
Capitulo 42
Amelie
Nunca le había visto aquel miedo reflejado en los ojos como ahora lo estaba viendo.
—Nada de eso va a suceder Kyrios, siempre me tendrás —lo abrazo intentando calmarlo con mis palabras.
—Son mis visiones —susurra—. Odio con todo mi ser no verte en ellas —refuta frustrado.
—Son solo eso, visiones, no pueden hacerte daño.
—Si no estás en mi vida, nada tendría sentido, todo a mi alrededor perdería su color.
—Si no estoy, yo me encargaré de convertirme en la luna que alumbre tus días más oscuros.
—Amelie tus palabras no son consuelo alguno para mí.
—Dijiste que en esta vida o en la otra estaríamos juntos, así que me encargaré de hacer esa promesa.
Limpio algunas lágrimas que se han acumulado en sus parpados amenazando con salir.
—Ven, te tengo una sorpresa —lo tomo de su mano y le sonrío mientras lo conduzco al interior del palacio.
—¿Qué sorpresa es?
—Deja de ser impaciente —le respondo.
Fisher se planta en nuestro camino.
—Majestad aun no terminamos la reunión —se dirige hacia él.
—Lo dejaremos para la tarde Fisher —le contesta.
Fisher sonríe al vernos tomados de la mano y se hace a un lado para dejar que sigamos nuestro camino hasta el enorme salón de música, entramos a este y Kyrios fija su vista en la mía.
—¿Y bien?
—Tome su lugar majestad —me inclino hacia él quien me responde con una sonrisa.
Kyrios se dirige a su silla, se sienta en esta y pone toda su atención en mi acción. Tomo de mis ropas el papel en el que he escrito aquella melodía, la pongo sobre el piano y empiezo a mover mis dedos por encima de las teclas de este, al mismo tiempo en que abro mis labios para entonar una canción:
No creía que esto sucedería,
Como terminaría amándote sin una razón,
Pero ahora que te tengo,
No puedo renunciar a lo nuestro.
Quieres que me vaya de tu lado
Porque no quieres hacerme daño,
Pero cariño eres lo que siempre he deseado.
Y antes de conocerte mi vida parecía perfecta
Llegaste a enseñarme que estaba equivocada
Tus ojos se convirtieron en la respuesta,
Y el camino de vuelta.
Detengo mis manos en las teclas cuando he terminado la canción.
—¿La has hecho para mí?
—Creo que la he escrito para alguien especial, un rey quizás, pero no he dicho su nombre —me burlo.
Kyrios se levanta de la silla, me toma por la espalda y une sus dedos a las teclas del piano para sacar de allí algunas notas musicales. Es la primera vez que lo escucho tocar el piano, creí que no lo sabía hacer.
—Tocas el piano muy bien.
—Aprendí de mi madre —responde.
—¿Por qué no lo habías mencionado antes?
—Deje de hacer muchas cosas cuando ella murió, me centré en el trono y en gobernar. Mi padre no me permitía ciertas distracciones y el piano era una de esas, además a que le recordaba a ella.
—No sabes cómo siento escuchar eso.
—Ahora sé que nunca debí permitir que mi padre tomara decisiones por mi cuenta, era demasiado joven y estúpido para poder ir en contra de él y sus órdenes. Le tenía miedo.
—Solo recibiste de él órdenes para mantener el puesto, nunca cariño o afecto.
—Tenía miedo a fallarle a nuestro hijo y no ser lo suficiente para él. Lamento si no soy el mejor padre para Dairus.
—Eres más que un padre para él.
Kyrios se sienta a mi lado, me apoyo en su hombro y es entonces cuando aquellos minutos se trasforman en los más bonitos de nuestra existencia mientras permanecemos juntos.
**
He visto a las mujeres ir y venir de un lado a otro por muy temprano en la cocina. Ni siquiera Clarice me ha dado su atención desde que cruce la puerta de aquel lugar. Las veo intentando no perder el control con más de un plato en sus manos.
—¿A qué se debe tanta comida?
—¿Todavía lo pregunta su majestad? —responde una de las chicas.
—No tengo idea de que se traen en mente ustedes ni menos Kyrios.
—Es su cumpleaños majestad, el rey ha enviado a preparar un enorme banquete para los invitados, es el cumpleaños de la reina, todos vendrán a Gratea a extenderle sus felicitaciones.
Olvidaba el tema de mis cumpleaños, pero esto era algo nuevo, era la primera vez que lo celebraría a la vista de ciento de personas en el palacio.
—Así que Kyrios ha dado la orden.
—Así es, y ha enviado a traer un vestido a la costurera, así que es mejor que te lo pruebes —me exige Clarice mientras me toma de los hombros para sacarme lejos de la cocina.
—No quiero vestidos de seda pomposos que me causan piquiña —me quejo.
—Lidia con eso majestad. Las reinas siempre deben verse preciosas.
—Yo no soy cualquier reina, siempre he seguido mis propios gustos.
—Estoy segura que el rey ha escogido un modelo precioso para ti, anda y ve pruébatelo.
Ruedo los ojos.
Termino alejándome de la cocina para ir en dirección de la alcoba, las guardias han rendido sus respetos hacia mí y han dejado de tratarme diferente, se han adaptado al papel que he tomado como esposa de Kyrios.
Y en parte es un consuelo.
—Mi reina —dice él al verme cruzar el pasillo.
Kyrios se abalanza sobre mí para abrazarme y darme un beso en la comisura de los labios.
—¿Te está gustando como está quedando todo? —pregunta.
—¿Era necesario todo esto?
—Claro que sí, es el cumpleaños de la reina, es una fecha que debe celebrarse por lo alto —dice alegre.
—Un banquete, un baile y un vestido...
Kyrios me sonríe.
—Podemos agregar una segunda noche de bodas, si lo deseas.
—Pero que cosas se pasan por tu cabeza —me suelto a reír ruborizada.
—Te he hecho reír, eso quiere decir que si la deseas.
Me rodea la cintura con sus enormes brazos, y me pega a su cuerpo.
—Podemos pasar toda la noche solos, sin que nadie nos moleste, ¿qué dices? ¿Escapamos del palacio nuevamente?
—Un día acepté esa propuesta y terminé casada contigo.
—Funciono mi idea entonces de tenerte —esboza una sonrisa—. Ahora que te he visto, tengo el tiempo suficiente para decirte que he preparado una sorpresa de cumpleaños para ti.
—¿Hay más después de todo lo que ha hecho hoy por mi majestad?
—Así es.
—¿Y de qué clase de sorpresa se trata?
—Primero necesito que regreses a nuestra alcoba y mires por tu propia cuenta lo que he traído para ti, una vez te lo pongas te estaré esperando en el salón de música.
—Esto no es lo que haría el Kyrios habitual, creo que mi rey ha pescado una rara enfermedad de la a cual no he sido informada.
—Pones en duda mis intentos de enamorarte mi reina.
—No creo que eso funcione, puesto que ya me he enamorado de ti —le planto un beso en los labios —. Pero obedeceré a mi marido y cumpliré con sus caprichos de verme vestida en un hermoso vestido hecho a mi medida.
—Lo mejor para mi reina —sonríe en cuanto me ve continuar mi camino hasta la alcoba.
Dejo atrás a Kyrios mientras atravieso la puerta de nuestra habitación, encuentro como lo ha dicho sobre la enorme cama de edredones crema una caja enorme con un moño azul celeste encima de esta, leo la nota que hay puesta a un lado del obsequio.
Recuerdo la primera vez que llegaste a mí, llevabas un vestido de este mismo color, eras el ser más hermoso que habían visto mis ojos, eras tan honesta, y dulce que dude que existieses, ahora que eres mi esposa quiero revivir aquel momento de nuestra existencia, quiero tenerte de nuevo en mis brazos, como la primera vez que te vi en los jardines de mi palacio como el más bello pájaro que se posa sobre las más bellas flores.
Para mi reina, de tu rey y eterno servidor, para siempre y por siempre.
Kyrios de Gratea.
No puedo evitar dibujar una sonrisa con aquello que leído en el papel pegado a la caja, Kyrios es un hombre de muy pocas palabras, pero expresa su amor y cariño de otra forma, de una en la cual me ha enamorado por completo.
Me deshago de la cubierta de la caja, descubro en el interior un hermoso vestido de color azul celeste con un hermoso encaje que cae sobre los pliegues, en el interior hay un lazo del mismo color junto con un anillo. Un anillo en un hermoso color azul turquesa, cuyas letras K y A están grabadas en cursiva en su interior.
No dudo ni un segundo para poder usar lo que ha traído para mí, me enfundo en el vestido al igual que lo demás, y cuando veo mi figura reflejada en el espejo, tomo en mis manos el anillo para deslizarlo por mi dedo. Un vestido como este no puede estar listo sin una corona, y Kyrios ha pensado en cada detalle, ha dispuesto una corona con esmeraldas incrustadas para la ocasión, la sostengo en mis manos y la pongo sobre mi cabeza dejando que algunos mechones de mi cabello se escapen por los lados.
Estoy lista.
Tomo un profundo respiro, me sujeto de los pliegues del vestido y me encamino rumbo al salón de música en la el que Kyrios me espera. Me tiemblan las piernas, las manos y mi corazón late desbocado como la primera vez.
Cierro los ojos en un intento por calmar los nervios y para cuando los abro descubro que he llegado a la entrada. Abro la puerta y lo encuentro con su vista puesta en mí, hay un hombre que lo acompaña, un hombre de traje holgado.
—Bienvenida mi reina, por favor acércate —me pide.
Camino hasta llegar a su lado.
—Te ves maravillosa —sonríe embelesado al verme de pies a cabeza—. Él es Francois de Buchet, el mejor pintor del reino, lo he mandado a traer porque deseo un hermoso cuadro con tu pintura en el.
—¿Una pintura mía?
—Así es majestad —contesta el hombre—. Si me lo permite, quisiera pedirle que tome asiento para poder comenzar.
No puedo creer que Kyrios haya traído un pintor, nunca creí que alguien en el mundo pudiera hacer una pintura mía, para ser sincera, es la primera vez que alguien me pide hacerlo.
—De acuerdo, me sentaré para que puedas hacer tu trabajo.
Me siento en aquella silla, sin dejar de sentir la mirada puesta de Kyrios en mi figura, el hombre se concentra en cada detalle y pasa su pincel sobre el lienzo, una tras otra, tras otra haciendo su trabajo. Toma un buen tiempo en poder terminarlo, pero cuando ha finalizado y muestra los resultados de su obra me quedo de piedra.
—¿Le gusta majestad? Aún faltan algunos detalles pero me encargaré de terminarlos.
—Es hermosa —respondo.
Kyrios fija su vista en la pintura y después en mi rostro.
—Es más que perfecta —contesta.
—Me alegra que le haya gustado mi trabajo, terminaré la pintura y la traeré de regreso —el hombre toma en sus manos sus cosas y nos deja solos al final.
Kyrios se acerca hasta mí, me rodea el cuerpo con los brazos y apoya su cabeza sobre mi hombro.
—¿Te ha gustado mi sorpresa? —pregunta.
—Nunca creí que se tratara de esto.
—¿Por qué no lo has creído?
—Mi esposo es demasiado indescifrable para descubrir lo que pasa por su cabeza —respondo.
Él esboza una sonrisa y me gira a modo en que me toma por el rostro.
—Feliz cumpleaños mi reina.
Le devuelvo un beso en respuesta.
—Debemos regresar para el banquete, o si lo prefieres, podemos tomar la opción de pasar toda la noche juntos en nuestra alcoba, tus deseos serán órdenes para mí.
—Es de mala educación dejar esperando a los invitados —me burlo de lo que ha dicho.
—De acuerdo, dejaremos nuestra segunda noche de bodas para cuando todos estén durmiendo, así podremos escapar sin despertar sospechas.
Él me toma de la mano y juntos nos regresamos al salón principal cruzando un par de palabras, pero antes de llegar puedo observar una sombra desaparecer en medio de la oscuridad.
—¿Qué sucede? —pregunta él.
—Creo que he visto a alguien —respondo.
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