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Capitulo 12

Amelie

Nos hemos regresado de nuevo a la mesa del comedor, Kyrios se devuelve a su asiento y la reina Lydia lo imita sentándose a su lado.

- ¿Todo bien? -me pregunta Benjamín una vez me siento.

- Sí, estoy bien.

- Los guardias no me dejaron ir por ti, porque Kyrios fue tras tuyo.

- No hay nada de qué preocuparse Benjamín en verdad estoy bien.

- De acuerdo.

Nuestra vista se devuelve a la enorme mesa del comedor, Kyrios le susurra algo en su oído a una de las criadas que sirve la comida y esta en seguida junto a las demás retira los platos de estofado de conejo de la mesa.

- Mis disculpas por el repentino cambio, he decidido que comeremos otro plato.

- Creí que le gustaba el conejo su majestad -interviene la reina Lydia.

- A veces hay que hacer cambios reina Lydia - contesta él.

- Por mí no hay problema majestad, comeré lo que me sea servido -dice Aurelie.

- Y yo igual - responde su marido.

- Nosotros también, ¿verdad Amelie? -me pregunta Benjamín.

Asiento levemente sin decir nada.

- Bien, aprovecharé el momento para dar un anuncio -vuelve a hablar Kyrios.

Lydia fija su vista en él, un brillo se dibuja en sus ojos.

- He decidido hacer una alianza, el rey Ezra y yo hemos cerrado un trato recién, expandiré las minas en su reino y sacaremos esmeraldas. Ese ha sido el motivo de la celebración de esta noche.

El rostro de ella cambia enseguida, no parecía esperar aquello.

- Por las minas de Grantea -el rey Ezra levanta su copa de vino para hacer un brindis.

Todos en la mesa lo imitamos, a excepción de la reina Lydia que enojada se levanta de la mesa.

- Eres el hombre más idiota que he conocido -le lanza sin más a Kyrios-. Puedes tener el poder que quieras casándote conmigo, puedes ser dueño de Nordik, gobernar conmigo, ser mejor que esto y decides tener una mina en la que solo se da la plata buscando esmeraldas.

Él no contesta nada solo la deja hablar mientras bebe de su copa.

- Tu oportunidad de casarte conmigo ha terminado, miles de hombres desearían tenerme como su reina, pero todos ellos no valía la pena como usted majestad, y he confirmado por mi propia cuenta que jamás podrá dejar de lado su orgullo.

- ¿Ya has terminado? -le pregunta él.

Ella se queda en silencio.

- Jamás te ofrecí hacerte mi reina, has venidos aquí con esa intención, fui claro contigo, me comporte a la altura de un caballero, y aun así vienes y me insultas en mi propia casa, ¿pretendes que considere hacerte mi esposa después de eso?

- ¿Sabes algo Kyrios? no me interesa ser la reina de nadie, me importa ser mejor que tú, que Ezra, que todos, un día no muy lejano Nordik será el dueño de Gratea y tú solo serás un rey olvidado, a menos que escojas gobernar conmigo. Seremos uno solo.

- Gracias por su invitación Lydia de Nordik, pero mi respuesta es la misma. No.

Furibunda se aleja de la mesa, les da indicaciones a sus hombres de seguirla y todos nos quedamos en la mesa sin decir nada.

- ¿Otra copa? -interviene el rey Ezra y Kyrios se levanta de la mesa para seguir a Lydia.

- Ezra ve tras él -le pide su esposa a él y el rey obedece siguiendo a Kyrios por el pasillo.

- Parece que hemos presenciado un mal momento -me dice por lo bajo Benjamín.

Kyrios regresa al poco tiempo con sus guardias y Ezra a la mesa no sé qué le ha dicho a la reina Lydia o lo que sea que hayan conversado pero ahora luce enojado.

- Escuchen bien, desde este día la entrada a esa mujer a mi palacio queda prohibida. No la quiero cerca -les ordena a los hombres quienes asienten a lo que ha dicho.

- Cerrarle las puertas a Lydia no es una decisión muy sabia Kyrios -le dice el rey Ezra.

- Abrirle las puertas de mi casa para que me insulte a mí y a quienes me sirven tampoco lo es.

Trago en seco. Esto es mi culpa.

- Su majestad -me levanto de la mesa-. ¿Podría hablar con usted un momento?

Él me mira extrañado.

- ¿Ahora?

- Si.

- De acuerdo, podemos ir al salón principal.

Sigo a Kyrios para ir con él hasta el salón y hablar sobre lo que ha ocurrido, quizás pueda hacer algo para que cambie de decisión y no pueda cometer un error con la reina Lydia.

Llegamos al enorme salón él es el primero en sentarse mientras que yo decido permanecer de pie.

- ¿Qué tienes que decirme Amelie?

- Yo quizás tenga algo que ver con lo que acaba de suceder con la reina Lydia, no debí dejar la mesa del comedor por una tontería, está claro que he arruinado la cena.

- Tú no has arruinado nada, ha sido mi decisión.

- Su majestad, aún está a tiempo de decirle que se trata de una equivocación y no entrar en una disputa con ella.

Él sonríe.

- No me interesa crear alianzas con Lydia aunque ahora este tomando algo de poder. Y tú no deberías de preocuparte por ello.

- ¿Qué hay de su matrimonio?

- Nunca dije que me casaría con ella.

- Pero sería una buena opción.

- Escucha Amelie, no voy a cambiar de opinión respecto a Lydia, no voy a soportar insultos y ofensas de su parte.

- En eso tiene razón. Solo creí que podría tenerla en cuenta como su esposa.

- Para ser consejera eres bastante mala.

Me suelto a reír.

- ¿Aun puedo considerar la opción de ser su consejera real?

- ¿Aun puedo disculparme por lo que dije esa noche?

- ¿Que?

- Lamento decirte aquello tan ofensivo, debiste sentirte terrible.

- Sí, me dolió mucho.

Aun duele.

- ¿Qué dices entonces? ¿Aceptas ser mi consejera?

- Esta bien, pero con una condición.

- ¿Tu?, ¿me pides una condición a mí?, ¿el rey?

- Es pequeña, o quizás así la vea yo.

- Habla, te escucho.

- Sé que salir del palacio es casi imposible, pero, ¿podría enviarle cartas a mi madre? Deseo saber de ella.

Él se queda pensativo unos momentos.

- ¿Y si descubres algo que no quieres? Dime, ¿dejarías mi palacio para ir con ella?

Trago en seco.

- Solo si su majestad me lo permite.

Era claro que aquello era una mentira, jamás podría abandonar a mi madre en un mal momento, haría cualquier cosa por ella, escaparía de nuevo, me enfrentaría a los guardias, al rey, a los mismos lobos por ir a ella.

- ¿Podre confiar en esas palabras?

- Confíe en mí su majestad.

- Entonces lo haré, bajo una condición.

- ¿Cual?

- Que dejes de decirme majestad" llámame Kyrios, al menos en los momentos en que estemos a solas.

- Yo, no podría hacerlo. Usted es el rey.

- Y yo, el rey, te he dicho que puedes llamarme por mi nombre.

Dudo a lo que ha dicho.

- ¿Es un trato?

- Es un trato -extiendo mi mano a la suya y él sonríe.

- Tienes un largo trabajo como consejera.

- Sobreviviré a eso -respondo.

**

No me he despegado ni un segundo de aquella libreta, he escrito en ella por cerca de media hora las notas que se han creado en mi cabeza. Es una nueva melodía y espero que a Kyrios le guste.

- ¿Qué tanto escribes ahí? -Leonora toma en su mano la libreta y la mira-. Que letra más extraña.

- Devuélveme eso, estoy trabajando en una nueva melodía para el rey.

- ¿Una de amor quizás?

Me carcajeo.

- Claro que no, no seas ridícula.

- ¿Entonces que chiste tiene tocar el piano si no escribes canciones de amor?

- Al rey le gusta otro tipo de melodías.

- ¿Cómo cuáles? ¿Una que despierte en él las más locas pasiones por sus cortesanas?

- ¿Por qué siempre las nombras? Hasta creo que quieres ser una de ellas.

- No está mal la opción.

Le arrimo un codazo.

- Era un chiste -responde-. Está claro que no se puede llegar a ser tan fina para ser una de sus favoritas.

- Leonora tu parloteo me distrae, déjame terminar esta melodía.

- ¿Por qué no mejor nos quedamos toda la tarde observando el balcón? -se asoma por allí y se cruza de brazos-. El rey está practicando tiro al arco.

- ¿Enserio? -pregunto.

- Si, y se ve tan guapo...

Ruedo los ojos.

- Es bastante bueno en eso.

- ¿Y tú como lo sabes?

- Bueno, supongo que lo es.

No le diré a Leonora el encuentro que tuvimos en el bosque aquella noche y menos su historia con los lobos

- Vaya, esto se pone cada vez más interesante, tu capitán ha llegado.

- ¿Benjamín está aquí?

Ella asiente.

- Está hablando con el rey. Siento la tensión -se abanica.

- ¿Qué tensión? ¿de qué hablas? Le dije a Benjamín que no podía aparecerse en el palacio sin avisar.

Dejo a un lado la libreta y abro la puerta para ir en dirección del jardín, Benjamín efectivamente está al lado de Kyrios y cuando llego hasta ellos ambos fijan su vista en la mía.

- Oh Amelie, hola -dice Benjamín al verme.

- Hola.

- El capitán Williams se marchará un mes a una misión, creo que ha venido a despedirse -interviene el rey.

- ¿Te vas? -le pregunto y él siete.

- No será mucho, después regresaré y te veré a ti -me toma de la manos.

Trago en seco.

- He venido a traerte algo de despedida.

- Dije que no quería más obsequios, no quiero que malgastes dinero.

- Nunca serán suficientes para ti Amelie -sonríe.

- ¡Excelente tiro majestad! -exclama uno de los hombres del rey.

Giro mi vista, Kyrios ha acertado precisamente en el blanco.

- Tengo buena puntería -responde con una sonrisa.

Despego mi vista de él y la devuelvo a Benjamín.

- Toma -extiende una caja en mis manos-. Ábrelo.

Me sonrojo, quito el moño que hay y descubo un hermoso camafeo con perlas dentro de este.

- No es muy costoso, pero me ha parecido bonito para ti.

- No importa su costo, es más valioso por su significado.

- ¿Podemos hablar a solas un momento? -pregunta.

Miro a Kyrios, él está más concentrado en su deporte del arco, o al menos eso creo.

- Está bien -respondo.

Nos alejamos un poco del jardín.

- Amelie quiero hacerte una propuesta.

Ay no.

- Sé que es muy pronto para decirlo, pero, ¿podrías aceptar mis sentimientos por ti? Sé que no te soy indiferente, prometo que te haré feliz y te sacaré de aquí.

- Benjamín, yo..., ¿no crees que es demasiado pronto?

- Lo sé, pero nos hemos conocido, eres una mujer muy hermosa y talentosa, podemos ser felices los dos. pero seré aún más feliz si me esperas y me das una oportunidad.

Trago en seco.

Nunca había sentido afecto por una persona, y Benjamín es atento, y caballeroso conmigo, tenemos cosas en común y es un buen hombre, distinto al que Kyrios ha descrito, es paciente y bondadoso.

- Si -respondo-. Voy a esperarte. Pero promete que escribirás.

- Claro que si -responde feliz-. Te escribiré las cartas que pueda.

- Está bien, voy a esperar a que regrese capitán Williams sabe dónde encontrarme -digo graciosa.

- ¡Me haces el hombre más feliz del mundo! -me levanta en el aire y me da vueltas.

- ¡Cuidado! -protesto-. Me harás caer -me suelto a reír.

- Lo siento -vuelve a ponerme en el suelo y me toma del rostro.

Me quedo viéndolo, Benjamín es guapo, tiene unos ojos preciosos de color gris, su cabello es rubio como el oro y es bastante alto a comparación mía que luzco como un pequeño hongo a su lado.

- Voy a echarte de menos -le digo mientras lo abrazo con ternura.

- Y yo a ti.

Y es entonces cuando sucede, nuestros labios se encuentran en un pequeño beso, es bonito, corto pero lleno de sensaciones, nunca me había sentido antes así por un hombre, nunca nadie me había despertado sentimientos cariño y afecto como lo había hecho Benjamín.

- Nos verán -me retiro de su lado.

- Voy a esperar ansioso por volver a probar esos labios -dice en un susurro.

Me sonrojo.

- ¡Williams! -escucho un grito de parte de Kyrios.

- ¿Si su majestad? -se gira para verlo.

- ¿Juega conmigo al arco? -pregunta.

- Me temo que no soy tan bueno como usted majestad.

- Una ronda, antes de que se marche.

- Yo... - Benjamín me mira.

- No vayas si no quieres.

- ¿Por qué no? cumplamos el capricho del rey.

Bufo.

- Ten cuidado -le digo cuando avanza hacia él.

- Lo tendré -me guiña un ojo.

Los guardias de Kyrios le ofrecen un juego de flechas junto a un arco.

- Si pierdes te enfrentaras a un juego de esgrima conmigo.

¿Que?

- En eso soy bastante bueno su majestad.

- Bueno pondremos a prueba que tan bueno es.

- Benjamín no - le susurro tomando su brazo-. Desiste de lo que acabas de decir.

- Tranquila, no es algo a lo que no he estado acostumbrado.

- Pero...

- Ya escuchó a su novio señorita Granger, no es algo a lo que no esté acostumbrado -interviene Kyrios-. Ambos fuimos bien entrenados.

- Esto es una locura -susurro mientras me alejo de allí para hacerme a un lado.

Kyrios es el primero en lanzar las flechas, como lo suponía es el mejor, ha acertado en la mayoría. Por el contrario benjamín solo ha logrado dar en el centro dos. Así que él ha sido el perdedor. Ahora tendrá que hacer lo que le ha pedido.

Siento que nada de esto saldrá bien, Kyrios es bastante competitivo y Benjamín no es de lo que se deje vencer tan fácil. Solo espero que ninguno salga lastimado por las estupideces que se les cruzan por la cabeza.

- Y yo que creía que me iba a perder lo bueno allí adentro -Leonora aparece de la nada para sujetarme del brazo-. Vamos, ¿qué haces ahí parada?

- Es una locura, están locos, los dos han perdido la razón.

- A mí me parece demasiado emocionante.

- A mí no -protesto.

Leonora y yo seguimos a los guardias hasta donde se hará todo, preparan las espadas y los trajes. Y no puedo dejar de ver la expresión de Kyrios dibujada por todo su rostro. Destila odio.

- Va a matarlo -susurro.

- Deja de exagerar -responde Leonora.

- Si Kyrios lastima a Benjamín no se lo perdonaré.

- ¿Kyrios? ¿Ya ha dejado de ser su majestad?

Suspiro.

- Intentaré convencer una vez más a benjamín de que esto es una mala idea.

- Déjalo -Leonora me toma por el brazo-. Es un capitán, sabe lo que hace.

Me quedo sin hacer nada, Leonora me ha retenido impidiéndome acercarme a ambos y ahora están dispuestos el uno al otro a enfrentarse y aunque sea por diversión no deja de causarme miedo. Escucho el pitido de algo que anuncia que pueden iniciar.

Trago en seco.

Kyrios y Benjamín luchan parejo, y pronto lo que comienza como un juego termina convirtiéndose en un verdadero campo de batalla.

- Majestad parece algo violento hoy -le dice Benjamín.

- Quizás este desquitando mi ira con el esgrima capitán Williams.

- Qué pena que no haya aprendido muy bien cómo manejar la espada.

Benjamín arroja un certero movimiento que Kyrios esquiva.

- ¿Usted lo cree? -pregunta el rey y arroja un golpe en su pierna que lo tumba al suelo.

- Eso no está permitido.

- Creí que en la guerra todo lo estaba.

- ¿Quiere jugar de esa forma?, lo haremos de esa forma -articula un Benjamín enojado.

Se levanta del suelo y se dirige con determinación hacia él y yo cierro los ojos esperando lo peor.

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