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2. Silencios incómodos y peticiones vergonzosas.

Era posiblemente el momento más incómodo de toda mi vida; mi mamá estaba ahí, frente a mí, en silencio, el padre de Hazard —ahora Julia— también estaba callado. Julia miraba su plato fijamente como si quisiera adivinar quién sería el primero en hablar con solo verlo entre el caldo de las papas. Mi abuela se aclaraba la garganta constantemente y mi madre le sonreía al padre de Julia en todo momento, él hacía lo mismo, como si pudieran comunicarse a través de la mirada. Suertudos. Al menos ellos estaban hablando.

Y entonces el teléfono sonó, haciendo ruido en el comedor—. Ay, gracias a Dios. —mi abuela se levantó.

Me guiñó un ojo, yo querría haberme levantado, pero ella estaba ciertamente más cerca. La abuela se fue a la otra habitación con el inalámbrico y nos dejó de nuevo con el silencio incómodo en el aire. Mi madre fue la que se aclaró la garganta esta vez. Le sonrió a Julia que estaba sentada justo diagonal a mí—. Julia ¿No tienes hambre? —le preguntó.

Ella le regaló una pequeña sonrisa—. No mucha, la verdad, pero gracias por todo esto señora, es muy amable de su parte.

—No es nada, querida. Siempre serán bienvenidos en casa —mamá me miró—. ¿No Charlie?

Miré a Julia, luego a su padre, luego a mamá—. Sí —murmuré.

Mamá me dio una señal, un gesto que significaba que quería que actuara mejor. Así que moví un poco mi cabeza y sonreí. Julia levantó una ceja y volvió a mirar su plato.

—¿Tú tampoco quieres comer, bebé? —me preguntó mamá.

Apreté los labios tratando de no encogerme de incomodidad ante el apodo.

—No mamá, en realidad no tengo hambre —empujé mi plato hacia el centro de la mesa—. Comí pizza antes.

Mamá negó como si estuviera solo un poco decepcionada y luego le sonrió a Julia—. ¿Me llevo tu plato, Julia?

—Gracias, señora Prescott.

—Por favor, llámame Daisy —insistió mamá mientras recogía los platos.

—Yo te ayudo —dijo el padre de Julia.

Ellos recogieron los platos y desaparecieron por la cocina. El silencio incómodo volvió a formarse. Tomé mi vaso de agua y bebí un poco, me aclaré la garganta. Alguien tenía que hacerlo después de todo. Parece que hoy es el día de aclararse la garganta para llenar los momentos de silencio insoportable. Suspiré pensando en la mejor escapatoria que podría idear, que no fuera grosera o demasiado obvia. Pero Julia habló primero—. ¿Sí sabes que a mi padre le gusta tu madre, verdad?

Me quedé frío. Bueno, no es que no lo hubiese notado. Yo sospechaba que mi madre lo había metido a casa por más que ser su buena samaritana.

—No sería extraño —contesté—. ¿Es tu padre un buen hombre?

Julia me miró seria—. Él lo es —asintió—. Solo te estoy poniendo sobre aviso, es que él es un poco torpe coqueteando. No lo juzgues si lo ves haciendo algo raro por tu mamá.

—Oh, mi mamá es muy buena coqueteando, ella sabe cómo usar sus armas —sacudí mis hombros—. Ella lo guiará.

—Muy bien.

El silencio había vuelto.

No sabía si era porque ella estaba en mi casa, y yo sabía que ella se iba a quedar ahí, a dormir, con su padre y mi madre coqueteándose mutuamente y haciéndolo todo incómodo, o tal vez era porque yo la veía todos los días en el instituto y si ya nos sentíamos tensos estando el uno al lado del otro en clase de sociales, ahora que teníamos que vivir juntos, seguro tendríamos que palear la acumulación de tensión, como la nieve.

—Entonces... ¿cómo pasaste tus vacaciones de invierno? —empecé a sacar mi pala para palear, una pala muy pequeña.

—Muy bien... —respondió— hasta que mi casa se quemó y tuvimos que quedarnos en la residencia del abuelo y luego nos echaron y... aquí estamos.

Me eché a reír, porque me pareció que ella habría querido que me riera. Lo dijo en un tono tan gracioso que no pude contenerlo. Pero mi risa se atascó en mi garganta cuando ella me miró frunciendo el ceño, como si yo la hubiese ofendido. De acuerdo, lo comprendo. Julia Hazard no era realmente alguien que disfrutara del dulce humor particular de cada situación, ella era un poco gruñona y aunque no era completamente una ogra, a veces podía ser bastante molesta. Especialmente cuando no se reía de mis chistes.

—Lo siento, pensé que era un chiste —mascullé.

—No lo fue.

—Lo siento, Julia.

Ella abrió la boca, quería decir algo, pero luego la cerró y resopló. Entornó sus ojos hacia mí y luego apretó la mandíbula—. ¿Te estás burlando? —interrogó hostilmente.

Fruncí el ceño confundido y luego negué.

—No ¿Por qué lo dices?

—No me llames Julia —espetó—. Soy Hazard, a secas ¿entiendes?

—Pero Julia es tu nombre y es muy bonito.

—Pues a mí no me lo parece y es mi decisión —contestó cortante—. No vuelvas a llamarme Julia y punto.

—¿O...? —me sentía retador.

—Te lo cortaré mientras duermes y disfrutaré hacerlo.

—Ah pues muy bien... Hazard —tragué grueso.

No la conocía del todo, así que le concedí el beneficio de la duda. O más bien del temor. Asentí tranquilamente y me dije a mí mismo: "Charlie, te toca convivir con esto por una temporada larga, más te vale que le vayas encontrando algo bueno". Por lo menos ella era sexy.

Estaba usando una cazadora de cuero y debajo de ella una blusa azul rey, sabía que estaba utilizando jeans negros y botas negras también. Su cara era bonita y delicada, su piel morena, como caramelo, su cabello largo y ondulado, ella era definitivamente muy guapa, pero definitivamente no mi tipo de chica. A menos que haga un chiste en todo lo que resta de su estancia aquí, no sería capaz de soportarla por mucho.

—Bien, yo me voy a mi habitación —me levanté de la mesa.

Sin buscar excusas, ya había tenido suficiente.

—Espera un momento, cariño —mi madre asomó su cabeza por la puerta de la cocina—. Lleva a Julia a su cuarto ¿Podrías? Se quedará en la habitación de la abuela.

Asentí y mi madre volvió a la cocina. Julia se levantó, la guié hasta las escaleras en silencio, mientras rebuscaba en mi cerebro algo gracioso que decir acerca de la situación, pero no se me ocurría nada. Tal vez si le prestara un poco más de atención sabría algo de ella, por pequeño que fuese, todo ayudaría. Ella cogió sus maletas cuando llegamos al pie de la escalera. De repente se me ocurrió algo.

—Así que... pudieron salvar algo ¿no? —le pregunté mientras subíamos.

—Sí, algunas cosas, pero básicamente todo en esta maleta es ropa que mi abuelo me compró.

—Oh, comprendo... —me quedé estancado—. ¿Y necesitas que haga algo más por ti?

—No en realidad, me he logrado poner al día gracias a Ivy —llegamos al pasillo y la guié por este hasta la puerta blanca, al fondo a la derecha—. Gracias —ella puso las maletas en el piso y le abrí la puerta de la habitación.

—No es nada, si me necesitas estaré en frente — me moví hasta la puerta de mi habitación.

Por favor, no me necesites.

—No creo que te necesite.

¡Gracias!

—Como quieras, es un gusto tenerte aquí, hasta mañana.

Entré en mi habitación y cerré la puerta, me recosté contra ella esperando oírla entrar a su habitación. Ella lo hizo luego de unos segundos. Sacudí mi cabeza, para quitar de mi mente la preocupación de tenerla metida en casa, pero no se iba ¿Cómo podría deshacerme de algo así tan rápido? Si era cuidadoso, seguro ella no notaría mi presencia aquí. Tal vez si me mantenía muy callado, ella me ignoraría, tal vez si mi madre no hubiera metido al hombre que le gusta en casa yo podría vivir tranquilo. Sin embargo, debía tener en cuenta que perder todo en un incendio era algo difícil, ser compasivo debería ser mi prioridad estos días. Quizá ella lo apreciase, como puede que me diera una patada. De una chica como ella se puede esperar cualquier cosa.

Me senté en la silla de mi escritorio a revisar mis e-mails, bueno, los de Ghost Writer. Abrí unos cuantos para entretenerme. A veces era difícil seguirlos todos, reitero, la bandeja de Ghost Writer estaba saturada con e-mails de señoritas. No es que a todas les gustase el romance, pero era una comunidad llena de soñadoras.

El que más me llamó la atención era de Cortney Tuttle. Una chica de mi clase de español; morena, bonita sonrisa, animadora, en busca de amor verdadero según sus e-mails. Samuel estaba totalmente loco por ella. Se sentaba detrás de ella en cada clase de matemáticas, esperando a que volteara para oler su cabello cuando ella le pidiera una goma para borrar o para preguntarle si tenía un lápiz extra. Era el pequeño pedazo de alegría que tenía Samuel cada jueves en matemáticas.

Para: [email protected]

De: [email protected]

Asunto: Petición vergonzosa.

Querido GW:

Quiero comenzar diciendo que amo completamente Cinco Minutos. Eres un jodido genio y más que eso, eres posiblemente el hombre más tierno y romántico que ha pisado la tierra. En realidad lloré como María Magdalena en el último capítulo que publicaron el martes pasado, te lo juro. Es lo que cualquier chica hubiese querido que un hombre hiciera por ella. Es obvio que sabes mucho de lo que las mujeres quieren ¿No es así? Se nota mucho también por como dices las cosas en las publicaciones de los viernes, ahí desembocas las palabras de tu corazón, como tú dices, hacia tus lectores. Eso es realmente por lo que te admiro, tu manera de pensar y de ver la vida es completamente alucinante y única, creo que debería haber más chicos como tú.

Y me siento como una tonta haciendo esto, pero supongo que tú lo entenderás luego de todo lo que te he dicho.

Como sea, al grano ¿Quisieras salir conmigo? De seguro ya sabes quién soy. Vamos, que todo el mundo lo sabe, pero no es como que quisiera ser presumida. Es decir... tú lo sabes, o deberías. Bien, volviendo al punto por qué te envío este e-mail; realmente me haría mucha ilusión salir con un chico que realmente apreciaría a su pareja y la vería como la chica perfecta.

Quisiera ser tu chica perfecta.

Lamento si entre todas la peticiones que te hacen, soy una más, pero si ves esto, por favor, considéralo.

Oxox - Court.

Suspiré e hice crujir mis dedos al prepararme para contestar. Era una pena tener que hacer esto, pero ella no era mi musa, por muy hermosa e inteligente que fuera.

Para: [email protected]

De: [email protected]

Asunto: Respuesta vergonzosa.

Querida y hermosa Courtney:

Me siento ciertamente halagado por todo lo que has puesto en el e-mail. Por supuesto que sé quien eres, cielo. Te he visto en clase de matemáticas, siempre levantas la mano y respondes cada pregunta que el profesor hace, eres muy buena. También te he visto en las prácticas de porristas, eres excepcional dando giros triples hacia atrás. Créeme, yo también te admiro.

Sin embargo, preciosa, me veré obligado a declinar tu petición. No me malinterpretes, eres hermosa, como he dicho, eres inteligente, definitivamente vales la pena y sé que estoy siendo un tonto al rechazar esta oportunidad, pero tú mereces a un chico valiente, que no tenga miedo de ser romántico.

Estoy detrás de esta computadora, escribiendo y desembocando las palabras de mi corazón hacia ustedes. Detrás de una pantalla, Courtney, no creo que así es como lo quieras. Yo creo que si eres paciente, el chico que sepa lo que en realidad quieres y esté dispuesto a dártelo tocará a tu puerta.

O ni siquiera eso. Tal vez solo te baste voltear en clase de matemáticas para pedir un lápiz y tú lo sepas, que él está ahí.

No lo supiste de mí, cielo.

Con amor: GW xx.

—Charlie —mi abuela canturreó del otro lado de la puerta apenas terminé de teclear—. ¿Puedo pasar, querido?

—Adelante abuela —me quité mis gafas y cerré la ventana del correo.

Giré mi silla para ver a la abuela entrar en mi habitación, traía sábanas y una almohada. Rodé los ojos y resoplé. Rogaba a Dios porque no fuera lo que estaba pensando. Mi abuela entornó los ojos hacia mí e hizo un mohín—. No vengo a quedarme contigo.

—Gracia al cielo. No te ofendas. —levanté mi mano antes de que enviase una mirada asesina—. ¿Qué pasa?

—Solo venía a darte las buenas noches y a decirte que apagues la luz, es tarde.

—Pero si son las ocho —me quejé.

—Como quieras, si llegas tarde mañana no es mi problema.

Ella se sentó en el borde de mi cama.

—¿Qué te dijo Poppy del final de Cinco Minutos? —preguntó con intriga y emoción.

—¡Shhhh! —chisté llevando un dedo a mis labios inmediatamente—. No lo digas en voz alta con Julia estando en casa, puede oírte y delatarme. No hablen de eso si quiera ¡Avísale a mamá!

—Está bien, pero no entiendo por qué insistes en guardar el secreto. Eres un gran escritor —negué frenéticamente. Ambos estábamos susurrando.

—De romance —puntualicé—. Me comerían vivo si alguien lo sabe.

—Vale, vale...

—¿Dónde dormirás? —pregunté cambiando el tema.

—Con tu madre.

—¿Y el señor Hazard?

—En el sofá-cama de la sala, insistimos en que tomara tu habitación, pero él no quiso.

Gracias señor Hazard, por no abusar de la hospitalidad de estas mujeres locas.

—Bien.

La abuela se levantó y caminó hasta mí, me plantó un beso ruidoso sobre la frente y luego caminó hacia la puerta. Ondeó su mano y dijo—: Buenas noches, querido.

—Buenas noches, nana.

Me levanté de mi silla y me quité la camisa y los pantalones. Me gustaba dormir solo con bóxers, porque hacía calor bajo mi juego de tres sábanas gruesas. Me metí a la cama y cerré los ojos.

Hazard estaba viviendo en mi casa, rechacé a un bombón para dejársela en bandeja de plata a mi mejor amigo, mi madre estando enamorada del señor Hazard, mi abuela pidiéndome que me acostara a las ocho y yo haciéndole caso.

Me quedé dormido de tanto pensar en el día. Supongo que a partir de las ocho, aprovecharía la noche.

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