
Capitulo 33
Amelie
Me remuevo de entre las sabanas, intento abrir mis ojos y cuando lo logro observo la figura de una mujer a mi lado.
—Kyrios... —susurro
Ella deja caer al suelo lo que tiene en sus manos y sale a toda prisa de la alcoba gritando.
—¡Majestad, majestad!, ¡la reina ha despertado!
Me intento acomodar entre las sabanas, los recuerdos vienen a mi cabeza lentamente, como comencé a sentirme mal, el fuerte dolor en mi vientre, mis gritos llamando a Kyrios.
¿Qué me sucedió? ¿Qué ha pasado?
—Mi bebé, mi bebé —rodeo mi vientre con mis manos, intento levantarme de la cama para buscar a Kyrios pero mi cuerpo aún está débil para poder hacerlo.
Escucho los pasos resonar sobre la madera, su figura alta e intimidante entrar a la alcoba, sus ojos azules fijos en los míos.
—Kyrios nuestro bebé, dime que está bien.
Él me rodea con sus brazos, me pega a su pecho y lo escucho sollozar.
—Estas despierta —me toma por el rostro y me sonríe—. Estás bien.
—Dime por favor, dime que nuestro bebé está bien —le pido en suplicas para que me responda.
—Lo está, es igual de fuerte a ti.
—No entiendo, ¿qué sucedió? Me sentía bien y de repente..., todo empeoro.
—Fue solo un accidente cariño, lo importante es que estas bien, has despertado y te recuperaras muy pronto.
Me quedo en silencio, hay algo de lo que ha dicho que no puede convencerme del todo. Kyrios está mintiéndome.
—¿Has dicho accidente? ¿Qué clase de accidente?
—El médico dijo que aún estabas débil, ha sido solo un susto, Clarice y yo te cuidamos muy bien y ahora has despertado.
—¿Qué es lo que no me quieres decir? ¿Por qué lo ocultas de mí?
Kyrios me abraza con fuerza, me da un beso en la frente y luego se levanta de la cama para ir hasta una esquina de la habitación. No dice más nada, ni responde a mis preguntas solo se queda allí a esperar a que el medico junto a Clarice entren en la alcoba, después de eso sale dejándome sola con ellos dos.
—¡Kyrios, Kyrios! —lo llamo pero él no obedece y solo se marcha.
No entiendo que está ocultando, tampoco entiendo sus razones por las cuales no ha mencionado nada de lo que sucedió conmigo, ¿por qué teme mi reacción? ¿Qué sucedió en realidad?
Los minutos pasan, el médico me ha revisado y no ha encontrado nada mal en mí y aunque he insistido en preguntarle más de una vez sobre lo que me sucedió no ha dicho ninguna palabra, solo ha dejado encargada a Clarice del resto.
—Clarice dime ¿qué fue lo que sucedió?
Ella me mira y me ayuda a levantarme de la cama para poder cambiarme de ropa.
—Amelie...
—Tú nunca me dices mentiras, dime que fue lo que sucedió.
—Enfermaste cariño, duraste casi tres días en cama sin abrir los ojos, fueron noches difíciles para todos en especial para el rey.
—No entiendo nada, yo me encontraba bien, me aseguré de descansar por días, sabes que nunca pondría en riesgo la vida de mi bebé, esta ha sido mi culpa.
—No, no la ha sido cariño, no tienes la culpa de nada.
—Claro que si la tengo, me alteré enfrentando a Melibea, me deje llenar por mi ira y rabia acumulada, nunca debí hacer eso.
—Ya no te martirices más por eso, no pienses en cosas que deben mantenerse en el pasado, solo créeme cuando te digo que no tienes las culpa de nada, ahora lo único por lo que debemos preocuparnos es porque puedas recuperarte.
Tomo las manos de Clarice en las mías, y asiento a lo que ha dicho, serán días difíciles, pero podré superar lo que ha pasado. Podré hacerlo una vez más.
**
Han pasado cinco días desde que desperté, y la ausencia de Kyrios es más frecuente cada vez. Se poco de lo que en realidad hace por las noches, porque he sido confiscada en mi cama hasta que logre recuperarme por completo. Clarice ha estado evitando el tema de la cena y de lo que sucedió en realidad. Pero encontraré la forma de descubrirlo.
—Amelie, ¿qué haces allí en la ventana? —me reclama Kyrios.
Giro mi vista hacia él. Cruza la puerta y deja sobre una de la mesas algo que logro ver por completo.
—Estas aun recuperándote, debes estar en la cama.
—He querido ver el jardín desde aquí, necesitaba aire fresco.
Él sonríe y se acerca hasta donde estoy para envolverme en sus brazos.
—Pronto podrás regresar al jardín, daremos un paseo una vez todo vuelva a la normalidad.
—Kyrios quiero la verdad, quiero la verdad de lo que sucedió aquel día.
Él se aleja de mi lado, su mirada cambia como si recordar aquello desatara los demonios en él.
—No hace falta recordar nada de ese día —refuta furioso.
—Es mejor que me lo digas, ¿acaso no confías en mí? —lo tomo de su brazo pero él se aleja de mi lado.
—Dije que debía quedar en el pasado.
—Está bien, no me dirás nada de lo que sucedió, pero yo la averiguaré por mi cuenta, sabré que es lo que ocultas y porque todos en el palacio están actuando extraños.
—Si descubres todo es posible que ya no me veas con los mismos ojos que los haces siempre.
—Si no me eres honesto, no podré ver más que un abismo entre los dos, quiero que me tengas confianza por primera vez en tu vida, deja salir tus temores conmigo...
—si soy honesto contigo, mis temores se harán realidad, porque te alejaras de mí y prefiero la muerte antes de que sabía imaginarme un mundo en el que tu no estés en él.
—Eso no va a suceder, Kyrios soy tu esposa, la reina ¿Cómo podría dejarte? ¿Cómo podría dejar al rey?
—Te conozco Amelie, no dejas que nadie gobierne tu corazón, es más fácil domar el viento que domar tu alma, no quiero tener que recurrir a mis trucos del pasado para tenerte a mi lado.
Me quedo en silencio con lo que ha dicho.
—¿Lo ves? sabes que digo la verdad —suspira—. Es mejor que te quedes en la cama, yo debo resolver algunos asuntos con la corte, espérame aquí a que regrese.
Me devuelve un beso en la mejilla y sale de allí. Decido que encerrada en esa alcoba no descubriré nada de la verdad, así que tomo un abrigo me lo pongo encima y me encamino a seguirlo hasta el enorme salón, trato de ocultarme entre los muros para no ser vista por nadie. Y así lo logro estar en un distancia cercana al salón, oculta entre todos eso hombres que se reúnen a su alrededor.
Ellos se levantan en cuanto Kyrios cruza la puerta y se sienta en el trono.
—Majestad las ejecuciones de esta semana han desatado la ira en todo el reino, la gente ha empezado a quejarse de falta de comida, y de sus crueles acciones. Si sigue...
—uno de ellos entro a mi casa, se aprovechó de la amabilidad de mi esposa, y me traicionó poniendo veneno en la comida. ¿Las consecuencias? La reina casi muere y junto a ella mi hijo. ¡Esto es algo imperdonable, y algo que no toleraré de ninguno! ¿Han escuchado?
—Castigar al pueblo no resolverá los problemas majestad.
—Tendrán que aprender la lección, tendrán que sufrir las consecuencias de la alta traición.
—Las acciones de su majestad, han dejado en evidencia que es un mal ejemplo, su padre el difunto rey Lizandro nunca permitiría una cosa como estas
—¡Yo no soy mi padre! —se levanta furioso de su trono y se acerca hasta la mitad del salón—. Y es mejor que todos acaten mis órdenes, porque me he cansado de que decidan sobre mí, de ahora en adelanta quien se oponga a mis decisiones será desterrado o ejecutado.
—No existe ninguna norma que...
—Fisher —llama a su consejero y él extiende el documento—. Lo he dejado establecido en este papel y nadie puede ir en contra de mi palabra.
Los hombres se sorprenden, al igual que ellos estoy aterrorizada de lo que he escuchado allí, o de todo lo que ha pasado en aquellos días, de la forma en la que Kyrios ha actuado y los castigos que ha dado. No puedo verlo a los ojos sin poder ver al mismo hombre que conocí al entrar en el palacio. Sin una pizca de humanidad en él.
A eso se ha referido con querer alejarme de él.
—Obedezcan o váyanse —arremete con frialdad.
Los hombres terminan por aceptar lo que ha dicho, leen el papel y se quedan en silencio.
—Ninguno de ustedes podrá ir ahora en contra de mi palabra, conozcan su lugar y a quien le sirven.
Él se aleja de allí, seguido por Fisher, me marcho de mi escondite, camino con pasos rápidos hacia una esquina y es cuando mis ojos se llevan aquella horrible imagen que difícil podré olvidar, hay varias cabezas colgadas en picas en las barricadas del palacio.
No puedo dejar de sentir miedo, asco y repulsión de lo que he visto.
Retrocedo, me dirijo con rapidez a la alcoba pero es demasiado tarde, Krios está en la entrada esperándome.
—Porque has dejado la alcoba —dice entre dientes cuando logro cruzar la puerta.
—¿Que has hecho?
—Hice lo necesario para mantener a mi familia a salvo.
—¿Con actos como los que escuche ahí adentro? ¿Condenando a todo el reino? ¡Dejando sin comida a esas personas!
—Te dije que estaba lejos de ser el bueno de la historia Amelie.
—No puedes llamar a eso protegernos, no puedes obtener más que su ira a cambio, esas personas tienen a su familia, tienen esposas, hijos, niños Kyrios.
—Tú no puedes ser el ángel salvador de ellos Amelie, no aproveches tu lugar a mi lado para cambiar mis decisiones.
—Solo soy una mujer Kyrios, no hay forma en que cambie un mundo dirigido por hombres.
—¿Por qué te importan tanto esas personas? ¿Por qué no puedes ver que desean todo lo malo para nosotros? En, Has comprobado como han pagado tu agradecimiento, casi mueres.
—¿Por qué me importan? Quizás me importan porque vengo de allí, nací en ese lugar, mis padres también, trabaje desde que era una niña para poder cumplir con mis sueños, se lo que es sacrificar lo que amas por poder cumplir tus deseos.
—No puedes pedirme benevolencia por ellos, no la hay.
—No pidas de mi comprensión porque no la habrá. Creí que cambiarías, pero estas lejos de hacerlo.
Paso de largo hasta meterme en la cama, él se queda a un lado decirme nada. Y después se acerca hasta mí.
—Amelie...
—Vi las cabezas de esos hombres decapitadas y colgadas en picas —aprieto mis parpados intentando olvidar la escena de mi cabeza—. Ha sido lo más horrible de mi vida.
—Yo tuve tu sangre en mis manos, no dormí en noches creyendo que morirías, culpándome por todo lo que te sucedió. Ha sido lo más horrible de mi vida. No puedes esperar nada bueno de mí si te hacen daño, no puedes esperar a que resarza mis errores. No me conviertas en tu enemigo.
—Esta no es la vida que quiero para nuestro bebé, tengo miedo de que puedan hacerle daño por tus decisiones, no quiero que nada vuelva a ponerlo en riesgo.
Él ajusta su mano a mi vientre y sonríe.
—Nuestro hijo nacerá, lo tendremos con nosotros.
—¿Lo has visto en tus visiones? ¿Es niño o niña?
—No voy a responderte eso querida reina—me besa en las manos—. Solo te pido que no me prives de tu amor.
—Kyrios quiero estar tranquila, quiero sentirme en paz por al menos un momento de mi vida.
—Te prometo que nadie volverá a hacerte daño, prometo que nadie hará que vuelvas a llorar. Me encargaré de eso.
Él se sube encima de la cama, apoya su cabeza en mis piernas y sonríe al mirarme y ver mis ojos mirarlo.
—¿Que pretendes mirándome con esos ojos majestad?
—Has dejado de estar enojada conmigo desde que te dije que vi a nuestro huésped en mis visiones.
—Puede ser —enrollo mis dedos a sus cabellos—. Dime, ¿es lindo?
—Tiene una madre hermosa, ¿cómo puedes hacerme esa pregunta? Claro que lo será.
—¿De qué color son sus ojos?, ¿cómo los tuyos o como los míos?
Él se suelta a reír.
—Majestad hace muchas preguntas —me responde.
—Anda dime, dime —le pido como una niña.
—Te lo diré a cambio de algo.
—¿De qué se trata majestad?
—Cuéntame una historia, con un final feliz...
—Te contaré la nuestra entonces —lo beso en los labios—. ¿Preparado para escucharla?
—Sí, estoy bastante cómodo aquí mi reina —se pone cómodo en mis piernas mientras sigo acariciándole el pelo con los dedos.
—Había una vez en un reino llamado Gratea, una joven pianista que conoció a un rey....
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