〃capítulo 2〃
El telón se cerró y las luces del teatro volvieron a encenderse, brillantes sobre las cabezas del público que aplaudía a la obra ya finalizada.
Jimin había corrido hasta el vestuario para no quedarse atrás, pero aquella vez no fue la excepción. Cuando ya todos los bailarines se habían cambiado, él apenas se estaba desmaquillando.
──Hey ──comenzó la misma bailarina del día anterior── ahora no tienes que continuar la dieta, ¿verdad?
Jimin dejó los algodones a un lado y la miró con una sonrisa algo forzada.
──Está bien, ¿a dónde vamos? ──accedió al fin.
La chica aplaudió emocionada y se sentó en el asiento contiguo. Sólo entonces Jimin recordó su nombre al fin; Rosé.
──A una pizzería, está a dos manzanas de aquí ──explicó.
El peliazul terminó de lavarse la cara, sin importarle quién podía verlo sin maquillar y asintió. Quizá si hubiese sabido que saldría se habría dejado un poco de sombra de ojos o pintalabios, pero lo informal del lugar le convenció.
──Está bien, en diez minutos estoy ──musitó.
La bailarina le dio un amistoso golpe en el hombro antes de salir corriendo del camerino para juntarse con el resto.
Jimin rodó los ojos. No sabía por qué querían pasar tiempo con él si no era tan amable; se pasaba los días leyendo en silencio u observando a los demás desde una esquina.
Sin embargo, agradecía tener una invitación. Tampoco podía quedarse solo toda la vida.
Se alzó del asiento y se acercó tras el biombo para quitarse el uniforme, que era bastante ajustado. Al hacerlo por fin pudo respirar con normalidad. Era una especie de traje blanco con plumas negras, pero se habían equivocado de talla con él.
A punto de vestirse con la ropa habitual que usaba, unos toques en la puerta advirtieron de una presencia.
──¿Jimin?
Él reconoció la voz del violinista enseguida, poniéndose nervioso al instante y por desgracia notando sus manos sudar.
──¡Un momento! ──gritó.
Apresuradamente se puso una camiseta blanca de marca, pero la parte inferior fue un suicidio en comparación. Maldijo en su interior cuando aquella tarde había escogido cuero negro. Le quedaba demasiado bien y lo sabía, pero en ese momento no podía subir los dichosos pantalones.
Algo pasó por su cabeza, pero lo rechazó en seguida por pura vergüenza. Aunque unos minutos después, viendo que no podría hacerlo solo, cedió.
──Entra ──dijo desde allí.
Al escuchar la puerta asomó sólo la cabeza, totalmente sonrojado por lo que estaba a punto de pedirle.
──Pensé que habías terminado de cambiarte ──murmuró Jeon, entrando y cerrando la puerta con el pie.
Jimin sonrió, totalmente incómodo, y se encogió de hombros.
──Tengo un pequeño problema.
El pelinegro captó la indirecta, acercándose tras el biombo con una ceja alzada.
──No puedo subirme los pantalones.
Después de decirlo Jimin se percató de lo ridículo que sonaba y se veía, así que comenzó a reír entre dientes con nerviosismo.
Jeon frunció los labios para no reír también.
──Vale tú agárrate a mis hombros y ponte de puntillas ──indicó.
Jimin, sin poder dejar de reír, se acercó con pasitos cortos, teniendo los pantalones por las rodillas, e hizo exactamente lo pedido.
Jeon llevó sus manos al pantalón, pegándose a su cuerpo, y estiró de a poco, subiendo la prenda como podía, intentando no romperla. Cuando lo consiguió, Jimin no quiso separarse por temor a que viese su sonrojo.
──¿Del 1 al 10 cuán sexy ha sido? ──bromeó el pelinegro, causando una carcajada a Jimin.
──Teniendo en cuenta que casi me arrancas la ropa interior en el intento... Un 9.
Ambos rieron, abrazados como si nada hubiese pasado.
──Es Jeon, ¿verdad? ──preguntó, separándose lo mínimo para verlo.
Este asintió con una sonrisa socarrona.
──Jeon Jungkook.
A Jimin le pareció un nombre adecuado; era bonito pero fuerte, con carisma, al igual que él.
──Jungkook, gracias. ──Sonrió, percatándose de que aún tenía las manos en sus hombros.
Sin embargo, cuando quiso apartarlas el pelinegro se lo impidió. Después de asegurarse que siguiera en esa posición, lo tomó de la cintura y volvió a apretarlo contra sí, mirándolo en todo momento.
──Verás... Venía a felicitarte por el buen trabajo que has hecho esta noche ──comenzó, susurrando──. Pero ahora no puedo dejar de pensar en lo bien que se mueve tu cuerpo.
Jimin observó su rostro mientras hablaba y creyó estar loco cuando el marrón de sus ojos se tornó casi escarlata por unos segundos. Parpadeó para aclarar sus pensamientos, pero entonces se fijó en sus labios, tan cercanos y tentadores.
──No has visto nada, Jungkook ──replicó en el mismo tono, tragándose su timidez por unos instantes.
El pelinegro bufó en forma de risa, avanzando junto a él para retenerlo contra el mármol del tocador.
──No me tientes, pequeño.
A Jimin le hizo gracia el apodo, teniendo en cuenta que era mayor que él, pero no se quejó. En su lugar subió por sus propios medios al mármol y rodeó su cintura con ambas piernas, encerrándolo.
Cuando sus manos se posaron en el cuello contrario, Jungkook alzó una ceja.
──Daría lo que fuera por ver qué más sabes hacer ──musitó el pelinegro, acercándose lentamente a su rostro.
Jimin se mordió el labio inferior para tratar de calmar sus nervios, pero su corazón latía demasiado deprisa y apenas le dejaba concentrarse.
──No necesito nada a cambio para mostrártelo ──replicó con una sonrisa sutil.
Jungkook se detuvo a milímetros de su piel, rozando la punta de su nariz con la suya propia y los labios de la misma forma. Jimin sabía lo que pretendía, pero aunque pareciese un ángel inocente, no se dejaba embaucar tan rápido por un demonio.
──¿A qué esperas entonces? ──susurró el pelinegro, haciendo chocar su aliento mentolado contra su boca.
Jimin se aguantó un suspiro, pero no pudo retener sus manos, que libremente ascendieron hasta enredarse en ese lacio cabello.
Sin embargo, reacio a perder la batalla, su lengua se aventuró a perfilar los labios del más pálido y así provocarle.
──Podría hacerte la misma pregunta ──contraatacó.
Jungkook rió entre dientes antes de apretar su cintura de forma brusca, para acercarle, y perder todo su orgullo en tanto atacaba sus labios con urgencia.
Jimin descubrió que, aunque Jungkook parecía estar congelado, sus labios eran tan cálidos como imaginaba. Además sabían perfectamente bien, aunque no sabía identificar el sabor.
Sus cuerpos se presionaron inconscientemente, encajando, y Jimin no pudo evitar el impulso de morder su labio inferior para provocarle aún más. Jungkook sonrió en tanto su labio era estirado y después dejó una pausa.
──Con que esas tenemos, ¿mh?
Jimin se sonrojó bajo la intensa mirada del pelinegro, pero fue cuando este se acercó a su cuello que sintió un cosquilleo por todo su estómago. Para darle espacio inclinó su rostro y cerró sus ojos, dejándose llevar por aquellos besos húmedos y las pequeñas tentativas a mordidas.
Jungkook entonces alcanzó el borde de la camiseta del peliazul, colando sus frías y pálidas manos por debajo para acariciar la cálida piel.
Jimin lanzó un suspiro al aire y pareció ser el detonante para que el pelinegro se inclinase lentamente, empujándolo a tumbarse sobre el mármol.
──Hueles tan jodidamente bien...
Aquello hizo que Jimin contuviese una risa. Debía ducharse después de haber bailado, pero no dijo nada, prefería seguir sientiendo a Jungkook sobre él.
──Necesito tenerte Jimin ──murmuró contra su cuello, incrementando la intensidad de las mordidas.
Este retuvo un gemido en su garganta y siguió acariciando el cabello negro.
──Entonces tómame, nada te lo impide ──susurró en respuesta.
Jungkook se separó de su cuello al fin, habiéndolo dejado rojo y con pequeñas marcas, para observar su rostro de una forma que le estremeció.
Abrió la boca para decir algo, pero otra voz les interrumpió.
──¡Jimin!, ¿te queda mucho? ──gritó Rosé tras la puerta.
El peliazul maldijo entre dientes, acordándose de sus planes, de los cuales se arrepentía.
──Dame unos minutos más ──gritó a regañadientes.
Jungkook contuvo una risa y se acercó a depositar un último beso en sus labios. Después, ambos a regañadientes, se separaron.
──Lo siento... ──murmuró Jimin, bajando del tocador para recoger sus cosas.
──Tranquilo, de todas formas debíamos parar en algún momento ──susurró el pelinegro, sobándose la nuca pensativo.
Jimin frunció el ceño, fingiendo no estar dolido, y se aferró a su libro de lectura como si pudiese quitarle el bochorno de encima.
──¿Por qué...?
Jungkook se acomodó la ropa antes de acercarse de nuevo y tomar su rostro con ambas manos. Él se encogió, sintiéndose pequeño, jurando ver un tono rojizo en sus iris.
──Si también es tu deseo, quiero hacerte mío ──explicó──, pero antes debo darte ciertas explicaciones.
Jimin, aún más confundido, asintió a duras penas.
──Está bien, supongo ──suspiró──. ¿Puedo darte mi número?
No comprendía qué debía contarle. Quizá el pelinegro nunca había tenido sexo sin compromiso o sus gustos eran... distintos. Fuese lo que fuese, podrían hablar con más tranquilidad en otro momento.
──Claro ──murmuró Jungkook, sacando su teléfono del bolsillo para tendérselo──. Te escribiré.
Después de anotar su número, Jimin se lo devolvió, dejándolo directamente en el bolsillo.
──Tengo que irme ──farfulló.
El pelinegro asintió, acercándose para besar sus labios una última vez, como si no pudiese estar lejos de él por mucho tiempo.
Jimin sonrió antes de separarse, dejándole una caricia en su mejilla.
──Ve con cuidado ──susurró Jungkook.
Él asintió, sintiéndose algo incómodo por aquello. Como si no fuese un adulto responsable, e incluso mayor que él.
Sin saber qué más decir, se puso de puntillas y besó su mejilla en despedida. Lo cierto es que él tampoco quería separarse demasiado de Jungkook, pero debía hacerlo.
Después salió, intentando abrir la puerta del camerino en lo mínimo para que nadie viese el interior.
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