♫ Decisión y Desesperación ♥
Aira
—¿Este... ¿Este polo tuyo...? ¿Este polo tuyo es de tu colegio? —preguntó Rodrigo de inmediato, los cuales no se despegaban de la camiseta que tenía entre sus manos.
La muchacha tragó saliva.
—S... Sí. —dijo en un tono apenas imperceptible y quitándole el polo en un santiamén.
—¡No comprendo! ¿Estás...? —Hizo una pausa—. ¿Estás en el colegio? —preguntó Rodrigo frunciendo el ceño.
Ella guardó rápido el polo en su bolsa. Había olvidado un pequeño detalle, el cual ahora se convertía en grande. De inmediato se le ocurrió una salida, no sin antes ensayar su gesto de falsa sinceridad:
—Sí —dijo tan rápido como sonó, encaminándose hacia la salida del cuarto, pero él la detuvo.
La había agarrado muy fuerte del brazo, obligándola a encarar... a él y a la verdad que tanto se negaba a soltar:
—¡No entiendo nada! ¿Otra...? ¿Otra vez me has mentido? —dijo bastante airado, con una mezcla de pena y de desconcierto, que a ella se le desgarró el corazón—. Pero, ¿POR QUÉ?
¿Era momento de afrontar la verdad y revelarla de una vez? Pero, ¿cómo reaccionaría? ¿Lo asumiría bien? ¿O se enojaría?
No tuvo mucho tiempo de pensar. Los dedos de Rodrigo se le clavaron en su brazo, obligándole a querer zafarse de su agarre sin éxito alguno.
—Me... me due... —iba a quejarse.
Sin embargo, la presión que él ejercía sobre ella y el dolor incrementándose en su piel, trajo de vuelta unas sensaciones y emociones que ya le eran conocidas
—¿Por..? ¿Por qué? —Tragó saliva. Sintió que su garganta le quemaba—. ¿Por qué siempre...? ¿Siempre...? ¿Siempre reaccionas así? ¿De esa manera tan...? ¿Tan violenta?
—¿Violento dices? —preguntó retrocediendo unos pasos.
Ella afirmó con la cabeza.
—Me... me das miedo, Rodrigo.
Hizo una mueca y abrió sus pequeños ojos negros para poder contemplarlo mejor. La mirada fría y penetrante que podía contemplarse a través de los ojos verdes distaba de la mirada brillante que tanto adoraba. Era como si Rodrigo pudiera enviar un gélido aire con solo observarla, tanto que percibió que sus vellos se erizaban, sintiéndose incapaz de seguir viéndole. Se obligó a agachar la mirada en una mezcla de miedo... de culpa... y de estupefacción.
—Ya es... —Hizo una pausa—. Ya es la segunda... es la segunda vez que me tratas así. Y no... ¡No me gusta! ¡No me gustas cuando te portas así conmigo! —dijo rápidamente cogiendo el polo y su bolsa.
En menos de un segundo, se soltó de él, se dirigió a la puerta para salir de ahí y dirigirse al pasadizo que daba a la salida del departamento.
—¿Ya te retiras? —dijo él apurándose al ir tras de ella y cogiéndola del brazo.
Ella volteó a increparlo.
—¿Para qué quieres que me quede? ¿Para que me vuelvas a tratar así, de esa manera tan tosca? —dijo soltándose de su agarre.
—Bueno, yo... —Rodrigo arrugó la frente y su semblante cambió. Evidentemente parecía preocupado.
—Vine aquí porque creí que contigo encontraría paz, tranquilidad y cariño, ¿porque sabes qué? ¡Me siento hasta la mierda!
Sintió que sus ojos se quemaban. Pero como antes, no se aguantaría. Estaba cansada de cargar con esa pena. Y aunque en el fondo sabía que podía apelar a ella para manejar la situación a su favor, y esto le había provocado cierta culpa, en esta ocasión, se sentía con derecho a hacerlo. Se sorprendió a sí misma al no tener escrúpulos para manipular las cosas a su antojo y tratar de salir bien librada de todo. Ya no había moral, culpa o remordimiento momentáneo que valiera.
—Vengo aquí, porque creo que tú me vas a hacer sentir bien y qué me dices: ¿Qué me has inscrito a un taller sin mi consentimiento? Después ¿qué me vas a llevar donde un loquero? ¿Luego me tratas de esa forma? ¿Cómo alguien que no vale nada para ti?
—No... no es así —dijo Rodrigo tratando de cogerla del brazo. Ella lo rechazó de inmediato, al tiempo que lo observaba con una mirada con una mezcla de ira, rencor y decepción.
—¿Qué te pasa? ¡Soy tu enamorada por si no lo has olvidado! Merezco que me trates con respeto, ¿ok?
—Lo sé... lo sé... Perdón.
—SOY TU ENAMORADA, A LA QUE DICES QUERER Y RESPETAR, PERO TAL Y COMO ME TRATAS ¡ME SIENTO COMO UNA REVERENDA MIERDA! —Agachó la cabeza y dejó salir todas las lágrimas de frustración, de decepción, de lamentación—. UNA MIERDA QUE PLANIFICA ALGO Y TODO LE VA MAL, LA QUE NO VALE NADA, LA QUE NO MERECE NADA... —Levantó la cabeza y le clavó una fría mirada, con una mezcla de ira, de rencor y de decepción—. NI SIQUIERA MEREZCO SER TRATADA BIEN POR TI...
—No... no es así —dijo para luego volver a agarrarla del brazo, pero ella lo volvió a rechazar con un fuerte tirón.
Rodrigo
—¡No me toques! —exclamó de manera tan seca, que él sintió que el corazón se le partía en dos—. ¿Quieres saber si te mentí, Rodrigo? Porque si es así no eres el único que ha mentido en esta relación, te lo recuerdo...
Él pasó saliva. Y agachó la mirada con vergüenza al saber que lo que ella decía era tan dolorosa y vergonzosamente cierto.
—Yo no te he obligado a que me cuentes todo lo que me querías decir el otro día, cuando me armaste todo un show por WhatsApp y por teléfono... Ni tampoco te obligué ayer a que me contaras lo de tu madre. ¿Y sabes por qué? Porque valoro más nuestra relación y a ti, ¿ok? Porque sé que si son pequeñas mentirillas o secretos, eso no me importa. Porque si me doy cuenta que te pone tan ansioso y desesperado contarme de ello, como el otro día que te la pasaste diciéndome por chat hasta las tantas de la madrugada que yo te dejaría al enterarme, prefiero no saber del tema...
—Aira, yo
—Porque sé que si te cuesta tanto dolor contarme sobre tu madre y su pasado... —Él sintió cómo un gran nudo en la garganta se formaba, de tal manera que tuvo que agarrarse el cuello con la mano porque tragar saliva le quemaba—. Como ayer en el parque, prefiero evitar el tema y que seas tú el que me lo cuentes cuando verdaderamente te sientas listo... Porque para mí es más importante lo que realmente vale la pena, como pueden ser pasar momentos juntos riéndonos, divirtiéndonos, apoyándonos mutuamente, ¿entiendes?
—Yo... yo....
—Quiero que te sientas bien conmigo... y no ansioso, ni desesperado ni cabizbajo por decir o recordar aquello de lo que no te sientes capaz, ¿entiendes? —Él levantó la mirada—. ¿Comprendes?
—Aira...
—No, déjame terminar. Para empezar, aún a pesar de todo esto, ¿quieres saber si te he vuelto a mentir?
—Bueno, yo...
—¿Quieres o no quieres saber?
No supo qué contestar. Solo agachó su cabeza al suelo para tratar de mantener la cabeza fría ante la gran revelación que podría tener ante sí. No quería dejarse llevar por la ola de intensas emociones que de nuevo comenzaban a invadirlo. Ya conocía lo que esto de nuevo provocaría en él... que pierda el control... que olvide la razón...
Por un lado, la espinilla dentro de su corazón por saber si aquello era cierto, no se le iba. La decepción de descubrir que podría estar ante una nueva red de mentiras, provocó dentro de sí una montaña rusa de emociones de profundas decepciones... amargas evocaciones... cíclicas frustraciones...
Por un momento, al tratar de levantar la cabeza para contemplar a Aira y con esto, una respuesta ante lo que lo le preguntaba, le pareció que el color de su pelo cambiaba. De cabello negro intenso a marrón claro... de facciones mestizas a occidentales... de ojos negros pequeños y redondos a ojos alargados grandes de color pardo...
—Pero... ¿qué...? ¿Qué diablos? —dijo retirándose del pasadizo y dirigiéndose a un sofá a sentarse.
—¿Eh?
Cerró sus ojos y meneó la cabeza para olvidarse de aquello que su mente le obligaba a recordar, que casi le dolieron sus globos oculares y se mareó por la intensidad con la que lo hacía.
"Rodri, me gustas"
"Rodri, te quiero"
"Rodri, yo nunca te mentiría"
Aira
—¡Basta! —dijo aplastándose las orejas con tal intensidad, que no fue capaz de oír cómo Aira lo llamaba:
—¿Qué diablos te pasa? —preguntó la muchacha que estaba agachada a su lado—. ¿Por qué te pones así? —dijo agarrándole de las manos para traerlo de nuevo en sí—. Rodrigo, ¿qué te pasa?
El joven volteó a observarla de reojo, con una mueca indescifrable.
—¿Por qué todas las mujeres que he querido siempre me mienten? —preguntó sin filtro alguno y observándola de reojo.
Aira arrugó la frente.
—¿Todas? —Se levantó. Hizo una mueca de enfado y se puso los brazos en la cintura, en una pose de indignación—. No me digas que me estás comparando con la polígama de tu ex, porque lo que yo te haya podido mentir no tiene nada que ver con serte infiel o decir que te quiero cuando no es así, ¿ok?
—Entonces, ¿qué es? —Le increpó él observándola muy serio—. Porque no entiendo. ¿Por qué primero decirme que eres mayor de edad cuando no lo eres? Luego, que pensabas seguir una carrera universitaria, pero que no podías porque no tenías dinero para pagar los semestres. ¿Y ahora resulta que estás en el colegio?
—Bueno, yo...
—Si estás todavía en el colegio, eso significa que puedes tener ¿cuánto? ¿Dieciséis? ¿Quince años? ¿Catorce? —Rodrigo se paró de su asiento y caminó dando vueltas alrededor de la sala, en un vaivén que despedía cargas de preocupación, de decepción, de desesperación...—. ¡Dios santo! ¡Esto no puede ser cierto!
Aira alzó su mano para tratar de calmarlo. Percibió que varias gotas de sudor bajaban por sus sienes, las cuales trató de secarlas con sus manos, pero fue en vano. El sudor en estas era tan o más intenso que el primero.
—Yo...
Quiso seguir hablando, pero no pudo. Percibió que las hormigas en su estómago se habían trasladado a su garganta, impidiéndola emitir palabra alguna.
—No me digas que tienes quince o dieciséis años, ¡por el amor de Dios! No me lo digas. ¡No! ¡Nooooo! —dijo Rodrigo meneando la cabeza y apoyando su frente en el puño de su mano derecha.
Luego soltó un golpe fuerte contra uno de los cuadros de tenía en el aparador de su sala, provocando que aquellos, en un efecto dominó, se cayeran al suelo junto con otros, rompiéndose al chocar contra el suelo.
Al escuchar el sonido de dichos retratos rompiéndose, el temor inicial ante la violencia de Rodrigo volvió a ella. Sus piernas, que hasta ahora le flaqueaban, terminaron por vencerla. Se agachó y luego se sentó al suelo para tratar de buscar apoyo. En ese lapso, su vista se topó con el retrato, hecho añicos, que le había llamado la atención días atrás, en el que Rodrigo aparecía de niño junto a su madre. En ese instante percibió que una herida punzante se abría más en su corazón.
—¿Y por qué...? —alegó soltando las pocas fuerzas que le quedaban. Sus piernas le temblaban de tal manera que creyó que se iba a desmayar—. ¿Por qué...? ¿No podría tener yo...? —Pasó saliva—. ¿Yo tener esa edad?
—¿Por qué me lo dices? —Ella asintió—. Aira, parece que no eres consciente del problema en el que puedo meterme si estoy con alguien de esa edad.
—¡Qué poco romántico eres! —se apresuró a decir—. Se dice que para el amor no hay edad.
—¡¿QUÉ?! —alegó bastante ofuscado, con una mueca de espanto mientras seguía moviendo la cabeza—. Aira, eso déjalo para las novelas que lees. Estoy hablando de edad legal... ¿Legal? ¿Me entiendes¿ ¡Legal! ¡LEGAL! —Abrió grandemente la boca para pronunciar esta última palabra.
—No te entiendo —dijo con sinceridad—. ¿Acaso alguien de veintitrés años no puede tener como pareja a alguien...? No sé... ¿De dieciséis? —Se encogió de hombros como para no darle importancia a la cosa—. ¿Quince? ¿O catorce años?
Él meneó con la cabeza.
—¡Dios mío! ¡No!
—¿Por qué? No comprendo...
—Alguien de esa edad es considerado como un niño, ¿ok? Para mí, para muchos adultos más y para la ley peruana misma. Lo sé porque mi padre es abogado, ya te conté. —Ella asintió—. Y a alguien de esa edad no lo abrazas, no lo besas, no lo tocas como yo a ti... como yo a ti... —Hizo una pausa y meneó la cabeza—. Por alguien de esa edad no sientes lo que yo... lo que yo...
Agachó la cabeza, mientras la movía con mayor desesperación.
—No comprendo —dijo levantándose del suelo y dirigiéndose hacia él. Le levantó el rostro para que la observara cara a cara—. No comprendo, Rodri. ¿Qué tiene de malo que a un chico de veintitrés le pueda gustar una colegiala?
Él arrugó la frente mientras seguía moviendo la cabeza, todavía incapaz de mirarla. Luego levantó la cabeza, la contempló y ella sintió que sus ojos se clavaron en su alma
—¿Quieres que te diga la verdad?
—Sí.
—¡Me gustas mucho....! ¡Demasiado diría yo! Tanto que me haces perder el control... —dijo bastante sonrojado al igual que ella.
—Rodri...
—¡El otro día casi tenemos relaciones, por el amor de Dios! —alegó haciendo una mueca de espanto, para luego cubrirse los ojos con las manos, como si con eso pudiera desaparecer de su mente los recuerdos de aquella tarde en la que estuvo a punto de cruzar el límite de lo prohibido.
—Me dijiste que podíamos esperar cuando el momento llegara... —dijo en un susurro. Él abrió los ojos bastante sorprendido—. Aparte, de que no quieres ir rápido conmigo, sino lento. Así que no lo veo tan grave... No sé, no comprendo.
—¡Me estoy sincerando contigo para que veas lo grave de la situación! —levantó la voz con angustia—. Esto no es un simple gusto, es mucho más que esto. ¡Es una atracción que no había sentido nunca antes!
Ella abrió los ojos como plato. El color de su rostro se le subió al rostro de inmediato, provocándole que sudara más que nunca, tanto que observó al suelo para no mirar a su enamorado en ese instante.
—Cada mañana... Yo... —Rodrigo agachó la cabeza de vergüenza. Pudo ver que sus orejas estaban como tomate, aún a pesar de que su pelo suelto cubría parte de aquellas. Ella creyó que él ya no iba a hablar por lo avergonzado que se veía, pero no fue así—: Esto es más intenso a lo que he sentido alguna vez, ¿ok?
—No comprendo.
—Mira, es cierto que antes tuve otra enamorada. No te voy a negar que ella y yo, pues... —Su cabeza estaba totalmente roja cuando levantó la vista para encararla.
—¿Eh? —Enarcó la ceja.
—Te lo comenté esa vez, cuando me preguntaste por qué todavía no te decía "Te quiero". Te dije que quería ir lento contigo, para no cometer los errores que tuve con mi ex por... —Hizo una pausa—. Tú sabes a qué me refiero.
—Me contaste muchas cosas ese día.
—Bueno, sí...
—¡Sé más específico!
—¡Virgen no soy! —dijo Rodrigo para luego darle la espalda y dar unos cuantos pasos hacia el otro lado de la sala—. Noelia y yo hicimos el amor muchas veces cuando éramos novios, como cualquier pareja. Ella y yo... —continuó sin filtro alguno, incapaz de detenerse por su trastorno... incapaz de intuir lo que aquellas últimas palabras provocarían... incapaz de observar aquel volcán que se encendería...
—¡BASTA! —gritó Aira fuera de sí.
—¿Eh?
Giró Rodrigo para contemplarla.
—Lo... —Tragó saliva. El ardor en su garganta volvió, pero ahora de otra manera, más dolorosa, tanto que le quemaba, provocando que ese ardor se expandiera a sus ojos, obligándole a querer a llorar—. Lo intuía —dijo arrugando la frente para evitar sollozar, pero no pudo evitarlo—. ¡Claro que lo intuía! Tonta no soy, ¿ok?
—Aira... —mencionó con preocupación al ver que salían pequeñas lágrimas de sus ojos.
—¡Claro que lo intuía! Pero no era necesario decirlo con esas palabras tan... tan... —Sintió que todo su cuerpo era un gran ardor de celos, de envidia, de repudio...— Tan claras... —Su respiración era entrecortada—. Tan claras y dolorosamente descriptivas, ¿ok?
En ese instante, al imaginarse a Rodrigo en brazos de otra mujer, el ardor que tenía dentro de su estómago se expandió de tal manera a todo su cuerpo, que le dio la sensación de que cada partícula de sí estaba conformada por rabia... por celos... por codicia... por frustración... por terrible desesperación.
"Sé que no eres virgen, lo sabía... claro que lo sé, ¡maldita sea!" —pensó mientras apretaba sus puños de tal modo que sus uñas se clavaron sobre sus palmas, provocándole heridas difíciles de sanar ante toda la ola de nuevas amarguras que experimentaba.
Se había sentido tan bien, tan sublime, tan placentero el ser abrazada, ser tocada, ser besada por él, que ahora, al imaginarse a otra mujer con su enamorado en una situación parecida, había provocado que toda su piel se hiciera trizas. Encima, ya no solo era imaginar a Rodrigo el tocar y el besar a otra como lo había hecho con ella, sino darse cuenta de que con esta había tenido un nivel mayor de intimidad, de complicidad, de conectividad... el cual, por su edad, lo más probable era que le estuviera vedado, ¡Dios sabe hasta cuándo!
"¡No es justo! ¿Por qué no te conocí antes? ¿Por qué no nací antes y así no me llevas tanta edad? ¿Por qué? ¿POR QUÉ?", pensó mientras sus lágrimas seguían cayendo de su ser, incapaz de manejar aquellas nuevas sensaciones amargas que hasta ese momento le eran desconocidas.
—¿Por qué estás llorando? —preguntó Rodrigo incapaz de darse cuenta de la situación.
Quiso acercarse hacia ella para tratar de consolarla, pero ella lo rechazó cuando le tocó el hombro.
—¡NO ME TOQUES!
—Pero, no entiendo... ¿Por qué estás llorando ahora? —Meneó la cabeza y se rascó el pelo—. Yo... ¿Qué dije? ¿Qué te hice?
Ella lo contempló con una mirada llena de intenso odio y decepción.
"¿Por qué no te das cuenta? ¡Maldita sea! ¿POR QUÉ NO TE DAS CUENTA?"
—Por favor, no llores —Trató de volverla a tocarle el hombro, pero ella lo volvió a rechazar—. Aira...
"Lo peor es que si ahora... si te enteras de mi edad real... eso quiere decir que no solo no me vas a querer tocar ni besar más... sino... sino... lo más probable es que... yo... nunca... nunca... mientras con tú y tu ex... tú y tu ex... ustedes... tan fácil... tan fácil..."
—La verdad es que no entiendo por qué lloras —agregó Rodrigo.
—¿Cómo? —dijo sintiéndose indignada.
—Si te estoy diciendo —Hablaba en forma pausada, como si fuera un maestro dándole clases a un niño pequeño—. Que lo que siento por ti es mucho más... mucho más... —Volvió a hacer otra pausa. Parecía que quería encontrar las palabras adecuadas para confesarse—. Mucho más intenso de lo que alguna vez sentí por Noelia. Creo... Creo que deberías sentirte halagada y no llorar, ¿ok?
Aira frunció el ceño y luego negó con la cabeza.
—Y justo por esto mismo, concluyo que, si yo tuviera menos de diecisiete años, tienes miedo de dejarte llevar por lo que sientes y cometer algo ilegal conmigo, ¿no?
—¡Exacto! —dijo él abriendo los ojos y esbozando una ligera sonrisa—. ¿Cómo lo intuiste?
"Cimi li intuisti", pensó Aira soltando una mueca de desesperación y alzando sus brazos hacia él. Él frunció el ceño y lo observó con cara interrogativa. Ella se detuvo en su intención, tenía ganas de ahorcarlo en ese preciso instante, pero se contuvo.
—Por eso, lo ideal es que sepa tu edad real... —añadió Rodrigo—. Así sabré qué decisión tomar respecto a nosotros a partir de ahora.
—No comprendo.
—Si tienes menos de diecisiete, es peligroso que tú y yo nos sigamos viendo, ¿ok?
—¿CÓMO? —exclamó a la vez que las palabras de Rodrigo resonaban en toda la pared, junto con los latidos de su corazón.
"Ya no nos sigamos viendo más. ¿Es en serio? No, esto no puede estar pasando, no."
—Es un poco peligroso, ¿ok? No sé qué tan lejos podemos llegar si te sigo frecuentando, si te sigo besando... si te sigo tocando... —Hizo un pausa a la vez que le dio la espalda—. Por eso, preferiría dejarte de verte... Por lo menos... Por lo menos... no por ahora...
—¿Qué? ¿QUÉ? ¿QUÉ ME QUIERES...? ¿QUÉ ME QUIERES DECIR? —dijo con un nudo en la garganta y retrocediendo, como si con ello pudiera apelar a las pocas fuerzas para negar ante lo que sabía que iba a venir.
—Podemos seguirnos tratando, eso sí, yo te escribiría al teléfono como lo he venido haciendo... para saber cómo estás... para aconsejarte y todo eso. Pero... —dijo cabizbajo, sin poder dirigirle la vista—. Pero solo eso.
—Rodri... —dijo sintiendo que le clavaba un puñal por la espalda.
—Lo siento.
—¿Acaso me estás terminando?¿ACASO ESTÁS ACABANDO CONMIGO? ¿CON ESTA RELACIÓN TAN BONITA QUE TENEMOS? —Volvió a estallar en llanto—. ¿ACASO ME ESTÁS ABANDONANDO?
—No, no... ¡Claro que no! —Él meneó la cabeza muy seguro de sí—. Solo... solo...
—¿SOLO QUÉ?
Su respiración era tan entrecortada, que le dolía el sentir que su pecho se hinchara para aspirar aire, dolor y una verdad que se negaba a escuchar.
—¿Sólo qué, Rodrigo? —prosiguió—. ¿SOLO QUÉ? Porque hasta donde entiendo, me estás diciendo que, en el caso hipotético de que tuviera menos de diecisiete años... Tú... yo... nosotros... ya no... ya no...
Sus sienes le retumbaban, que las agarró con ambas manos para tratar de menguar el dolor que experimentaba.
—Si quieres... Si quieres... ¡Prometo que ya no me enojo ni te trato mal nunca más más...! Si quieres... ¡me inscribo en todos los talleres de poesía que quieras!
—¡No es eso! Sino lo que nuestra cercanía física puede provocar —dijo con una voz pausada que le desgarró el corazón.
—¿Qué quieres decir?
—Para que comprendas la gravedad de la situación: ¡Te deseo como no tienes idea, Aira!
La cara de él era un tomate. Agachó la cabeza y se cubrió el rostro con ambas manos
Ella abrió los ojos sorprendida porque nunca creyó que Rodrigo podría formular esas palabras. La temperatura de su rostro se elevó ante tamaña revelación, menguando momentáneamente el dolor de cabeza que tenía.
—Te deseo como nunca antes había deseado a otra mujer, ¿ok? Cada vez que te abrazo... cada vez que te beso... cada vez que te toco, simplemente me desconozco y no sé hasta dónde soy capaz de llegar.
—Rodri...
Él se acercó hacia ella. La cogió de las manos, para contemplarla de manera fija, para tratar de que fuera consciente de la situación.
—Y tengo miedo, ¿sabes? Miedo de lo que me puedas provocar y de lo que te pueda dañar... ¡miedo de cometer algo ilegal! Y por eso... por eso...
Hizo una pausa porque ya no podía más. Los latidos de su corazón resonaban con tal intensidad que creyó que aquel le iba a explotar... Sus piernas le temblaban que creyó que su cuerpo se iba a desmayar... Su cabeza la bajó, a la vez que volvió a aspirar.
—Rodri, por favor... ¡Por favor! ¡No quiero dejar de verte, no quiero! ¡NO QUIERO!
—Lo siento
"¿Qué significa esto? ¿Estás terminando conmigo? ¿Lo estás haciendo?
—Lo siento...—dijo Rodrigo en un susurro casi imperceptible.
"No siento mi corazón. No siento mi respiración...", pensó mientras se sumía en un profundo pozo de desesperación.
Se agachó porque ya no quería seguir escuchando lo que él le tenía que decir. Todo se resumía en eso: dejar de verse. ¿Hasta cuándo? No lo sabía. Rodrigo no le daba visos de esperanzas de un futuro próximo, no hasta cerciorarse de su edad real.
No obstante, apeló a lo único que creyó que podía hacerle cambiar de parecer. Quizá con ello, ablandaría su corazón...
—¡Si quieres...! Si quieres... —Hizo una pausa para recuperar la respiración—. ¡Voy a psicólogo mañana mismo y prometo curarme! Prometo madurar y comportarme mejor. Quizá ya te aburriste de mi depresión y...
—Aira...
—Pero, por favor... por favor... ¡No me dejes, Rodri! ¡NO ME DEJES! ¡NO ME DEJES!
Ya no pudo más. Sus piernas le flaqueaban de tal manera que tuvo que sentarse en el suelo, porque sino en ese preciso instante se iba a desmayar.
Quería recuperar aire. Quería encontrar una salida para no perder aquel joven que era su ancla para salir de aquel pozo de intensa oscuridad... ¿Debía decirle la verdad? ¿O mantenerse en ese cúmulo infinito de mentiras para así lograr atesorar lo que creía que era su única felicidad?
*****
Anotaciones Finales
Tenía pensado publicar el siguiente capítulo hoy, pero he estado algo ocupada, aparte, de que hay un par de cosas que debo pulir para que todo quede como quiero y ustedes puedan disfrutar de lo que se viene. Así que, espero tener listo el siguiente capítulo quizá este domingo o lunes. No los voy a hacer esperar mucho, no se preocupen. Eso sí, espero que se preparen para lo que se viene, porque ya nos estamos acercando al clímax y posterior desenlace de esta historia.
Como siempre, no se olviden de dejarme un voto y/o comentario si les gustó ;)
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