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Capitulo 24

*Antes de leer*

Quiero que sepan que bajo ninguna circunstancia, apruebo o promuevo las posturas que defiendan un acto tan aberrante como una violación, ninguna es aceptable, así se trate de ficción o no,  solo porque el personajes "se lo busco", he leído varios comentarios y me encuentro demasiado decepcionada de algunos lectores, que bueno que Amelie no existe para leer la cantidad de cosas sin sentido que hay escritas, tengamos mas empatía y respeto por situaciones y temas tan delicados como lo son el abuso. 

******

Amelie

El camino se me dificulta producto de la lluvia, lucho por no caer del caballo mientras cabalgo en dirección de mi casa.

—¡Amelie, detente!

Escucho la voz de Kyrios a mis espaldas, me ha seguido todo el camino en su caballo negro azabache desde que abandone el palacio.

—Lo siento Kyrios pero ellos me necesitan —le grito.

Sigo mi camino, acelero mi paso pero él logra alcanzarme. Sujeta las riendas del caballo en sus manos para frenarme.

—Obedece a lo que te he pedido —me dice sin alejar su vista de enfrente.

—Has tenido la culpa de todo —protesto—. Quizás no ocultaste las cartas, pero me impediste ir con ellos. Esto no es justo.

—Puedes reprocharme todo lo que quieras, pero este no es un buen momento para regresar a tu casa. Obedece a lo que te digo.

Me desvío de su lado tomando otro camino, lo dejo atrás y finalmente me detengo enfrente de mi casa. Corro hasta la puerta y la golpeo, nadie me atiende, así que logro entrar empujándola. Rebusco con mi mirada a mis padres, subo por las escaleras hasta su habitación.

Mi padre se encuentra encima del cuerpo de mi madre, quien no se mueve.

—Papá... —susurro

Él enojado fija su vista en las mía.

—¿A qué has venido? —me recrimina—. ¡Vete de aquí!

—He venido por mamá, ¿qué es lo que tiene?—me acerco hasta ella pero no se mueve, sus ojos están cerrados y su rostro esta pálido —. ¿Qué es lo que tiene? ¿Por qué no se mueve?

La intento despertar pero no reacciona, ella está allí sin decir nada, sin responder.

—Mami, he venido, mami despierta...

—Tu madre ha muerto Amelie —suelta sin más—. Murió esperando a que regresaras.

Niego con mi cabeza.

—No, mi madre no puede estar muerta, no puede estarlo, mamá despierta —desesperada me abrazo con fuerza a ella, mis lágrimas bajan por mis mejillas. No dejo de lamentarme que pude estar a su lado.

—Te escribí más de una carta, te pedí que vinieras. Pero ese salvaje al que le sirves te lo prohibió, el rey Lizandro tenía razón, su hijo es solo una decepción.

—Él no es como todos los creen —susurro aun pegada al cuerpo de mi madre—. Ha cambiado.

Mi padre frunce el ceño.

—¿Ha cambiado? Creo que la que ha cambiado eres tú, los rumores se han expandido demasiado rápido, no dejan de decir que la hija del sastre es la nueva prostituta favorita del rey.

Me alejo de mi madre, limpio mis mejillas. No puedo creer lo que he escuchado de mi padre.

—¿Qué? Papá no es cierto, yo...

—No me vas a mentir Amelie, sé cómo funcionan las cosas en el palacio, eres una decepción, para mí, para el pueblo, para tu difunta madre. No te hagas ilusiones de que puedes ser más que eso en la vida del rey una cortesana que mete a su alcoba todas las noches.

—No tienes el derecho a insultarme, no he hecho nada malo, el rey y yo tenemos una relación, pero no es como tú lo crees, él... —guardo silencio prometí mantener en secreto el compromiso, por ahorrarle más de un problema a Kyrios, así que no lo mencionaré —. Él tiene sentimientos reales por mí.

Mi padre se burla de lo que he dicho, me toma del brazo y me obliga a dejar la habitación.

—Quiero que te vayas de mi casa —gruñe.

—Esta es mi casa también, papá déjame estar con mamá, por favor te lo pido —suplico aferrada sus ropas.

—No quiero ser el hazme reír del pueblo, no quiero que me avergüences más.

Me arrodillo, le suplico que me deje estar con mi madre, de que pueda estar a su lado pero él logra hacerme a un lado para empujarme lejos de la habitación y hacerme a un lado.

—¿Amelie? —la voz de Kyrios se escucha detrás de la puerta—. Amelie dime, ¿estás ahí?

Me levanto del suelo, limpio mis mejillas con mis muñecas.

—Ve y atiende a tu rey —refuta mi padre furioso.

—Por favor padre, déjame ir a su funeral, déjame.

—¿Qué no has escuchado? —me grita —. ¡Eres una vergüenza para la familia! —su mano da en mi mejilla abofeteándome.

Me quedo en silencio, mi padre también, no ha podido creer lo que acaba de hacer, está igual o quizás más sorprendido que yo por su acción. Escucho el sonido de la puerta abrirse, los hombres de Kyrios ingresan a la casa, y él después lo hace, fija su vista en la mía, y luego en la de mi padre.

—Amelie, ¿estás bien? —me pregunta rodeándome con sus brazos.

—Mi madre ha muerto —sollozo encima de él—. Se ha ido Kyrios, se ha ido.

—Majestad puede llevarse a su mercancía preferida, no se preocupe ella no regresará aquí —le dice él.

Los ojos de Kyrios se fijan en mi padre, furioso se acerca hasta él para recriminarle lo que acaba de decir.

—¿Cómo has dicho?

—Mi hija, se ha convertido en una prostituta que cumple sus deseos. Ha avergonzado a mi familia y usted la ha dejado como una mancha impura ante el reino, con suerte un hombre la desposará, quizás algún pescador.

La mandíbula de Kyrios se tensa, sus manos se aprietan con fuerza al punto en que sus nudillos se enrojecen, la furia lo ha invadido.

—Por respeto a su hija, me contendré de no golpear a un anciano decrepito que ha tenido la osadía de ofenderla en mi propia cara.

Mi padre se queda en silencio a lo que él le ha dicho.

—No quiero a esta chica cerca de mi casa, menos que asista al funeral de su madre.

—Ella ira y vera a su madre ¿escucha? —lo toma de la camisa—. Es una orden, mi orden y debe ser cumplida o se le acusará de traición. Ahora vámonos, regresamos al palacio.

Kyrios gira su cuerpo, me toma del brazo y me obliga a salir de mi casa, estoy aun en completo silencio tratando de entender lo que ha sucedido allí adentro.

—Rodeen a su majestad —escucho las voces de los guardias mientras soy subida al caballo.

—Amelie mírame ¿tu padre te lastimo? —me pregunta.

Respiro profundo.

—Quiero solo ir a la cama.

—Está bien, regresaremos al palacio quedarnos aquí no es buena idea.

—¿Por qué? ¿Por qué mi madre tuvo que irse?

Sollozo aferrada él, intentando encontrar consuelo a mi tristeza, pero parece que nada puede logarlo. A pesar de sus tiernas palabras nada puede llenar el vacío que mi madre ha dejado en mi corazón.

**

Ella siempre confío en mí.

Siempre estuvo para mí y yo no estuve para ella cuando más me necesitaba, me odio, me odio por no ser lo suficiente valiente de estar con ella en un momento como aquel, quizás mi padre tenga razón soy una vergüenza.

Pero a pesar de sus crudas palabras no dejare ir a Kyrios, voy a estar a su lado, así todos crean que soy un peligro en su vida.

Me inclino para dejar sobre la tierra algunas flores, hace tres días que se ha ido de mi lado y no dejo de soñar en las noches de lo que fue y no pudo ser.

Perdóname mamá, perdóname.

—Amelie creo que deberíamos regresarnos, los guardias nos dieron un par de minutos nada más —me advierte una Leonora preocupada—. No quiero ganarme un regaño del rey.

—Gracias Leonora, por acompañarme —susurro.

—Escucha estoy segura de que fue ese buitre de Lenister quien oculto las cartas, deja que su majestad lo descubra.

—Nada de eso regresará a mi madre Leonora.

—Lo siento mucho Amelie, pero creo que de igual forma el rey solo quería que tú estuvieras a salvo en el palacio, desde que la reina Lydia le declaro la guerra las cosas se han puesto tensas para todos.

—Quizás tengas razón Leonora —le respondo.

Los guardias intervienen pidiéndonos que regresemos cuanto antes al palacio antes de que se anochezca. Ambas obedecemos y subimos al carruaje que nos conducirá de regreso. Durante todos estos días no he mantenido ningún contacto con mi padre y él tampoco ha dado muestras de querer saber noticias mías, supongo que aún está molesto por lo que sucedió con las cartas.

El carruaje se detiene una vez hemos llegado al palacio, Leonora se despide de mi para ir a su habitación y yo por el contrario opto por ir en dirección a la alcoba de Kyrios, hemos pasado las noches juntos porque tenía miedo a estar sola durante aquellos días.

Golpeo la puerta y él me pide que entre, lo encuentro con su mirada fija en la ventana. Se gira para darme su atención y la expresión en su rostro es bastante ruda.

—Encontré a quien escondió las cartas —se pasa las manos por el puente de su nariz—. No estaba equivocado en descubrir de quien se trataba, ha sido Lenister.

—¿Por qué Lenister haría algo como eso?

—Porque quiere convencer a la corte de que eres un peligro para Gratea, quiere convencerlos de que te convertirás en una distracción para mí y que descuidaré el trono para que Lydia se quede con el.

—No quiero imaginar los problemas que se vendrán encima cuando reveles lo del compromiso.

—¿Tú...? ¿Vas a dejarme? —Pregunta mientras se acerca hasta mí—. ¿Lo harás?

—No, no haré eso —lo tomo de sus manos—. No voy a abandonarte en un momento como este, es solo que..., no creo que anunciar el compromiso ahora sea lo más prudente.

—También creo lo mismo, pero tengo en mente algo, no te preocupes. Déjamelo a mí. Lo que si haré es encargarme de Lenister por su traición.

—¿Vas a castigarlo?

—Mis hombres lo han traído de regreso, tendrá su merecido por desobedecer mis órdenes —dice fríamente—. Le dije cuál sería su destino si escogía el camino de la traición.

Me hiela la sangre cuando habla de esa forma.

—¿Él está aquí?

—Sí, pero no te preocupes de lo que pueda hacer, seré yo quien resuelva todo. A mi manera por supuesto.

Respiro profundo me siento en una de las esquinas de la cama.

—¿El viaje a Agamme aun sigue en pie? —pregunto.

Él se sienta a mi lado.

—Tendré que partir en menos de dos semanas, trataré de regresar tan pronto como me sea posible.

—¿Has visto algo en tus visiones? ¿Algo de por lo que deba estar preocupada?

—Amelie...

—Dijiste que habías visto la guerra venir, ¿porque no solo...? quédate —me abrazo a él—. ¿Es necesario ir?

—Lo es —me da un beso en la cabeza—. Sé que aún es muy reciente lo de tu madre y sé que me odias por haberte impedido salir del palacio pero...

Lo callo antes de que siga hablando.

—¿En verdad crees que existe el odio para los que se aman? Creo que no estamos lejos de parecer dos azulejos, discutimos siempre, pero al final terminamos juntos otra vez.

—No creo que yo sea un azulejo —se burla—. Yo siempre te digo la verdad y tú decides lanzarte al mundo sin escucharme, esa terquedad y osadía ya viene contigo, no entraré en detalles.

—¿Terquedad?

—Y mucha —frunce el ceño—. Me vuelves loco cuando me desobedeces en lo que respecta a tu seguridad.

—En mi defensa, a su majestad le encanta que este azulejo le contradiga en sus normas.

—Una cabra sería más razonable —bufa.

Me suelto a reír, nos abrazamos y permanecemos así por un poco más de tiempo hasta caer a la cama.

**

Observo por la ventana el jardín que da con la cocina, Leonora lucha con una pequeña cabra para meterla al establo, me suelto a reír cuando esta la tumba sobre el suelo.

Siempre fue muy mala con los animales.

Me acomodo el vestido, salgo de la habitación y me encamino por el pasillo para ayudarla. Kyrios ahora está bastante ocupado con los asuntos del viaje, incluso han trazado rutas alternas para no encontrarse con los hombres de Lydia.

Y eso me asusta, puede que le tiendan una trampa, sin él en el palacio las cosas pueden cambiar.

—¡Leonora! —le grito cuando lucha por ponerse de pie.

—Buenos días Amelie —se limpia las manos en sus ropas—. Estoy tratando de entrar a esta pequeña cabra pero la endemoniada me ha dejado caer.

Me suelto a reír.

—Esa no es la firma de tratarla. ¿Qué piensan hacer con ella? ¿Acaso leche? Es demasiado bebé aun.

—Van a sacrificarla Amelie —contesta.

—¿Qué? ¿A esta pobre cabrita? Pero es solo una bebé...

—Clarice dice que hoy habrá un festín, también que el rey ha pedido que personas vengan y que tu tocaras el piano para él, antes de que se marche.

—Sí, pero nunca me imaginé que sacrificaran a una cabrita inocente.

—Amelie no es que tampoco me agrade mucho el tema de matar animales, ¿pero qué puedo hacer? Los hombres del rey dicen una cosa, yo obedezco.

—Hablaré con el rey Kyrios, le diré que no puede sacrificar a una cabrita, no está enferma y si lo estuviera tampoco sería lo adecuado.

—¿Qué se supone que vayas a hacer tu con una cabra? ¿Andar por ahí con ella?

—Quizás lo haga, tú me ayudarás con ella. La volveré mi mascota.

—Una cabra no es una mascota, un gato es una mascota. Además una cabra es demasiado para que este en un palacio, se va a comer las flores del jardín del rey.

—Claro que no, será una cabra educada, yo me encargaré de ella.

—Pobre animal entonces, tendré que sacrificarla al final por desobediente—escucho su voz a mis espaldas.

Leonora se reverencia ante él y se hace a un lado.

—Majestad, soy muy buena criando animales de establo, ¿acaso no lo recuerda? Crecí entre pollos y cerdos.

—Le dije a Clarice que preparase un rico plato con ella, y tú estás jugando con la comida.

—Perdónele la vida a la pobre cabra majestad, ¿que puede haber hecho la pobre para que usted se ensañe con ella al punto de comérsela?

Él sonríe.

—Permita que se quede, por favor.

Él endurece sus facciones, y engruesa su voz para sonar intimidante frente a Leonora.

—Hablemos en privado sobre el destino de la cabra señorita Granger —dice serio—. Acompáñeme.

—Por supuesto majestad —respondo—. Leonora, encárgate de mí cabrita por favor. Y no dejes que se la coman.

—Si Amelie —esboza una sonrisa y desparece de ahí con la cabra.

Camino junto a Kyrios por el jardín, él gira su vista hacia atrás y cuando nota que nadie nos sigue enlaza su mano a la mía.

—Lo que acabas de hacer tiene nombre, se llama manipulación —me dice.

—¿Vas a dejar que se quede?

—No lo sé, aun no logras del todo convencerme.

Le doy un beso en la mejilla.

—¿Y ahora? ¿Puede quedarse?

Niega.

—Falta aún algo...

—¿De verdad eres tan difícil?

Lo empujo y él me jala a una esquina del palacio para pegarme contra una de las paredes, me aprisiona con su cuerpo y me besa profundamente, me dejo llevar por sus brazos, le correspondo el beso y lo detengo.

—¿Si se puede quedar? —insisto.

Él rueda los ojos.

—Si se come las flores de mi jardín es cabra muerta.

Me suelto a reír con aquello.

—No la dejaré hacerlo, nuestro jardín está a salvo.

Él esboza una sonrisa.

—Puede quedarse entonces —dice y vuelve a besarme.

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