer y gran amor. Cuando mis ojos se toparon lejanamente con los de él y percibí que volvía a alzar su brazo con dirección hacia mí, en un gesto de evidente preocupación, algo en mi interior se quebró, produciéndome una sensación agridulce imposible de asimilar. Pero, cuando los rayos del sol volvieron a iluminar su rostro, una luz de esperanza se posó en mi corazón.

Yo era un ser humano, a fin de cuentas, y como tal tenía defectos y virtudes. Por lo mismo esperaba que todo lo que había vivido me sirviera para mirar adelante y no volver a cometer mis equivocaciones del pasado. Y así sería...

Antes de dar la vuelta y despedirme de aquel edificio escolar, suspiré profundo. Tenía ganas de llorar. Pero ya no lo haría. ¡No lo haría porque sabía que la esperanza ahora me acompañaría!

Volteé para sonreír animada, al tiempo que mis ojos volvieron a toparse con la mirada cálida de Rodrigo. Él al verme sonriente, me correspondió con una sonrisa generosa como su alma misma. 

Se veía como siempre: tan cálido... tan sincero... tan bueno. ‹‹Te amo tanto››, pensé al tiempo que un bálsamo de esperanza bañó mi ser, porque estaba segura de que no sería la última vez que vería aquellos hermosos ojos verdes posados en mí. Claro que no.

Yo aprendí de mis errores. Pero, también aprendí que, si uno desea, la felicidad podía alcanzarse. Esta era la mayor lección que me enseñó Rodrigo y nunca la olvidaría. Y como buena estudiante de la vida que decidí ser, esta vez me esforzaría por sacarme una buena nota y ser feliz al fin.

FIN

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(1) y (2) Parte de la idea de lo que Aira dice leer en el artículo de la revista fue sacado de este artículo online: http://www.upsocl.com/mujer/si-lo-conociste-en-el-momento-equivocado-entonces-no-es-la-persona-correcta/

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Anotaciones finales:

Bueno, llegamos con "Melodías y Ambrosías". Miles de gracias a todos los que han llegado hasta aquí, comprendieron mis demoras, mis bloqueos, mis ausencias, mis viajes, etc. En fin, que se mantuvieron pacientes entendiendo mis ritmos y demás.

He querido dejar un final abierto de esta segunda parte, viendo cómo Aira ha madurado, ha aprendido de sus errores y piensa afrontar la vida con una nueva mentalidad... PERO, si han podido darse cuenta este final se presta para algo más. :3 

Y es que sí. ¡Va a haber una tercera parte! 

*Nozomi se esconde porque se moría de ganas de contarles ayer y días previos cuando muchos lloraban*. *Le lanzan tomates y manzanas* XDDDDD

Lo siento, pero es que no podía adelantarles nada hasta ahora xD. Sería spoiler y como que no era plan, ¿no? Les hubiera malogrado el placer de disfrutar de la lectura (yo en lo personal odio cuando me adelantan GOT y The Walking Dead). 

Habiendo asimilado todo hasta ahora, seguro que muchos se preguntarán: ¿Por qué no decidí que MyA acabara con Aira y Rodri juntos?

Bien, si se han dado cuenta, hay un proceso de crecimiento que Aira debía tener, desde aquella jovencita insegura y mal hablada que conocimos en "Ansías y Poesías" hasta la Aira que hemos podido leer en este epílogo. Más allá de su depresión y demás, ella era una adolescente inmadura y egoísta, y como tal cometió muchos errores que provocaron daño a quien tanto la amaba. Según desde mi punto de vista, sería irreal que, aunque se dio cuenta de sus equivocaciones, todo se resolviera  en un santiamén por arte de magia cuando Rodrigo la aceptara, sin tomar en cuenta el sufrimiento injusto que él había pasado por su culpa. 

En la vida todo tiene relación causa efecto. Y en esta novela lo he querido reflejar de esta manera. 

Así que... Ahora, con una Aira ya más comprensiva, ya más madura, menos egoísta y más optimista por la vida, no aquella que lloraba cada dos o tres capítulos y desesperaba a más de un lector, puede allanarse el terreno para una relación más sana con Rodrigo, en la cual no solo él sea el que dé en una pareja, sino ambos, en búsqueda de la felicidad que ambos se merecen.

El asunto es, ¿la perdonará tan fácilmente? ¿Se enamorará de ella como antes? ¿Dejará el rencor por Aira y sus heridas sanarán con facilidad? Bueno, estas preguntas y mucho más serán respondidas en la tercera y última parte de la Saga Poesías, llamada "Sincronías y Armonías".

Como confesión, les diré que amo las novelas de relación profesor alumna, y puedo decir que, POR FIN, podré escribir aquella que siempre quise escribir, muy distinta de las que había leído, en la que el amor prohibido de los protagonistas empezaba cuando ellos se conocían en la escuela, etc etc etc., porque ya podrán intuir que en "Sincronías y Armonías" la relación de amor de Aira y Rodrigo no comenzará como en una novela convencional de profesor alumna, no, sino que tiene el enfoque personal que yo quiero darlo. 

Solo como plus, pues fíjense que siempre me referí a esta historia como Saga (que implica, en términos literarios, un compendio de tres libros a más). Nunca dije que era una bilogía XD. *Nozomi se esconde. Le vuelven a tirar frutas, pero ahora una naranja y se hace un jugo agridulce imaginándose la serie de reacciones contradictorias de sus lectores luego de haber llorado tanto ayer y hoy* XD .

Bromas aparte, ¿cuándo publicaré el primer capítulo de "Sincronías y Armonías"? Bueno, lo más probable que este fin de semana. Pero lo que le sigue, será actualizado en diciembre, quizá por Navidad o poco antes porque quiero terminar primero otra historia larga que me toma mucho tiempo que es "Decídete, Margarita". Para estar atentos les recomiendo seguirme en mis redes sociales (pueden buscarlas en mi perfil de Wattpad) en donde estaré avisando de todos los pormenores de esto. Igual dejaré una imagen con cada simbolito de cada red social.

Por mientras, puedo ir compartiendo con ustedes esta portada de esta historia tan entrañable, la cual la tengo hecha desde hace meses atrás xD

¿Qué opinan? ¿Les gusta? Espero que sí. :3 

Por último, me gustaría ir compartiendo otro Director's Cut 2 (datos extras), pero lo haré en una publicación aparte, así como una sección de fanarts que he recibido de mis lectores,  una sección de lo que en realidad es la depresión y cómo entenderla, 10 datos curiosos de Aira y de Rodrigo, y una troleada de ellos dos (parecido a "Clases de Ortografía") y la portada de "Sincronía y Armonías". PERO... también me gustaría interactuar un poco más con ustedes. Así que... si tienen algunas dudas, preguntas, sugerencias, o cosas que quisieran saber de esta saga, antes e que publique la sección de Director Cuts y 10 datos curiosos, pueden hacer un quote a este párrafo con sus preguntas, y este fin de semana estaré contestando o incluyendo lo que quieren saber en estos extras. También, si alguno quisiera enviarme un fanart y que lo incluyera, tiene mi buzón de mensajes abiertos y les daré los créditos respectivos.

¿Se me escapa algo más? Pues creo que no. Solo quiero repartirles kleenex, galletitas y café a ustedes mis lectores, quienes me han apoyado incondicionalmente hasta ahora, y con quienes me he sentido tan mal por hacerlos llorar, pero es que la historia lo ameritaba. El final de MyA era ese, y no podía ser otro más.

Un abrazo grande a la distancia. ¡Los quiero mucho! Ya nos volvemos a reencontrar pronto <3 




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