
Capítulo 8
Capítulo 8: Conversación.
Robin había tomado de la mano a Marian, sin su consentimiento pero tampoco con su rechazo, era algo que tenían entre ellos, parecía que a ambos les sentaba bien hacer cosas sin el permiso del otro pero que en el fondo ambos disfrutaban.
Marian no quería preguntar a dónde se dirigían, en su mente se lo preguntaba contantemente pero sus labios no se atrevían a pronunciar palabra. Llevaban un buen rato en el bosque, seguramente alejados de la guarida y según Marian perdidos, ella no sabía cómo regresar y no estaba segura de Robin pudiera.
De repente el chico paró y ella se detuvo para no chocar con él.
Robin abrió la boca para hablar pero ella no lo dejó, adivinó sus intenciones demasiado pronto y lo cortó.
- Si vas a decirme que necesitas tiempo puedes ahorrarte las excusas - se cruzó de brazos y miró hacia otro lado con el ceño fruncido - Ya entendí que para ti lo que yo siento es un juego y que solo piensas en Louis, lo que en cierto modo es perfectamente natural.
- Quería pedirte disculpas - la aclaración la sorprendió, pero continuó en la misma posición - También quería pedirte tiempo, pero disculparme contigo es mi prioridad. Entiendo que te moleste la manera en la que se comporta ella, a mi también me molesta su actitud, pero no puedo decírselo a la cara.
- ¿Porqué eres cobarde? - le preguntó Marian con un tono juguetón que hizo sonreir a Robin.
- Si, es una buena manera de describirlo, pero también temo la ira de su padre, lord Gudfred no es una persona que se tome bien las negativas y puede considerar la mía como un insulto, una humilación o peor, una declaraciónde guerra - Marian suspiró derrotada, él tenía razón y no podía negarlo.
- Eso lo sé - esta vez se dignó a mirarlo a los ojos - He vivido de primera mano sus cambios de humor y la inseguridad de su caracter.
- Entonces comprenderás que digo la verdad - Marian asintió. Había algo en sus palabras que le decían que le estaba diciendo la verdad.
- Si, Robin, te creo.
Robin trató de abrazarla y ella se lo permitió.
- Marian, ¿me amas? - la pregunta era complicada y Marian se sorprendio al recibirla, agradeció que su rostro estuviera escondido en su pecho, porque de haberla visto él pudo pensar que era una manera obvia de decir que no sin usar palabras. Seguramente él estaría igual si la pregunta la hubiera hecho ella.
- Debo admitir que era feliz con mi vida anterior, pero ahora no puedo pensar en otra forma de felicidad que no seas tú, pero no puedo permitir que alguien inocente sufra por mi culpa y menos si es mi mejor amiga.
Robin se separó apenas la distancia justa para poder verla a la cara.
- ¿Qué quieres decir?
- Que debemos buscar una solución, una que no lastime a Louis.
- Marian, ¿por qué no puedes ser una mala amiga y dejar que sufra una ruptura amorosa? - le preguntó con cariño, Marian iba a reprochar su falta de empatía pero sintió su caricia en un mechón de su cabello que se enredaba en los dedos de Robin - Haré lo que sea necesario para que Louis lo entienda.
- Gracias.
- No es nada, siempre que pueda voy a estar aquí.
- No me esperaba eso de ti - le dedicó una sonrisa y aspiró con lentitud el aire a su alcance.
- ¿Qué esperas de mi? - Robin volvió a acariciarle el cabello y Marian cerró los ojos. Pensó bien la respuesta. Estaban solos en medio del bosque, los pájaros cantaban, se escuchaban más de dos clases de ellos, como si cada vez más aves se quisieran unir a un concierto, el sitio era casi perfecto para meditar, incluso entre los brazos de Robin, que estaba segura le sonreía, sentía que su cuerpo flotaba, que empezaba a dormitar.
- Siento por ti una cosa que no puedo explicar y espero de ti otra cosa que tampoco me la explico, pero cuya sola idea me hace estremecer de deleite.
Sus palabras eran sinceras. Jamás experimentó algo igual y era aún muy joven para saber si era amor, no tenía otra forma de expresarlo y no conocía bien la naturaleza del sentimiento, por primera vez se detuvo a pensarlo como lo sentía y no como creía que era.
- ¿Y no sentías esto por Táramis? - Marian se desconcertó. Esa era una buena forma de dañar un momento meloso, pero no venía al caso que le reclamara algo pasado que creía olvidado.
- Te equivocas. Y si me reclamarás cosas que haya hecho en el pasado desde ahora puedo decirte que no me interesa escucharte - Marian se dió la vuelta y Robin pensó en su error.
- Lo siento - acomodó su rostro en su cuello detrás de ella y la rodeó con sus brazos.
- Táramis es solo un recuerdo perdiéndose en mi memoria, en este punto no puedo recordar su tacto ni su olor, si te complace saberlo, pienso en estos detalles tuyos cuando estamos separados.
- Sé de lo que hablas, te creo.
Si Robin pensaba también en ella lo confesó de una manera tan sutil que ella apenas lo sintió como una caricia mañanera en el cabello o una fresca brisa que llega al rostro de repente.
- Entonces ya no dudas de mi - afirmó y Robin respondió de forma afirmativa.
Marian giró su cabeza para verlo y luego sus hombros, Robin la tomó suavemente del mentón y plantó un beso suave en sus labios, apenas un roce lento y casi calculado.
- Sé que si te besa no sentirás lo mismo que sientes ahora conmigo.
- No dejaría que me bese, aún si quieres confirmar tu hipótesis no estoy dispuesta. Si el problema es que crees que lo tengo en cuenta ya te dije que no es el caso.
- Y yo te dije que te creo.
- Hay diferencia entre lo que dices y cómo actúas, pero no quiero que sea motivo de discusión entre nosotros, había olvidado esta mañana que deseaba verte por un motivo particular.
- ¿Cuál es este motivo? Puedo notar que te emociona mucho por la sonrisa que me muestras.
- Tienes razón, en el castillo se organiza un baile de disfraces y quiero que asistas a él, con máscara no habrá peligro de que nos descubran, ¿la idea te gusta?
- Oh, querida Marian - dijo tomando su mano entre las suyas y besando el dorso de ésta - Si te sigue mi pensamiento a todas partes, ¿no será mejor que te siga también mi cuerpo?
- Estaré muy feliz si te veo entre los invitados y espero poder concederte una pieza de bals en el gran salón.
- Lo tomaré como una orden tuya y haré cuanto esté a mi alcance para cumplirla, desde este momento eres mi ama y no hay ningún deseo tuyo que no sea para mi obligación.
Se unieron en un estrecho abrazo una vez más y luego emprendieron el camino de regreso a la guarida.
Al entrar notaron en seguida que ninguno de sus amigos estaba en la sala principal, se miraron entre ellos desconcertados y comenzaron a buscarlos en silencio, sin llamarlos por su nombre, como si eso pudiera romper la paz que reinaba en el bosque y en el espíritu de ambos.
1238 palabras.
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