Clase con Cara se sapo rosa amargada 2 (Maratón 2/5)
Emma's POV
—Guardad las varitas —ordenó sin dejar de sonreír, y los estudiantes más optimistas, que las habían sacado, volvieron a guardarlas con pesar en sus mochilas—. En la última clase terminamos el capítulo uno, de modo que hoy quiero que abráis el libro por la página diecinueve y empecéis a leer el capítulo dos, titulado «Teorías defensivas más comunes y su derivación». En silencio, por favor —añadió, y exhibiendo aquella amplia sonrisa de autosuficiencia, aunque parecía más una sonrisa de una vieja psicópata que quiere comerte viva.
Los alumnos suspiraron mientras, todos abrían los libros por la página 19 y empezaban a leer. Yo abrí la página 19, pero fingí leer.
Me fijé que Hermione era la única con la mano levantada en el salón.
La profesora Umbridge también lo había visto, y no sólo eso, si no que tenía una sonrisa malévola en la cara. ¿Qué te traes entre manos?
Se puso en pie y pasó por la primera hilera de pupitres hasta colocarse delante de ella; entonces se agachó y susurró para que el resto de la clase no pudiera oírla:
—¿Qué ocurre esta vez, señorita Granger?
—Ya he leído el capítulo dos —respondió Hermione.
—Muy bien, entonces vaya al capítulo tres.
—También lo he leído. He leído todo el libro.
La profesora Umbridge parpadeó, pero recuperó el aplomo casi de inmediato.
—Estupendo. En ese caso, podrá explicarme lo que dice Slinkhard sobre los contraembrujos en el capítulo quince.
—Dice que los contraembrujos no deberían llamarse así —contestó Hermione sin vacilar— . Dice que «contraembrujo» no es más que un nombre que la gente utiliza para denominar sus embrujos cuando quieren que parezcan más aceptables. —La profesora Umbridge arqueó las cejas, eso solo la hacía ver más cara de sapo — Pero yo no estoy de acuerdo —añadió Hermione.
Las cejas de la profesora Umbridge se arquearon un poco más y su mirada adquirió una frialdad evidente.
—¿No está usted de acuerdo?
—No —contestó Hermione, quien, a diferencia de la profesora, no hablaba en voz baja, sino con una voz clara y potente que ya había atraído la atención del resto de la clase—. Al señor Slinkhard no le gustan los embrujos, ¿verdad? En cambio, yo creo que pueden resultar
muy útiles cuando se emplean para defenderse.
—¡¿Ah, sí?! —exclamó la profesora Umbridge olvidando bajar la voz y enderezándose— Pues me temo que es la opinión del señor Slinkhard, y no la suya, la que nos importa en esta clase, señorita Granger.
—Pero... —empezó a decir ella.
—Basta —la atajó la profesora
Umbridge; a continuación, se dirigió a la parte delantera de la clase y se quedó de pie delante de sus alumnos; todo el garbo que había exhibido al principio de la clase había desaparecido—. Señorita Granger, voy a restarle cinco puntos a la casa de Gryffindor.
Sus palabras desencadenaron un arranque de murmullos.
—¿Por qué? —preguntó Harry, furioso.
—¡No te metas en esto! —le susurró Hermione, alarmada.
—Por perturbar el desarrollo de mi clase con interrupciones que no vienen al caso — contestó la profesora Umbridge suavemente—. Estoy aquí para enseñaros a utilizar un método aprobado por el Ministerio que no contempla la posibilidad de animar a los alumnos a expresar sus opiniones sobre temas de los que no entienden casi nada. Es posible que vuestros anteriores profesores de esta disciplina os hayan permitido más libertades, pero dado que ninguno de ellos, tal vez con la excepción del profesor Quirrell, que al menos se limitó a abordar temas apropiados para vuestra edad, habría aprobado una supervisión del Ministerio...
—Sí, Quirrell era un profesor excelente —dijo Harry en voz alta—, pero tenía un pequeño inconveniente: que por su turbante se asomaba lord Voldemort.
Esa declaración fue recibida con uno de los silencios más aplastantes había oído desde que llegué a Hogwarts Y entonces...
—Creo que le sentará bien otra semana de castigos, Potter —sentenció la profesora Umbridge sin alterarse.
— ¿Por qué? ¿Por decir la verdad?
— ¿Usted quiere también un castigo señorita Potter?
Harry me miró alarmado y negó con la cabeza. Me pude fijar, por la manera en que movió sus manos, que tenía una cicatriz en la mano.
— No profesora Umbridge — Respondió Draco por mi y me hizo sentarme en la silla de nuevo.
(...)
— ¡Harry Potter, me dirás que tienes en la mano en este instante! — Dije entrando en la sala común de Gryffindor.
¿Cómo entré? Fácil, seguí a Harry y a los demás y escuché la contraseña.
— ¿Cómo entraste?
— No te interesa, Weasley. ¿Me dirás cómo te hiciste esa cicatriz en la mano?
— Este...
– Fue la cara de SAPO — Dijo Alison.
Tomé la mano de Harry y subí su manga.
"No debo decir mentiras"
— La. Voy. A. Matar — Dije y me di media vuelta.
— Emma, no — Dijo Ronald agarrando mi mano que el había doblado, haciéndome soltar un pequeño gemido de dolor.
— Suéltame Ronald — Ordené y me soltó.
Salí de la sala común hecha una furia.
Esa vieja no sabe con quién se ha metido.
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