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Capítulo 6

Narra Kimberly:

¿Que si hice una cagada? Sí, lo hice y ahora mismo me siento jodidamente mal.

Estoy arrepentida de haberlo llamado; no debí y no debo. Quiero tenerlo lejos de mí, que se aleje, pero siento que si no hablo con él, se van a complicar más las cosas y no quiero. Sinceramente, no quiero.

Apolo me mira con el ceño fruncido al bajar las escaleras con su bolso. Mis manos están temblando un poco; no puedo mentirle, pero tampoco puedo decirle la verdad. No puedo.

Sabía que el idiota me iba a poner así.

-Creo que es todo lo que tengo aquí; no me había dado cuenta de que tenía ropa mía.

Sonreí y me acerqué a él, tratando de despejar mis nervios.

-Te faltó la que está en mi armario.

Él elevó ambas cejas.

-¿Qué hace mi ropa en tu armario? -me pregunta confundido-. Que yo recuerde no traje... Oh, ya.

Sonreí burlona y negué lentamente.

-Iré al departamento y luego al aeropuerto; me están esperando, iré a París. ¿Algo que quieras decirle a tus padres?

Negué lentamente.

-Hablé con mis padres ayer; estaban muy ocupados. Kamila estaba en la escuela, no creo que...

-¿No quieres que sepan que tenemos una relación, verdad? -me pregunta colocando su bolso en la mesa y cruzándose de brazos.

-¿Qué? No, claro que no quiero eso. Digo, quiero que sepan...

-Tranquila, nos vemos en tres o cuatro días.

Asentí sonriéndole.

Él se acercó a mí y me tomó de la mejilla con sus manos.

-¿Prométeme que lo pensarás?

Asentí sabiendo a lo que se refería.

-Te lo prometo.

Me dio un beso en los labios y me guiñó el ojo antes de tomar su bolso y dirigirse hacia la puerta. Se detuvo de golpe y se giró hacia mí confundido.

-¿Le has puesto nombre a él cachorro?

Negué rápidamente. No había pensado en un nombre.

-Qué extraño; cuando llegué Lucas le dijo un nombre raro, algo así como una mezcla tuya y mía con... Olvídalo, puede que escuché mal. Te amo.

Salió de casa con su bolso en la mano. No le respondí lo último porque lo que dijo me dejó pasmada y sin palabras para responder.

"No es nuevo en mí quedarme sin palabras en una conversación".

-Lucas, te voy a matar... -murmuré.

El perro me brincó en las piernas; me agaché y lo tomé entre mis brazos, acariciando su pelo blanco.

-Dime que el estúpido de Lucas no te dijo lo que creo que te dijo...

Soltó un bostezo y me eché a reír.

Tengo que pensar en un nombre.

Necesitaba alejarme un poco de mis pensamientos, así que me puse a escuchar música mientras cocinaba algo para cenar. Por suerte, Lucas no estaba por las noches; creo que trabaja en una discoteca. Leire está con su nueva banda y Julia con Matteo. Nadie sabrá que el idiota vendrá, y así es mejor. No quiero que piensen otra cosa ni tener problemas con Vanessa o Apolo.

Mientras escuchaba "Cheerleader" de Omi-en la versión de Félix Jaehn-movía mi cabeza al ritmo de la música vibrante; es una de mis canciones favoritas. La mejor, diría yo.

Escuchaba cómo sonaban las trompetas y movía mi cuerpo al compás, recordando los pasos de baile que me sabía. De repente, escuché al cachorro ladrar, pero supuse que era por el ruido de la música. Mientras preparaba una tortilla, seguía moviéndome al ritmo de la canción. El perrito volvió a ladrar, pero no le presté atención.

Sin embargo, cuando ladró nuevamente, tuve que bajarle el volumen a la música. Al girarme, mis ojos se abrieron como platos.

Oh.

Mierda.

Doble mierda.

Brad estaba apoyado en la barra con una sonrisa burlona y el cachorro en brazos, mientras este se quedaba dormido tranquilamente. Llevaba puesta una camiseta blanca ancha como siempre, sus nuevos tatuajes quedaban perfectamente con las venas marcadas en sus brazos y sus vaqueros negros rasgados.

-¿Cuánto tiempo llevas aquí?-fue lo primero que le pregunté.

Él sonrió de manera burlona y su piercing... Joder.

-Quizás unos tres minutos. A ver, déjame recordar cuánto dura la canción... sí, tres minutos.

Negué lentamente.

-¿Cómo entraste?-le pregunté con los ojos entrecerrados.

Él se encogió de hombros y esbozó una pequeña sonrisa.

-Por la puerta; no voy a entrar por la ventana-alzó al perro y este movió su rabito feliz-. ¿No es así, Nube?

¿Nube?

Volví a negar.

-Te pregunté cómo entraste, no por dónde entraste.

Él elevó ambas cejas, colocó al perro en el suelo y metió su mano en el bolsillo sacando unas llaves y alzándolas en el aire.

-Llaves -dijo burlón.

-¿Cómo carajos..?

-Recuerdas, antes teníamos una relación; tengo llaves y no cambiaron la cerradura.

-Sí Agustín, no lo sabía; gracias por decirme.

Guardó las llaves en su bolsillo y se cruzó de brazos.

-¿Agustín? -dijo mordiendo su mejilla de forma burlona.

-Es tu nombre, ¿no?

-Lo es, pero Brad me queda mejor. ¿No crees?

-Ese ni es tu verdadero nombre...

-Artísticamente.

-Aja.

-Ni pienses que, como me dijiste que te llamara Kimberly, voy a aceptar lo mismo contigo. Curie.

Me crucé de brazos, sintiendo la tensión en el aire.

-Curie... Bonito nombre, ¿no? Curie... eres un idio..

-Eh, eh, vine en son de paz. Cero insultos.

Su manera de manejar las cosas me irrita; parece tan tranquilo y normal hablando, mientras yo estoy a punto de tener un maldito paro cardíaco.

-Todavía bailas bien-dijo, sentándose en la barra.

Me giré y terminé de preparar mi tortilla.

-Sabes, esperaba un "Hola Brad, ¿cómo estás? Te llamé porque quiero..."-se detuvo de golpe y yo lo miré de reojo.

-Termina de decirlo y juro que te parto la cara con un puñetazo.

Se echó a reír, como si no le importara.

-Tortillas... Recuerdo cómo te las hacía. ¿Todavía tienes jugo proteico?

Traté de contener una risa mientras mantenía mi expresión seria. Vale, yo fui quien lo llamó.

-Sí lo tengo. ¿Quieres un poco?

-Ni de coña. Tuve que aguantar tu jugo cuatro años en el refrigerador de mi departamento.

Elevé ambas cejas, sorprendida.

-Ahora debes estar más fino; estás más bajo de peso y un poco más alto.

-¿Por qué las médicos me dicen eso? Curie, llevamos casi un año sin vernos.

-No pronuncies mi apellido así...

-¿Cómo?-preguntó burlón-, Curie...

-Bien. ¿Quieres algo de tomar?-le propuse.

Él sonrió con esa mueca burlona que tanto me irrita.

-Todavía se te da eso de ofrecer tragos muy bien.

-¿Sabes qué se me da bien? Darte un puñetazo.

-Me encantaría.

Rodé los ojos y me senté frente a él, manteniendo la distancia necesaria para no perder la calma.

-Te llamé porque creo que tenemos mucho de qué hablar.

-Te escucho-me respondió en serio.

Suspiré pesadamente mientras jugueteaba con mi anillo. ¿Era lo correcto? Pues no.

-Mira, no sé qué carajos nos pasó, pero lo que quiero en este momento es estar tranquila, y no puedo. Creo que tenemos caminos diferentes, pero no quiero que estemos cerca.

Me escuchó atentamente mientras se frotaba el cabello.

-Y no sé si esto es lo correcto, porque no estoy segura de lo que siento ahora mismo. Pero lo que sí tengo claro es que no quiero que interfieras en mi relación. Anoche me dejaste muy claro que no te vas a quedar tranquilo.

Suspiró y me miró a los ojos.

-Nunca voy a interferir en tu relación. Si hay algo de lo que estoy completamente seguro es que me importa tu felicidad. Si eres feliz con él, yo estaré tranquilo.

Mi corazón dio un vuelco y, por primera vez desde que llegó, le regalé una pequeña sonrisa.

¿Duele? Sí, duele muchísimo.

-Yo...

-No hace falta que hables. Creo que el que debería pedirte disculpas soy yo. No sé qué carajos estaba pensando cuando terminé nuestra relación. No sabía ni la mínima idea de cómo eso te afectaría y me afectaría a mí. Ni siquiera si lo hubiera sabido, lo habría hecho.

Me mordí el labio conteniendo las ganas de besarlo en ese momento. Nunca lo había visto así. Bueno, sí, esa noche cuando me confesó que tenía una identidad falsa y que Pascual era su padre.

-Me dolió muchísimo -dije finalmente.

-Lo sé, a mí también me dolió. Créeme, había pensado en regresar y pedirte disculpas, pero creía que lo mejor era seguir caminos diferentes. Ahí fue cuando conocí a Vanessa.

No sé por qué su nombre me cae mal ahora mismo.

-Pero esta noche quiero que me respondas una pregunta.

Asentí dudosa.

-¿Estás enamorada de Apolo?

Esa pregunta me la hago yo misma todos los días.

¿Estoy realmente enamorada de Apolo?

-Sí.

Él asintió y se levantó de la silla.

-Creo que eso era lo que quería saber -me dice frunciendo los labios y caminando hacia la salida.

¿Era eso realmente lo que quería hablar esta noche con él?

¿Ya? ¿Todo acabó?

Se detuvo de golpe y sacó de su bolsillo las llaves, dejándolas sobre la mesita de los floreros.

Antes de abrir la puerta y salir le pregunté:

-¿Y tú? ¿Estás realmente enamorado de Vanessa?

Se detuvo nuevamente con la mano en el pomo de la puerta.

Se giró y por primera vez vi decepción en su rostro.

-Si estuviera enamorado de ella, no estaría aquí en tu casa ahora mismo.

Y salió dejándome con la palabra en la boca. Era la primera vez que lo veía así. Este dolor en mi pecho es insoportable. Quería arreglar las cosas, dejar todo claro, pero no pude. Su respuesta me dejó muy claro que todavía sigue enamorado de mí y yo, como una estúpida, le dije que estaba enamorada de Apolo.

No entiendo por qué está comprometido con Vanessa si no siente nada por ella. Pero claro, yo estoy con Apolo y acabo de confesarle que estoy enamorada de él, cuando en realidad mis sentimientos son confusos.

El cachorro me miró y bajó las orejas.

-Así es cuando te sientes atrapada entre lo que debes hacer bien y lo que realmente estás haciendo, nube.

Narra Brad:

Salí de la casa de Curie con el corazón palpitando y la mandíbula tensa. Estoy completamente seguro de que no está enamorada de él; la conozco demasiado bien para pensar lo contrario. Sin embargo, escuchar eso me pone de un maldito mal humor. Pero si ella ha decidido así, así será.

Me monté en el auto y golpeé el volante con frustración. No fui capaz de decirle todo lo que sentía; ¿por qué era tan difícil? No debería serlo.

Miré mi móvil y vi que tenía dos llamadas perdidas de Vanessa. No quiero hablar con ella ahora mismo; mi humor es un desastre y no quiero arrepentirme de lo que pueda decir. Así que decidí mandarle un mensaje:

«Hola, voy a llegar un poco tarde, estaré con los chicos».

Salí del chat de Vanessa y abrí el de Dominik, quien me había enviado la ubicación. Cerré los ojos; no quiero ir, pero debo alejarme de estos pensamientos que me volverán loco. Arranqué el auto y fui directo a donde me había indicado Dominik.

Todavía no he superado del todo lo que pasó con Kyler, y estoy seguro de que todo cambió después de eso.

Al llegar al lugar vi varios autos estacionados y mucha gente al final de la carretera. Suspiré pesadamente antes de bajarme del auto. Al cerrar la puerta, vi a unas chicas besándose apoyadas en un coche; al verme, me sonrieron pícaramente, pero yo las evité.

Caminé hacia el grupo de personas. Era lo mismo de siempre: grupos de diferentes colores, y nadie se dio cuenta de mi presencia, así que me quedé en una esquina apoyado en un deportivo verde lujoso con el equipo de color verde. La gente estaba concentrada en la carrera que iba a comenzar. Si Dominik tenía razón, es una carrera de motocicletas; enfoqué bien la vista y reconocí enseguida al conductor del equipo morado.

¿Morado? Han cambiado incluso de color.

Negué lentamente mientras sacaba un cigarrillo de mi bolsillo y lo encendía. Matteo estaba en el medio; iba a participar. Busqué con la mirada al equipo morado y los encontré al otro lado de la pista. No quiero ni imaginar cómo reaccionará Curie cuando se entere de que su amiguita está involucrada en estas cosas.

-¿Eres de nuestro lado?-me preguntó un tipo poniéndose frente a mí, acompañado por tres más detrás.

-No-respondí tirando el cigarrillo al suelo y pisándolo con mi zapato.

El tipo me miró entrecerrando los ojos.

-¿Y qué coño haces apoyado en mi coche?

Elevé ambas cejas y miré el deportivo.

-¿Es tuyo?-dije con ironía.

Me estaba agarrando mal humor.

-Sí es mío; quítate de él o no quieres tener problemas.

-Así que ustedes son los que se creen las joyitas.

-¿Qué coño dijiste?

Me despegué del auto y chasqueé los dientes mientras me alejaba, pero él me detuvo jalandome del hombro.

-¿Te he dicho que te fueras?-me dijo, y ya no eran tres tipos detrás de él, sino unos seis más.

Puse los ojos en blanco.

-¿Qué quieres?-dije finalmente.

Se echó a reír como un idiota y sus compañeros se miraron entre sí.

-Soy uno de los líderes de estas carreras. Como no eres bienvenido, ¿sabes qué puede pasar?

Fruncí el ceño.

-¿Y qué puede pasar?

-¿Te crees un idiota o qué? ¿Me estás tomando por tonto?

-¿Yo? No.

Uno de los tipos le susurró algo al oído a otro, y enseguida me miraron con ojos muy abiertos. El fastidioso que decía ser el líder se acercó a mí poniendo sus manos en puño.

-¿Brad?

Reconocí la voz de inmediato y me giré. Robert me miraba de arriba abajo, con los ojos bien abiertos.

-¿Cómo está el líder más gilipollas de este lugar?

Sonrió burlón y me dio un abrazo.

-Joder, Bro, ¡tiempo sin verte! ¿Qué carajos haces aquí? Tus amigos me dijeron que no te gustaba la idea.

Me encogí de hombros, mirando al tipo que me estaba haciendo perder la paciencia. Él me observaba confundido.

—Ahora son el equipo morado. ¿Vas a unirte? —me preguntó Robert.

Le sonreí burlón.

—No, seré parte del verde y apostaré.

Él tipo me miró con los ojos muy abiertos.

—Amigo, no te recomiendo ese equipo. Es un poco... -me susurró Robert al oído-. Ya sabes, no son tan...

—No importa, apostaré dos mil.

—¿Estás seguro? Puedes perder los dos mil.

Miré el coche del tipo.

—Mejor ocho mil.

Todos se quedaron mirando con caras de sorpresa.

—Sabes que si pierdes esa cantidad, el líder tiene que pagarte el 80%, Jacob -le dijo al líder-. ¿Estás de acuerdo?

Sonreí burlón.

—Mi equipo va a ganar y quiero los putos ocho mil dólares. -Me dio un brazalete de color verde.

Me lo coloqué en la mano y crucé los brazos.

—Bien, hora de dar inicio a las carreras -dijo Robert mientras se dirigía a la pista.

Al escuchar el disparo, la carrera comenzó. No era lo mismo; no eran coches y no hacía ruido. Matteo iba en segundo lugar y sonreí de lado.

El tipo miraba la carrera y me lanzaba miradas de reojo; su corredor iba en cuarto lugar.

Matteo se estaba adelantando y asentí apoyándome nuevamente en el coche, dándole dos golpecitos. Me gustaba dejar a la gente entre la espada y la pared.

Robert avisó por la radio:

-Quedan cinco minutos.

Los participantes aceleraron y Matteo continuó adelantando; sabía que iba a ganar. Ese idiota sabe más de motocicletas que de autos.

-Dos minutos -anunció Robert.

Sonreí burlón al ver al capullo de Jacob nervioso y molesto.

—Diez, nueve, ocho—gritaban las personas alrededor.

—Y el ganador es... ¡El equipo morado!

Todos gritaron, excepto los del verde. El capullo tiró una botella al suelo, gritando molesto.

Robert se acercó a mí con una amplia sonrisa. Saqué los billetes de mi bolsillo y se los di. Todos formaron un círculo.

-¿Qué tienes para dar? -le preguntó Robert a Jacob.

Él me miró con cara de odio mientras yo le guiñaba el ojo.

-La moto -dijo finalmente Jacob.

Hice una mueca ante su oferta.

-Una moto no cubre el ochenta por ciento -respondí, sintiéndome agradecido por las reglas del juego.

-No tengo nada más para dar -dijo Jacob, resignado.

Elevé ambas cejas y miré hacia el coche nuevamente.

-No, ni de coña -replicó rápidamente.

-Es por las reglas -insistió Robert con calma.

Jacob me miró con una expresión asesina y finalmente sacó las llaves de su bolsillo, entregándomelas con rencor.

Solté un chasquido y le pasé las llaves a Robert.

-Te lo mereces -le dije sinceramente.

-No, Bro...

-Mira, aquella noche del accidente te metimos en un gran lío; acéptalo como agradecimiento.

Asintió y esbozó una sonrisa agradecida.

-No le digas a los chicos que vine -le dije, antes de alejarme del grupo.

Por más que quiera olvidar lo que Curie me dijo, no puedo hacerlo ni haciendo ejercicio ni viendo carreras de motocicletas.

No puedo olvidarme de ella.

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