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Capitulo 46

Amelie

Lydia me arroja hacia a un lado provocando que me golpee con uno de los muebles que se encuentran allí. Se acerca hasta mí, la furia se dibuja en sus ojos, intenta golpearme pero soy más rápida esquivándola.

Hundo las pinzas en ella.

Lydia se lleva las manos a la parte en la que ha sido herida. Se queja de dolor.

La ventana se rompe con el peso de un objeto, una flecha cae a un lado, una flecha con fuego que comienza a crear el caos en ese lugar. Lydia se tambalea para poder levantarse de allí, el lugar ha empezado a cubrirse por el fuego. Permanezco en aquel lugar sin moverme, no me interesa nada. Disfrutaré de ver como muere frente a mis ojos.

—¡Amelie, Amelie! —escucho unos gritos.

Reconozco esa voz. Se trata de Kyrios.

—Amelie —vuelve a insistir esta vez escucho el ruido de la puerta a mis espaldas.

—Al final si ha venido por ti —responde una Lydia moribunda

El silencio reina entre las dos, me acerco hasta ella, tomo entre mis manos las pinzas que tiene aun clavadas en su estómago y las hundo con más fuerza. Las lágrimas se acumulan en mis mejillas.

—Amelie —siento unos brazos rodearme la cintura.

Kyrios me aleja de Lydia. Mira sorprendido aquella escena.

—Estas viva —susurra aliviado cubriéndome con sus brazos—. Debemos salir de aquí.

No sé cómo sucede, pero Kyrios logra sacarme de aquel lugar cubierto por el fuego, me lleva hasta el jardín y me toma del rostro para verificar mi estado.

—¿Estas bien? Respóndeme algo mi reina.

—Lo hemos perdido —suelto en llanto mientras me abrazo a su cuerpo—. Mi vida ya no tiene sentido sin Dairus.

Las lágrimas caen encima de sus ropas, no puedo detener mi llanto, nadie puede clamar mi dolor ni siquiera el mismo.

—¿De qué hablas Amelie? —me limpia el rostro.

—Nuestro hijo está muerto, ella lo asesinó. Nadie nos regresará a nuestro bebé, quisiera morir —sollozo con fuerza.

Él me toma de las manos, me sonríe.

—Nuestro hijo está vivo —contesta—. Está a salvo en nuestro hogar.

—Eso no puede ser cierto, Lydia dijo que...

—Tu lobo lo ha salvado, fuiste muy valiente al dejarlo en ese árbol.

—¿Noche lo salvo?

Asiente

—Kyrios, estaba tan asustada de lo que pudiera suceder —me apoyo en su cuerpo—. Me convertí en una mujer que no quería más que venganza, yo misma asesine a Lydia.

—Ya nada podrá volver a hacernos daño, me encargaré de eso.

Mis ojos se fijan a sus espaldas, el palacio ha sido consumido casi en su totalidad por el fuego, ahora lo que una vez fue un reino, se ha reducido a tan solo cenizas.

**

Sostengo a Dairus en mis brazos mientras le sonrío y juego con el sobre el césped verde del jardín.

—¿Te gusta? Tu padre lo ha hecho para ti —sonrío mientras sostengo en mis manos el caballo de madera que ha tallado para nuestro hijo.

Dairus sonríe mientras juega tomándolo en sus manos.

—Te amo demasiado bebé —le deposito un beso en sus cabellos.

—¿No existe un beso de mi reina para mí?

Escucho a mis espaldas a Kyrios, él se sienta a nuestro lado y mira la escena.

—Siempre se dónde encontrarte —responde con una sonrisa.

—¿Y tu vienes a mí —le respondo con un beso de vuelta en los labios—. ¿Cómo ha estado tu día majestad?

Él esboza una media sonrisa mientras se tumba sobre el césped.

—Algo agotante, Fisher no se callaba ni un solo segundo —se burla—. El consejo ha aprobado finalmente lo que has decidido sobre el pueblo, es una buena noticia.

—¿Es una maravillosa noticia!

Me acomodo a su lado con Dairus en el medio.

—Dime ha sido idea tuya? —enarca una ceja.

—¿De qué hablas?

—Del traje que lleva puesto nuestro hijo, es azul.

Me suelto a reír.

—Quizás ha sido idea junto a Clarice.

—Claro Clarice...

Han sucedido demasiadas cosas después de la muerte de Lydia, las tierras que había tomado como suyas regresaron a sus dueños legítimos, Kyrios decidió que el antiguo Nordik se convertirá en parte de nuestro reino, así que ahora Gratea es más grande de lo que algún día fue.

Lo sucedido con Lydia es algo que quisiera olvidar para siempre de mi memoria. Pero sé que no será posible, siempre estará presente en nuestras vidas, el único consuelo de todo aquello es que no tendremos que preocuparnos más porque alguna persona nos ataque en nuestro hogar, ahora viviremos felices y sin sentir miedo de que alguien arruine nuestra felicidad. Sé que nunca he sido la mujer que querían en el trono de Gratea, pero me he encargado de cumplir con mis funciones como reina y aquello me llena de felicidad.

Mis sueños en un inicio eran otros, pero han terminado convirtiéndose en unos completamente diferentes pero de los cuales me siento muy orgullosa.

—Ezra y Aurelie me han enviado una carta —Kyrios irrumpe mis pensamientos.

—¿Qué han dicho en ella?

—Han tenido una hija, una princesa.

—Que maravillosa noticia. ¿Todo ha estado bien?

—Sí, han dicho que deberíamos conocerla.

—Por supuesto que si —sonrío.

Kyrios me regresa una sonrisa pero pronto la desparece, se levanta del césped con rapidez y frunce el ceño mientras fija su vista en un punto en específico.

—Amelie —gruñe entre dientes.

—¿Que sucede?

—¿Que hace esa maldita cabra en nuestro jardín?

Fijo que no he escuchado aquello, Alita se ha vuelto a escapar, le encantan por alguna extraña razón los crisantemos y se ha comido varios en sus escapes.

—Es posible que se haya escapado.

—Se acabó estoy harto de que se coma mis flores, es cabra muerta hoy mismo.

Se levanta con furia del césped camino hacia ella. Le sigo el paso pidiéndole que no le haga nada.

—Kyrios perdónala, es un animal no sabe lo que hace.

—Claro que sabe lo que hace —alega—. Le gusta provocarme y sacarme de mis casillas pero eso acaba hoy. ¡Guardias!

—Si le haces algo a mi cabra no dormiré contigo en la misma habitación.

—Amelie no me pongas en esa postura.

—No le hagas nada a mi cabra.

—¡Ella se ha comido mis flores, las reemplace hace una semana! —replica furioso.

Los guardias aparecen casi enseguida y fijan su vista en Kyrios.

—¿Nos llamaba su majestad? —pregunta uno de ellos.

—Sí, llévense esa cabra, sacrifíquenla —ordena.

—¿Qué has dicho? —protesto.

—No dejaré que se siga comiendo mis flores.

—Tendrás entonces que quitarme de su lado porque no voy a dejar que asesines a alita.

—Mi esposa trae cuanto animal se encuentra, ha convertido este palacio en una especia de establo ambulante. Un circo quizás.

—Kyrios no puedes hacerle daño, ella... está embarazada.

—¿Que?

—Tendrá un bebé, no le harías daño a un bebé, ¿verdad?

Él suspira y fija su vista en mí. Espero que crea mi mentira.

—Bueno, puede ser de utilidad después de todo tenerla aquí.

Suspiro aliviada.

—Pero si esa cabra vuelve a mi jardín...

—Nadie va a tocar tus perfectas y hermosas flores —bufo—. Guardias, ¿podrían regresarla al establo?

—Enseguida majestad —responden y la sacan de allí.

Kyrios permanece con aquella expresión de rabia en sus ojos.

—Quita esa cara, no es como si fuera el fin del mundo.

—He llegado a la conclusión de que no te importa lo que sienta por mis flores.

—Claro que me importa.

Él camina por en medio del jardín, pasa sus manos por las flores que rodean el lugar.

—Para mí este jardín vale mucho más que el oro o los diamantes que poseo, son un símbolo de mi eterno amor por ti. Quiero que se conserven para siempre, quiero que en un futuro todos lo vean. Quiero que sean testigos del amor y la adoración que tengo hacia ti.

Me acerco a su lado le tomo la mano entre la mía y me apoyo sobre su hombro.

—Estoy segura de que ellos serán testigos de ello. Ya verás que este jardín se convertirá en el escenario para historias como la de nosotros.

—¿Nuestra historia?

—Nuestra imperfecta historita con final feliz —respondo dándole un beso profundo en los labios.

—La historia de un rey cruel y una dulce pianista.

La historia del rey Kyrios y su reina Amelie, su azulejo.

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