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Capítulo 2

Me estiro en la cama antes de abrir los ojos. Sintiendo como la luz del sol se cuela por mi ventana, vuelvo a cerrarlos, esta vez con una almohada en mi cara.

Me quedo unos segundos inmersa en mis pensamientos, cuando escucho fuertes golpes en la puerta de mi habitación.

—¡Andrea Evans, abre ya mismo! —Escucho gritar a mi madre, por lo que me siento de golpe, arrugando tanto la frente al punto de dolerme —¡Andrea!

—¡Ya voy! —Me pongo de pie rápidamente y a paso torpe abro la puerta —¿Qué...? —Digo intentando no caerme gracias al empujón que me ha dado al entrar a mi habitacion.

—¿Dónde está?

—¿Quién? —Pregunto, alarmada.

—Sabes bien de quien hablo. ¿Donde está Félix?

—¿Qué sabré yo? Debe de estar en su casa.

—Pues no, hace menos de diez minutos apareció su madre vuelta loca buscándolo, ya que no apareció en toda la noche.

—Pues estará en casa de un amigo —Me encojo de hombros, desinteresada.

Ella se queda mirándome por unos segundos, con los ojos entrecerrados.

—¿Entonces no pasó la noche aquí?

—Pues claro que no. Si hasta lo acompañé a la puerta. 

—Vale, te creo, solo... si sabes algo de él le dices a su madre. Ve arreglándote, ya falta poco para el colegio.

—Vale —Le digo seria, entrando al cuarto de baño de mi habitación.

Al encerrarme en este, me permito asustarme un poco por la noticia de que Felix no llegó anoche a su casa. Mi mente comienza a hacer escenarios no muy bonitos, más que nada porque en cada uno de ellos algo malo le sucedió a mi novio.

Vale, eres una paranoica, Andrea, seguramente está en casa de un amigo y más tarde irá a su casa, te mandará un mensaje de buenos días y todo estará bien. O quizás lo vea en el colegio

Entro a la ducha y abro el grifo del agua. Me relajo visiblemente cuando esta comienza a caer por mi espalda hasta llegar a mis pies. Mi piel se eriza por el contacto frío que tuvo contra esta, pero aun así no me separo del chorro.

Luego de unos minutos en los que podría decir que ya estoy más relajada, salgo del baño. Aún en toalla, comienzo a rebuscar algo que ponerme para el colegio. Al final, me decido por un pantalón boyfriend, una sudadera negra con el logotipo de Billie Eilish y unos Adidas negros un poco gastados por los tantos años de uso. Me recojo mi pelo negro en una coleta desordenada y me pongo un poco de rubor en mis pálidas mejillas.

Agarro mi mochila y salgo de la habitación. En el camino me cruzo con Andrés, el cual sale de su cuarto bostezando y pasándose las manos por los ojos.

—¿Se supone que ya estás vestido para ir al colegio? —Le digo, divertida, antes de que se fije en mi y me ponga mala cara.

—Estoy encantador y perfecto, como siempre.

—Claro, Jack Ross te dicen. —Sonrío y paso por su lado, bajando las escaleras.

Al llegar al comedor, me siento frente a mi padre, el cual lee el periódico de forma muy concentrada. Carraspeo, intentando que así su atención recayera en mi.

Spoiler: Eso no pasó.

—Buenos días, papá. —Le digo al final.

Separa el periódico de su cara y me dedica una pequeña sonrisa.

—Buenos días, Florecita.

Pongo los ojos en blanco. Sinceramente no puedo expresar con palabras lo mucho que odio ese apodo, pero es imposible decírselo a él, ya que nunca me hace caso cuando le digo que si sigue haciéndolo me iré de casa y no me volverá a ver en la vida -vamos, que ni yo me lo creo, pero de eso no se tiene que enterar él-, cosa que ahora mismo me hace sospechar el por qué sigue diciéndolo...

—¿Te has enterado de algo de Félix? —Pregunta mamá entrando a la cocina.

Niego, poniéndome de pie y sirviéndome un poco de jugo natural en mi tacita de wattpad plus 1/04/2038

Me tomo el jugo de un solo trago y antes de salir en busca del pesado de mi hermano, le doy un beso en la mejilla a mis padres.

—¡Andrés! —Grito desde el primer escalón, sin ánimos ni fuerza para continuar subiendo —¡Andreeés!

Luego de unos segundos sin respuesta de su parte, comienzo a subir, ya enfadada desde temprano por su culpa.

Entro a su habitación, lista para estampar mi mochila en su cara, pero no lo encuentro, ni tampoco en su baño. Con la mandíbula apretada implorando paciencia, entro a mi habitación, donde me lo encuentro agachado debajo de la ventana que queda junto a mi cama, mirando hacia fuera con curiosidad. Frunzo el ceño y me acerco a él, ganándome su atención.

—¡Agáchate! —Dice en un susurro-grito.

—¿Qué? ¿Por q...?

—Solo hazlo.

Extrañada, lo hago y me pongo a su lado. Sigo el hilo de su mirada hasta que encuentro el objetivo. Me quedo de pierda cuando me doy cuenta de quien es.

Siento el peso de la mirada de Andrés en mi perfil, pero lo ignoro.

—¿Lo conoces? —Pregunta.

—No —Digo sin más, seria.

—Lleva desde hace rato ahí y no deja de echar miraditas hacia la casa.

—¿Y por qué te agachas? Tú estás en tu casa, el raro es él que está ahí debajo con cara de estar cometiendo un gran delito. —Digo poniéndome de pie, intentando disimular los nervios que me ha causado verlo ahí, tan cerca de mi y tan tranquilo, como la última vez que lo vi.

—¿Y si quiere robar en la casa? —Escucho que pregunta, pero en estos momentos no me puede dar más igual.

Unas repentinas ganas de vomitar y de salir corriendo de allí para gritarle que se fuera y no se volviera a cruzar en mi camino se apoderaron de mi.

—¿Andrea? ¿Estás bien? —Escucho una voz lejana y siento unas manos aferrándose a mis hombros. Me remuevo bruscamente, intentando alejarme, pero me es imposible.

Mi vista comienza a nublarse, haciéndome olvidar por completo del lugar donde me encuentro y reemplazándolo por el sitio donde ocurrió todo. Mi respiración se acelera tanto al punto de dificultarme la entrada de aire en mis pulmones. Comienzo a alejarme lo más que puedo de esos brazos que me retienen con fuerza y mis ganas de vomitar aumentan cuando escucho una risita por lo bajo cerca de mi oído, la cual desciende hasta detenerse en mi cuello y ahí esos labios que tanto odio y recuerdo comienzan a succionar. Me detengo bruscamente, cayendo en cuenta de que no podré hacer nada para impedirlo, pero mi miedo solo va en aumento -al igual que mi respiración- y las lágrimas no abandonan mi rostro.

—Joder, Andrea, respira. Inhala y exhala o... mierda, no lo sé. Estoy aquí, tu hermano está aquí.

Siento los mismos brazos rodearme el cuello, pero de una forma muy distinta a la última vez que eso sucedió. Esta vez el miedo se evapora lentamente al sentir el cálido abrazo de mi hermano.

—Tranquila, Wazowski.

Mi respiración vuelve a su lugar, por lo que siento como Andrés comienza a separarse de mi, mirándome con semblante preocupado.

—Andrea...

—Yo... esto nunca pasó, ¿vale? —Digo con voz temblorosa, intentando ponerme de pie pero cayendo de rodillas en el intento, provocándome un fuerte dolor en estas.

—Pero... —Insiste dándome una mano y ayudándome a ponerme de pie.

—Llegaremos tarde al colegio, debemos ir...

—Me importa una mierda el colegio, Andrea. Lo único que de verdad me importa en este momento es lo que te acaba de suceder. Has tenido un puto ataque de pánico. Joder, no tenía ni idea de que hacer para ayudarte.

Siento como las lagrimas continúan bajando por mis mejillas, pero las quito rápidamente y finjo una sonrisa.

—Andrés, no te metas en mi vida. —Mascullo— Ayer cuando me dijiste que eras gay no insistí en el tema porque se que no sería cómodo para ti. Por favor, lo único que te pido es que no me hables más de esto que acaba de pasar. Olvídalo o finge que lo haces. Te lo pido. Por mi —Concluyo, con la voz rota.

Luego de unos segundos en los que nuestras miradas no se despegaban de la del otro, da un paso en mi dirección, medio dudoso, pero al ver que no me separaré me envuelve en un abrazo delicado y reconfortante.

—No te preocupes, hermanita. No te hablaré más de eso. Solo quiero que sepas que si alguna vez quieres hablarlo con alguien, yo estaré aquí. Dispuesto a ayudarte con lo que te haga falta —Susurra y me da un beso en la cabeza.

—Yo... vayamos al colegio. Es un milagro que nuestros padres no hayan subido para decirnos que ya deberíamos irnos —Cambio el tema y sonrío cuando nos separamos.

—Pues si, es un milagro. Han pasado como treinta minutos —Suelta una pequeña carcajada.

Me detengo en seco ¿Treinta minutos? ¿El ataque ha durado tanto? Pero... la última vez fue de diez minutos. Dios, no puede ser. No de nuevo.

—¿Andy, estás bien? —Vuelvo a la realidad y asiento rápidamente.

—Vámonos antes de que nos maten.

Salimos de casa y nos montamos en el coche, donde minutos después llega papá y comienza a conducir, en silencio. Dios, ¿Cómo puede ser tan frío con el resto del mundo pero tan cariñoso con mamá?

Sonrío ligeramente y miro a través de la ventanilla, metiéndome en el paisaje e intentando olvidar lo que pasó minutos antes.

***

No me doy cuenta de que llegamos al colegio hasta que Andrés le da un breve apretón a mi mano, devolviéndome a la realidad.

Nos desmontamos del coche y comenzamos a caminar hacia la entrada. Me detengo al ver que Andrés se paró unos pasos atrás.

—¿Qué sucede? —Pregunto.

—Si quieres puedes entrar, me quedaré unos segundos aquí afuera. Tengo que hablar con alguien. —Dice con voz firme.

Frunzo el ceño pero caigo en cuenta cuando veo que está mirando a un chico de tercer año.

—Mhm... vale, nos vemos luego. —Le guiño un ojo.

Dicho eso, entro a ese infierno llamado colegio.

***

Salgo de la última clase del día con mala cara. Odio matemáticas y todo lo que ella conlleva. ¿Para que nos servirá en la vida conocer sobre la teoría del tal Pitagoras ese? Es solo un señor que dijo un par de cosas y que por eso miles de personas lo alaban.

Salgo de la escuela y como siempre, me siento en el banco que hay junto a la entrada para esperar a mi hermano. En el momento que me siento me llega una notificación. Pongo los ojos en blanco antes de sacar el teléfono de la mochila.

Buenas noches, dulzura. Espero que estés bien. Necesito verte urgentemente. Tú amigo, Zack.

Contengo la respiración durante unos segundos que me parecieron eternos, releyendo el mensaje una y otra vez.

Mierda, no puede ser. ¿Qué quiere este ahora? ¿Terminar de joderme la vida? Un nudo se forma en mi garganta al pensar en lo que podría haber pasado ¿Y si lo descubrieron? ¿Y si alguien más se ha enterado de lo que pasó?

Niego varias veces, quitándome esas ideas de la cabeza.

Suelto un pequeño brinco cuando alguien pone una mano en mi hombro. Vale, solo es Andrés.

—¿Vamos? —Pregunta directamente, con la mandíbula apretada.

—Esto... a Claudia y a mi nos han puesto un trabajo para entregar pasado mañana y queríamos salir de eso hoy. Hemos quedado en su casa después de clase. Ella ha tenido que ir antes porque su mamá la ha llamado o algo de eso, pero yo he pensado en esperarte para decírtelo a la cara.

Se nota que quieres ser escritora, inventas cada historia...

—Vale. ¿Quieres que te lleve o...?

—No, no te preocupes. Sabes que su casa no queda lejos. Regresaré temprano.

—Ok... nos vemos —Dice con el ceño fruncido.

Espero unos segundos fingiendo que hablo con alguien que acaba de salir de la escuela -Qué por cierto, todo el rato me miró con mala cara al no saber ni siquiera quien diablos soy- y cuando lo pierdo de vista, me disculpo y me encamino hacia la dirección contraria de la casa de mi amiga.

***

Al llegar, a mis oídos llega el suave y delicado sonido de un piano. Rebusco en mi mente y caigo en cuenta de que conozco esa melodía de alguna parte. Es tan... dulce.

¡Claro! Moon River. Lo dimos en clase de música.

Cierro los ojos, admirando la belleza con la que cada nota pasa tras la otra con una hermosa ligadura y por un segundo me olvido del sitio donde me encuentro ¡Dije por un segundo!

Abro los ojos y tomo una respiración profunda antes de tocar la puerta varias veces, ya que por lo visto no hay timbre.

Se nota lo distraída que estabas la última vez que viniste a este sitio.

Segundos después, un chico más menos de mi edad, con el pelo castaño claro desordenado y cara de querer matarme por interrumpir lo que sea que estuviera haciendo, abre la puerta. Así que él es el que estaba tocando el piano...

—¿Qué quieres? No queremos comprar nada si eres vendedora. Vamos, que si no vendes nada tampoco querría saber nada de ti. Ni de nadie. Pero... —Me da una repasada de arriba hacía abajo antes de que una sombra de sonrisa se formara en su rostro —menos de ti. Tienes cara de intensa. —Dice nada más abrirme la puerta.

Será grosero el tío...

—¿Ni siquiera he hablado ni me conoces y ya comienzas a psicoanalisarme? —Digo con una ceja enarcada —¿Sabes qué? No tengo tiempo para idiotas que se creen inteligentes solo por tener una cara bonita.

—¿Me acabas de decir que tengo cara bonita, chica pinterest? —Dice más interesado, apartándose de la puerta y así, dándome mejor acceso para ver su cuerpo.

Vale, si que tiene la cara bonita. Bueno, la cara y otras cositas, como por ejemplo ese cuerpo de dios griego y...

¿El idiota me ha llamado chica pinterest?

—¿Chica... qué? —Digo con mala cara.

—Ya sabes. Chica de cuerpo y cara perfecta. Pero seguro tonta. Vaya desperdicio.

—Eres un idiota. Ni siquiera me conoces. Ah, otra cosa, no te creas tanto, que por lo visto psicoanalizar se te da horriblemente. Ni te puedes mantener en pie por lo colocado que vas y piensas que eres un genio —Suelto una risa sarcástica. —Sinceramente no tengo ánimos de seguir perdiendo tiempo contigo. ¿Está Zack?

Levanta una ceja.

—¿Qué quieres con él? —Dice, borrando por completo su sonrisa.

—No es tu asunto. He venido a verlo a él, no a un niñato inmaduro que se cree mucho sin ser nada.

Suelta una carcajada, dando un paso en mi dirección y mientras, yo me quedo quieta en mi lugar, con una ceja enarcada y los brazos cruzados, fingiendo tranquilidad.

—No te recomiendo hablarme de esa forma, chica Pinterest, podría...

—No harás nada, Nicolás, es mi invitada. Como ya escuchaste, ha venido a verme a mi, no a ti. Así que quita tu cara de escoba de frente a esta preciosura y déjala pasar.

No puedo evitar darme cuenta de la mara cara que le puso el chico a Zack al escuchar eso último, pero decido dejarlo pasar y con una sonrisa de suficiencia dedicada al tal Nicolás, entro a la casa.

Antes de poder evitarlo los recuerdos de lo que pasó en este sitio esa noche me golpean, pero tomando una respiración profunda -aunque con los nervios por el cielo- sigo a Zack hasta que ambos nos sentamos en un sillón.

—Antes de nada, ¿tú no sabrás dónde podría estar metido Felix? —Pregunto nada más sentarme, fingiendo desinterés.

—Pues no. ¿Se te ha perdido el novio, dulzura?

—No, yo... no importa. —Digo al final —¿Y bien? —Pregunto directamente— ¿Por qué me necesitabas con tanta urgencia?

—Vale, como veo que no estamos en una simple conversación de amigos iré al grano —Asiento lentamente, a lo que él sonríe —Sabes que me debes un favor, dulzura. Uno muy grande. Si no fuera por mi, bien sabes de lo que sería de ti en este momento. Bueno, lo que quiero por ese favorcito que le hice a ti y a tu querido novio, es dinero. Una cantidad... algo alta, pero que estoy seguro de que no habrá problemas a la hora de entregarla, ¿cierto? —Aprieto los labios. Siento un ruido a mi lado y veo a Nicolás sirviéndose un vaso de agua, con semblante despreocupado. Mientras que yo, apuesto lo que sea a que tengo cara de que en cualquier momento me vaya a dar un infarto.

Aunque... bueno, ¿lo demostraré?

Pf, claro que no...

Suelto una pequeña carcajada, sustituyendo el intimidante silencio que rodeaba aquel pequeño salón por una risa de supuesta confianza en mi misma.

—¿Zack, no te has dado cuenta de que si yo caigo, tú también? —Digo echándome hacia adelante y apoyando las manos en la mesa —Esa noche quedamos en un acuerdo, querido. Tú nos ayudarías y nosotros te deberíamos algo. ¿Pero de verdad le creíste a dos niñatos que no tienes dinero ni para montarse en el bus escolar?

—Te crees mucho, ¿no? Dulzura, mi problema no es como consigues el dinero, si no que me lo des, y me lo vas a dar o las consecuencias no serán muy buenas. —Dice, despreocupado.

—¿Y qué harás? ¿Me matarás? —Suelto una risita, ganándome la atención de Nicolás, el cual ahora está sentado detrás de Zack y me dedica una sonrisa divertida.

—Puede... ¿quién sabe? Si tu te comportas como la chica buena que se que eres no te haré nada. Ni respiraré cerca de ti. Solo cumple con tu palabra. Además, dulzura, tu eres complice directa de esa noche y no hiciste nada para impedir lo que pasó. Eres tan culpable como Félix y yo. Solo que cuando nosotros hacíamos el trabajo verdaderamente sucio tu solo llorabas y llorabas.

Niego varias veces. Mi mirada se dirige hacia el chico que está detrás del pesado de Zack, el cual me mira con los ojos entrecerrados. ¿Él... lo sabe?

Deja de preocuparte por esa tontería ahora, Andrea.

—No, yo no... —Un nudo se forma en mi garganta y unas repentinas ganas de vomitar se apoderan de mi, pero a pesar de todo en mi campo visual solo puedo ver algo:

Sangre. Mucha sangre.

Me pongo de pie a paso torpe, solo con ganas de irme lo más lejos posible de este horrible lugar. Siento las miradas de ambos sujetos en mi espalda y apresuro el paso. Al llegar a la puerta la abro, ansiosa por salir, y siento como una caricia de libertad y tranquilidad el frío aire de la noche.

Espera, ¿noche? ¿Tanto tiempo he estado aquí?

Comienzo a caminar fuera del callejón en el que se encuentra la pequeña casa sin pensarlo dos veces, con la mirada en un punto fijo a lo lejos, pero con los pensamientos en cualquier lugar menos en ese.

Me detengo en seco cuando después de unos pasos siento como alguien me sigue, aunque sin mirar atrás y como si de un deja vú de aquel día se tratara comienzo a correr lejos de ese lugar, con la respiración acelerada y el miedo de que todo vuelva a repetirse presente. Continúo corriendo como si mi vida dependiera de ello. Pero esta vez, a diferencia de la otra, si logro librarme de aquellos pasos apresurados a mi espalda y no puedo evitar pensar en que si así hubiera reaccionado aquella vez, quizá no hubiera pasado por todo aquello. Si no me hubiera comportado como una niñata idiota e inmadura nada de eso habría sucedido, porque a fin de cuentas, la única culpable siempre he sido yo.

Me detengo al llegar al otro lado de la carretera, con la respiración hecha un desastre y una horrible sensación de vacío instalada en mi pecho. Comienzo a caminar, esta vez sintiéndome más segura al ver que la feria está repleta de gente.

Intento centrarme en los colores chillones de los puestos o en las ropas extravagantes de algunas personas, pero me es imposible. Esa extraña sensación se abre camino en mi interior, instalándose en mi como si de un sentimiento desconocido se tratara. Mis pelos se ponen de punta y mi boca se seca, ya que de repente no me encuentro en la feria. Estoy en casa de Zack, hablando con él, con las manos manchadas de sangre y una pequeña sonrisa en mi rostro, aunque con la mirada perdida en cualquier lugar y con un sentimiento que nunca antes había experimentado en mi, que es justamente el que he estado sintiendo desde que salí de su casa hace unos cuantos minutos atrás y el cual he estado evitando desde hace tanto tiempo.

Vuelvo a la realidad cuando siento que alguien me da unos toquecitos en mi hombro para así llamar mi atención. Pero yo... bueno, puede que me haya apartado bruscamente, lanzándole un puñetazo a la persona que me ha tocado, pero que lo esquiva fácilmente.

—Hey, tranquilízate, Archie Moore. —Dice Nicolás riéndose descaradamente de mi intento fallido de defenderme con un puñetazo y de mi cara de susto.

—¿Me estás persiguiendo? —Cambio de tema— ¿Es que ahora eres un acosador? Tendrías el combo completo —Digo con voz ronca y sin ánimos de hablar con nadie.

—Oh no, solo te vengo a traer esto. Se te va quedado en casa de mi tío y antes has salido corriendo sin contexto alguno ¿es que ahora haces footing? Bueno, no me extrañaría. —Dice con una sonrisa de lado, repasándome con la mirada como la primera vez que nos vimos hace unas horas atrás.

Cojo la mochila con mala cara, dejándole en claro la poca gracia que me ha hecho lo que dijo.

—¿Tú tío? —Pregunto al final, ignorando todo lo demás, aunque realmente por dentro ha causado en mi un revoltijo de emociones no muy agradables.

—Si, el pesado que antes ha amenazado con matarte. —Dice con tono casual, como si eso fuera algo muy normal a lo que ya estuviera acostumbrado.

—Vaya tranquilidad que me ha dejado, por cierto —Digo mirándolo a él con mala cara, como si fuera el causante de todos mis problemas.

Mientras, él se encoje de hombros, soltando una pequeña risita que me deja embobada por unos segundos. ¿Por qué será tan guapo el muy idiota? Y... ¿por qué a su lado me siento tan libre de expresarme como en realidad soy si solo lo conozco desde hace menos de tres horas?

—Él es así, supongo que ya me he acostumbrado y por eso no lo veo tan raro.

—Pobre corderito, a lo que has tenido que acostumbrarte.

—Bueno, aunque muchas veces no es cuestión de acostumbrarse, si no de sobrellevar las cosas. —Se encoje de hombros con indiferencia.

Dímelo a mi, querido...

—Vaya familia de raritos. Si todos los integrantes son asi no me extrañaría que los contrate algún mafioso o algo para sus trabajitos.

—¿Debería sentirme ofendido? —Pregunta con mala cara.

—Nah, cada familia tiene su lado oscuro y el lado rosa que le muestra a los demás. —Digo, concluyendo la conversación y haciendo un ademán de girarne para seguir mi camino.

—Espera, chica pinterest, ¿no me darás tu número? Te he traído tu mochila desinteresadamente, si no hubiera sido por mi, mañana no te habrías podido presentar al colegio y tú... tienes cara de niña responsable que no anda faltando por cosas así.

No puedo evitar soltar una risa incrédula, cosa que lo hace levantar una ceja y desviar su mirada a mis labios.

—No es tan desinteresadamente cuando me estás pidiendo mi número a cambio. —Digo dando un paso en su dirección, con tono burlón.

Ladea la cabeza y una sombra de sonrisa se asoma por su rostro.

—Ya, pero es una petición inocente. Podríamos llehar a ser amigos. Entonces, ¿me lo darás?

—No —Digo, cortante —Que tengas buenas noches, Nicolás.

Y sin decir más, doy media vuelta y me voy, dejándolo con esa sonrisita de lado que no ha borrado de su rostro desde que nos conocimos.

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