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18|El Diario de Melissa



18|El Diario de Melissa


Roier volvió a la habitación, Mariana le miró con una sonrisa terminando de arreglarse.

"¿Ya te iras?" Preguntó Roier con una sonrisita cerrando la puerta tras suya.

"Depende." Habló Mariana abrochando su pantalón con esas manos que hicieron a el moreno ver las estrellas hace unos momentos.

"¿Depende de...?" Preguntó una vez más, la sonrisa de su cara no se borraba pero sí que mostraba algo de confusión.

"De si el anfitrión me permite quedarme." Dijo con un guiñó haciendo que Roier soltara una risita.

"Sabes que sí." Era obvio pero Mariana rió negando.

"Me quedaría pero Aldo y Molly se quedan en mi departamento, si no estoy ahí y será sospechoso." Explicaba terminando de vestirse a lo que Roier asintió inconforme.

"Diles que estás en otro lugar... y quédate." Ro no dejaba de insistir, por fin le tenía, no quería verlo marchar ahora que habían disfrutado de algo tan intimo.

"Lo siento, no puedo." Esa suave voz lo hizo sentirse miserable pero aceptó el hecho de que se debía ir.

Hasta cooperó yendo con él a la puerta aunque su cara mostraba todo lo contrario a sus deseos.

"Luego veremos otro día para quedar." Le dijo el mayor saliendo.

"Claro..." sonrió Ro tímidamente agarrando la puerta manteniendo esta abierta.

Se despidieron con un beso profundo donde ninguno se quiso separar y donde el castaño agarraba el mentón ajeno. Eventualmente Roier volvió a entrar luego de que Mariana se alejara de la puerta yéndose por donde vino. Esperaba verlo otra vez lo más pronto posible.

Luego de ver por la ventana cómo el auto se alejaba no dudó dos veces y fue rápidamente corriendo al espejo de su pasillo para mirar las marcas que descansaban en su pecho y clavícula. De alguna forma esto hizo que se sintiera perteneciente a Osvaldo.

Todas esas emociones y sensaciones hicieron que fuera a su habitación a escribir en su diario. Ese diario que tenía desde hacía años, donde escribía todo lo que pasaba en su día. Sentía que era el mejor amigo de Melissa, ya que conocía todo sobre ella... y sobre él, es decir, Roier. Tomó el diario de su escondite y se tiró a su cama para comenzar su momento de chica adolescente luego de que le agarraran la mano por primera vez.

Escribió la forma en la que su día comenzó y sonreía como tonto al hacerlo. Recalcó la forma en la que esas enormes manos le agarraron, la forma en la que succionaba su piel, la forma en la que lo besaba y... se encontró sintiéndose excitado una vez más.

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