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〃capítulo 1〃

Tras escuchar el grito, Jimin cerró el libro a regañadientes y se puso en pie frente al resto.

──Park, eres el bailarín principal, ¡no puedes permitirte distracciones! ──Le regañó el director──. Y mucho menos cuando la obra es mañana.

──Sí, director...

Por dentro Jimin quiso estrangularlo con sus propias manos. Había ensayado día y noche, había reducido sus relaciones sociales y familiares por esa obra e incluso no sé había saltado su dieta estricta.

──Bien, esto es todo por hoy ──concluyó el hombre, mirando a todos los bailarines──. Os quiero a todos aquí mañana, a las seis.

Un murmullo se esparció por el escenario, mientras el hombre y su ayudante recogían sus cosas de las butacas del teatro.

──Pero... Señor, la obra es a las ocho.

El director soltó una carcajada irónica.

──Exacto, necesitaréis dos horas más para ensayar este desastre.

Jimin rodó los ojos. Era el director y la compañía más exigente para la que había trabajado nunca, y eso que había comenzado a bailar desde los siete años.

Con un bufido volvió a sentarse para poder deshacerse de esos odiosos zapatos.
De no ser por el costoso alquiler de su apartamento, habría dejado ese papel después de los primeros tres gritos que recibió. Pero para vivir en el centro de Seúl necesitaba hacer algunos sacrificios.

──Eh, Park ──llamó una joven a su lado, apenas unos años menor que él, sentándose──. Unos cuantos vamos a cenar, ¿te apuntas?

Jimin negó al instante, sin sopesarlo.

──Necesito regular la dieta y tener tentaciones alrededor no me ayudará nada, perdón. ──Se excusó.

La chica se encogió de hombros tras la quinta negativa en la semana y se alzó en dirección contraria.

Jimin tomó los zapatos, su bolsa y el libro y se fue a los camerinos del teatro, dispuesto a cambiarse. Sin embargo, en ese instante la orquesta que debían hacer de banda sonora al día siguiente, entró.

──Vamos, rápido, por aquí ──indicó una mujer canosa, guiando al grupo.

Él se dio más prisa, porque no quería interrumpir, pero al apretar su paso, chocó con un maletín en forma de violín.

──Ay, perdón ──murmuró, sobándose la pierna.

──Ten cuidado, no querrás que el protagonista se lesione un día antes ──bromeó el violinista.

Cuando Jimin alzó la mirada, se topó con unos ojos carismáticos, de una base marrón oscuro y pinceladas amarillas, confeccionando un color ámbar único.

El joven era pelinegro, de tez pálida, labios rosados y unas facciones de ensueño, casi como una creación perfecta del tipo ideal para cualquier persona. Debía ser un poco más joven que Jimin, pero él no le dio importancia a eso.

──Vaya... ──susurró, inconscientemente.

El desconocido sonrió sin darle mucha importancia, como si recibiese esa reacción todos los días.

El resto de orquesta ya se había posicionado, por lo que Jimin despertó de su trance sólo al escuchar un grito de la directora.

──¿Por qué no te quedas a escuchar un rato? ──ofreció el chico.

El rubio se sonrojó y se pasó la diestra por la nuca, dudoso. Se suponía que debía descansar para el día siguiente, pero la sola presencia de ese chico le hacía querer acceder a cualquier cosa. Su voz casi parecía una melodía.

──Por qué no... ──Asintió.

──O te quedas o te vas, pero rápido, necesito a Jeon ──gritó la mujer con la batuta en su izquierda.

Jimin sintió el calor de sus mejillas y la mirada del supuesto Jeon sobre las mismas. Sin agregar nada más, prácticamente corrió como una pluma silenciosa hasta el borde del escenario, mirando la orquesta bajo él.

Jeon se dio prisa en tomar su asiento junto al resto de instrumentos de cuerda, pero no apartó la mirada de ese joven de cabellos tintados de azul y ojos a juego.

Durante todo el ensayo, Jimin se mantuvo quieto y callado, agradeciendo que se hubiese quitado los dichosos zapatos de baile antes. Sin embargo, se tensó bajo esa intensa mirada. El músico ni siquiera miraba la partitura o parpadeaba, era como si intentase hipnotizarlo. Y de alguna forma Jimin se sentía así.

Cuando la última nota se desvaneció en el aire, quiso aplaudir, pero se retuvo por la vergüenza interna que le dio pensar en que podrían juzgarlo por ello.

──Diez minutos y volvemos ──ordenó la directora.

Jeon fue el primero en alzarse de su asiento, dejando todo allí para subir hasta donde estaba Jimin. El resto comenzaron a hablar entre sí o a caminar en dirección a la salida de fumadores.

──¿Y bien? ──preguntó el pelinegro, extendiendo su tatuada mano en su dirección.

──Precioso.

Jimin tomó la mano y se impulsó. Era tan menudo y pequeño que no necesitaba mucho para ponerse en pie, así que la fuerza del violinista le empujó hasta su pecho innecesariamente. Aunque este no se quejó, sino que envolvió su cintura para mantenerlo allí.

Jimin no se apartó. Desde allí percibía el olor a perfume caro y champú de calidad. Nunca había querido abrazar tanto a alguien como en ese instante.

──¿El ensayo o yo? ──bromeó Jeon.

Él volvió a sonrojarse y apartó la mirada, por fin teniendo la valentía suficiente para presionar su pecho y apartarse un poco. Aunque en el proceso notó el definido cuerpo bajo la tela y no ayudó a que su corazón se calmase.

Sin embargo, si algo era Jimin, a parte de vergonzoso, era coqueto.

──¿Ambos? ──contraatacó.

Su personalidad podía llegar a ser contradictoria, por eso amaba flirtear pero a la vez deseaba que la tierra le tragase.

Jeon sonrió para sí al ver su reacción, satisfecho, y llevó otra mano a su mentón para obligarlo a mirarle.

──El rojo te sienta bien ──susurró.

Jimin volvió a perderse en su mirada, pero esa vez siendo consciente de que quería aquello.

──¿Cómo te llamas, bonito? ──preguntó, sin dejarle replicar al halago.

──Jimin ──murmuró── Park Jimin.

──Es un nombre precioso, te hace juego con el rostro y la voz de ángel que posees ──musitó Jeon, humedeciéndose los labios──. ¿Puedo llamarte por tu nombre de pila?

Él asintió sin apenas pensarlo. Seguramente se escucharía de maravilla en su grave y sensual voz.

──Bien Jimin, deberías ir a descansar para mañana ──continuó, soltándole casi a regañadientes──. Necesitas dormir bien y no quisiera quitarte el sueño──concluyó, guiñando un ojo.

Jimin rodó los ojos por inercia ante la broma, pero a decir verdad podría haber sido perfectamente una afirmación.

──Sí, debería irme...

Parpadeó varias veces para situarse y se agachó para recoger sus cosas. Cuando se iba a despedir, pilló a Jeon con su mirada en el libro, lo que le dio vergüenza por ser algo controversial.

──¿Te gustan los vampiros? ──preguntó, casi con diversión.

Jimin intentó no parecer intimidado.

──Sí... Todo lo sobrenatural me parece interesante, supongo. ──Se encogió de hombros.

Jeon soltó una risa por la nariz.

──Sobrenatual... ──susurró para sí.

Jimin, algo extrañado por esa reacción, abrió la boca para preguntarle, pero calló al escuchar otro grito de la directora para llamarlos de nuevo.

──Ve a ensayar, mañana nos veremos, ¿no? ──murmuró, maldiciendo en su interior por sonar desesperado.

Jeon asintió y ambos compartieron unas cortas despedidas, entonces Jimin se apresuró a bajar hasta los camerinos para cambiarse y después irse a casa.

Al día siguiente le esperaría una larga noche.

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