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Capítulo 4

Me desperté por sentir algo lamer mi mano. Me levanté bruscamente y recordé al cachorro que me regaló Apolo. Estaba allí en la cama, moviendo su rabito.

-Hola, peque... ¿Tienes hambre? ¿Quieres algo de comer?

Movió su colita y saltó con alegría.

Suspiré y me dirigí al baño. Al mirarme en el espejo, vi a una Kimberly con ojeras. Desde que comencé a trabajar en el hospital, esas ojeras se han vuelto parte de mí. Mi carrera es hermosa; ayudar a los demás lo es. Pero lo devastador y aterrador es ver morir a personas: jóvenes, ancianos, niños, adultos... de todo.

Lavé mis dientes y recordé lo que ocurrió anoche. No puedo dejar de pensar en él. Sus ojos, su mirada, su susurro... todo me atrae y me vuelve loca. Anoche en el momento en que Apolo y yo... Ustedes saben... Lo recordé y, sin querer, se me escapó el nombre de Brad en un jadeo. Apolo no lo notó, o quizás sí y se hizo el tonto.

Que idiota soy.

Después de asearme, abrí la puerta del baño y vi la cama vacía; Apolo seguramente ya se había ido a trabajar. Creo que es la quinta vez que se queda durmiendo en mi habitación. Al mirar la mesita de noche, encontré una carta. Me acerqué y la leí:

«Hola florecita, no quise despertarte. Me iré de viaje esta noche con la marca; te veo en el almuerzo.»

Solté un suspiro.

Se iba de viaje otra vez. Eso es lo malo de nuestro tiempo juntos: él tiene que irse por tres o cuatro días.

Me coloqué mi uniforme azul y tomé mi bolso.

Agarré al cachorro en mis brazos y bajé las escaleras. Al llegar a la sala, un delicioso olor a huevos revueltos me sorprendió. Sonreí.

-Vaya, parece que se despertó de buen humor... ¿Oh no, qué es eso? ¡Bájalo! ¡Aléjalo de mí! ¡Fuera!

-Lucas...

-¿Qué? No me gustan los perros.

Sonreí ante su reacción. Lucas es nuestro nuevo inquilino, un chico de veintiuno con tez blanca, cabello negro y ojos azules; por cierto, se tiñó el cabello.

-Pensé que todavía estabas en tu linda siesta -dijo mientras movía el sartén con los huevos fritos.

Ah, y es hermano de Leire.

Puse al cachorro en el suelo y me acerqué a la cocina.

-¿Algo nuevo?

-No, te mandaron un paquete, pero no sé dónde lo coloqué.

Puse los ojos en blanco.

-Lucas...

-Si lo busco ahora mismo, se quemarán los huevos.

Abrí el gabinete y saqué un plato de comida para perros.

-Sabes que esos paquetes son importantes...

-Sí, Kamila, pero...

-Es Kimberly-corrigí-. Kamila es mi hermana.

Se limpió las manos en el delantal.

-Es lo mismo.

-No es lo mismo, Lucas.

-Sí lo es.

-Que no.

-Que sí.

-No.

-Sí, pesada.

-No, pesado.

-Jodete, te llamo como yo quiera.

-Y ahí vamos de nuevo...

-¿Cuándo te regresas a Chile?

Me apuntó con la cuchara.

-No me iré -dijo burlón.

-Mala suerte.

Le coloqué comida al cachorro y me senté en la barra.

Lucas y yo no nos llevamos muy bien, que digamos; es muy pesado y tiene la mente de un niño de quince años. Es igual que Leire: neutral y molesto, pero cuando agarra confianza, se convierte en otro nivel de chico.

-¡Oh... guala!-colocó un plato frente a mí, el aroma me hizo sentir un poco más animada.

-Gracias.

-¿Ahora quieres que me vaya?-preguntó con un tono juguetón.

Me encogí de hombros, dudando.

-Sí.

Tomé el plato, pero justo en ese momento, Julia apareció sobándose la cabeza y con ojeras profundas que delataban su falta de sueño y sombría.

-Hola, niño, ¿me das a mí también de eso?-le dijo a Lucas con una sonrisa pícara.

Lucas rodó los ojos, claramente cansado de la misma rutina.

-Sabes que desde hace un mes cocino en esta casa.

Julia lo miró mal, como si eso fuera una ofensa personal.

-Desde hace un mes ya no hay paz en esta casa.

Lucas se tocó el pecho, fingiendo estar herido por sus palabras.

-¡Auchs, Julia!

Julia tomó un plato y se sentó frente a mí. Mientras comía con tranquilidad, sentí su mirada burlona posarse sobre mí como si estuviera esperando algo jugoso que contar.

-¿Y me vas a contar qué pasó anoche?-me preguntó con ese tono de voz que solo ella sabe usar para sacar información.

Rodé los ojos, tratando de mantener la calma.

-¿Qué pasó anoche?-ahora Lucas también se interesaba, apoyando los codos en la barra y achinando los ojos como si esperara una gran revelación.

-Nada-dije sin interés aparente, aunque por dentro sentía un ligero nerviosismo.

-Te recuerdo que Brad volvió...-me dice Julia con una sonrisa burlona que no podía ocultar.

Lucas me miró confundido, como si acabara de escuchar un chisme explosivo.

-Y te recuerdo que no me dijiste nada de que vendría.

-Te lo iba a decir en la tienda, pero no me dejaste hablar. Me dijiste: "Te veo esta noche en el cumpleaños de Dominik"-dijo imitando mi voz con exageración.

-Me vale-respondí tratando de sonar indiferente, aunque sabía que mi corazón latía más rápido al recordar su mirada.

-Y regresó más bueno que nunca-continuó Julia, disfrutando del drama.

-Julia...

-Kimberly, todos se dieron cuenta de que se desaparecieron un rato. ¿Qué hicieron?

-Julia, Brad ya no es parte de mi vida -dije con firmeza, pero en el fondo sabía que su regreso había removido viejas emociones.

-Sí, es tu ex. El ex más sexy que has tenido y no te quitaba la mirada de encima. -Su tono era provocador, y yo solo podía encogerme de hombros, aunque una parte de mí no podía evitar sentirse halagada por sus palabras.

-Ya... -dijo Lucas, ambas lo miramos-... ¿Quién es Brad?

Julia y yo hicimos una mueca.

-El ex de Kimberly-dijo Julia, mientras disfrutaba de su tortilla.

-¿Ex...? Oh, con razón, esta mañana se despertó de buen humor.

-Me iré a trabajar-anuncié, tratando de cambiar de tema.

Me levanté y puse el plato en el fregadero. Cuando caminé hacia la puerta, Lucas me interrumpió:

-No piensas dejar al garrapatoso aquí, ¿verdad?

-No le digas garrapatoso -le respondí con una sonrisa forzada.

-Espera... ¿Y ese perro?-dijo Julia, intrigada.

-Es de Kim, se lo regaló Brad-respondió Lucas.

-¡¿Qué?!-gritó Julia, sorprendida.

Negué rápidamente con la cabeza.

-Me lo regaló Apolo.

-¿Cómo se llama?-me preguntó Julia, curiosa.

Dios, no le tengo nombre.

-Brad Junior-dijo Lucas con picardía.

-Bradcito-añadió Julia riendo.

-Bramdon-propuso Lucas entre risas.

-Brat-dijo Julia con un tono burlón.

-Mejor BradKim.

-Brakimber.

-Ya, mejor Bradkimpolo.

No pude evitar hacer una mueca mientras agarraba las llaves de mi auto.

-Tienen problemas mentales-dije saliendo de casa con una risa nerviosa.

Escuché cómo se reían mientras cerraba la puerta detrás de mí. Me subí al auto y negué lentamente.

La verdad es que he pasado todos estos meses atrás sumida en un despecho profundo, llorando como una estúpida por Brad. Pero sabemos que en el fondo del corazón, cuando queremos a alguien como nunca hemos querido a otra persona, es difícil olvidar. Y eso es exactamente lo que me pasa con Brad.

Verlo de nuevo, estar cerca de él... eso es un problema. Un problema que sé que tengo que dejar ir. Ya no es nada importante en mi vida; simplemente fue parte de mi historia.

Suspiré y apoyé la cabeza en el volante, sintiendo cómo una ola de emociones me envolvía.

-¿Cómo hago para olvidarte, Brad? -murmuré para mí misma, dejando que la pregunta resonara en todo el auto como un eco persistente.

Narrador:

Mientras veía el reloj impaciente, Brad, parado en el vestíbulo de la mansión, no podía seguir así. Había esperado tres horas para que llegara su padre, o quizás había llegado muy temprano. Se había levantado de mal humor, atormentado por recordar esos ojos color miel que siempre aparecían en su mente, como un eco persistente que no lo dejaba en paz.

Con un suspiro resignado, se sirvió un trago y caminó lentamente por los amplios pasillos decorados con obras de arte y recuerdos familiares.

-Vaya, hermanito, parece que has madrugado hoy-dijo Nicolás al aparecer en la sala con esa sonrisa traviesa que siempre lo caracterizaba.

Nicolás ya no era un chico; ahora se veía más maduro. En su mente, un torbellino de pensamientos bromistas giraba sin parar; quería aprovechar la situación y joderle la paciencia a Brad como solía hacer antes.

-No estoy para jodas, Nicolás-respondió Brad con un tono serio, acercándose a él y extendiendo su mano.

Nicolás se echó a reír, disfrutando del momento.

-Cachondo ¿eh?-replicó mientras estrechaban sus manos.

Ambos estaban vestidos con trajes elegantes, como su padre siempre había querido que lo hicieran en reuniones importantes.

-No te vi en la fiesta de Dominik-mencionó Brad al tomar asiento en el mueble.

-Papá me tuvo en papeleo toda la noche-contestó Nicolás con un gesto de desdén.

-Te queda bien eso de ser paparazzi, ahora que me acuerdo-Brad bromeó, intentando cambiar el tema.

Nicolás sonrió burlón.

-Te queda bien eso de fingir estar enamorado de tu jefa-dijo con picardía.

La sonrisa de Brad se desvaneció al instante.

-Así que tengo razón, Brad Fernández-afirmó Nicolás con una mirada perspicaz.

Brad sintió un nudo en el estómago; sabía que no podía ignorar sus sentimientos por Kimberly.

-Hay que vivir la realidad, hermanito-Nicolás continuó con tono solemne.

Se sirvió un chupito y lo levantó en modo de brindis.

-La realidad que no deseas acaba con el futuro que tanto anhelas -dijo Nicolás tomando el chupito y mirándolo fijamente.

-¿Ahora eres poeta?

-No, hermanito, solo digo la realidad y la verdad.

Brad iba a responder cuando la puerta principal se abrió bruscamente. Su padre entró acompañado por varios empresarios importantes; el ambiente se tornó tenso y formal al instante. Pero fue Vanessa quien capturó toda su atención.

Nicolás se acercó a él y le susurró al oído:

-No la miras como miras a Kimberly; eres orgulloso con tus sentimientos y engreído con tu corazón.

Brad sabía que Nicolás tenía razón. No era un secreto que nunca había mirado a Vanessa con esos ojos llenos de amor y deseo que guardaba solo para Kimberly. Era una verdad dolorosa que le costaba aceptar.

Mientras observaba cómo Vanessa sonreía a los empresarios, una parte de él anhelaba poder sentir esa chispa por ella.

Brad se levantó y dejó el vaso de chupito en la mesa. Caminó junto a Nicolás, mientras cerraba su saco negro y acomodaba la cinta en su cuello.

-Aquí está mi hijo mayor: Agustín Pascual -anunció Pascual con orgullo-. Es el encargado de la administración de una de las empresas asociadas con Davide Campari - Milano, Degli Sposti, y director de WolfElite.

Agustín sonrió, mostrando la confianza que había adquirido con los años. Vanessa, su prometida, se colocó al lado de él, irradiando seguridad y elegancia.

-Como ya conocen, está comprometido con la dueña de la empresa Degli Sposti, Vanessa-continuó Pascual.

Brad se acercó a todos los empresarios presentes, estrechando manos con firmeza.

-Señor Sánchez -dijo Brad al padre de Dominik.

El señor Sánchez, un hombre de cabello salpicado de canas y mirada fría, asintió en saludo, manteniendo un aire de seriedad.

Dominik apareció frente a Brad. Su expresión revelaba el descontento que sentía por estar rodeado de gente que no compartía sus pasiones. Ya no soportaba más esa vida impuesta; solo quería estar sentado detrás de las baterías y cantar como solía hacerlo. La presión por estudiar una carrera solo por su linaje lo frustraba. Había hablado con Brad sobre esto en varias ocasiones, pero ahora era él quien se encontraba atrapado en este mundo que no le pertenecía.

-Quita esa cara, te pareces a tu padre-dijo Brad en tono juguetón.

-Amor... -mencionó Vanessa mirando a Brad con una expresión que podía cortar el aire.

Brad soltó una risa que resonó en la sala.

Nicolás esperaba ansiosamente ser presentado por su padre. A pesar del ambiente familiar, siempre sentía que había preferencias entre los hermanos. Sin embargo, Pascual pareció captar sus pensamientos y lo miró con atención.

-Como olvidarlo; él es mi hijo menor Nicolás. Es fotógrafo profesional y tiene un talento innato para los negocios-dijo Pascual con un brillo de orgullo en sus ojos.

Era cierto; Nicolás siempre había tenido ese don especial.

Después de una larga reunión que parecía interminable, Brad comenzó a sentir un fuerte dolor de cabeza. No era solo por el agotamiento del encuentro; era la oleada de recuerdos sobre Curie que llegaban en momentos inoportunos. En medio de la conversación sobre inversiones y negocios, su mente viajaba en cuando estaban juntos: su piel contra la suya, su mirada intensa y su cuerpo vibrante...

-Mi hijo les dirá lo que viene después -mencionó Pascual mirando a Brad con orgullo mientras todos volvían su atención hacia él.

Pero Brad no había escuchado realmente la conversación; estaba sumido en sus propios pensamientos. Carraspeó para despejarse y se levantó:

-Tenemos un nuevo proveedor -anunció.

Las miradas se cruzaron entre los presentes; el señor Pascual soltó un suspiro pesado.

-No pensabas decirnos eso, Pascual-le dijo un empresario a Pascual con una mezcla de sorpresa e inquietud.

Pascual asintió, aunque antes le dedicó a Brad una mirada fulminante que decía más que mil palabras.

-Después de que mi hijo explique la inversión de este mes, mencionaré que en unos días un nuevo proveedor vendrá a negociar en la sala de juntas de mi empresa-dijo Pascual con firmeza.

Todos asintieron.

-Bueno, como mencionó mi padre, tenemos inversiones en varias zonas clave de Francia. Si logramos concretar esto en menos de dos meses, nuestra empresa podría crecer exponencialmente y atraer más proveedores -continuó Brad, sintiendo cómo las miradas se intensificaban sobre él-. Por ello necesitamos contar con todos ustedes en la junta con el nuevo proveedor.

Pascual asintió nuevamente y miró a Nicolás: Nicolás se levantó e indagó:

-He negociado con ellos; están dispuestos a aceptar la cantidad exacta que estamos solicitando. Sin embargo, todo depende del resultado que obtengamos en las ventas de licores iniciales-explicó Nicolás con confianza.

Todos asintieron mientras Pascual sonreía ampliamente. Por dentro se sentía orgulloso de sus dos hijos; cada uno representaba una parte esencial del legado familiar.

-Y es un muy buen proveedor; ha trabajado previamente con varias marcas importantes -mencionó Vanessa mirando a todos con determinación-. Estoy segura de que esta colaboración traerá grandes beneficios para todos nosotros si sabemos aprovecharla adecuadamente.

-¿Cuál es el nombre del promovedor? -preguntó Dominik.

-El dueño de la empresa de promovedores se llama Hannibal Soto, pero quien realmente lleva el negocio es su hijo, Kevin Soto -respondió Pascual.

Brad frunció el ceño, pensando que ese tal Kevin debía ser muy hábil en los negocios para estar al frente de la empresa de su padre.

-La junta ha terminado; os estaré informando cualquier novedad -dijo Pascual, levantándose.

Todos se despidieron. Brad se mordió la mejilla, consciente de que su padre le reclamaría. Estaba seguro de que eso pasaría.

Nicolás se despidió y se fué a su departamento y en la sala solo quedaron Dominik, el señor Sánchez, Vanessa y su padre.

-Casi la cagas hoy -comentó el papá de Dominik, con tono burlón.

Brad no se sorprendió por el comentario; esa era la manera habitual de agradecer a las personas.

-Pero no lo hizo -replicó Pascual-. Hay que pensar con la cabeza fría antes de hablar de cosas importantes, ¿no es así, Agustín?

Brad elevó ambas manos y asintió.

Se quitó el saco y tomó a Vanessa de la mano.

-Me distraje pensando un poco en el nuevo promovedor -dijo Brad, sintiéndose nervioso por primera vez.

El señor Pascual sabía por qué estaba distraído; su distracción tenía nombre y apellido y era Kimberly Curie.

Vanessa notó sus nervios y rompió el hielo:

-¿Vamos a almorzar, amor? -le preguntó.

Brad asintió con una sonrisa.

-Te avisaré cuando venga el promovedor -le dijo Pascual mientras se dirigían a la salida.

Brad asintió nuevamente y salió de la mansión con Vanessa.

Mientras tanto, Dominik no pudo contener la risa burlona al ver cómo su amigo estaba tan sorprendido.

Brad conducía, con la mirada fija en la carretera. Iban a almorzar a un restaurante, pero su mente no podía dejar de pensar en ella. Aceleró el auto, sintiendo la adrenalina correr por sus venas.

-Agustín, cálmate, vamos a estrellarnos; no estamos en una carrera de autos -le dijo Vanessa, ajustándose el cinturón de seguridad.

Brad bajó la velocidad, dándose cuenta de que se había olvidado por completo de que Vanessa estaba en el coche.

-Disculpa, no quería que...

-Kimberly te tiene mal -interrumpió ella con un tono serio.

-No hablemos de eso -respondió Brad, un poco más brusco de lo que pretendía.

-Quiero que pienses las cosas, Brad. Has estado extraño estos dos días.

Frunció el ceño al ver la preocupación en el rostro de Vanessa. Ella no estaba celosa; era consciente de que Brad seguía enamorado de Kimberly. Aunque eso le dolía, prefería que él fuera honesto consigo mismo antes que arriesgarse a casarse con un hombre que amaba a otra.

-No es por ella; solo el trabajo me tiene un poco estresado -dijo Brad tratando de restarle importancia al asunto.

-Veo que tú y tu amigo están metidos en un lío -dijo Vanessa, cambiando de tema para aliviar la tensión.

-No es un lío. Dominik siempre ha querido ser artista, y yo solo utilizo el piano como hobby -respondió Brad con una sonrisa forzada.

-Decídete. Tienes tres semanas para ver qué vas a hacer con tus sentimientos, porque yo no puedo seguir así -afirmó Vanessa con firmeza volviendo al tema.

Brad la miró como si hubiera dicho una verdadera ridiculez.

-¿Qué dices?

-Que si sigues enamorado de Kimberly, trágate tu maldito orgullo y dilo de una vez. No quiero casarme contigo sabiendo que amas a esa chica.

De repente, Brad frenó el coche y la miró serio.

-¿No me estás hablando en serio, Vanessa?

-¿Crees que soy una estúpida? -replicó ella, cruzando los brazos con desdén.

-No lo eres -respondió él sinceramente.

-Entonces, ¿quieres seguir con el compromiso o vas a arriesgarte?

Brad se quedó callado por un momento. La verdad era que llevaban meses organizando el compromiso; todo parecía estar perfectamente planeado. Sin embargo, la presión del momento lo hizo dudar.

-Llevamos meses organizando esto, Vanessa -dijo finalmente.

-Entonces, si quieres que siga en pie, deja el mal carácter. Te estoy dando un tiempo para que pienses bien las cosas -insistió Vanessa suavemente.

Brad detuvo el coche completamente y miró por un instante a la carretera vacía. Con cada segundo que pasaba se sentía más agobiado por sus pensamientos contradictorios.

Vanessa abrió la puerta y salió del coche.

Pero en su mente solo había una repetición constante:

Tiene que ver a Curie esta noche.

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