Capítulo 2
Al otro día...
Miró a todos sus alumnos tocar el piano, y serio e ido, no dejó de pensar en la torre de la colina, e indagador, se acercó insistente hacia la ventana, por si lograba verla de allí.
Desorientada, sentía mucho miedo y solo quería llorar. Me levanté como pude de la cama, y aún mareada, tenía mucho frío.
No me importó que llevara puesto aquel velo negro sobre mi rostro, y así con él, me acerqué al espejo y reventé en lágrimas.
Miré de pronto que el dormitorio estaba todo oscuro y sentí más miedo y corrí a abrir la cortina. Me perdí al instante en su brisa y en los rayos del sol. Solo quería salir de aquel tormentoso lugar, y asfixiada, me apegué más a la ventana y miré hacia el vacío.
De pronto, sentí pasos, y alarmada, vi un palo junto al espejo y corrí como pude a tomarlo y me escondí detrás de la puerta.
Froilán, entró y se desesperó de inmediato al no verme tirada en la cama, como me habían dejado ayer, él y mi tía Ana, y sin saber qué hacer, comenzó a buscarme.
— No puede ser. Si la señora Ana se entera que la joven no está, me va a matar...
Yo aterrada, vi que estaba buscándome, y con nervios, sostuve con más fuerza el palo, y sin pensarlo dos veces, me le acerqué cautelosa, sin que Froilán se diera cuenta y le di un fuerte golpe en su cabeza.
Froilán cayó inconsciente al suelo, y con la frente ensangrentada, yo lo miré con pavor y sin más salí huyendo.
Desesperada, comencé a buscar una salida, y llorando, vi de pronto un extraño túnel y corrí a él.
Angustiada, aquel túnel estaba muy oscuro y con las mejillas empapadas de tanto llorar, solo quería salir de ahí. Quería ver, anhelaba solo ver la jodida luz del día y con el velo en mi rostro, corrí con dificultar por el sedante, pero no me importó.
Sentí que me faltó el aire...
Temía que mi tía Ana y Froilán me descubrieran, y con miedo, me tomé el vestido y seguí y seguí corriendo.
Salí a un extraño bosque, y con el corazón pegado en la garganta, el miedo me invadía más a cada paso y corrí y corrí sin dar vuelta atrás, por aquel largo bosque. Pensé, de pronto, en que por fin había salido de aquella torre y de las manos de mi tía Ana.
Sin parar, me volteé y vi que la torre se alejaba más y más de mí, lo que me motivó con más alegría a no detenerme por nada.
Sin darme cuenta, me tropecé con una rama y me caí al suelo.
Torpe y débil, me levanté y aún con miedo, me vi de pronto que ya no estaba en aquel bosque, sino en la ciudad, aquella ciudad, que, desde joven, vi muy lejana tras mi ventana de la torre.
Sentí que todos pusieron los ojos en mí, y yo nerviosa y desorientada, me levanté el vestido y comencé a caminar sin rumbo.
Las clases habían finalizado y todos despidiéndose, él se quedó unos momentos más frente a su piano, y melancólico, comenzó a tocar una suave melodía de piano.
Amaba tocar el piano, aquello le relajaba, y concentrado en lo que tocaba, se le vino de pronto a la mente aquella torre en la colina.
Sin saber a dónde ir, no conocía a nadie y temerosa de que mi malvada tía me descubriera, más me urgía. No quería volver a verla, y que ella volviera a hacerme daño, como lo había hecho todos aquellos años.
Se puso más helado, y con frio, las piernas ya no me daban más de tanto caminar, y exhausta, pasé por una extraña y solitaria calle, cuando de pronto, oí una suave melodía de piano, la que me hizo detenerme en seco.
Miré junto a mí una extraña casa victoriana; supe que de ahí provenía tal mágica música, y sin evitarlo, me apoyé de sus rejas, color negro. Aquella dulce melodía me sacó de todos mis temores, y pegada junto a aquella reja, seguí escuchándola con agrado; Aún tenía el velo negro sobre mi rostro y mi corazón latió encantado y con alegría.
<< Que melodía más linda. >>
<< Hacía años que no escuchaba algo así. >>
<< La melodía de un piano. >>
<< ¿Quién será el que lo tocará así tan bello y con tanto sentimiento? >>
En breve dejó de tocar y desconcentrado, decidió que era mejor salir a dar una vuelta, otra vez, por el parque de la ciudad.
Dejé de escuchar aquella bella melodía y sin saber a dónde ir, o que hacer, estaba tan cansada, que me senté a la orilla de aquella casa victoriana a descansar.
Triste, no sabía a dónde acudir, pues no conocía a nadie, y preocupada, no dejaba de rondar aquella melodía de piano en mi mente, y sin más, me puse otra vez de pie y seguí caminando; doblé, justo en la esquina, donde terminaba aquella casa victoriana, y choqué de frente con un tipo.
Él sorprendido frente a mi extraño atuendo y el velo negro en mi rostro, me miró atento y yo nerviosa y asustada, quise huir, pero él me detuvo.
— Espera, no te vayas...
Me dijo, y aún sorprendido al parecer de verme, yo no sabía cómo actuar y lo miré con detenimiento; me pareció muy lindo. Era como el príncipe de los cuentos de hadas, y sin evitarlo, le sonreí con destellos.
— ¿Estás bien? ¿Necesitas ayuda? – pensé en mi tía y más me asusté.
—... No, estoy bien....
Quería irme, pero aquel sujeto, enfático, volvió a hablarme.
— ¿Eres nueva aquí en la ciudad?
—... – me volteé a mirarlo y él seguía mirándome atento y preocupado.
— Jamás te había visto.
—...
<< ¿Por qué esconderá su rostro bajo ese velo negro? >>
Tiesa, él más se me acercó, y yo temerosa, él colocó su mano junto a mi velo y yo perdida en su encanto y preocupación por mí, él me lo sacó. Quedó anonadado al ver mi rostro, la tierna trenza maría en mi largo cabello, y yo ida solo en él y en sus ojos, él me miró con destellos.
<< ¡Oh cielos! >>
<< Es muy preciosa. >>
Bajé de pronto la mirada con tristeza, vergüenza y él me miró con deslumbro.
—...
Me sonrió.
— Soy Joey.
Volví a mirarlo y sentí algo muy grande y especial por él. Me sentí tranquila, protegida y que si podía confiar en él.
Le sonreí.
— Yo soy Isidora — más me sonrió.
— Hola Isidora. Un gusto.
—...
— ¿Necesitas ir a una dirección en especial? – lo miré y ya no pude más.
—... No... no tengo a donde ir.
— ¿Cómo es eso? ¿Estás perdida?
—... Hui de mi antiguo hogar... Vivía en una torre, que queda en una de las colinas — abrió los ojos de la impresión y no lo pudo creer.
— ¿Qué? ¡¿Vivías en esa torre?! — no entendí su actitud.
—... Si ¿Por qué? ¿La conoces?
<< ¡No es posible! >>
— Solo la he visto una vez. La conocí de casualidad ayer cuando miraba las colinas.
—...
— Desde que la vi sentí curiosidad de querer verla más de cerca y ver que había dentro y si vivían o no personas. Ahora más me sorprendo, porque eras tú la que tenía luz en esa ventana y luego la apagaste.
—... No era yo.
— ¿Ah no? ¿Entonces quién?
—... No puedo decírtelo, pero necesito un lugar donde esconderme, por favor. No quiero que me encuentre — le dije desesperada y él más se preocupó.
— Tranquila. Sea quien sea, no dejaré que te encuentren — le sonreí agradecida y con lágrimas en los ojos.
— Gracias... de verdad muchas gracias.
Me sonrió con destellos y yo perdida en sus ojos celestes, a él no le importó de quien tenía que ocultarme, solo quería cuidarme y protegerme y lo haría de quien fuera.
<< Te cuidaré de quien sea, hermosa Isidora. >>
Los dos nos sonreímos y de pronto pasó un auto, lo que a mí me alarmó y desorientó. Joey me tomó del brazo.
— ¡¿Que fue eso?! ¡¿Que fue eso?!
— Tranquila, no pasa nada. Fue solo un auto...
Lo miré aterrada; nerviosa y abrumada, recogí el velo del suelo. Pretendía colocármelo, pero Joey me lo impidió.
— Espera. No lo hagas.
—...
— ¿Por qué querías volver a colocarte esto en tu rostro? Eres muy hermosa.
— Eso no es cierto... Todo el mundo se ha espantado de lo horrorosa que soy, aún no me explico como tú no te has asustado con mi feo rostro.
— Eso no es verdad — me miró con destellos — Eres muy linda.
—...— me rehusaba a creerlo. Solo quería volver a ocultarme bajo ese deprimente velo negro y él me miró con detenimiento. Se dio cuenta del verdadero motivo.
— ¿Quién se encargó de decirte todas esas mentiras?
—... Fue mi tía, mi tía Ana.
— ¿Ella vive contigo en esa torre?
— Algo parecido...
Notó que yo estaba temblando y me tomó del brazo atento y caballero.
— Es tarde, ven conmigo.
— ¿A dónde?
— ¿Qué no lo adivinas? Te quedarás conmigo — le sonreí con alivio y agradecimiento.
— ¿En serio?
— Claro. Ya te lo dije, no dejaré que te encuentren, sea quien sea. Yo voy a ayudarte.
Volví a sonreírle y él perdido en mí, me sonrió con ternura y me llevó hasta la que era su casa.
La sorpresa me abordó al verme que habíamos entrado a la misma casa de música, donde yo me había detenido para escuchar aquella mágica melodía de piano y lo miré perpleja. Joey me sonrió.
— ¿Te encuentras bien, hermosa?
—... Eras tú, tú eres el que toca esa mágica y bonita música de piano — se sorprendió y luego se avergonzó.
— ¿Mágica y bonita música de piano?... Bueno, gracias... Si yo tocó ese piano ¿Por qué?
—...
Lo miré perdidamente y su melodía tintineó con más fervor en mi mente, oídos y corazón. Se me llenaron los ojos de lágrimas.
— ¿Estás bien, Isidora?
—...Si... es que cuando venía huyendo del bosque y llegué aquí, pasé por tu casa y tu melodía me hizo detenerme y la escuché con atención. Estaba asustada, nerviosa y al oírte tocar, no sé, me tranquilizó.
—...
— Hacía muchos años que no escuchaba a alguien tocar el piano y es algo tan bello y mágico — me observó atento y a mí me corrieron las lágrimas.
— ¿Hace cuanto que estabas ahí en esa torre?
— Desde niña, después del accidente que tuvieron mis padres y en donde me dejaron sola.
— ¿Quién se encargó de ti, luego de eso?
— Mi tía... — lo supo todo.
— ¿Ella vive contigo en ese solitario lugar?
— No, solo me iba a ver todos los días para cerciorarse de que yo no huyera.
— ¿Huir de qué?
— De ese jodido lugar. Ella lo hizo. Mi tía Ana me mantuvo encerrada por años en esa torre y solo para que ella pudiera cobrar la herencia de mis padres — se desfiguró por completo.
— ¡¿Cómo fue capaz de hacerte algo semejante?!
— Ella nunca se ha interesado en mi bien, solo quiere todo lo que mis padres alguna vez tuvieron, pero la verdad es que me odia y siempre me ha odiado.
— ¿Te ha hecho algo más, aparte de encerrarte en ese maldito lugar? — me dieron ganas otra vez de llorar.
— Ella junto con su fiel sirviente, Froilán, me han sedado todo este tiempo para que yo no pudiera escapar — más se enfadó y solo deseó darles a ambos su merecido.
No entendía que era lo que le estaba pasando conmigo, pero solo deseaba y anhelaba cuidarme y protegerme de aquellos dos infelices. Sin evitarlo sintió, desde el primer momento que nos conocimos, algo muy grande y especial por mí.
A mí me pasó lo mismo.
— O sea ¿Nunca abandonaste la torre?
—... — lo miré y le dije un no con la cabeza.
— Ahora lo entiendo todo, tu miedo, ese velo y ese tierno vestido.
— Me lo regaló mi padre y es algo que jamás me quitaré, por respeto y por su eterno recuerdo — me sonrió con ternura.
— Lo sé y lo entiendo.
— Ahora temo porque Froilán y ella me busquen, por haber huido y me hagan no sé qué cosa — tomó con cariño mi rostro en sus manos.
— Tranquila, eso no va a pasar. Yo me encargaré de eso. Te lo prometo.
— Joey...
— Esos desgraciados no volverán a hacerte daño nunca más. De eso, me voy a encargar yo.
— Gracias — le dije llorando, y él sin soltarme de sus manos, yo lo miré perdidamente, él me sedujo con sus apasionados y enamorados ojos celestes, y sin evitarlo ambos, nos abrazamos fuerte.
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