
Vega
No sabe por que, pero tiene frío.
Siente que le falta algo; o, más bien: alguien.
Abre los ojos y observa la ofrenda frente a sí.
Ha venido.
Lo puede sentir.
Percibe un suave calor a su lado, el que es muy distinto al producido por las veladoras. Mejor dicho, se parece al que sentía cuando se hallaba junto a él.
De alguna manera, ya no tiene frío.
Pero duele.
Le cala en lo más profundo del alma.
-No llores -le susurra una voz conocida al oído y nota un toque tan ligero como una pluma en el cabello-... No llores, Pequeña.
Sabe que está ahi. Su llanto, lejos de calmarse, aumenta.
-... Y yo l lo siento m mucho... T tú no debiste morir -él no.
No puede describir el por que, pero sabe que está ahí: abrazándola, susurrándole miles de palabras que no escucha, acariciándole el cabello con cuidado como cuando eran niños.
Cierra los ojos y aspira el perfume a cítricos que jamás pensó llegaría a extrañar.
-¿Recuerdas lo último que te dije?
Lo hace.
Todos los días piensa en la risa de su hermano, la persecución, los gritos, el alboroto, el disparo... El maldito disparo que terminó con su vida...
Es como si volviera a estar allí.
--¿Cómo demonios puedes sonreír incluso ahora? ¡Vas a morir! -había gritado enmedio de la desesperación-. ¡Vas a morir, maldita sea!-
-Le toma ambas manos entre las suyas y dirige la odiosa sonrisa que había repudiado toda su vida-
-Ahora le gusta, pero sabe que es la última vez que la verá, y le duele-
--Eres fuerte, Kía -susurra-
-Está agonizando-
--No me dejes, Idiota -pide con la voz entrecortada y grita cuando lo ve cerrar los ojos-
--La muerte... La he deseado tanto; la muy condenada, por fin me alcanza y justo así... Maldita dama caprichoza. Kía, hace años me di por vencido con la vida, pero no hagas lo mismo... Se más fuerte que yo y sigue adelante, no te... Rin... Das...-
-De una forma casi poética, su hermano toma el último aliento de vida cuando ella lo abraza luego de demasiado tiempo-
Las lejanas risas de los niños del barrio la devuelven al maldito presente.
Uno donde perdió a la única persona que creía podría amarla incondicionalmente.
-Te fallé -susurra-. No puedo ser valiente.
-Estás hablando con un espíritu, Tonta.
FY, sin quererlo, sonríe.
Ese idiota y sus bromas aún en los momentos menos indicados.
-Porfavor, no me dejes -suplica al sentir el calor avandonar su cuerpo.
-Estaré contigo siempre, Cariño. Estoy mejor ahora. Puedo cuidarte como no lo hice antes. ¿Puedo pedirte algo?
-Lo que sea.
-En ningún momento se te ocurra seguirme.
-Pero...
-No podemos dejar sola a mamá.
Suspira, resignada a cumplir una promesa que hasta entonces estuvo pensando en romper aún sin hacerla.
-¿Te volveré a ver?
Ríe.
-Cada año.
Jura ver una sombra tomar un chocolate de la ofrenda, lo parte y le dá la mitad.
Toma su mano y van a su cuarto. Una vez ahí, Kía se mete entre las sábanas y cierra los ojos; acto seguido, unos labios se posan en su frente: suaves cual aleteo de mariposa, y depositan un último beso en su piel.
-Descansa, mi niña.
Esa noche puede dormir.
A la mañana siguiente, despierta con una suave sonrisa en el rostro y las ganas de vivir poco a poco, renovadas.
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Esta historia es demasiado simple de explicar. Estrictamente hablando, fue la primera perteneciente a esta serie que escribí. Como ocurrió con algunas, la idea apareció en mi cabeza luego de leer las bases para pequeños concursos de escritura «al cuál no pude entrar por pasarme del limite de palabras... ¡Igual que siempre!» Pero, hey, al menos quedó esto, bien bonito.
El reto consistía en escribir una historia con temática de día de muertos, en la que un familiar o ser querido que había fallecido , volviera a visitarnos.
Tengo demasiadas historias como para contarlas, una de ellas es la de Kía y como pasó de este relato a la chica que aparece en Nova.
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